¿Se estará recuperando el Maldà? Tras dos domingos seguidos yendo, empiezo a pensar (toco madera) que a lo mejor sí…
Para quien no haya vivido en Barcelona, alguna que otra aclaración sobre este cine, que ha alcanzado ya varios récords:
-Es el único que queda en el casco antiguo de la ciudad. (Ocupa un espacio de los edificios propiedad en su día del famoso Barón de Maldà).
-Es el único que queda de reestreno.
Estuvo un tiempo programado por el Círculo A, para luego pasar una larga época agónica, en la que parecía que iba a desaparecer, pues estaba muy deteriorado, olían mucho sus lavabos, los asientos se caían a pedazos, apenas iba nadie,… pero resulta que ha sobrevivido a casi todos los demás.
Mantiene una fórmula que nunca he amortizado (porque tras ver una película prefiero salir a la calle a respirar aire libre, comentándola si se tercia, sin tener que cambiar el conmutador rápidamente para atender a otra), pero no deja de ser loable: por el precio de una sesión de cine puedes ver las tres o cuatro películas diferentes que proyectan ese día.
Siempre en VOS, tras unas reformas que hicieron ya no huelen los lavabos, entre sesión y sesión ventilan la sala y recientemente noté que debe haber efectuado alguna campaña publicitaria pese a su frágil economía, porque una serie de publicaciones se pusieron de acuerdo en señalar el valor de tener, sin que apenas nadie se dé cuenta, porque pasaba desapercibido, la posibilidad de disfrutar de cine ahí y en esas condiciones. Y algo, quiero creer, se ha movido, porque no era normal ver, como ayer, cola para entrar a ver una de las películas.
Ojalá se confirme esta tendencia que he visto estas dos ultimas semanas. Como es un cine que te permite recuperar la película que, por una u otra causa, dejaste escapar en su cercano estreno, yo estoy encantado de recuperarla en pantalla grande, antes de verla por la tele por el canal o plataforma que sea.
Y si sales del cine, como ayer, satisfecho, miel sobre hojuelas. Hablo en este caso de “Cinco Lobitos” (Alauda Ruiz de Azúa, 2022), una primera película que no parece serlo, que trata con visos de realismo de explicar cómo los niños se convierten en el centro dictatorial de la vida de una pareja, sobre cómo los hijos se parecen a sus padres (esa parturienta reciente que, decididamente, sale en su carácter a esa madre tan sargento que tiene), sobre cómo, de repente, hay que prestar atención también, de forma imperiosa, en la dirección a la que no se estaba habituado.
Sobre esto último, aunque la entrada ya sea demasiado larga, me gustaría mencionar un plano inteligentemente presentado por la directora como bisagra: en un pasillo dos personas empujando a otras dos en paralelo: una es un bebé, la otra una persona mayor, en silla de ruedas.
(La fotografía de la pantalla del Cinema Maldà no es mía: la he sacado de internet).
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