Sobre el sonido en el cine.
No deja de ser “Cuentos de los mil y un Rohmer” una especie de cuaderno de notas, de diario, en el que Françoise Etchegaray escribe no sólo todo lo que tuvo que ver con los trabajos que emprendió con Rohmer, sino cualquier tipo de reflexión, y alguna de ellas, como la de a continuación, se conservan en el libro ahora editado por la Ecam,Dama y Caimán.
Françoise Etchegaray hizo durante muchos años de chica para todo en la preparación de películas de Rohmer. Pero en varias ocasiones, y “Cuento de invierno” fue una de ellas, se encargó además del sonido. Provista de un casco y grabando sonidos de la naturaleza en la Île-Aux-Moines, explica que se le abrió un nuevo mundo y luego escribió esta reflexión, que me resulta muy interesante:
“(…) el sonido está más presente que la imagen. Cuando filmamos con una cámara, en 16 o 35 mm, lo que vemos es la muerte en acción. El ojo en el visor ve latir (a veinticuatro imágenes por segundo) la vida que se va. Apenas fijada, ya se ha ido. Latido, párpado, aleteo. Fulgor. La vida como un relámpago, un parpadeo de la eternidad. Y cuando volvamos a ver estas imágenes mucho tiempo después, sólo queda nostalgia, dolor por lo que fue y ya no es. Tan efímero. Mientras que si uno escucha de repente la voz amada de una persona muerta, está inmediatamente presente. Es la llamada abrumadora de la realidad revivida. No hay nostalgia inmediata, sólo el impacto de la vibración. El sonido no tiene pasado ni futuro. Está ahí. Ni envejece ni muere. (…)
En la fotografía, Françoise Etchegaray y Eric Rohmer durante el rodaje de “Un cuento de invierno”.
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