miércoles, 30 de septiembre de 2020

... a Valparaiso


Los que han estado en la ciudad, aunque hayan visto con tristeza su tremendo destrozo con el tiempo, hablan con emoción de la ciudad de Valparaíso, la capital del norte chileno. Y tienen “... a Valparaíso” (Joris Ivens, 1964) como uno de los más hermosos documentales que se puedan ver, cuestión que yo, sin haber visitado Valparaíso más que en el cine, no pondré ni por asomo en duda.
Apenas si recordaba el tono lírico pero tranquilo de la narración en la banda sonora que va presentando aspectos de la ciudad y, sobre todo, los funiculares (en el film se habla de “ascensores”) que suben a la gente por las colinas que rodean la bahía.
Funiculares, como no podía ser de otra forma, desde luego aparecen un montón, y son utilizados por Ivens, subido en ellos, para mostrar cantidad de aspectos que, de otra manera, sin esos “travellings”, serían muy difíciles de ver. Pero la película es mucho más, asentando su origen y razón de ser como ciudad portuaria y, sobre todo, dejando claro el acento de preocupación social que Ivens transmitió a toda su filmografía, excepción hecha, quizás, de sus dos primeros cortometrajes, de objetivo puramente estético.
Hay que fijarse, además, en los títulos de crédito, para ver en ellos lo que tiene el documental de producto clave de los años 60, de lo más comprometido con el mundo en ebullición de entonces. Por ahí aparecen Argos Films como productora (avisando, pues, de ante qué tipo de documental nos encontramos), Chris Marker (consolidando el enlace entre dos de los grandes del documental), Patricio Guzmán (como asistente de cámara, dando un ancla adicional a su querencia por la película más allá de la que tiene por la ciudad, que le ha llevado a mencionarla y a colocar extractos del documental en sus propios documentales) y hasta Georges Delerue, tan ligado a la Nouvelle Vague, actuando como director de la ejecución musical, más allá de la canción “Nous irnos à Valparaíso”, que, aunque aporte la explicación de que es un trozo de la letra, da la clave del carácter de la película, como oda emocionada a la ciudad.
Está en MUBI en perfectas condiciones. También en Vimeo, YouTube y no sé cuántas plataformas más. Siendo sólo 24 minutos, sería un crimen dejarla por ahí, sin verla. O sin volverla a ver y a disfrutar de ella. Reconcilia con el cine.


 

martes, 29 de septiembre de 2020

Una sonrisa


A veces un gesto discreto es de valor inapreciable. Así me llegó a mí tras ver “Roubaix, une lumière” (Arnaud Desplechin, 2019) y escribí esta cosa que la buena gente de La Charca Literaria me publica hoy.
Como el gesto lo tiene un personaje secundario, no ha habido manera de encontrar una foto que lo ilustre y opto por poner el póster de la película.


 

Walker



Como no vi la de la sandía, que se estrenó y tuvo una cierta fama, acumulando unos cuantos defensores muy persistentes, desconocía por completo cómo era el cine de Tsai Ming-Liang. Intrigado con lo que debe deparar su nombre, que siempre se airea como uno de los imprescindibles del cine oriental, he acudido a MUBI y visto los 27 minutos de Walker” (2012).
Todo se reduce a la sucesión de unos planos fijos que recogen la caminata de un monje budista por Hong-Kong. No es una caminata cualquiera, puesto que el monje va ya no a cámara lenta, sino mucho más despacio, pensándose su acción, siempre en contraste con el ajetreo (o no) de la noche de la ciudad.
No hay por qué asustarse demasiado, porque además de dejar asentado el brutal contraste entre el desesperantemente lento movimiento del monje o él mismo y todo lo de su entorno, la película se deja ver por dos motivos:
-Ese rojo tan vivo de la túnica del monje provoca, en relación con lo que le rodea, encuadres de notable belleza.
-Tsai Ming-Liang no debe ser sádico en exceso y no deja transcurrir todo el tiempo preciso para que su protagonista salga del cuadro que lo envuelve. Corta cuando solo lleva recorrido, a ese ritmo tan desesperante, una pequeña proporción de lo que podría haber sido, y pasa al siguiente cuadro, que presenta otro tramo del recorrido del monje.


 

domingo, 27 de septiembre de 2020

Las poetas visitan a Juana Bignozzi




Lo avisaba el otro día Miguel Martin: Hasta hoy se puede ver un nueva película de El Pampero (ésta concretamente de Laura Citarella y Mercedes Halfon) en Filmin: “Las poetas visitan a Juana Bignozzi” (2019).
Y una vez vista, solo confirmar lo que también él decía, que asombra ver la forma en que piensan y elaboran un documental sobre la poeta argentina: admirable. A la vez lección de de cómo abordar un tema en cine, mostrar sus limitaciones, sus ventajas, su trabajo.
Una película sobre poesía y cine, que te acerca como pocas cosas a la poesía y te informa sobre la producción de un documental, todo ello con una aparente ligereza inigualable. Una lástima que hoy domingo desaparezca del catálogo de Filmin, que lo tenia ahí unos días debido al festival Play&Doc.
A ver si aún hay tiempo para que la descubra alguien más...


 

domingo, 20 de septiembre de 2020

Faro del caos





Están los Sterling Hayden de Kubrick o, por supuesto, el de “Johnny Guitar”. Pero yendo a ver este “Faro del caos” (Manfred Blank y Wolf-Eckart Bülher, 1983) que ahora ha anunciado Filmin haber puesto en su catálogo, el que se me ha venido a la cabeza es el de “Sweet hunters” (Ruy Guerra, 1970), perdido entre las brumas de una playa anegada por la marea, mientras el “Carmina Burana” de Orff inunda la banda sonora.
Unas primeras imágenes del documental nos muestra a Sterling Hayden, barba en ristre cual un Capitán Ahab cualquiera, leyendo con gran énfasis “An inland voyage”, de Robert Louis Stevenson. Está en una barcaza amarrada bajo la enorme fortaleza de Besançon. Luego sabremos que compró la barcaza, a la que puso el nombre de “Who knows?”, inducido por la lectura de ese libro de Stevenson. Vio que volver al mar en el que había empezado podía serle ya muy duro y se dedicó a recorrer con la barcaza, ya prácticamente retirado, los canales de Francia.
Junto a algún apunte sobre su biografía, la película nos ofrece los extractos que el equipo de Eckart consiguieron sacar de un Hayden eternamente descalzo pero, sobre todo, bebiendo whisky -a morro- a todas horas, tan solo en unos pocos momentos en perfecta lucidez, fumando una pipa larga y citando a sus autores, dando su visión de la vida, sus razones.
Tras una noche en la que el alcohol casi le ha hecho perder la vida, el actor (en su momento denunciante ante el Comité de Actividades Antiamericanas, con el consiguiente suplicio de su eterno remordimiento posterior, más adelante activista notorio) no rehuye el tema: “Aquí tenéis una película directa sobre lo que es el alcoholismo. Pero no os engañéis, supone una enorme soledad, cuando lo que realmente te gustaría es alargar un brazo y acariciar a una chica. El alcoholismo no es sino una forma de suicidio”.
Me ha parecido ver delante de Sterling Hayden una cámara discreta, respetuosa, con personalidad, que se busca su espacio cuando no está captando las declaraciones, siempre muy teatrales, del actor y escritor, lector identificado con los clásicos de la literatura de viajes y, por lo que se ve en el documental, proclive a ser elevado a la categoría de mito.


 

sábado, 19 de septiembre de 2020

Los guantes mágicos


El otro día me explicaban la expansión de las “remises” en Buenos Aires y precisamente ahora he visto una película (“Los guantes mágicos”, Martin Rejtman, 2003, en MUBI) en la que un conductor de remise, un remisero, es el eje sobre el que surge toda la tropa entrelazada que protagoniza su trama.
Una trama quizás más estrambótica que la de “Sílvia Prieto” (1999), con depresiones emocionales, un otorrino muy fino y el sorprendente imperio de la música electrónica alcanzando sectores inusitados. Eso y, por lo demás, la sospecha que la confusión entre oír y escuchar quizás nos llegue de Argentina.
Sé que es una animalada lo que ahora diré sobre lo que voy viendo del cine de Martin Rejtman, del que queda en MUBI una tercera película, su primer largometraje, “Rapados”: que viene a ser la transposición del cine de Roy Andersson a un entorno diametralmente opuesto. La frialdad, cuidado estético, austeridad de palabra y prolongación de las esperas y situaciones del sueco quedan convertidas, al traducirlas al judío-argentino de Rejtman, en el acercamiento humano, la despreocupación formal (aunque ver cómo remata sus escenas entraría en contradicción con esta consideración), la verborrea de sus personajes y la aceleración de situaciones y escenas, ligadas aquí entre sí hasta por una narración en off.
Una exageración, es verdad. Pero que ahí queda.


 

Sílvia Prieto

Un recurso de guión. Una chica que entrega sobre cutis de jabón como obsequio publicitario siempre en la misma esquina.

Uno de los escenarios más recurrentes, el lavabo de señoras del bar donde trabaja la protagonista.

“Sílvia Prieto” (Martin Rejtman, 1999) es -o era, vaya- una animalada construida a base de escenas sueltas que van narrando una historia grupal. Cada una aporta algún diálogo o monólogo con elementos sorprendentes, piezas de un gag que actúa por acumulación y algún chiste visual, que sirve para causar la duda o hasta el desconcierto del espectador antes de pasar a la siguiente escena.
Así se va montando una comedia argentina que se recordaría más divertida de durar menos, y muy apta para la sobremesa de un apacible sábado de verano. Está en la videoteca de MUBI que, como se puede ver, también acumula de este tipo de propuestas. Les basta con que sean “autorales”.


 

jueves, 17 de septiembre de 2020

L’hippocampe ou ‘Cheval marin


Nada más iniciar su trabajo el proyector, se pueden observar unos cuantos, muy graciosos, caballitos de mar, que se mueven por el agua manteniéndose erguidos, de forma muy “pomposa”, según explica el narrador.
Los surrealistas e historiadores de cine siempre consideraron al documentalista científico Jean Painlevé como uno de los más destacados cineastas de su época, emparentándolo, por ejemplo, con un Jean Epstein.
En sesión de sobremesa me he puesto hoy a ver, para serenar los ánimos, su película más conocida, el cortometraje “L’hippocampe ou ‘Cheval marin” (1934), convertido en todo un clásico, por su papel de precursor de todos los documentales científicos que llegaron posteriormente.
Directamente sólo he visto en la orilla del mar algún pequeño y aislado caballito de mar ya muerto, como recogido en sí mismo, mostrando con prestancia su graciosa forma, tan característica. En el documental de Painlevé se ven un montón de ellos y te enteras de cosas tan curiosas como que es el macho el que tiene un papel preponderante en el nacimiento de los jóvenes de la especie, ya que es él el que hace de incubadora, comisionado casi al inicio del proceso por la hembra. En el film (de quince minutos) se ve lo que parece que es una eyaculación, mientras que es en realidad la expulsión que provoca de unos cuantos alevines cada tanto desde “la incubadora”.


 

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Anuncios en Mubi

"Muta"

"De Djess"

Así, de primeras, me dije que debía ser un anuncio, pero ni idea de qué anunciaba. Supuse, por eliminación de otras posibilidades, los diseños, vestidos y zapatos de las modelos que se mueven con cierto misterio en un sofisticado barco. Son los 6 minutos de “Muta” (Lucrecia Martel, 2011), que muestra MUBI.
Un clicar con los dedos, unas enormes pestañas batiéndose como alas de un ave, una mano acariciando unas texturas son las que conducen a pensar en la realizadora argentina.
Eso fue la primera sesión. A continuación la segunda, de 14 minutos, vi estaba producida por la misma marca, Míu Miu, que gracias a Wikipedia me entero (¡no gasto!) de que se trata de una “marca de ropa y accesorios femeninos de alta moda italiana y una subsidiaria de propiedad total de Prada”.
En esta ocasión se trata de “De Djess” (Alicia Rorhwacher, 2015), un nombre que, como todo el que se oye por su banda sonora, mezcla de flamenco y algún idioma del este, picoteado por alguna expresión inglesa, no debe querer decir nada.
Una especie de cuento de la cenicienta, con apuntes burlescos sobre cierta modernidad, es lo que hace pensar en la realizadora de “Lazzaro felice”.
Las dos, un ejemplo de lo currada que es la búsqueda y selección (después gustarán o no) de las películas de Mubi. Por una entrada de Wikipedia con términos especialmente latinoamericanos descubro que fue un amante del cine turco en 2007 el que creó Mubi, entonces con el nombre de “Les auteurs”, pasando a ser en 2010 la original compañía de “streaming” que ahora puede gozarse. Y también que en 1920 añadieron su “Videoteca”, que además de sus 30 películas principales que van cambiando a ritmo de una diaria, pueden ver sus abonados cosas curiosas (y otras de mucho interés) como éstas dos pequeñas piezas.


 

martes, 15 de septiembre de 2020

Mañana y todos los últimos días


Como he sido lector más o menos habitual de revistas francesas de cine (si bien es verdad que nada que ver con la pasión por esa manía que tuve de los años 70 a los 90), he ido orientando mi curiosidad y atención hacia un grupo de cineastas de los que en realidad era rarísimo poder ver cine por aquí. Así me fui familiarizando -tras haberlo hecho con Garrel o Doillon, de los que milagrosamente sí podía irse viendo sus películas-, con gente como Jacquot o Desplechin, de los que es ahora, con la “nueva realidad” en la que se ha inmerso la distribución cinematográfica, cuando realmente se ven mucho sus películas, o una Mía Hansen-Love, que hasta ahora ha tenido una suerte enorme en cuanto a estrenos españoles.
Pues a lo que voy: siguiendo entrevistas de los de ese hilo, siempre retenía como nombre que solía surgir el de Noémie Lvovsky, a la que únicamente había visto hasta ahora como actriz característica, sin llegar nunca a sus películas como realizadora.
Así las cosas, en mi diario y cada vez más estéril repaso de la parrilla de programación de las televisiones genéricas, vi que en TV5-Monde pasaban su último film como realizadora, “Mañana y todos los últimos días”. Lo programé y anoche, después de un día realmente cansado, me deposité delante del televisor y me dispuse a verlo.
Es un híbrido curioso, un cuento, con elementos de cuento infantil fantástico que, curiosamente, no está dirigido al público infantil. En ella la misma Noémie Lvovsky interpreta a una madre que en catalán decimos que “está com un llum”, es decir, majara perdida. La escena inicial, yendo con su hija al colegio, llamada por su tutora, es ciertamente hilarante en este sentido.
Pero, de hecho, el centro absoluto de la función está en su hija, una niña que se ve rápidamente está más ella al cargo de su madre para atenuar sus locuras que al revés. Es Mathilde una niña introspectiva, que se lleva muy bien con su padre en la distancia (Mathieu Amalric), con el que comparte de tanto en tanto sueños -alguno escenificado- y serio compromiso vigilante con los estados cambiantes, tendencia a la locura desatada, capaz del mayor disparate, de la madre.
A partir de ahí, aviso que un mochuelo muy juicioso toma protagonismo y que, de tanto en tanto, Noémie Lvovsky deja ver en su interpretación su proximidad con su amiga Valeria Bruni Tedeschi.
Un curioso ovni, situado en tierra de nadie. Al menos después de un día agotador por unas u otras razones.


 

domingo, 13 de septiembre de 2020

Villa Empain









Villa Empain es una propiedad situada en Bruselas, construida en estilo Art Deco los primeros años 20 por el Barón Louis Empain. No usada apenas como casa familiar, la donó al estado suizo para albergar un museo de Arte y escuela artística, pero la guerra mundial alteró su destino: durante la ocupación fue utilizada por la comandancia del ejército alemán y acabada la guerra fue cedida a la Unión Soviética para albergar su embajada. Readquirida en 1963 por la familia Empain, fue revendida en 1973 a un potente hombre de negocios, tabaquero. En los años 80 pasó a ser sede de Radio Televisión Luxembourg, quedando abandonada en 1995...hasta ser adquirida ya entrados los años 2000 por la Fundación Boghossian, restaurada y convertida en el actual centro cultural.
De todo esto te enteras leyendo un cartel al final de un documental de 24 minutos visible en MUBi que también me ha parecido muy interesante por su tratamiento: “Villa Empain” (2019, en Katharina Kastner, 2019).
Ni una sola palabra hasta el cartel del final explicando la historia de la casa, pero sí una banda sonora muy trabajada, que da a conocer las texturas y la resistencia del sitio, llevando hasta Étretat, en Normandía, para ello. Unas texturas que no dejan de lado (fotografías, películas familiares antiguas) la vertiente histórica.
En 1975 André Delvaux recibió el encargo de un documental sobre el pintor flamenco Dieric Bouts y se metió a él mismo en el film, reflexionando sobre lo que era un encargo y cómo llevarlo a término. Ahora, sin que quede exteriorizado en este film mudo, sin narrador, música ni diálogos, me imagino a Katharina Kastner recibiendo el encargo y planteándose cómo abordarlo, obteniendo este resultado “matérico”, de tanta sonoridad y belleza, en la que la cuestión histórica (residencia familiar, abandono, etc) no es sino una de sus capas. Muy, muy interesante.


 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Terrorista


Habiendo visto sólo -es verdad que varias veces- su extraordinaria “Yi-Yi” (2000), buscaba siempre descubrir las películas anteriores de Edward Yang (lo que supondría un posible -magnífico y poco visto- ciclo, apunto para la Filmoteca).
Pues resulta que MUBI tiene en exhibición una de ellas, “Terrorista” (1986). Es curioso lo que se consigue en esta plataforma. Presenta sólo treinta títulos (cambiantes cada día), pero cada vez que voy pasando por las carátulas de sus ofertas en busca de petróleo, voy descubriendo que por ahí escondido estaba uno u otro bien atractivo (aclaración: sintiéndome poco satisfecho de las comisiones de Filmin, pruebo a ver qué tal las de Mubi).
Se inicia la película con una especie de persecución policiaca, pero vista, a cierta distancia, por los ojos de un chico con cámara de fotos al ristre. Es increíble la sensación de realidad que consigue, con sus planos, Yang.
Toda esta primera parte, con escenas entrecortadas, sobre captura y huida (con los análisis y ordenación posteriores de las fotografías resultantes, casi estilo “Blow-up”), la aparición de esa escritora que dice ver desfallecer su inspiración, la tensión por el disputado ascenso de su marido, te mantiene en vilo.
Deberé confesar también -pero esto suele ser habitual en mí- que después, en todo su trozo central, he quedado envuelto en una morrocotuda confusión sin saber muy bien quién era quién en la trama, pero el caso es que eso me ha quedado compensado tanto por la excelente forma de encuadrar de Edward Yang como por tratarse de una visión de Taipéi, lo que marca un ambiente y estética -arquitectura, vestimentas,...- bien especiales. Finalmente, además, vuelven a destacar potentes efectos visuales en planos de detalle, como el de ese disparo que vacía el agua de un jarrón con flores.
Vamos, que, siendo una de sus primeras películas, yo diría que ya confirmaba que ahí había uno de los más grandes directores de cine orientales.





 

viernes, 11 de septiembre de 2020

Jirafa


En MUBI está también -y he visto con gran interés- “Jirafa” (Anna Sofía Hartmann, 2019). Por su inicio, la cámara se mueve buscando a sus personajes, pero éstos le son algo esquivos o juguetones y aparecen y desaparecen de cuadro, un cuadro que ya es más adelante más fijo, pero que va variando mucho.

“Places and memories”, sentencia la protagonista (una Lisa Loven que me ha recordado mucho -pómulos pronunciados, hoyuelo, en rostro aparentemente hierático- a la Marina Hands de “Lady Chatterley”, Pascale Ferran, 2006). De eso va, en parte, la película, de sitios y su memoria. También, de la comunicación on line (todos los personajes se hablan por Skype, se ruedan y envían imágenes de su entorno) y de la comunicación “presencial” que es y no es.

Un túnel que va a construirse entre Alemania y Dinamarca, unas tierras y casas que cambian de función o desaparecen, nuevas infraestructuras que se preparan, mientras hay quienes deben abandonar la casa que han ocupado por tres generaciones.

Dara entrevista a gente, se documenta y establece informes sobre esas casas que han mantenido una vida que quizás hasta está reflejada en un diario. Jakub forma parte de una cuadrilla de obreros polacos en actividad en la región. Ambos son habitantes provisionales en la zona durante un tiempo similar. Mientras, una tripulante del ferry que será sustituido por el túnel observa a sus pasajeros y parece ver más allá de sus rostros.

Otra cosa no, pero esta gente de MUBI se curran la selección de sus películas. Me temo que voy a incrementar el presupuesto en plataformas. Anoche comentaba que un cine-club, por mucha sensibilidad y arrojo que tenga y demuestre su equipo gestor, lo que ya es pedir mucho, lo tiene francamente difícil para establecer una programación de la solidez que se aprecia en esta plataforma. El giro hacia lo on-line en sustitución de la visión en comunidad, en una pantalla grande -y esto no es alejarse mucho del tema de la película-, como me dijeron ayer, ha venido para quedarse.

 

Munkey diaries


Ya leídas 139 páginas de sus 446, el diario ha tenido tiempo de dar un giro radical. Se trata de las entradas de diario escritas en multitud de cuadernos por Jane Birkin de 1957 (cuando tenía once años) a 1982, que según explica en su introducción, pre-seleccionadas por Gabrielle Crawford, ella ha traducido al francés, comentado y anotado en 2016/18.
Desconocedor de la existencia del libro hasta que lo vi expuesto en la librería Torcatis de Perpignan, la primera historia que me ha sorprendido de él es la de Munkey, el peluche vestido de jockey que le regaló su tío, obtenido en una feria. Traduzco: “Ha dormido a mi lado, compartiendo la melancolía del internado, las camas de hospital y mi vida con John, Serge, Jacques, ha sido testigo de todas las alegrías y tristezas, dotado de un poder mágico, no hubo ni un avión, ninguna hospitalización sin su presencia (...). Ante el desconsuelo de mis hijos, deposité a Muunkey junto a Serge en el ataúd en el que reposaba, como si se tratase de un faraón. Mi mono para protegerlo en la vida del más allá”.
No es que las anotaciones del diario “infantil” sean prescindibles. Nos sitúan muy bien la familia de la que Jane surgió y nos habla de una niña dispersa, de sentimientos muy cambiantes, pero extremadamente introspectiva, reflexiva y con un interés por cuestiones artísticas increíbles. Va a ver exposiciones, por ejemplo, de las que habla como una adulta, demostrando ya un criterio y sensibilidad especiales, a la vez que tiene reacciones muy divertidas de la niña de 12 años que es.
Pero un cambio brusco se detecta cuando, al cumplir los 18 años, se casa con John Barry. Las entradas de diario, que eran cortas y muy variadas, se alargan y denotan ser el punto de vertido de todas las enormes emociones que su radical nueva situación, casi cambiado el internado por el matrimonio, le producen.
Iba a transcribir aquí como explica su intervención en “Blow up” en 1966, pero como esto se ha hecho ya muy largo, lo reservo para otra ocasión.


 

jueves, 10 de septiembre de 2020

Frágil como el mundo




Quando o meu corpo apodrecer e eu for morta
Continuará o jardim, o céu e o mar,
E como hoje igualmente hão-de bailar
As quatro estações à minha porta.
Outros em Abril passarão no pomar
Em que eu tantas vezes passei,
Haverá longos poentes sobre o mar,
Outros amarão as coisas que eu amei.
Será o mesmo brilho, a mesma festa,
Será o mesmo jardim à minha porta,
E os cabelos doirados da floresta,
Como se eu não estivesse morta.
Me ha costado un montón de tiempo, lego en estas materias, dar con este poema, que he descubierto es de Sophia de Mello. Aparece, como dando un sentido completo a lo visto, en “Frágil como el mundo” (Rita Azevedo Gomes, 2002), que he tenido la agradable sorpresa de ver estaba visible, algo oculta, por MUBI.
Película de paisajes llenos de niebla, sombríos o nocturnos, de hermosos contrastes entre los blancos y los negros con los que está filmada para hacer aparecer el color en determinadas secuencias, con sonidos de la naturaleza como predominante banda sonora, junto a escasos diálogos y la suave voz en off de un narrador.
Narra la enorme pasión secreta entre Vera y Joao, dos escolares, adolescentes que intercambian de forma furtiva cartas de amor que depositan en un escondrijo del campo. Un fuego que van a vivir en comunión con una naturaleza que los absorbe.
En la casa de ella, el viejo filosofo de la vida, por su parte, proporciona su visión del tiempo que pasa. En un momento dado, precisamente, el paso definitivo viene dado en una preciosa imagen, mediante una pipa que se guarda en una caja y está en un arcón. Quizás, como se intuye de los versos, en otro momento volverá a tener utilidad.
Confirmación de un cine, el portugués, milagrosa y felizmente apartado de los caminos actuales y de una realizadora, Rita Azevedo Gomes, que aún es el momento que me decepcione.





 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Cinéastes de nôtre temps: Carl Th. Dreyer

Dreyer, en la entrevista, envuelto en los ruidos del tráfico de la calle: “Eso está muy bien”, comenta.

“Queria ver el rostro de la campesina detrás del maquillaje”, dice Carl Theodor Dreyer en la entrevista del “Cinéastes de nôtre temps” dedicado a él que en 1965 hizo Rohmer, que anoche proyectaron en la Filmoteca. Lo hace para explicar por qué le quitó el maquillaje, dejándole la cara desnuda, a María Falconetti, que era hasta entonces un rostro muy conocido de los espectáculos de boulevar, para que de ese modo interpretara su “La pasión de Juana De Arco” (1928).
Nada más empezar su visión me he dado cuenta de que había visto el episodio recientemente, pero vale la pena el volverlo a ver, pues ayuda a desentrañar y fijar en la memoria dos o tres características esenciales de Dreyer.
Rohmer se pone, para hacer este número de “Cineastes de nôtre temps” (una serie ejemplar, en la que cada capítulo tiene una duración, estética y realizador diferente, la que escoja éste para hacer su retrato de otro director de cine) al servicio absoluto del espectador. Va a Copenhague, entrevista a tres actores de la última época del realizador y a él mismo, en su casa.
Solo se permite una acción autoral, referencial de toda la Nouvelle Vague, sacando, aprovechando que era danesa, a Ana Karina leyendo escritos teóricos de Dreyer del Cahiers du Cinema. Pero el grueso, lo fundamental, está en la entrevista con él.
Dreyer, como también antes uno de sus actores, se expresa directamente en francés, abonando la idea de que por los años 60 el francés era aún la lengua de cultura. En su modestia, rehuyendo siempre explicaciones de gran calado intelectual, me ha recordado en esta ocasión a Joan Miró, que también explicaba sus cosas con vehemencia, pero con total sencillez.
Eso no quita para que se obtengan de la conversación algunas ideas reveladoras de su forma de trabajar e incluso algunas explicaciones que luego se han visto escritas como si fueran ideas propias miles de veces por críticos de todo el mundo, como la fuerza dramática de la escalera a la que está atada la bruja que va a ir a la hoguera en “Dies Irae” (1943) o el sonido que acompaña al cierre de esa puerta final de “Gertrud” (1964).

Ana Karina leyendo en el Cahiers textos de Dreyer sobre la realización cinematográfica.

El personaje de Ana Karina en “Vivre sa vie” a punto de derramar una lágrima en el cine, viendo “La pasión de Juana de Arco”.



 

En compagnie d’Éric Rohmer

Marie Riviere, colocándose en cuadro con Rohmer, en el despacho de éste.

Arielle Domsballe llega estudiadamente maquillada y vestida, y da una lección muy aprendida sobre Rohmer y lo que supuso para los actores de su escudería.

A sus años, Éric Rohmer no puede evitar alguna indicación técnica sobre la sombra de los amarillos. El film está lleno de revelaciones. Luchini, por ejemplo, dice haber asistido inicialmente a un curso de Rohmer, en el que éste, tan teórico, se dedicaba básicamente a dar consejos prácticos, como en qué sitio comprar la moqueta necesaria.

Si en algún momento la Cinematheque Française quiere extender su sede por algún edificio histórico parisino lo tiene fácil. En un momento de “En compagnie d’Éric Rohmer” (Marie Rivière, 2010), que se vio anoche en la Filmoteca y tendrá otro pase hoy en primera sesión, un plano recoge los timbres de los diferentes pisos de un sólido edificio de la Avenida Pierre 1er de Serbie, en París. Se pueden leer los nombres de Rohmer, Mieville/Godard (Peripherie) y un tercer nombre del cine que ahora no recuerdo, pero además en un diálogo posterior se comenta que ahí estuvo también el despacho de Robert Bresson...
El documental, rodado en buena parte en el despacho de Eric Rohmer cuando éste estaba ya realmente muy, muy viejo, con su espalda totalmente doblegada, tiene el acierto de hacer aparecer a muchos de los actores y técnicos de su compañía, que explican cosas muy interesantes del realizador y, sobre todo, aparece mucho el mismo a Rohmer, que se somete amablemente a los juegos de Marie Riviere -especialmente payasa-, canta, recita versos demostrando una memoria prodigiosa, etc.
Marie Riviere quiere dejar claro desde un primer momento que eso de llevar la cámara y hacer una película le viene de nuevo, y hace una realización desenfadada, saltarina como ella por Paris, haciendo aparecer entre otras muchas cosas a su hijo, a quien le pide varias veces que le filme, en un estilo que recuerda en ocasiones las realizaciones de cosas sueltas, cajón de sastre, de Agnes Varda.
Todas las sorpresas que ofrece al espectador y a Rohmer, llevándoles uno u otro personaje de sus películas, tienen su interés, pero si me hubiera de quedar con alguna, quizás lo hiciera con una sofisticada Arielle Domsbale, muy consciente de ella misma, casi dirigiendo encuadre, frases, su cuerpo y la secuencia entera y un Fabrice Luchini desbordante, rivalizando con Rohmer en recitados de poetas clásicos y explicando la única ocasión en que le dio una indicación sobre cómo debía enfocar su interpretación, rodando “Perceval, le gallois”:
-¡Más Fernandel! - le dijo escuetamente, venciendo la timidez de imponer su visión de la cosa. Lo captó en seguida.

Pascale Ogier y Fabrice Luchine en “Les nuits de la lune pleine”. En vez del habitual en el oficio “habla más rápido’, para dar naturalidad a la escena, Rohmer le pedía a Luchini hablar más despacio, casi deletrear las palabras, para que fuera bien comprensible todo lo que decía. Que no le imitase a él, que tan rápido hablaba.



 

domingo, 6 de septiembre de 2020

La terre de la folie

Lugares tan idílicos quizás guarden rectas de locura criminal insospechadas...

Luc Moullet explicando los crímenes cometidos por un pariente suyo al que se le fue la cabeza.

¿Será ese persistente viento el causante de esos trastornos?

Fui bastante por trabajo a una fábrica del valle del rio Pas y ahí oía historias terribles que ponían en duda la placidez que se vivía en un entorno tan bello. Recuerdo, por ejemplo, una escalada de violencia por rivalidad ancestral entre dos familias pasiegas. Uno taló los árboles de la linde del otro y éste, ni corto ni perezoso, como podrían hacer unos sanguinarios mafiosos de película, se dirigió a las tierras del que le había hecho la afrenta y decapitó a su mula.
En MUBI está ahora también una curiosa película de ese curioso realizador que es Luc Moullet, el superviviente -junto a Godard, de la Nouvelle Vague: “La terre de la folie” (2009). En ella, el mismo Moullet se presenta como una persona que no es normal y rehuye la presencia humana, empezando a explicar lo que luego él mismo, junto a otras personas del lugar a las que pregunta, sostienen en la película: que en la tierra de sus ancestros, en los Alpes del Sur, en un limitado territorio hexagonal muy concreto, se producen ataques de locura que llevan a los crímenes más atroces.
Por lo que se va oyendo, las causas pueden ser varias, desde el fuerte viento, que como se dice de la tramontana, acaba afectando a las mentes, hasta los ahorros que se han buscado en los cuidados psiquiátricos de la región y zonas colindantes, pasando por las radiaciones de Chernobil o, lo más probable, rivalidades familiares, celos y demás pasiones humanas, que hacen saltar algún resorte de forma inesperada.
Así pues, en esos paisajes tan hermosos, en esos pueblos que aparentemente son el lugar perfecto para la contemplación, el reposo y la tranquilidad, resulta que con cierta frecuencia se comete un violento crimen. De los relatos de todos estos crímenes se nutre la película, básicamente recogiendo las narraciones de la gente, pero también pequeñas, parciales, complementarias recreaciones de aspectos de detalle.
Es una película realizada por Moullet -en lo que es su marca de la casa, pero que aquí, dado el tema, llegas a pensar si no será que realmente está algo ido- con un notorio sentido del humor. A los que hablan les pone sus nombres en un alerón de un tejado o en la escena final hace que todo lo que ha ido presentando se ponga, divertidamente, en cuestión.

Un habitante de una de las poblaciones habla de su pueblo como lugar de encuentro de antiguos miembros de la mafia marsellesa y de otros malhechores de lugares cercanos.

Ésta es, posiblemente, la recreación más completa. Vemos a un muerto en el camino. En otras ocasiones se ve solo a la cabra causante de la discusión que lleva a la masacre, una hoz recortándose en el cielo, cosas así.