miércoles, 28 de julio de 2021

L’heritage de la chouette 7, 8 y 9


¿Existe la creación? ¿Puede ser entendida por el hombre? Estas dos cuestiones se planteó en voz alta Iannis Xenakis creo que en el último capítulo de los tres (7, 8 y 9) presentados ayer en la Filmoteca de “L’heritage de la chouette” (Chris Marker) que hasta entonces tanto me había entusiasmado.
Digo eso porque si ese hombre del que habla Xenakis soy yo, confieso que apenas me enteré de nada (y eso después de haber pasado casi un año oyendo explicarse a Mestres Quadreny, admirador de Xenakis, y no haber quedado muy descolocado) ya no de la creación, sino de las hasta más menores cuestiones filosóficas que en la sesión se debatieron.
Empezó, no obstante, bien la cosa, con un inicio del capítulo 7 (“Logomaquia o las palabras de la tribu”) en el que después de determinar la existencia de un cierto ombligo del mundo, un logos ejerciendo de epicentro en el que a pocos kilómetros a la redonda nacieron las matemáticas, la ciencia y todo lo que se quiera, se entra a hablar de los nombres griegos de las cosas y de los cinco lenguajes preexistentes entre los que debieron escoger en el momento de creación de la Grecia Moderna, después de siglos de dominación otomana.
Pero luego vino el capítulo 8 sobre la música y más tarde el 9 sobre la cosmogonía… y ahí entró en juego mi lamentable nivel de asimilación de las teorías filosóficas.
Del entusiasmo a la perplejidad. A ver qué depararán las dos sesiones restantes…




 

Antonio García-Trevijano: Transición e historia política de España en primera persona


¿Quién se acuerda de Antonio García-Trevijano, el de la Junta y la Platajunta?
Filmin, gracias al Atlántida Film Festival, con una película de una hora en forma de granada a punto de estallar, puede ayudar un montón a recordarlo. Se trata de “Antonio García-Trevijano: Transición e historia política de España en primera persona” (Carlos Serrano Azcona, 2021).
Los que no supieran de él se mirarán asombrados de alguien que ya en su primera y explosiva declaración despotrique sin freno contra partidos, sindicatos, etc, mientras parece vanagloriarse y asumir su directo protagonismo en toda la historia reciente española, desde el paso a la menarquia desde el franquismo hasta la subida al gobierno del PSOE. ¿Es quien habla solo un viejo satisfecho de ser escuchado, cuando hace tiempo que nadie le escucha o realmente hay que “parar la oreja” (eso es catalán…) un rato?
Avanzo una única perla, para incitar a la visión de la película, porque, con su tono de hombre mayor enrabiado ya con todo, no deja de decir alguna cosa con un gran fondo de verdad y suelta información desconocida: “Lo único que interesa realmente a Juan Carlos, a quien conozco perfectamente, porque he vivido con él, es el dinero”. Dentro, mucho más.
Extraña película ésta, fechada en este año de 2021, aunque la entrevista que la forma no se dice en qué fecha se realizó. Solo se deduce, por lo que en algún momento dice Garcia Trevijano, que fue durante la presidencia de Obama y de Mariano Rajoy.
Después de divulgarse la película, oyendo lo que dice en ella de Felipe González, del 23F, de las cuitas dinásticas entre Don Juan y Juan Carlos, de la transición,… muchos periodistas acudirían raudos a sacarle más declaraciones. Pero ya no podrán: falleció, aunque la película no lo señale en ningún momento, en 2018.


 

martes, 27 de julio de 2021

Prague. Le deuxième procès d’Artur London

Montand preparado para encarnar al London víctima del proceso.

Seleccionaré para hablar aquí el capítulo de “Prague. Le deuxième procès d’Artur London” (1971) de entre los vistos ayer en la Filmoteca, dentro del ciclo dedicado a Chris Marker y concretamente de una de las sesiones dedicadas al magazine de contra-información “On vous parle de”, un magnífico antecedente de los noticiarios independientes que se lanzaron por aquí durante la transición.
Tenía miedo de encontrarme con una sesión difícil, por su enfoque directamente político, pero piezas como ésta te confirman la inteligencia y la clara visión de Marker de las cosas, alejando cualquier duda previa.
En la misma sesión antes y después se vieron otros tres números del magazine, todos ellos constituidos a base de entrevistas. Un primero a ex-presos de la dictadura brasileña, que detallan las brutales torturas a las que los sometieron. Un segundo al editor (“muy orgulloso de los libros que no he publicado”, señala en un momento) y librero francés de izquierdas François Maspero, quien se defiende de las críticas y se lanza contra la autoglorificación del mayo del 68. Y, por último, una entrevista entre Regis Debray y Salvador Allende, sacado de grabaciones de Miguel Littin.
Pero he dicho de centrarme en el capítulo que pregunta a los que están más directamente envueltos en el rodaje de “La confesión” (1970) sobre el libro previo de Artur London: éste último, Costa Gavras, Jorge Semprún, Yves Montand, Simone Signoret, todos explicando por qué razón hacer una película que hablase del injusto y asesino proceso Slansky organizado por el Partido Comunista Checo no iba a dar alas a la derecha, sino todo lo contrario.
London parece muy satisfecho de la película que se está rodando sobre su libro. Semprún tiene un discurso, como siempre, complejo, íntimo y convincente. Pero la auténtica sorpresa es ver a un Yves Montand totalmente entrado en su personaje, hasta el punto de verse cansado, muy desmejorado: Ha trabajado para perder doce kg con el objetivo de hacer verosímil su papel. Y sus explicaciones, también desde lo personal, son igualmente muy convincentes. A la pregunta sobre cómo pudo pasar todo eso, cuenta que su madre, italiana, tenía en la pared, junto a un crucifijo, un retrato de Stalin. Todo pasó por esa especie de comunismo religioso, acrítico, que se generalizó.
Marker no se limita únicamente a recoger con brío las entrevistas a todos ellos. Al margen de algún comentario genérico, deja de pronto la cinta en silencio, barriendo con la cámara los rostros de -por ejemplo- la gente que asistió al juicio. Un silencio que dice muchísimo.


Artur London.

Semprún, con su expulsión del Comité Ejecutivo del PCE aún reciente.

Slansky en su proceso (1952). Le acusaron de no haber sido nunca un "auténtico comunista".

 

Las estaciones de Peleshian

Segando acompasadamente en un escenario sobrecogedor.

Y haciendo deslizar ladera abajo lo segado.

Tío raro Pietro Marcello, el de “Martin Edén” (2019), de quien Filmin/Atlántida presenta ahora varios de sus films. Entre ellos está “El silencio de Peleshian” (2011), en el que con voz fúnebre va encadenando imágenes de su viaje a Moscú para ver al cineasta armenio Artavadz Peleshian con secuencias de las películas de éste, que siempre presentan lo que podría decir que son imágenes “primordiales” sobre paisajes, gentes y sus actividades. Pues bien, tras toda esta serie de imágenes y presentaciones más bien por completo trascendentes, acaba su documental con unos títulos de crédito ¡con música de Ray Coniff!
Había visto muy poca cosa de Peleshian previamente y me he dicho que quizás lo mejor que podría haber hecho habría sido iniciar la casa por los cimientos, por las películas del cineasta armenio, del que Marcello presentaba secuencias tan poderosas.El silencio de Peleshian
La primera que he encontrado en YouTube en VOSE (luego he visto que eso era indiferente, pues solo contenía dos frases) ha sido “Las estaciones”, que en YouTube dicen que es de 1972 y en Filmaffinity de 1975.
De unos 28 minutos, es éste uno de sus documentales etnográficos, sobre lo esencial de lo que debe ser una región de su Armenia natal. Un pueblo entre enormes montañas, una boda, gente arrastrando con bueyes un camión empantanado en medio de una tormenta, pastores que conducen rebaños de ovejas y terneras, caras y manos de campesinos sanos son mostrados, pero sobre todo varias acciones espectaculares acompañadas de sonidos naturales o de música clásica (como “Las cuatro estaciones” de Vivaldi): el rebaño atascando un túnel de carretera en sus dos sentidos, la acompasada siega de cereal con guadañas y más tarde el impresionante deslizamiento de las montañas de espigas cortadas ladera abajo. Del mismo modo, el cruce de un agitado y caudaloso río por parte de jinetes con ovejas a cuestas, que también llevan otros en brazos mientras se deslizan por laderas nevadas o pedregosas. Y pastores y ovejas arrastrados por el enfurecido río, que abren y cierran, hasta en cámara lenta, el film.
Debería verse, bajo prescripción, en pantalla grande y buen sistema de sonido, para gozar al máximo de su fuerza esencial, que he llamado antes. Quizás únicamente, en mi opinión, termine abusando un poco, de ciertas repeticiones.


Un pastor ha atrapado a una oveja caída al enfurecido río, que los arrastra a los dos.

Deslizándose casi en vertical por la nieve, cada uno con una oveja a cuestas. Y casi ocasionando aludes.

Para la boda engalanan hasta a los corderos.

Artavadz Peleshien en el documental de Pietro Marcello.

 

lunes, 26 de julio de 2021

Dieu seul me voit

Con Jeanne Balibar

Vi hace mucho tiempo en una revista un artículo dedicado a un estreno de una película de Bruno Podalydès, cuyos encuadres parecían todos sacados de un Tintin o, mejor, de un álbum de Vittorio Giardino. Desde entonces, cada vez que veo anunciada una película dirigida por Podalydès, me animo y me dispongo a verla, aunque suelo desistir enseguida, porque me digo que no era lo que creía que podía ser y lo dejo estar, decepcionado.
En TV5Monde han pasado -y supongo que lo pasarán un par de veces más- su “Dieu seul me voit” (1998). No sé si es una idiotez completa, que me debería avergonzar de haber visto, pero en esta ocasión sí me he mantenido hasta el final, inasequible al desaliento ante alguna escena algo pesada, pero con otras muchas -en general disparatadas- con las que no he podido sino reírme de lo lindo. Eso sí: salvo en un par de Cádiz aislados, no he pensado en ningún cómic mientras la veía.
Denis Podalydès es su protagonista. Hace de un técnico de sonido bastante desquiciado, que emprende una relación -bastante increíble- con tres mujeres sucesivas, la última interpretada por Jeanne Balibar. Es, de hecho, una película de guión y, sobre todo, de diálogos bastante surrealistas, con una realización que intenta escenificar las acciones para esos diálogos. Unos diálogos y guión elaborados por los dos hermanos, Bruno y Denis Podalydès, que saben reflejar, por lo demás, bastante bien todo ese mundo de los reportajes televisivos hechos con cuatro cuartos, la pose engreídla, pretenciosa y notoriamente ridícula de los políticos entrevistados, cosas así.


Con Cécile Bouillot. Ahora me fijo con el póster de Alain Resnais, otro entusiasta de la línea clara.

Con Isabelle Candelier.

 

Le Fils de l’épicière, le maire, le village et le monde…

Lussas y una pareja discutiendo sobre su futuro.

Los dos gerentes lanzando el proyecto.

Audrey Azulay, ministra francesa de Cultura, llega de inauguración a Lussas. A su derecha, el alcalde, cultivador de viñas y uno de los que en los 70 lanzó los Etats Généraux du Film Docmentaire du Lussas.

Su titulo, “Le Fils de l’épicière, le maire, le village et le monde…”, daría para salir corriendo, espantado. Pero se trata de un documental de Claire Simon de 2020 y, habiendo visto y hasta disfrutado de varios documentales de esta mujer, la cosa cambia radicalmente.
Está visible a partir de hoy en Filmin vía el Atlántida film Festival. Claire Denis se fue a Lussas, un pueblo francés, de la región de Ardèche, y sigue al equipo de gente que intenta poner en marcha una plataforma para la visión on line de documentales de autor. Bueno, eso y también alguna tarea de la vida agrícola de la población, pues todos están también directa o indirectamente implicados en ella.


El alcalde, en su viña.

El trío fundador, en París, buscando ayudas para el proyecto.
 

domingo, 25 de julio de 2021

Loin du Vietnam



La famosa obra colectiva, “Loin du Vietnam” (1967), ha pasado por la Filmoteca.
Mezcla de piezas muy diferentes enlazadas entre sí, se nota la labor de Chris Marker organizando, comentando y dando pie a las diferentes aproximaciones al fenómeno de la guerra de Vietnam y su repercusión en Occidente en su momento de mayor contestación, pero también defensa a su favor.
En el prefacio, el narrador, mostrando imágenes de carga de misiles en un portaviones, nos dice -dando cifras de las toneladas de bombas lanzadas diariamente por los norteamericanos- que es una guerra de ricos. De ricos contra pobres, continúa diciendo mientras vemos unas preciosas imágenes rodadas por Joris Ivens en el terreno (Hanoi): una chica fabrica pacientemente refugios individuales para los momentos de bombardeos, viéndose su utilidad un poco después, cuando suenan las sirenas y cada uno va a su agujero, esperando un poco para cerrar la tapa sobre sí.
Pero los pobres no están solos. Una solidaridad mundial se ha despertado por todos los rincones. De esto -contrastado con batallas dialécticas en las calles de Nueva York (William Klein) con virulentos partidarios de las bombas y de salvar a America del comunismo- también va la película.
Al margen de las bellas imágenes de Ivens como embajador plenipotenciario en la República Democrática de Vietnam, se distingue fácilmente una pieza insertada de Godard, comentando, con un discurso por una vez muy claro, su resignación ante el rechazo que recibió de los nordvietnamitas cuando pidió ir ahí a hacer una película, y decidiendo a partir de entonces, que en vez de hacer una película sobre Vietnam, pues estando tan lejos no es posible, en todas sus películas aparecería, de una forma u otra, Vietnam. Todo sobre flashes de imágenes de las suyas o viéndose a él mismo con la cámara. También hay un trozo muy diferente del resto, la ficción de Alain Resnais en la que el actor Bernard Fresson lanza a una mujer que le mira atentamente sin abrir la boca una rabiosa declaración sobre el tema, sin ocultar sus dudas y posicionamientos confusos.
No es lo único: una detallada crónica con base a material documental de procedencia diversa nos pone al día de la historia del país y sus conflictos desde Dien Bien Phu y, por ejemplo, en el apartado señalado con el título de Why We Figt? vemos y oímos al General Wesmoreland explicando a una audiencia de lo que parece un banquete las razones morales por las que EE.UU. está en guerra en Vietnam.
Estamos en 1967. La teoría del Che Guevara de abrir guerras al sistema por todo el mundo estaba en pleno apogeo y Cuba aun seguía siendo una referencia defendida por casi todos. Aparece en la película Fidel Castro, justificando la lucha armada en casos como el de su isla y otros muchos puntos de America Latina, Asía o África.
Por el final, un señor que está con su hijo pequeño, empieza lo que parece una actuación teatral, cantando y gritando NAPALM, para pasar luego a explicar en qué consistía el juguete a una audiencia que no sabía de qué iba la cosa.
Momentos en los que, estando como estaban lejos de Vietnam, los cineastas que contaban se comprometían a hacer una película sobre ello.





 

sábado, 24 de julio de 2021

Pensión Paradiset


No es “Un día en las carreras”, pero viene a estar hecha de esa madera. Claro que en vez de a los Hermanos Marx tiene a un se ve que famoso y corpulento cómico sueco, Thor Modéen, pues no en balde se trata de una más de ese numeroso lote de películas suecas que sorprendentemente puede verse en Netflix.
“Pensión Paradiset” (Weyler Hildebrand, 1937) lleva dentro el ambiente festivo del hotel de vacaciones junto al mar que le hace de escenario. Su atiborrado elenco parece ofrecerse a actuar sin descanso en algo así como una película de fin de temporada de los veraneantes del lugar.
Para hacerla funcionar montan una comedia de enredo con la patrona del establecimiento, su casadera hija, su criada, el novio y hermano de ésta, un prometedor inventor y corredor de lancha motora y hasta un cantante de ópera mexicano. Dado que hay varios chapuzones, ¿quién puede dar más para sobrepasar una calurosa tarde de sábado estival como ésta?


 

viernes, 23 de julio de 2021

Tavernier en Positif


Después del varapalo crítico que le dedicaron -¡con motivo de su muerte!- revistas como Les Inrockuptibles o Cahiers du Cinéma (sí: el de la nueva redacción), tenía que ser Positif la que le dedicara un dossier, en número especial, como merecía su personaje.
Algún escrito suyo, alguna entrevista perdida con él, pero sobre todo los recuerdos de gente que ha colaborado con él a lo largo de su vida. Especialmente interesantes me han parecido los escritos de Volker Schlöndorf (que no sabía tuvo una larguísima relación, desde el instituto, con Tavernier), de Thelma Schoonmaker (viuda de un siempre agradecidísimo Michael Powell por lo bien que le trató y divulgó sus películas), de sus asistentes, actores y músicos, como en especial Philippe Sarde, con opiniones sobre el papel de un músico en una película de esas que nos suele explicar Conrado Xalabarder.


 

Une aussi longue absence




Para señalar lo inconstante de los gustos y lo fugaz de ciertas glorias se suele poner el ejemplo del festival de Cannes de 1961. Dios películas ganaron, ex-aequo, la Palma de Oro. Una era “Viridiana”, de Luis Buñuel, de la que no pasa año sin que se revise y se hable de ella, mientras que de la otra, “Une aussi longue absence”, de Henri Colpi, nadie se acuerda.
Siempre que he oído o leído esta aseveración no he podido sino estar de acuerdo, pero en mi fuero interno una cierta decepción me ganaba, pues la película de Colpi, vista en un temprano pase televisivo, me había dejado muy buenas sensaciones.
Así las cosas el otro día veo que anuncian su pase en TV5Monde (esta tarde, como mínimo, la volverán a proyectar) y, curioso, la grabé. Ahora acabo de verla.
Por supuesto no recordaba más que la silueta y el sombrero del vagabundo que hace de personaje principal (Georges Wilson) y a Alida Valli con una expresión como de ansiedad, pero porque las había visto después en fotografías y carteles. Me sorprendo viendo que su música es de Georges Delerue, que aparecerá una canción de Cora Vaucaire (que luego se descubre preciosa) y que en su guión estuvo Margaritte Duras, por lo que me digo que había razones sobradas para que en su día me gustara.
Pero empieza la película y mis convicciones empiezan a fallar. Encuentro a Alida Valli como impostada en su personaje, viéndose un montón que “está actuando”. El dibujo del vagabundo es más bien simplón. Y llega una escena horrible (la de la segunda foto) en la que ella y unos parientes se montan un número teatral, venga a repetir nombres, fechas y lugares para hacer recordar al vagabundo, que ha perdido totalmente la memoria. Me digo que el jurado de Cannes, como yo hace mucho tiempo, cayó en la trampa de esta película efectista, llena de redundancias explicativas para que a nadie se le escape nada, con los efectismos de Wilson y Alida Valli, que se la ve esforzada, pero muy orgullosa de sus esfuerzos.
Visto todo eso, me entretengo en observar los escenarios de la época y, sobre todo, la Île Seguin, la sede de la Renault en Billancourt, que aparece en varias escenas.
Solo al final, tras una escena en la que Thérèse, el personaje de Alida Valli, descubre algo definitivo sobre él, caigo en que quizás todas esas repeticiones, frases recalcadas ofreciendo un aspecto teatral al conjunto, pueden no ser sino la marca de fábrica de la Duras, y veo otra forma, en la que en su momento no reparé, de entrar en el film.


 

jueves, 22 de julio de 2021

L’automne


Supongamos que un nuevo cineasta actual hiciera ahora una película como ésta y que, aunque no es tan fácil que eso ocurra, se pudiera ver en varios festivales de referencia. Yo creo que la sorpresa sería inaudita. Por todos lados se hablaría del descubrimiento de un cineasta increíble, consciente del medio con el que trabaja, que sabe como integrarlo y expandirlo en su obra. Todos se desharían en halagos interminables. Y es que es casi imposible dar con películas de hoy en día busquen y hagan con el cine como “L’automne” hizo en su día.
Pues bien. Aunque ya no se hacen películas como ésta, tan pensadas, que te sorprenden, sacuden y atrapan, “L’automne” (1972), como casi todas las películas de Marcel Hanoun sigue por ahí, muy lejos de ser considerada una obra capital del cine contemporáneo.
En 1977 la Filmoteca de la calle Mercaders dedicó una completa retrospectiva a Marcel Hanoun. Sé cuando fue porque escribí un artículo en la revista “Cinema 2002” sobre ella y ahora, cuando he visto de nuevo, gracias a la amabilidad de Xcèntric, la película, lo he encontrado y leído.
Es un artículo que me ha resultado muy inocente (1977…), en el que describía -más que otra cosa- en detalle, muy asombrado, lo que había visto. Pero es que no era para menos, pues sus films se alejaban mucho de la producción media a la que teníamos alcance.
Seguramente producto de esa retrospectiva y el pase en ella de su ópera prima y obra maestra, “Une simple Histoire” (1959), pero sobre todo de las buenas palabras que escribió sobre ella Noel Burch en su célebre y divulgado “Praxis del cine”, Hanoun pasó a ser un mito para cierto tipo de proyecto de cineastas. Hubo unos cuantos de por aquí que hasta hicieron las maletas y se fueron a vivir a su campestre “factoría”, ciertamente paupérrima en cuanto a medios materiales, para aprender cine a la vera del gurú.
El dispositivo de la película, que me parece un auténtico desafío para los actores, que solo puede ser cubierto por monstruos como Michel Lonsdale, ya explica muy bien que es cIne dentro del cine pero no únicamente en cuanto a la anécdota, sino todo un afinado profundizar en el lenguaje cinematográfico. Explicaba en “Cinema 2002”:
“En ‘L’Automne’ (1971-72) el juego actor-espectador se evidencia desde el primer momento. Michel Lonsdale y Tamia trabajan en una mesa de montaje cuya pantalla es la nuestra (la de los espectadores) por el otro lado. Nos miran, por lo tanto, fijamente, a la vez que sus ojos reflejan los focos del rodaje. Nos miran a nosotros que estamos pendientes de ellos. (…)
“Julien (Michel Lonsdale) es un ‘autor’ cinematográfico que precisa de un ayudante ‘preferentemente mujer’ para el montaje de su filme. Ella será Anne (Tamia). Los dos observan una y otra vez el filme (nos observan), hacen las mezclas imagen-sonido, descansan de vez en cuando (nos ‘apagan’ la pantalla, que queda completamente a oscuras) y van desarrollando una relación amoroso-sentimental que se presenta desde el primer momento (‘Je t’aime Anne’ parece repetir algo, sobra una palabra. En mi próximo film haré aparecer tu nombre…’).
(…) Habría que saber hasta qué punto Marcel Hanoun habla por boca de Julien o incluso de Anne. Porque Julien va elaborando -sincera o insinceramente: está Anne a su lado- toda una confesión a lo largo del film. Desde la de directores favoritos (Dreyer, Bergman, Bresson, Visconti, ‘El evangelio según Mateo’, de Pasolini, y ‘un cineasta mal conocido’, Chris Marker), pasando por teorías de ensamblaje del cine pornográfico con cierto cine político (entonces de moda…) (el ‘cine pornopolítico’), hasta la de una auténtica preocupación por el resultado definitivo de sus films (en Cinema 2002 me cambiaban automáticamente la palabra a filmes) y la impresión que éstos pueden causar (las miradas de reojo a Anne mientras pasan las secuencias).
“Pero aunque nos fijemos en una trama argumental, el film quiere ser primordialmente planteador de reflexiones sobre la relación autor-actores-espectadores. Los espectadores somos los actores para los actores del film (filme en Cinema 2002…). Éstos se plantean continuamente nuestra reacción (‘¿tú crees que aguantarán ésto?’, tras un larguísimo plano fijo). La última escena muestra la mesa de montaje que da sobre la calle, donde coches, personas, siguen su ritmo normal. Y vuelve el color que sólo ha aparecido en contadas escenas.
Hasta aquí lo que escribí en ese artículo global sobre este film que, visto ahora de nuevo, me ha vuelto a impresionar, sobre todo situado en su época y yo conociendo ya un poco más sobre la historia del cine, anterior y posterior. En ese año, por ejemplo, ese programa del Anthology Film Archives que hay siempre en la pared posterior a los actores en su supuesto estudio, me sonaba a celestial música cultural, pero ni idea de a qué hacía referencia…


 

miércoles, 21 de julio de 2021

L’heritage de la chouette 4-5-6

El búho que, reflexivo, lo observa todo.

Ayer en la Filmoteca (los vuelven a pasar el viernes en primera sesión) tres capítulos más de la -ya lo puedo decir a tenor de lo visto hasta ahora- impresionante serie para la televisión (Thierry Garrel en La Sept) de Chris Marker, “L’heritage de la chouette”(1989), siempre centrado en el mundo griego y lo que nos ha llegado de él a Occidente.
El cuarto capítulo (primero de los de ayer) está dedicado a la Nostalgia (nostos = regreso, algos = dolor), según muchos de los entrevistados del momento lo que definía a los griegos del momento. La cantante Angélique Ionatos (que, por cierto, veo que ha fallecido estos días) lo dice muy bien en su perfecto francés: ganas de volver a Grecia, porque no se puede vivir del daño de no estar ahí… para salir huyendo de ahí, porque se está mejor en Francia sintiendo esa nostalgia, que es también de un pasado… que ya no les pertenece. Angelopoulos empieza el capítulo sorprendido de oír los nombres que se oye han puesto a unos cuantos niños de su alrededor: todos de tragedias del mundo clásico, una forma -dice él- de engancharse a algo sólido. Pero él mismo y otros señalan que los griegos actuales son como los griegos de entonces… pero a la vez ya no tienen, después de tantas guerras, invasiones, giros de la historia, nada que ver. Hablando de los turcos llega a reconocer que en un momento dado griegos y turcos eran exactamente iguales (comida, casas, bailes,…) excepto en el idioma.
El quinto capítulo está dedicado a la historia reciente, de los últimos veinte años, siendo relatada sobre todo por Vassilis Vassilikos (el de “Z”) y Elia Kazán. Es muy interesante lo que explica el primero de esa continua pugna por Grecia entre Rusia (a través del bizantinismo y la Iglesia Ortodoxa) y Gran Bretaña (luego EE.UU), ayudando a desprenderse de los alemanes (rey bávaro primero, los nazis con cien años de diferencia).
Viendo el sexto y último capítulo de esta sesión, dedicado a las Matemáticas, te dices que la cosa, siendo también de gran interés, ha errado el cauce marcado, hasta que un último entrevistado hace una síntesis que nos permite ver que sí, que también se habla de la herencia griega. Previamente, una intervención magnífica de Michel Serres nos ha informado de que de los griegos nos llegaron las matemáticas. Todos los nombres de ese campo (logaritmos, paralelas, polígono,…) son nombres griegos, no importa en qué idioma se esté hablando. Por primera y única vez hay un único idioma para todos, que es el mismo y significa lo mismo que entonces: cuando Thales hablaba, por ejemplo, de unas paralelas, se estaba refiriendo a lo mismo que nosotros hoy en día. Más tarde en el capítulo aparece un segundo conjunto de conocimientos ligados a las matemáticas, con los algoritmos y la inteligencia artificial, que ya sería de otro origen. Pero, finalmente, aparecen los presocráticos, anteriores pues a los atenienses. Hemos heredado de ellos la unidad perdida que para ellos tenían los conceptos, que eran a la vez matemáticas y poesía.
La serie me tiene intrigado, porque el discurso de Chris Marker suele ser mucho más disperso. No sé si aquí contó con ayuda de gente que supo imponer una visión general tan rigurosa, expuesta por capítulos de forma tan clara. Que él está detrás no hay ningún género de dudas, aunque parezca concretarse su intervención sobre todo en pequeñas bromas. Así, cuando Michel Jobert dice que el discurso actual político suele ser extremadamente exagerado, Marker mete un inserto de Giscard d’Estaing diciendo ante un micrófono que “estamos entrando en una nueva era para Francia”. No deja escapar sin darle una buena tunda de palos, rebatiéndoselo en un rótulo a Georges Steiner, cuando éste casi se enfada, despreciativo, diciendo que los griegos actuales ni por asomo son lo que los de la Grecia Clásica. Aparecen también -¡cómo no!- gatos punteando, y una animación de búho que se pregunta “¿están hablando de mí?” cuando un entrevistado lo nombra.


Angélique Ionatos.

Michel Serres

Elia Kazan

Oswyn Murray.

 

Para rondar castillos

El Nueva York mostrado por Antoni Muntadas en la exposición de Es Baluard.

Me maravilla la larga mano de José Luis Márquez, aún desde el lejano México, para promocionar sus lanzamientos editoriales.
Si recordáis, por aquí anunciamos la salida, en abril de 2020 de “Para rondar castillos” (Shangrila), un libro colectivo coordinado por él, en el que muchos de sus colaboradores nos tomamos esa idea de la representación de los castillos en el cine en un sentido figurado, como esos parapetos, esas protecciones que todos montamos a nuestro alrededor. Yo, por ejemplo, escribí sobre las moradas y otras defensas empleadas por Alexandre, el personaje de “La maman et la putain”, ligando eso con la reclusión final del mismo Jean Eustache en su piso.
Pues bien. No es necesario que recuerde lo que, muy poco tiempo antes, ideó nuestro editor para apoyar el lanzamiento de ese volumen, pues aún estamos viviendo sus consecuencias. Los confinamientos se extendieron por todo el ancho mundo y todo ese mundo se atrincheró en sus castillos. Eso sí es trabajar a lo grande.
Ya casi no me acordaba de todo ello cuando hay, mirando el último programa de Metrópolis, he visto que estaba dedicado a la exposición actual de Es Baluard, el centro de arte contemporáneo de Palma de Mallorca. Esa muestra lleva por título “Memoria de la defensa: arquitecturas físicas y mentales” y la directora de ese Centro (no se escapará que bien escogido: Baluarte…), en su inicio, me dio la clave: la exposición estaba prevista para 2020, pero la irrupción de la pandemia obligó a su aplazamiento hasta nuestros días.
De modo que -este hombre cuida todo hasta la exageración-, por si la pandemia planificada no hubiera llegado a buen puerto, José Luis Márquez tenía preparada esta exposición como actividad complementaria al lanzamiento del libro… Ya digo: admiración es poco.


Portada del libro en cuestión, como vemos con un servicio de marketing asociado espectacular.

 

martes, 20 de julio de 2021

Guardianes de faro

En la linterna del faro.

Padre e hijo farero. El hijo empieza a notar la enfermedad, justo al iniciar su temporada de aislamiento en el faro.

Pues la copia que he pescado por YouTube de “Guardianes de faro” (Jean Grémillon, 1929) no es ni mucho menos tan buena (corresponde a la grabación de una proyección música da), pero aún así diría que vale mucho la pena verla.
Para hacer ver ese mundo tan querido por Jean Epstein como el de los faros, acude Jean Grémillon también a mostrar la fuerza del mar, a sus mujeres bretonas con cofia, pero mediante una trama (la enfermedad en la que cae, aislado en el faro con su padre, un farero) que le permite no sólo mostrar la óptica de la linterna del faro en toda su espectacularidad, sino también ofrecer unas cuantas imágenes oníricas, producto del delirio al que lleva la enfermedad.
El guión lo escribió Grémillon nada menos que con Jacques Feyder, pero el film debe sobre todo su notoriedad a su fotografía (Georges Périnal). Aún con su espectacularidad, pues debe imaginarse lo que sería vista en pantalla grande y copia nueva en su día, cuentan las crónicas que fue un auténtico fracaso y que Grémillon tuvo que buscarse la vida sin entrar en el Olimpo de los directores al que sus dos primeras películas le llevaban.


Mujeres bretonas en tierra firme.

Paseo de despedida con su novia.

Se aleja la barca que les ha llevado al faro.

Una primera alucinación. En la imagen no se aprecian bien las luces del faro que inundan todo el cuadro.

 

Commment je me suis disputé… (ma vie sexuelle)



Debió ser que de tantas ganas que tenia de verla no cubrió las expectativas puestas en ella. Es probable, además, que la viera en francés a palo seco (en 2005 veia un canal que pasaba muy buenas cosas, pero así), sin comprender muchos diálogos, con un sueño que me hiciera parecer interminables sus tres horas, y definitivamente se me debió atragantar el punto nervioso que suelen tener muchos Desplechin.
Vista ahora de nuevo en TV5Monde “Commment je me suis disputé… (ma vie sexuelle)” (Arnaud Desplechin, 1996), las aguas vuelven a su cauce. Era difícil que pasase por alto todo un tratado generacional, con, además, un plantel de chicas deslumbrantes, como Chiara Mastroianni, Marion Cotillard, Jeanne Balibar, la espectacular Marianne Denicourt y hasta una jovencita Emmanuelle Devos antes de repetir -hasta repeler un poco- ese mismo papel.
Todas ellas rondando un momento crucial de Paul Dedalus y sus compañeros.