lunes, 30 de agosto de 2021

Paris est toujours Paris

El veloz tour en autocar. Los grandes monumentos de Paris vistos y no vistos.

Mastroiani y Bosé en la Tour Eiffel.

En un bateau mouche el jovencito italiano y la kiosquera que admite hacerle de guia.

Iba viendo los títulos de crédito de “Paris est toujours Paris” (Luciano Emmer, 1952; en TVMonde, aunque la versión francesa, con hasta los italianos hablando en francés, con acento italiano), como siempre entonces previos a la película, y me sonreía, regodeándome ante un casi seguro buen rato. Yves Montand cantando dos canciones, fotografía de Henri Alekan, guión con Sergio Amidei,…
Y los actores. Ya solo lo que representa ser una familia de esta película coral (la de un grupo de italianos que llegan en tren a Paris, hacen turismo desde un autocar, van a un partido de fútbol y prueban un poco el “Paris cochon”) está interpretada por Aldo Fabrizi (el cura de “Roma, città aperta”) como padre, una Lucía Bosé joven y bellísima como hija suya y un no menos joven Mastroiani (anunciado así, por su apellido) como su novio.
Luego, una visita al Louvre más rápida que la de los que baten el récord en “Bande à part”, un recorrido de una pareja formada en el Bateau Mouche, tres hombres anuncios enfrascados en sus botellas de agua mineral, un don Juan que ve como debe ir aflojando la pasta botella de champagne carísima tras otra en un local de fiestas, etc.
¡Qué más pedir para una sobremesa!


Uno de los hombres anuncio con la botella de agua mineral enfundada.

Yves Montand cantando a la pareja en una sala de fiestas.

 

domingo, 29 de agosto de 2021

Chats perchés


Se equivocaron los padres del pobre niño vecino de butaca en la sesión de ayer domingo en la Filmoteca. Ya me veo al padre animándole en casa previamente, enseñándole algún dibujo de gatos hecho por Marker, como el que preside la exposición sobre él que puede verse en la sala de expos hasta final de septiembre (y vale la pena…) y diciéndole que era una película sobre gatos. Resultado: pues que se aburrió soberanamente.
Y sí que hay algunos gatos colgados por aquí y por allá. “Chats perchés” (Chris Marker, 2004) se inicia con una serie de zooms a los terrados de las casas de por el Beaubourg, encuadrando una serie de gatos pintados enseñando dentadura que, como se puede leer en la película, “alguien se ha jugado la piel para obtener una sonrisa”.
No sólo hay gatos de esos pintados. La cámara recorre toda la ciudad en busca de gatos y capta los de los anuncios que inundan el metro de París y hasta alguno de bien real, como el pobre Bolero que acompaña a un mendigo en las escaleras de transbordo de un metro (pobre porque parece que se pilló una pata en la escalera mecánica).
No hay, por otra parte, sólo gatos. También visiones poéticas. Ahí está, para demostrarlo, este “Una paloma se convierte en hombre”, que enlazo al final.
Pero lo que realmente es “Chats perchés” es una forma original de presentar para la televisión una especie de diario político con los hechos más importantes de unas temporadas muy concretas: las elecciones presidenciales en las que en la primera ronda perdió Jospin y para la segunda se enfrentaron Chirac y Le Pen, las protestas por la Guerra de Irak, el mundial de fútbol (que un Marker que ha cambiado la habitual voz en off del narrador por intertítulos nos dice que aportó caras de futbolistas -en los carteles- de “dimensiones stalinianas”), las manifestaciones a favor y en contra del velo, etc.
La secuencia comentada, que no llega a medio minuto:



 

sábado, 28 de agosto de 2021

The Office


Sé que me despierto algo tarde, pero los (cortos) capítulos de esta serie británica han sabido este agosto levantarme el ánimo aunque la jornada no hubiera sido por lo demás nada gloriosa.
Si, es “The Office” (ahora en Filmin) de la que originalmente se emitieron en la BBC tres (también cortas) temporadas, de 2001 a 2003.
En la fotografía están casi todos los componentes de esa siniestra, pero enormemente realista, oficina: el impresentable fanfarrón y patético jefe que provoca embarazosos silencios con sus bromas; el pobre y simpático crio atrapado en las redes de esa monótona forma de ganarse la vida; la recepcionista con dotes artísticas que lo pasa muy bien con el anterior, pero sigue con su rústico novio; el primitivo y ambicioso mostrando involuntariamente las bochornosas ideas de la mayoría silenciosa; el visitante ocasional de otra oficina, admirado por todos, que no deja de soltar chistes soeces,… y todo envuelto con los tópicos, ampliamente difundidos y asimilados, de los cursos de relaciones laborales, pura labia que tanto dinero han hecho gastar a las empresas y ganar a unos cuantos.
Pero no sólo es una serie de soberbias interpretaciones. Tiene dentro también una moderna apuesta de puesta en escena, con la simulación de que todo está filmado por un siempre invisible equipo de televisión, que registra también pequeñas entrevistas en las que los personajes opinan individualmente sobre las situaciones en las que se encuentran.
Me descubro el sombrero ante la sabiduría de quien ha escrito la serie (creada por Ricky Gervais-su principal actor- y Stephen Merchant). Todos los personajes y situaciones seguro que son reconocidos en seguida por quien haya pasado alguna parte de su vida en una oficina… Cada uno tiene marcada y exhibe una personalidad específica, muy bien caracterizada, hasta el de la bata azul que ocasionalmente aparece cargando algo, que siempre se queda mirando, embobado, a cámara, extrañado por ese equipo de televisión que los otros ya han asimilado.


 

El último caballo

La emulación de la escena de “Amanecer” que ideó Edgar Neville. A la izquierda, Bucéfalo llevado de las riendas por Conchita Montes. Por la derecha, Fernando Fernán Gómez y José Luis Ozores anulados por las fuerzas públicas. El caballo y la fuerza pública no sé, pero los demás habían ingerido alcohol de lo lindo en “La Cruzada” cuando tienen esta escena de amor por su Bucéfalo.

Plano inicial de Alcalá de Henares, sede del cuartel de Fernando. En la banda sonora suenan unos toques perceptivos de corneta.

Fernando y José Luis, con sus enseres, regresan a la vida civil, pasando por delante de la Universidad.

En “Amanecer” (F. W. Murnau, 1927), la pareja reconciliada paralizaba con su abrazo toda la circulación rodada de la plaza de la gran ciudad, ocasionando un fenomenal atasco. Edgar Neville, que debía haber visto la escena, hizo su transposición, con los limitados medios de que disponía, en “El último caballo” (1950), representando en un único decorado nocturno una repleta de coches Gran Vía madrileña. Poco importa si el objeto de amor que ocasiona el atasco es aquí un caballo.
He vuelto a ver la película de Neville, que siempre me dejó, desde que la pesqué en un pase televisivo, un buen recuerdo. Ahora me he fijado bien en ese Alcalá de Henares donde acaba la mili el personaje de Fernando Fernán Gómez y desde donde se lleva al gran Madrid a su compañero de faena, el caballo Bucéfalo, para que no acabe sus dias corneado en una plaza de toros.
La película se plantea como la batalla entre un mundo antiguo inevitablemente destinado a desaparecer y la ciudad moderna, con sus enormes edificios, su vida hostil, sustituidos los animales por los coches.
Es muy divertido ver, entonces, ese Madrid de 1949, con sus signos de modernidad, claro, pero que hoy lleva hasta a una cierta nostalgia: Después de abandonar un Alcalá de Henares que parece ilustración de “El Lazarillo de Tormes” (unos niños, haciendo de toro, picador y su caballo, hacen pensar en el más que posible trágico destino de Bucefalo. Fernando va a caballo campo a través hasta Madrid, sin que ningún polígono industrial o de viviendas le salga al paso. Por la noche, buscando donde alojar su montura, pasa por un Arco de Cuchilleros vacío, totalmente cerrado, acabando en un posible y rústico patio de la Cava Baja. A la mañana siguiente, su pensión recuerda a una corrala. En su trabajo de oficinista y en el de su amigo que interpreta el buenazo de José Luis Ozores de bombero, imperan los déspotas (ahora el trabajo, sí lo hay, sigue siendo esclavo, pero ha cambiado tanto el estilo de mando…).
También está la película repleta de militares, serenos, guardias urbanos, policía armada con el atuendo y correajes de los grises, y autoridades varias que impiden apelar a la nostalgia. Es curioso, de todas formas, este Neville. Aristócrata franquista, del bando nacional, ¿pues no hace que el trío protagonista -falta mencionar a la muy vivaracha Conchita Montes ejerciendo de florista- moje sus penas en un tascorro que lleva por nombre nada menos que “La Cruzada”?


Fernando informándose con un cochero de la Cava Baja.

Bucéfalo, Fernando e Isabel, la florista.

 

viernes, 27 de agosto de 2021

The reluctant revolutionary



No es fácil ver imágenes sobre el Yemen. Llorenç Soler hizo ahí de cámara en un episodio del programa para la televisión “L’oblit del passat” que dirigía Jordi Llompart, poco tiempo después de la unificación del norte y el sur del país y explicaba que era imposible moverse por sus medios, que debían ir siempre con otra camioneta de militares custodiándolos.
Con ese objetivo escojo ver “The reluctant revolutionary” (Sean McAllister, 2012; en Mubi), y con sus primeras imágenes me las prometo felices por el ejercicio de proximidad que suponen. En ellas, McAllister va acompañado por Kais, que se erigirá en el protagonista, en el rostro escogido para toda la película. Kais tiene una empresa turística y le está haciendo un tour al realizador.
Poco me imaginaba yo, que no me había fijado en la fecha del documental, que lo que iba a seguir era un testimonio de primera mano, sí , pero no del patrimonio arquitectónico y los tipos del país, sino de otra cosa.
Es la época de la Primavera Árabe y en Túnez, Egipto y Libia la gente se había sublevado pacíficamente, ocupando las plazas, para derrocar a los dictadores de sus países. El siguiente va a ser Yemen, se oye decir en el documental, y eso es a lo que enfoca McAllister, primero haciéndose pasar como turista, luego tomando sus imágenes como testigo internacional.
Pero lo que en un principio era casi únicamente captar la preocupación del endeudado Kais, siempre masticando qat, por una revolución que le ahuyenta a los turistas que le dan sus ingresos, pasa a ser un durísimo testimonio, con cantidad de heridos de bala como tristes protagonistas. Uno de ellos, moribundo, en el suelo de ese hospital de emergencia que va troncándose en morgue, mantiene elevado su brazo derecho, haciendo con sus ya amarillentos dedos la V de victoria.
Aún no sabían qué iba a pasar en Egipto y Libia. Pero mucho menos la década que se les venía encima en el propio Yemen.





 

Level five



He estado a punto de salirme de la sesión de la Filmoteca con “Level five” (1997), que contiene lo que para mí representa lo peor y lo mejor de Chris Marker.
Todo lo que en su momento pudo parecer avance tecnológico en el campo cibernético, del que se abusa en banda sonora e imagen, resulta hoy ridículo además de muy cansino.
Estaba pensando si irme cuando un sopor irresistible, quizás aprovechando alguna parrafada de esa Laura que teóricamente investiga archivos para un videojuego sobre Okinawa, me ha neutralizado. Hasta el momento en que aparecían en la pantalla unas imágenes y se oía una reflexión que recuerdo haber visto y oído previamente, no se dónde. Hay ahí una de esas píldoras con reflexiones de Chris Marker, esas sí, a retener.
Se narraba uno de los episodios más atroces de la II Guerra Mundial. En Okinawa, última de las islas bastión japonesas, murieron 150.000 personas, un tercio de la población de la isla, muchos inducidos a suicidios grupales, en los que un miembro de la familia mataba a los demás antes de suicidarse y no ser capturado por los norteamericanos, contra los que los habían mentalizado.
Una cámara ha registrado a una mujer lanzándose por un acantilado como el de la imagen. Pero poco antes de la decisión final, se comenta en la banda sonora, la mujer mira a la cámara. Un zoom amplía hasta el límite la cara de la mujer y, efectivamente, sus ojos miran en un preciso instante, desde la distancia, al cameraman.
-¿Sé habría realmente matado si no hubiera visto la cámara registrando? ¿No habrá pensado en el deshonor de ver sus dudas o incluso su decisión de no matarse y habrá sido eso lo que la impulsa al salto final? Al margen de la terrible historia que revela, una reflexión sobre el enorme poder que puede suponer la cámara, rodar algo.
En las imágenes, una foto del general Ushijima, al mando japonés, que acabó cometiendo un suicidio ritual, un seppuku, y el coronel Yahara, quien dejó escritos todos los detalles del penoso final de la isla, de toda esa resistencia absolutamente inútil, sin esperanza de victoria alguna.



 

miércoles, 25 de agosto de 2021

Annette



El demiurgo a punto de ofrecer su expiación, de ver la película con su hija.

Sí que conviene saber ciertas cosas antes de ver una película. Los comentarios leídos por aquí y por allí me han permitido ver que hay dos películas en “Annette”: una fuera y otra dentro, como dice una de las letras de canción, siempre todas ellas con frases muy pertinentes para sacar jugo sobre la de fuera desde la de dentro.
Una historia que resulta evidente es la expiación de Leos Carax, respondiendo contundentemente a los avatares habidos en su vida personal. Otra el cuento de hadas que el mismo Carax invita a ver a su hija al inicio del film.
El cuento de hadas va presentado en forma de ópera-rock. Por eso lo más adecuado, casi imprescindible, es irlo a ver en el Phenomena. Ya sólo con esa impresionante escena grupal inicial, partiendo todos -cámara incluida- del interior del estudio y saliendo a plena calle con un potente ritmo (que recuerda mucho a la también impresionante escena de “Holy Motors” del grupo liderado por el acordeonista), amortizas el coste de haber escogido un cine con pantalla enorme y equipo de sonido potente. Si no hubiera en él efluvios de palomitas ya sería perfecto.
Dicho esto, no acabo de entender que la deriva hacia los infiernos y el final marcado puedan gustar ya no digo a mí, a quien las comedias musicales me suelen parecer una encerrona (y en ésta todo el periodo negro y el periodo con muñeco me parecen en sí un auténtico coñazo), sino gustar precisamente a los amantes de comedias musicales que lleguen al cine en busca de espectáculo, que yo diría que exigen después de la depresión dramática una siempre presente resurrección de ánimo, que aquí brilla por su ausencia.
Si me conmueve la película, pues, es por la historia externa, la que ha llevado a Carax a rodar y presentar “Annette” y dedicarla a su hija. Da más de una pista para la identificación propia y de los demás personajes, pero hay un momento definitivo. Carax viste un instante a Driver, justo después de lo que no debiera haber hecho nunca su personaje Henry, con sus peculiares gorros y gafas oscuras, para que no quede duda de que nadie que conozca su aspecto pueda eludir verle a él detrás del personaje. No he encontrado la captura de imagen precisa para colgarla, por lo que he optado por poner la imagen de Leos Carax con esas prendas y apelar al recuerdo de los espectadores.
Hay más referencias, como la primera secuencia en la que aparece la diva Ann (una Marion Cotillard que yo no veo adecuada para el papel, pero eso es otro asunto) en su coche, que recuerda irremisiblemente al personaje femenino de ‘Holy Motors’, pero esto quería ser sólo una nota mínima y ya está alcanzando un tamaño de esos imposibles habituales.


La diva.


Henry O’Henry en su actuación, con sus impresentables batín verde y pierninas.

Leos Carax, modelo para Driver en la escena que digo.



 

Future lasts forever




Una chica de Estambul, Sumru, se dirige a la zona kurda de Turquía, según explica a todo el mundo, para recoger en su magnetofón sonidos de la naturaleza (pájaros al amanecer) y etnográficos (los cantos patrióticos que entonan los escolares antes de empezar las clases), pero sobre todo antiguas canciones populares (elegías, les llaman en los subtítulos). Allí conoce a un cinéfilo empedernido al tiempo que va sabiendo de relatos de numerosas desapariciones acaecidas en los años 90.
Éste es el argumento de “Future lasts forever” (Özcan Alper, 2011)
Película de grandes paisajes, de lentos recorridos por ellos, con presencia frecuente de cementerios y recuerdos de gente fallecida, sin que la verdad de su muerte haya sido nunca reconocida.
También de poesías, de frases y carteles de películas (Tarkovski, Güney,…). En otras circunstancias me hubiera dormido o aburrido. Hoy, aunque el film ronde por esa débil línea entre lo sublime y lo ridículo, mira por dónde, no me ha pasado. Quizás porque en un momento el cinéfilo ha recitado aquel poema de Peter Handke, “Cuando el niño era niño”.
La película está dentro de un paquete de tres films que MUBi anuncia que “expiran dentro de seis días”. Habré de tentar rápido de nuevo la suerte.





 

Días nómades


En un momento de su tan especial “Días nómades” (Pre-textos, 2021), Edgardo Cozarinsky explica que, estando en Beirut en 2008 para presentar en una Universidad su película “Ronda nocturna”, tras la proyección de la misma asistió a un coloquio. En él, precisa, “un estudiante quiere lucir sus conocimientos: no interviene para preguntar algo, sino para asociar el film con la literatura fantástica y mencionar a Bioy Casares y a Borges, referencias tan desatinadas que solo pueden atribuirse a la vanidad de quien habla”.
Lo que Corarinsky no explica, pero que yo sé que debe ser la razón por la que lo dice, es que el estudiante en cuestión quiere hacerse valer de haber visto su temprano libro sobre Borges y el cine, producto de su gusto y frecuentación por ambos, del que está ya harto le sigan nombrando como si no hubiera hecho nada más en toda su vida.
Yo también supe del nombre de Cozarinsky en ese libro, que compré cuando compraba todos los de cine que aparecían y eran más o menos asequibles. Como el suyo es un apellido tan sonoro, cosa rara en mi, una campanita me sonaba cuando lo veía firmando artículos del Cahiers du Cinéma, como guionista de determinados films o asociado a ciertos documentales. Pero hasta ahora no había leído ninguno de sus escritos literarios, de la misma forma que habré visto alguna de sus películas de ficción, pero no me ha dejado ningún recuerdo.
Este “Días nómades” es, como digo, una especie de libro de viajes bien especial, en el que el cuidado literario es crucial para trasmitir los ambientes de ciudades practicadas por él a lo largo de su vida.
Estructurado por capítulos independientes, presenta un primero dedicado al París que va de 1966 a 1995 y llega al dedicado a su visita a Matera en 2016. Junto a eso, otros capítulos los dedica a la memoria de otros sobre ciudades como Tánger o de la de su familia sobre Odessa, de donde es originariamente antes de su marcha a la Argentina.
Para que se pueda captar lo que se puede llegar a obtener de este libro, que me ha resultado delicioso, transcribo unos pocos párrafos cogidos de aquí y de allá.
-“Cuando lo leí, la noción de enamorarse de un país me pareció literaria. Hoy no encuentro otra palabra para definir mi propio sentimiento después de una semana en Hanoi”. (Saint-Germain des Prés, 1966).
-“Pero hay una tarde, casi siempre una tarde de abril, más bien de finales de abril, en que me detengo en el camino de vuelta a casa porque noto que la luz del día se demora y pienso que por unos meses ha quedado atrás la oscuridad precoz, el frío húmedo y pegajoso que gobierna de noviembre a febrero”. (Pont des Arts, 1995).
-“El mapa desplegado en las manos, la mirada pasando de un lado a otro en la esquina de Friedrichstrasse y Unter den Linden, la ropa anónima pero evidentemente ajena al gusto y la confección del mundo llamado socialista: todo delataba al turista llegado del otro lado del Muro, autorizado a visitar los tesoros históricos de la antigua capital prusiana con la condición de volver ‘al otro lado’ antes de medianoche, de vaciar los bolsillos al entrar y al salir, de cambiar cierta cantidad de divisas al cambio artificial de la autodenominada República Democrática Alemana. (Días de Berlín, 1967).
-“Entre 1939 y 1944, Estonia fue sucesivamente anexada por la URSS, ocupada por el ejército alemán y reconquistada por los rusos. Casi todas las familias tienen muertos en ambos bandos, que creyeron, todos, estar peleando por la patria”. (Días de Tallin, 1996).
-“Y, más cerca aún de la plaza, varios comercios precarios ocupan el predio donde estuvo el cine Armonía, cuya leyenda derivaba en parte de que su programa no se asomaba a la cartelera de los periódicos. Refugio de cinéfilos, en él descubrían copias en retazos de films ya retirados de la circulación, sin que se les ocurriera, como al visitante del Louvre ante la Venus de Milo, lamentar la ausencia de unos brazos que nadie ha visto en más de un milenio. Con los ojos clavados en las imágenes rayadas, mutiladas, por ejemplo de ‘Los verdugos también mueren’, no prestaban atención a las filas del fondo de la sala, donde se celebraban acoplamientos heterodoxos y servicios venales”. (Días de Buenos Aires. Plaza Once, 2005).
-Al entrar al salón me llama la atención una mujer sola ante una mesa, cosa rara en esta parte del planeta. Y no sólo se muestra en público sin compañía masculina: fuma un marguilé. Y no sólo fuma un marguilé, sola ante su mesa de restaurante: tiene el pelo arrebatado, color fuego. Ella advierte mi curiosidad y sonríe.
-¡Edgardo! ¿Qué haces en Beirut?
En ese momento reconozco a Maruja Torres”. (Días de Beirut, 2008).
-“En esta mezcla de estímulos e intuiciones dispares recuerdo palabras de Pasolini: ‘Nápoles, una tribu que rechazó cierta idea de la modernidad, y ese rechazo es sacrosanto’ “. (Días de Nápoles, 2015).
Puede leerse mucho más, tocando, como puede verse, palos tan diferentes como el político o él memorístico, en este pequeño libro, producto de una rigurosa condensación, siempre aludiendo y trasmitiendo sensaciones, pulsando y obteniendo reacciones como las que sólo la buena literatura puede ofrecer.


 

martes, 24 de agosto de 2021

Du côté de la côte




“Du côté de la côte” (Agnès Varda, 1958; en MUBI), son 25 coloristas y bastante irónicos minutos sobre la Costa Azul, ya entonces con muchos visitantes.



 

lunes, 23 de agosto de 2021

Europa: historia de la clase obrera. Le temps de la destruction


“Le temps de la destruction”, se llama el cuarto y último capítulo de la imprescindible serie documental “Europa: historia de la clase obrera” (Stan Neumann, 2020). La destrucción de la que habla el título es la de la misma clase obrera como poder, allá por los años 80.
En el capítulo anterior se llegó al ascenso del nazismo y la absorción de la clase obrera por el movimiento. Este capítulo, por su parte, se inicia con las colectivizaciones de la guerra civil española y sus postreras incoherencias.
Tras la invasión alemana, en la guerra mundial, de todos sus países vecinos, siete millones de trabajadores extranjeros pasan a trabajar, en muchos casos en régimen cercano a la esclavitud, para las fábricas alemanas.
Más tarde, Europa dividida en dos, en el bloque comunista los obreros, en vez de alzar el puño, alzan el retrato del líder. En el bloque capitalista, la prosperidad hace que el mundo del consumo pueble las ideas de la clase trabajadora, abandonando otras.
Como una acción “antiguo estilo”, en 1984 se producen en Gran Bretaña unas grandes huelgas mineras. Stan Neumann dice que es lo que Margaret Tatcher estaba esperando. Los mineros regresan al trabajo sin haber conseguido ni una de sus reivindicaciones. Se acabó.
Neumann también dice, viendo el panorama a uno y otro lado, que ya puede caer el muro.
Las grandes fábricas cierran, se transforman en parques o museos. Quizás visitando éstos pueda verse la huella de lo que fue en su día la clase obrera, hoy dispersa, sin nada que la una.
Quizás, digo yo, habría que echar una ojeada a los países asiáticos.
En la imagen, una alusión a la huelga minera de 1941, bajo la ocupación alemana, en Bélgica y el norte de Francia. Centenares de fusilados, torturados, deportados a campos de concentración.


 

domingo, 22 de agosto de 2021

Casque bleu


Una película más bien sensacionalista, que tuvo un éxito enorme, dirigida por un realizador bosnio; escándalos que han salido a la luz pública correspondientes a misiones por todo el mundo;... Últimamente las misiones de paz de los cascos azules de la ONU no gozan del respeto y fama que tenían en su origen.
Pero si alguien hubiera querido saber cómo eran esas misiones por dentro no habría tenido más que ver "Casque bleu" (1995). En él, Chris Marker tuvo un acierto total de casting, escogiendo a un joven francés que pasó un tiempo de su vida enrolado voluntario entre los cascos azules en misión en Bosnia. Con una lucidez, sinceridad, capacidad mental y facilidad de palabra extraordinarias, ese joven, del que vemos únicamente, en primer plano, su cara, va pasando revista a los motivos por los que se enroló y a lo que en realidad consistió su misión en el conflicto bosnio. Unos intertítulos, que se suceden casi atropelladamente, porque mucho es lo que hay que decir y poco el tiempo para ello (26 minutos) van separando entre sí los diferentes temas.
Después de su visión, cuesta mantener la inocencia y creer a pies juntillas en la eficacia de ese tipo de acciones.
Esa fue, para mí, la más impresionante de las piezas de urgencia sobre la guerra de los Balcanes que realizó Marker, de entre las que pasó anoche la Filmoteca en una sesión alejada de lo cinematográfico.


 

Europa: historia de la clase obrera. La cadena de montaje


Tercer episodio de “Europa: historia de la clase obrera” (Stan Neumann, 2019; en Movistar), con el título de “La cadena de montaje”
Empecemos por el final, ilustrado por la fotografía. Se trata de la visita de Hitler al puerto de Hamburgo , en 1936. Como muestra de la derrota de toda la resistencia de la clase obrera a la conquista del poder sindical por los nazis, que han llevado a los primeros campos de concentración a los que no se han dejado convencer por las mejoras materiales, por los viajes de vacaciones organizados y pagados, la recepción brazo en alto es unánime. Sólo un obrero, ostentosamente con los brazos cruzados, puede distinguirse entre la masa.
Hasta llegar a este punto final, el tercer episodio ha hablado de los accidentes laborales a principios del siglo XIX, de los estudios de Fremont o Gilberth, de las clases de gimnasia impuestas para obtener el máximo rendimiento del obrero sin llegar a su rotura.
También habla de la marginación de la mujer en el mundo pleno del trabajo hasta la llegada de la necesidad de mano de obra por la Primera Guerra Mundial, momento en el que, también por su estricta necesidad, se impuso y dio un gran avance la racionalización del trabajo. También habla de las huelgas generales y su contraria, el lock-out.
Justificando el título del episodio, hace su aparición el trabajo en cadena por primera vez en 1871, en los matadero de Chicago.
Otro punto fuerte del temario, la idea de la confederación de trabajadores de ir a la huelga general para evitar la guerra entre obreros en 1914. Como se sabe, entre la idea nacional y la de clase, venció estrepitosamente la primera, recordando momentos mucho más cercanos en los que hemos visto que apenas si se discutía al hecho nacional la prioridad ante los factibles avances sociales…
No obstante, no dejó de haber huelgas importantes durante el conflicto, como explica el documental, que acaba este episodio hablando de la revolución rusa y otras revoluciones o intentos de la misma, hasta la llegada de los nazis, que nos llevan a esa terrible, con un solo punto reconfortante, imagen.


 

sábado, 21 de agosto de 2021

Europa: historia de la clase obrera. Les temps des barricades

El blusón de señor del crío, los pantalones de obrero del señor.

“Les temps des barricades”, su segundo capítulo, no disminuye para nada la buenísima impresión de la serie de cuatro capítulos “Europa: historia de la clase obrera” (Stan Neumann, 2020; en Movistar).
Una primera sorpresa me la llevo al conocer que Bélgica, siguiendo el ejemplo de Inglaterra con la instalación de enormes fábricas, se convirtió a inicios del siglo XIX en la segunda potencia económica mundial.
Ante la proliferación de esas enormes fábricas, donde el obrero no era sino una ínfima pieza, empezaron a surgir -cuenta el documental- las grandes utopías: Fourier, Cabet, Proudhom, Blanqui. Luego, Saint-Simon, aún un señor de buena posición social dictaminando sobre el mundo del trabajo.
Durante las revoluciones -sigue contando- todo se mezcla. En el cuadro de Delacroix de la Libertad guiando al pueblo, representando el asalto de las Tullerías de 1830, el chico de la derecha lleva un blusón de señor, mientras que el señor del rifle de la izquierda luce pantalones de obrero.
En 1845 o 1848 se producen revoluciones sin la más mínima organización y eso se paga con un sangriento aplastamiento inmediato. Con la historia aprendida, la Comuna de Paris fue un dechado de organización, manteniendo la ciudad bajo su poder el tiempo suficiente para legislar sobre cantidad de cosas… que no pudieron llevarse a la práctica. La represión fue enorme, pero el ejemplo quedó ahí y marcó todo el futuro de los movimientos sociales.
El documental explica luego otras revueltas, la aparición del marxismo, de la socialdemocracia, de la clasificación del lumpen-proletariado… Pero -y ese es un punto a su favor, que hace más emocionante su seguimiento- no se olvida de las canciones -Le temps des cerises, mas no únicamente esa-, de los nombres que ponían a sus hijos los revolucionarios italianos -como ese bellísimo Pensiero-, la aparición de las cooperativas obreras…
Lo ya dicho tras ver su primer capítulo: una serie magnífica, que desde luego yo recomendaría seguir encarecidamente…


La primera barricada obrera fotografiada.