domingo, 31 de diciembre de 2023

Ombres mestres 12

A Canterbury take (Michael Powell y Emeric Pressburguer). Raccord localizado Gracias a Santos Zunzunegui.

Voy a recordar una de esas actividades que han pasado a la historia, por más que uno, antiguo y reacio al cambio que es -¡con lo denostado que está eso!- la sigue practicando.
Se trata del traspaso de información de la agenda del año que acaba al nuevo. Una vez acabado el trabajo más o menos mecánico, era norma contemplar así, en global, el periodo que se nos abre y no estaba de más señalar grosso modo las grandes ocupaciones previstas, no fuera a ser que, aún teniendo ganas de dedicar tiempo a alguna actividad, viniéramos a ocupar su sitio con otras cosas.
Pues bien. Vengo ahora a anunciar una de esas posibles actividades, por si se da la buena coyuntura que pueda ser de interés para alguien más que los que la organizamos. Se trata de un nuevo ciclo - el que hace número 12, ya- de Ombres Mestres.
El Ombres Mestres es el intento de explicar un tema por secuencias de películas de los grandes maestros del cine, ese invento que saca un gran partido -en alguna ocasión- de las sombras. Para este ciclo número 12, para este 2024, hemos pensado también tres sesiones, ya con fechas fijadas, que son las que queremos transmitir, para ver si alguien se apunta y las apunta a su vez en su agenda (que puede ser -¿por qué no?- digital). Son las siguientes:
-Lunes 4 de marzo de 2024.- Raccords
Los raccords son los enlaces pensados, de cualquier tipo, para dar continuidad a dos planos diferentes de una película, pero buscamos unos especiales (se nos están resisitiendo, y aún buscamos, por lo que si alguien piensa en alguno y nos lo quiere decir, se lo agradeceríamos: si lo vemos bien, lo encontramos y lo conseguimos capturar, entraría a formar parte de la sesión). Buscamos fundidos encadenados que transforman una imagen en otra bien diferente (el caso paradigmático sería el del hueso del “2001” que se transformaba en una nave espacial, aunque ese no lo pondremos, porque ya lo hicimos en una de las primeras sesiones de Ombres Mestres. En su defecto, pondremos raccords que, aunque no sean por fundido encadenado, consigan hacer viajar de un universo a otro universo nuevo. Es decir: que abran nuevos panoramas, nuevos significados.
-Lunes 11 de marzo de 2024.- Cine dentro del cine.
En ocasiones el mismo cine es por momentos o por completo protagonista de determinadas películas. Presentaremos y comentaremos secuencias significativas de ellas.
Lunes 18 de marzo de 2024.- Italia. Del neorrealismo al cine moderno.
Queremos recordar cómo Italia hizo reconsiderar la forma de hacer y ver cine. Quizás al oir o leer lo de “neorrealismo” alguien arrugue la nariz, pensando en que irremediablemente verá una vez más alguna típica escena del periodo, asociada a personajes pobres y desgraciados, que no saben hacia donde dirigir sus pasos. Es verdad que los protagonistas del neorrealismo no solían tener mucho dinero en sus bolsillos, pero esa es una característica bastante universal, y no tiene por qué conducir hacia la melancolía y la impotencia. Hemos intentado, además, dejar de lado los grandes títulos, por todos conocidos, y acudir a realizadores y películas que no han circulado tanto, y creo que lo hemos logrado.
Todas las sesiones serán, como señalado, los tres primeros lunes de marzo, de 18 a 20h y tenemos la mala costumbre de intentar ser puntuales tanto a la entrada (a tener en cuenta para no perderse nada) como a la salida. Las sesiones tendrán lugar en la sede de los ingenieros, Via Laietana 39, al lado de la catedral. Esperemos que, para entonces, la Via Laietana ya esté bien acabada y se haya convertido en un agradable paseo.
Hemos hecho algún que otro reajuste, sacado cuentas y visto que al menos este año y seguramente también el próximo podemos hacer la sesión gratuita. Ahorramos, pues, todo el enredo del ingreso de los cinco euros que pedíamos por sesión para cubrir gastos. Pero sí queremos pedir una cosa: debajo de la explicación de cada sesión hemos puesto un enlace con la agenda de los ingenieros. Rogaríamos que los que quieran ir reserven su plaza. Sería la forma, si se trata de un número respetable de asistentes, de evirtar que alguien, viendo que somos cuatro gatos, destine la sala que en principio nos han concedido, que es la Pompeu Fabra, la más presentable del todo el edificio, a otra cosa y nos confinen en otro rincón.
A todas estas, pidiendo perdón por la extensión y lo sinuoso del escrito, no queda más que desear un buen 2024, que ya sería hora.
Cineclub Associació d’Enginyers

Los intérpretes ayudan a ajustar el cuadro de la pantalla, que ha saltado de su posición, en “Loquilandia” (H. C. Potter)

Captura de un fotograma del homenaje al cine italiano que efectúa Jean Luc Godard en su “Histoire(s) du cinéma(s)
 

sábado, 30 de diciembre de 2023

Los hijos de la noche


Pongamos que hablo de “Los hijos de la noche” (Benito Perojo, 1939; en La 2).
Hay un movimiento de cámara por el decorado de la iglesia donde se oye la primera canción de Estrellita Castro digno de mejor causa. Luego se da en sentido contrario-seguramente había que aprovechar las vías tendidas- para ir a recogerla a ella y acompañarla en su salida de la iglesia con su bandeja de vendedora de lotería, produciéndose una transubstanciación de los decorados de la iglesia en los de la calle en plena vorágine que ríete del “Amanecer” de Murnau.
Ella entonces parece tener un accidente que va a dificultar su vida, pero la rescatan unos conocidos celebrando, que le hacen a su vez festejar la Navidad con toda la alegría que se le debe, y ella emprende y dirige con decisión una marcha y canción como si se tratase del Denis Lavant de Holy Motors con sus acordeonistas.
Rodada con presupuesto que a saber de dónde salía -véase el banquete elegante de poco después- en Cinecittà posee alguna escena posterior que me ha resultado también sumamente interesante. Una en una habitación llena de espejos de la que, sin duda, Orson Welles debió sacar buena nota para su “La dama de Shanghai”, y otra con ella misma vestida de cuento en un palacio de cuento.
Pero lo que más me ha intrigado es la forma, no sé si el descaro, con el que se muestran las dos clases sociales. Una -la de la tía proveedora de todo el dinero- instalada en un mundo a su servicio de forma inamovible. A ella pertenece también su hermano, interpretado por un Alberto Romea que hace muy bien de tarambana despistado, al que todo le importa un pimiento y va a la suya.
Por otro lado, ese conjunto informe de pobres instalados en la más absoluta miseria, auténticos sintecho, sin esperanza alguna de cambio, que se dedican a pillar lo que pueda estar al alcance de su mano.
Me he preguntado, por el final, cómo debía interpretar la película, surgida en las circunstancias en las que surgió: producto del “bando nacional”, rodada en la Italia fascista con los siempre presentes Estrellita Castro y Miguel Ligero. ¿Habrá tenido alguna mínima intención de reconciliación nacional, de reconocimiento de la miseria absoluta en la que iba a colocarse a medio país?
Intrigado, he ido a buscar si encontraba alguna referencia que hablara de ella, valorándola mínimamente y viendo si alguien más le encontraba una postura, cuando menos, intrigante. Y he dado con un artículo de Francisco Llinás para el Archivos de la Filmoteca Valenciana -concretamente el número 7: ¡que buena era la publicación en esa época!- en que, efectivamente, además de reconocerle ciertos hallazgos formales, la reconoce como una rareza en la que aprecia “la dificultad de Perojo de hablar desde el franquismo”. Se muestra sorprendido por encontrar en ella “la presentación de un tipo de personajes que sólo volveremos a encontrarlos en el cine español, y adobados de moralina, en los años 50”. Está hablando, claro, de los pobres, puesto que “en los años 40, salvo raras excepciones (…), en el cine español no hay pobres, al menos urbanos”. Constata que “La Inglesita, Currinchi o Piruli, pintorescos apodos de los personajes, no son solamente pobres, sino personajes lumpen, que viven en chabolas, rodeados de cochambre y, para mayor rareza, son raterillos. Por supuesto, son buenas personas, y en ellos la honestidad es innata, pero hay que subrayar que su presencia es totalmente extemporánea en un cine que se define por dulcificar sistemáticamente las aristas. Y sobre todo hay que señalar que en ningún momento son mostrados como personajes dañinos, sino como víctimas”.
Y acaba diciendo que “evidentemente, nada subversivo podemos encontrar en la película, solamente pequeños chirridos, elementos discordantes que evitan en la medida de lo posible lo bien pensante. Es un cine más cercano al de los años de la República que al modelo que el franquismo irá imponiendo.”
Me ha gustado dar con esta opinión, autorizada …y coincidente.
Y, para acabar, incluyo aquí abajo el enlace al magnífico chotis que se canta y escenifica en la película:


 

viernes, 29 de diciembre de 2023

Forza Bastia




Sabía de su existencia, pero no había podido ver “Forza Bastia” (Jacques Tati y Sophie Tatischef, 2002; en Filmin) hasta ahora.
Me lo he pasado muy bien con el ojo de Tati filmando la expectación de los habitantes de la capital corsa previa a la final de la Copa de la UEFA de 1978 entre el equipo local y el Eindhoven y luego, ya en el campo, primero el nerviosismo por si se iba a suspender el partido debido a la lluvia caída y haberse convertido el terreno de juego un auténtico campo de coles inundado, y luego la paulatina decepción porque no llegaba la goleada deseada.
Es quizás en todo ese principio con los prolegómenos donde se puede observar mejor la sabia mirada de Tati. Ahí están los planos recurrentes del cura y su sacristán subiéndose al tejado de la iglesia para quitar de la Cruz la bandera del equipo que unos forofos cuelgan una y otra vez. O esa niña, algo apartada, que no consigue hacer ir la carraca y la retira con vergüenza para que no capten su fracaso.



 

Les deux mémoires

María Casares.

Federica Montseny.

Carrillo, dispuesto a decir todo lo contrario de lo que había dicho siempre, intentando dar la imagen de comprensivo y razonable.

Andres Malraux explicando la guerra española que aparece en sus memorias.

¿Podemos imaginar la impresión que habría causado en cualquier espectador medianamente consciente ver “Les deux mémoires” (Jorge Semprún, 1974) en el momento de su producción?
Ayer se proyectó en la Filmoteca. Lo que se dice en ella ya es bien conocido por casi todos, pero durante el final del franquismo aseguro que habría sido considerada, faltos como estábamos de ese tipo de relatos, como una auténtica revelación.
En el inicio de una copia presentada por la insólita complicidad de tres filmotecas (la española, la catalana y la cinemateca francesa) surgen unas imágenes “actuales” (primeros años 70) de las playas de Saint-Cyprien y Argeles sur Mer, repletas de bañistas. De pronto, en la pantalla se inserta un plano en blanco y negro: se trata de una imagen del campo de concentración, con sus ocupantes, que hubo precisamente ahí en 1939. Poco después, ya desvelada la coincidencia, los lavaderos del camping, utilizados con profusión, nos llevan forzosamente a otra realidad bien diferente…
Múltiples personalidades de diferentes ideas políticas relatan a continuación su visión de los hechos precedentes de la guerra civil, del estallido de ésta y de la revolución simultánea y del primer -y posterior exilio. Tratándose de un trabajo de Jorge Semprún, y pese a la apariencia de orden que ofrecen los títulos aclaratorios que va colocando, como abriendo nuevos capítulos, los saltos adelante y atrás del supuesto orden cronológico de hechos narrados están a la orden del día.
Sólo por ver y oír a las diferentes personas que intervienen ya tendría la película un valor documental sobresaliente. Por ahí pasan Federica Montseny (que comenta lo cerradas que estaban las puertas y ventanas de las casas de Le Perthus al paso de los exiliados españoles), Santiago Carrillo (¡Semprún le fue a pedir una entrevista a quien le expulsó del Partido Comunista, y éste accedió a sus deseos!), José Peirats (inicialmente paseando con un joven y fornido Semprún por un jardín de casa francesa), María Casares (mostrando en un descanso de ensayo teatral su fuerza interpretativa y la pasión con la que habla de España), Gabriel Jackson, Fernando Claudín, Gil Robles (apoltronado tras su barrigón), Lucio Losa (a recordar la muy utilizada botella de Fundador que dice vestía la por lo demás absolutamente desnuda mesa del juez militar que envió a sus hermanos a la muerte de forma totalmente arbitraria), José Menese (con un cante bien crudo), Dionisio Ridruejo, Ian Gibson, Wilebaldo Solano (POUM), Manuel de Irujo (relatando su intervención providencial en el proceso contra el POUM de 1937).
Gil Robles es de los pocos que habla en español, mientras que casi todos se expresan en su francés aprendido durante el exilio hasta dominar sus formas, pero sin dejar atrás un bien macarrónico acento español, y ese idioma y pronunciación marca de forma peculiar toda la película.
De tanto en tanto, unos reportajes filmados poco conocidos toman el relevo y ayudan a matizar o profundizar lo oído. Ahí están las recepciones palaciegas de Franco, al que van a rendir pleitesía jefes de gobierno de todo el mundo, y cantidad de otros.
Tras uno de esos titulares que intentan cambiar el tercio en el documental, una nueva generación aparece, en general ya con un francés mucho más perfecto. Juan Goytisolo reflexiona caminando en círculos en un oscuro interior, José Martin Artajo habla de su proceso interior de cambio, de hijo del régimen a exiliado opositor, Lucy Durán habla en inglès- sobre su padre, Gustavo Durán, quien nunca le habia dicho nada de la guerra ni le había contado, por ejemplo, que fue amigo de Hemingway, Carmen Claudín aparece haciendo cábalas sobre su futuro, Simon Sánchez Montero nos transmite su experiencia de las prisiones franquistas, con una feroz anécdota sobre una canción que cantaban todos los condenados a muerte y como iba acallándose a medida que iba llegando a cada uno de ellos la noticia de que esa noche habría una saca. Xavier Domingo habla exhibiendo con chulería su sombrero en un interior, pero reconozco no haberme enterado muy bien lo que decía, porque estuve pensando todo el rato en una noche de juerga que pasé unos años después con él en varios emplazamientos, y cómo intentó ligarse a mi hermana, que me acompañaba. También el Abad de Montserrat, el cantante Raimon, Yves Montand (hablando, como hacía su personaje de “La guerre est finie”, de los turistas que iban a pasar sus vacaciones a la España franquista) y el propio Jorge Semprún, entrevistado, en un curioso y sorprendente salto final, por Montand, quien le pregunta qué pretende con “Les deux mémoires”:
-Romper la retórica que lo invade todo, y escuchar a los otros. Esa es la (nueva) ideología del film.

José Martin Artajo y Lucy Durán. Decididamente, ya hemos dado con una nueva generación.

Carmen Claudin, transmitiendo sus dudas.

E Yves Montand preguntando a Jorge Semprún, como uno más.

 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Los cines de mi vida

He puesto en Google “Català Roca cine Barcelona” para dar con una imagen bonita de cine, y me ha aparecido esta de las luces exteriores del Coliseum anunciando la película en cartelera.

Cuando fui a la presentación de “Los cines de mi vida. Barcelona 1950-1970” (Carlos Mir. Comanegra, 2023) en lo que había sido la pantalla y escenario del antiguo cine Alcázar, detecté una incompatibilidad entre mucho asistente joven y/o de otros barrios, que veía no podían hablar con Mir en su mismo lenguaje, porque no habían vivido lo mismo o, cuando menos, en el mismo momento y espacio.
Ahora, al leer con detalle el libro, pese a que conocí y guardo recuerdo de 36 de las 38 salas de cine de Barcelona a las que dedica un capítulo, veo que cierta distancia generacional (me lleva unos cuantos años) lleva a que, salvo en unos pocos casos, yo no haya visto las películas que nombra en los cines que indica. Un ejemplo: por cuestión de edad no llegué a los cines de arte y ensayo cuando empezaron en la ciudad (el 1967), y compruebo que casi todas las películas que vio en esos cines los tres primeros años los pude ver con posterioridad, de un reestreno que para mí fue auténtico estreno en el Alexis, que ejerció en mí un papel de auténtica filmoteca.
Así las cosas, me he de refugiar, para gozar de coincidencias, en varios lances, pequeñas memorias, de su relato.
Ahí están, por ejemplo, los esfuerzos para superar el primer filtro -la taquillera- y el segundo -el que cortaba las entradas a la entrada de la sala- cuando querías pasar a ver una película no autorizada para los de tu edad (recuerdo el “No es per la vostra edat, ratetes” que nos espetó, reproche en el fondo condescendiente, la taquillera del Astoria cuando unos amigos y yo fuimos a ver una película bélica en la que los aviones ingleses hacían raid tras raid por un largo fiordo noruego para bombardear una base de submarinos alemana).
Y cosas que había olvidado por completo, como esa gran pendiente hacia la pantalla que presentaba el Spring, que te obligaba a ir frenando, si llegabas a media proyección, para no acabar incrustrado en la pantalla. También esa primera imagen -una vagoneta descendiendo- en la primera película del auténtico cinerama vista en la ciudad (“Esto es Cinerama”). O los relojes marcando cada uno la hora de una ciudad del mundo en el vestíbulo -más bien pasillo- del Savoy.
Fueron los cines tan populares que todos los que buscan imágenes de ellos -y este libro no es una excepción- suelen tener graves problemas para encontrarlas: ¡Nadie hacía fotos de las salas de cine, de tan familiares que resultaban! Y, si se hacían -que no- como solían estar muy a oscuras, no había forma de sacar una imagen luminosa de ellas. De ahí el recurso de poner el pasquín de las películas citadas, que además no pagan derechos.
He anotado un par de paseos, para ver si realmente quedan detalles como por ejemplo ese nombre del cine Bonanova, cuya concreta ubicación en la ciudad, como la del Provenza, o algún otro, no recordaba, teniendo sólo en la cabeza una nebulosa área de la ciudad.


 

Reproches


Buscando, en un proceso de esos enervantes, algo atractivo por Filmin, di anoche con “Reproches”, un corto de 9 minutos de Augusto M. Torres rodado en 1980.
Reproduce una conversación entre dos actrices, Marta Fernández Muro y Cecilia Roth, que interpretan algo del estilo de una ruptura entre ellas. Como las paredes de la habitación en la que se encuentra la cama donde tiene lugar la escena está forrada de espejos, vemos por ellos al cámara, pero es que el plano de la conversación se ha logrado por un acercamiento desde un plano más abierto, en el que se veía la habitación completa, las vías de un travelling, al mismo Augusto M. Torres y a otros amigos y técnicos que participaron en el corto. Vamos: sin el trasfondo político que había en la previa “Contactos” (Paulino Viota, 1970), pero mostrando un “dispositivo” -que se dice ahora- fílmico similar al de esa.
Hecho en el momento en el que A.M.T. aún se movía por grupos de cine madrileños radicalmente independientes, hago repaso y, con la salvedad de “Juan Marsé habla de Juan Marsé” (2012), que me gusta sobre todo por lo que explica su protagonista, este pequeño “Reproches” pasa a ser la película que más me interesa de su autor.

 

domingo, 24 de diciembre de 2023

De ida y vuelta




De ida y vuelta.
Estos días estoy revisando y documentando un poco las revistas de cine que un amigo, que quería desprenderse de ellas para tener más espacio en casa, me ha facilitado. Con ellas he completado bastante la colección de “Nuestro cine”, por ejemplo, que resulta ahora muy interesante revisar.
Pues bien: en uno de los últimos números de la publicación veo que dedicaron un dossier a François Truffaut, y en sus primeras páginas veo un papelito como de papel de carta, escrito a máquina.
-Una carta que ha descuidado ahí, me digo.
Pero veo algo extraño. Reconozco el tipo de letra, que correspondía a mi máquina de escribir, heredada de mi padre. Me pongo a leer y reconozco buena parte de lo que ahí está escrito. Sí: son unas cuantas notas de declaraciones de Truffaut que debí pasar a máquina y se las debí entregar, no sé muy bien con qué propósito. Quizás formaba parte de alguna de las cartas cinéfilas que nos enviamos durante el servicio militar, o era para un dossier del cine-club que íbamos a hacer…
Lo que dice en contra de Huston para ensalzar a Hitchcock no lo recuerdo, pero lo de la primera cara del papelito lo recuerdo perfectamente. Son frases que apunté en la entonces “Biblioteca Central” de la calle del Carmen, a donde estuve yendo un final de verano para leerme todo lo que encontré de cine en su catálogo y, especialmente, apuntes de Truffaut que hablaban de su afición juvenil por el cine, que veía tan cercana a la mía.



 

sábado, 23 de diciembre de 2023

Salvatore Adamo, ma vie, la vraie


Han vuelto a pasar por TV5Monde “Salvatore Adamo, ma vie, la vraie” (Patrick Jeudy, 2023), que sigue laboriosamente, a través de los años, su carrera musical. Impresiona ese inicio ahí rememorado, con emoción, por él, ya octogenario:
Tras la segunda guerra mundial, para escapar del hambre, su familia siciliana, con él de cuatro años, se traslada a vivir la zona minera de Bélgica. Su padre trabaja en la vecina mina de carbón, descendiendo cada noche mil metros para extraer el mineral. Dice Adamo que cuando había un accidente en la mina, sonaba una campana, y todo el poblado entraba en tensión, pensando en a quien le habría tocado esta vez.
A los dieciséis años, compone una canción y sin decirlo a nadie se presenta a cantarla en un concurso, que gana, de Radio Louxembourg. Al poco tiempo su padre deja la mina y le hace de manager.

En la foto: padre y su jovencito hijo mayor. 

Potemkinistii


Pues me he divertido e instruído mucho con “Potemkinistii” (Radu Jude, 2022; en Mubi).
Se ve que, en contra de la benévola mentira con que Eisenstein finalizó “El acorazado Potemkin” (1925), en verdad el famoso barco de guerra, perseguido por la flota rusa, se refugió en el puerto rumano de Constanza, donde sus rebeldes marineros obtuvieron refugio político.
En la trama de este cortometraje, un escultor sube penosamente junto a una funcionaria las escaleras que conducen a las ruinas de un monumento soviético hoy abandonado, erigido en honor de los potemkinistas, que fue como se les llamó a esos marineros que rehicieron su vida en Rumanía. Quiere convencerla para actualizar y poner de nuevo en vigor el monumento.
La película consigue, muy amenamente, dos o tres cosas: por un lado, recordarnos excelentes escenas de la película de Eisenstein, que se reproducen a lo largo de su metraje, por otro lado, ofrecer una irónica revisión de la historia reciente… y de la situación política y artista actual.
No es poca cosa.


 

viernes, 22 de diciembre de 2023

Uno Rojo división de choque


Veía “Uno Rojo, división de choque” (Samuel Fuller, 1980) como un “Hazañas Bélicas” más del director. Pero me la pasé ayer (grabada en Movistar de TCM; está también por Filmin), y no es que no esté llena de bromas chuscas y bravuconas, de efectismos sin fin, pero alguno de estos efectismos me hicieron verla al completo y hasta apreciarla.
El primero es ese inicial de un caballo loco, coceando entre las trincheras de la primera guerra mundial, visto en blanco y negro, al sargento (Lee Marvin) que luego, con sus cuatro cachorros, va a hacer un itinerario (ya en color) por todo el frente occidental de la segunda guerra mundial.

Me imagino a Fuller, que ya debía estar viviendo en Francia, fanfarrón, repartiendo anécdotas de la guerra entre calada y calada de su eterno puro en cualquier fiesta de la capital francesa. Al final, debió hilvanar todas esas -muchas veces increíbles- anécdotas, en las que las tropas norteamericanas reciben el cariño de los franceses y las italianas, y dio estructura a la película, que acaba, cerrando el círculo, pese a la ensalada de fuego mútuo previa, con un sorprendente canto universal al amor entre los habitantes de este mundo. 

miércoles, 20 de diciembre de 2023

Step across the border

Jonás Mekas, al inicio de la película, hablando de la teoría del efecto mariposa.

John Frith viajando con su guitarra en tren.

Ensayando música producida con semillas y diferentes objetos de la vida cotidiana.

Tengo amigos (más o menos, pero al menos mucho más que yo) musicales, a los que les habría ido como anillo al dedo “Step across the border” (Nicholas Humbert y Werner Penzel, 1990; ayer en la Filmoteca, dentro del ciclo “Per amor a les Arts”), al parecer una película de culto sobre el músico, guitarrista y percusionista del que yo estaba (ahora ya no) en la más absoluta ignorancia Fred Frith, que al parecer va a pasar dentro de poco por el Auditori.
¿Cómo no sabía yo de Frith, si además había tocado con gente como Brian Eno o John Zorn? Digamos que el el 90, casado, con trabajo e hijas, falto de tiempo, había yo ya abandonado bastante de la curiosidad por la cosa musical.
El documental es un extracto de lo filmado y grabado (ensayos, actuaciones, conversaciones, reflexiones) por todo el mundo durante tres años a Fred Frith.
Pero el film me parece sumamente interesante no sólo por su música. Se inicia con unos planos que recuerdan a los de New Jersey del principio de “Los Soprano” y, pasada la presentación, se inicia con unas reflexiones de Jonás Mekas y (casi) se acaba con otra de Robert Frank. Teniendo en cuenta que por el medio Frith usa una frase de Cartier-Bresson, concederemos que con semejantes padrinos, la película, con look y grano de contrastado blanco y negro en 16mm, fotografía expresionista repleta de luces, reflejos y sombras, no puede ser nada despreciable.
Tiene además cosas que denotan una cierta autoría, independiente de la captación de la original música (y pensamientos) de Frith. Ahí está, por ejemplo, ese plano en el que se le ve a él pensando…seguido de un contraplano en el que un rebaño de ovejas miran intentando captar de qué va la cosa.
Musicalmente, al descubrimiento de Fred Frith debo sumar el de la checa Iva Bittová, quien inicialmente, con su música y humor a lo Carles Santos, había pensado que era una brasileña…actuando en Francia.
Decía que la secuencia de Robert Frank era casi la última porque la última es otra bien divertida, que te hace salir de la sala con el optimismo y alegría a tope: se ve en un andén de tren una pareja moviéndose rítmicamente, golpeando los pies en el suelo, como forma de entrar en calor. En la banda sonora una divertida melodía, casi marcha informal, cambia por completo, para bien, el significado.
A mis amigos (más o menos) musicales y otros a los que les va la cosa cinematográfica, les habría encantado, como a mí, ver “Step across the border”. La porra es que, según dicen, no es nada fácil de encontrar.

Iva Bittová.

El matrimonio con frío del final, intentando desentumecer y hacer entrar en calor sus pies y piernas.

Robert Frank, en el tren del principio, al final del film.

Esteve Riambau, a unos meses de abandonar la dirección de la Filmoteca, presentando ayer a Ferran Faixes, quien, a su vez, presentó la película, centrándose sobre todo en hablar de Frith y su tiempo.