lunes, 31 de enero de 2022

Aniki-Bobó


La etiqueta del precinto del DVD decía diciembre 2009. Eso puede explicar que lo desastre que soy en cuanto a saber lo que tengo y no de cine no viene de la época de los ficheros. Ahí perdido, esperando ser visto…
No importa mucho que los actores de “Aniki-Bobó” (Manoel de Oliveira, 1942), todos no profesionales y la mayoría niños, sobreactúen, ni que la historia que narra, con la rivalidad de dos críos compañeros de clase por el cariño de la niña Teresinha, sea de lo más edulcorada.
Lo fundamental es que las correrías de los niños no están rodadas en su mayoría en decorados, en estudio, sino en exteriores, en las calles y lugares de Oporto, pese a estar hecha en una fecha tan temprana. Siempre con la presencia central del Duero, en cuyas aguas sucísimas, con todo de cuerpos extraños, nadan, por cierto, los niños.
Manoel de Oliveira quiso añadir, pues, una ficción a su inicial “Douro, faina fluvial” sobre Oporto.



 

sábado, 29 de enero de 2022

El perro que no calla



El perro, muy simpático, me ha parecido lo más atractivo de la sesión, pero a eso de los veinte minutos desaparece y su ausencia pesa en todo el resto de la película. Aparecen otros, pero resultan pálidos reflejos del primero, tan buena gente.
Este “El perro que no calla” (Ana Katz, 2021; en Mubi) narra la deriva de Sebastián, su dueño, a través de los trabajos que le van saliendo y alguna que otra circunstancia de su acomodaticia vida.
La verdad es que tras verla aún no sé si es lo que por aquí llamamos una poca soltada (algo así como una continua insensatez) o bien un reflejo fiel de nuestra capacidad de aguante ante todo tipo de circunstancias adversas, por mucho desconcierto que causen.





 

Orders to kill

El protagonista, su cara iluminada, inicialmente sin sombra alguna que se oscurezca la mirada, oye que misión le proponen.

Lillian Gish como su madre. Siempre es un placer verla aunque se trate de un cortísimo papel…

En Netflix hay ahora dos películas de Anthony Asquith. Una es la también buena “The Winslow boy”, basada en una obra de Terence Rattingan. La otra, esta “Orders to kill” (1958), que acabo de ver. Las dos son, éstas sí, totalmente “british”.
Como el título de la película resulta extremadamente explícito, creo que puedo hablar de su argumento sin excesivas preocupaciones: a un joven soldado norteamericano (con madre interpretada por Lillian Gish) le encomiendan una difícil misión, a cumplir en el Paris ocupado por los alemanes.
Anthony Asquith compone una intriga, con aislados toques de humor, de lo más sólida, de esas en las que se ve venir la tensión, que aumenta enormemente cuando el protagonista llega a la capital francesa, a la que vemos en varios exteriores ofreciendo un ambiente del Paris ocupado muy plausible (de hecho, ciertos planos, bien integrados en el resto, deben haberse obtenido de alguna grabación de la época).
He seguido la trama preguntándome cómo iban a resolver el dilema moral que, desde el primer momento, sabes que va a plantearse. Que en 1958, fecha de su producción, ya hubieran pasado unos cuantos años del fin de la guerra, entiendo que posibilita que salgan bastante airosos en su resolución.
Ya por su inicio, cuando oyes decir que no es lo mismo matar a distancia (desde un bombardero, como en las guerras actuales apretando un botón viendo una pantallita) que hacerlo con las manos, te asombras de que se planteasen estos temas tan vivos en la actualidad.
Como vi ayer ya en uno de sus primeros films, detecto que Asquith, además de esa notoria solidez que imprimía a sus películas, sabía muy bien actuar con elementos de puesta en escena como las sombras, utilizándolas de forma discreta pero definitiva. Un ejemplo, ya por el final: cuando el protagonista se decide a actuar, da un paso adelante que hace que la oscuridad le cubra por completo su rostro. Luego ya se trata únicamente de sombras que le cruzan, tapándole los ojos pero alternándose con la luz en ellos. Alea jacta est.


Entierro previo a la misión a realizar en Inglaterra, a las órdenes de oficiales británicos.


 

viernes, 28 de enero de 2022

Shooting stars

El -engañoso- plano inicial del film.

…que se descubre dentro de un plató de rodaje.

El plató de la superficie superior.

Atraído por los elogiosos comentarios leídos en un grupo que parece no querer perderse ningún rincón de lo que pueda figurar en la historia del cine, vi anoche “Shooting stars” (Anthony Asquith y A. V. Bramble, 1929; en Filmin).
Primero hablemos de su autoría. En la copia vista solo aparece el nombre de Bramble como realizador, mientras que por todos lados se habla de co-dirección. Todo apunta a que tuvieron que proteger al novel (Asquith) con el nombre de un veterano (Bramble).
Se considera, en cualquier caso, obra fundamentalmente de Asquith, si bien no tiene nada de esas sólidas estructuras teatrales con las que se hizo famoso poco después. Por el contrario, se trata de una obra de amplios rasgos cinematográficos, que además es uno de esos atractivos casos de “cine dentro del cine”, porque sus personajes representan a actores que ruedan en exteriores y en un estudio, donde se producen dos películas al unísono, aprovechando que estamos aún en la época del cine silente.
En una amplia nave de un estudio se rueda, pues, en un piso una pieza cómica, mientras que en otro tiene lugar el rodaje de un western.
Se produce un hecho curioso. Hay dos niveles concéntricos formalmente muy diferentes. Las escenas que se graban en el supuesto rodaje de la ficción son muestra de un cine muy primitivo dentro de lo que es el lenguaje cinematográfico, no presenta ningún recurso visual destacable, en lo que debe ser una mirada bastante burlona al tipo de cine mayoritario. Por el contrario, al ampliar el círculo de atención, atendiendo al equipo técnico y eventuales espectadores de los rodajes, nos encontramos con cuadros espectaculares, vestuarios que retratan esa dinámica y osada época del charlestón, ángulos de filmación sorprendentes, y algún elemento de puesta en escena bien curioso.
Entre estos últimos, no me resisto a recordar por aquí dos o tres de ellos:
En uno, como aviso premonitorio de lo que le va a pasar, el marido contempla un libro de autógrafos, en el que ha debido estampar su firma en la página de la derecha, dado que no le cabía en la de la izquierda, totalmente ocupada por las firmas de su mujer… y un tercer actor.
En otro, el marido efectúa una aproximación hacia su mujer en tres tiempos, cada uno de ellos retomando un poco del anterior, como si algo retuviera sus pasos.
Y, en un tercero, el marido sale de la completa oscuridad para afrontar a la pareja adúltera.
Una película sumamente curiosa, que incita a seguir buscando.


Ángulos inusitados en cuanto nos situamos en el círculo exterior a la de la ficción rodada.

Y puesta en escena sofisticada frente a la frontalidad de los planos rodados.

 

jueves, 27 de enero de 2022

Dernier amour


Vi el primer largometraje de Benoit Jacquot, “L’assessin musicien”, en la Filmoteca, un año después de su pase en la Semana de la Crítica de Cannes 75. Me entusiasmó, pero José Luis Guarner, en sus mini-reseñas de lo visto en el festival, la ridiculizaba como obra de un jovencito que había asimilado mal a Bresson, a quien intentaba emular.
44 años después, el que fue ayudante y joven amigo de Marguerite Duras, con una obra larga a sus espaldas, hace, ya sin el más mínimo referente bressoniano, este “Dernier amour” (“Casanova, su último amor”, 2019) que, como casi todas las demás suyas (incluidas las para mí también más que interesantes “Villa Amalia” y “3 corazones”), parece no haber dado en nuestro país con su público, como demostraría que, por ejemplo, las puntuaciones de Filmaffinity le otorgan un suspenso.
Sin embargo, lo he pasado muy bien viendo este brillante juego de seducción, no necesariamente en la dirección previsible.
De Casanova ya madurillo hace Vincent Lindon, en la ficción en una estancia suya en Londres, con una escapada a Croydon, a una hora de peligroso camino desde la capital. Una anécdota: representando Lindon a un personaje que apenas sabe alguna palabra de inglés, figura que sale de apuros entendiéndose en una lengua entonces de cultura como el francés. Me ha divertido ver que, cuando se encuentra con una italiana, para no pasar por el mal trago de mostrarnos a Lindon hablando italiano, su personaje dice que “Desde que Venecia me repudió, sólo hablo francés”



 

miércoles, 26 de enero de 2022

La biografía de Chabrol


Ya acabé la cacho-biografía sobre Claude Chabrol que ha hecho Antoine de Baecque (Stock, 2021).
No creo que haya mucha gente que se lo haya leído de pe a pa, como he hecho yo. Desde luego he aprendido mucho sobre la personalidad del realizador y su forma de preparar sus películas. Toda su parte inicial, sobre sus orígenes y actividades (muchas de completo descerebrado) previas a entrar en su ritmo incansable de hacer cine, las he disfrutado mucho. Pero dado su principal contenido, en el que se va hablando de cómo surgió, con quien hizo, que argumento tiene, qué repercusión de crítica y público tuvo todos y cada uno de sus alrededor de sesenta largometrajes, por muy apoyado que esté por declaraciones efectuadas por unos u otros, y por algunas excursiones a sus otras andanzas, se llega a hacer pesado leerlo como quien lee una novela.
Su principal cometido es, me parece a mí, tenerlo como obra de consulta. Igual que es provechoso hacer con el libro de entrevistas de Truffaut a Hitchcock tras haber visto un film del genio americano, para leer qué cuentan de él y enriquecer aún más la visión efectuada, conviene acudir al de Baecque (que incluye lo fundamental de todos los otros libros de o sobre Chabrol que había leído) después de haber dado cuenta a un Chabrol que nos haya resultado.
Es, en cualquier caso, curiosa la proximidad que se alcanza con el personaje tras seguir una biografía de largo alcance como ésta. Hasta creo que me ha afectado bastante ver cómo, en sus últimas páginas, lo venció y se lo llevó la muerte.


 

martes, 25 de enero de 2022

Le cheval d’orgueil


Cuando vi por vez primera “Le cheval d’orgueil” (1980), una de las películas de Claude Chabrol que se apartan de sus habituales historias para adentrarse en un retrato casi etnográfico de la Bretaña de principios del siglo XX, me quedé con la convicción de que esas eran sus raíces familiares.
Ahora, sacado del error, me sigo preguntando qué fue lo que condujo a Chabrol a salirse de sus terrenos y proponer -porque partió de él la iniciativa- rodar esa novela sobre recuerdos bretones de infancia, que se ve había tenido un éxito enorme en Francia.
Obtuvo un sonoro fracaso crítico. Se reían del demasiado impecable vestuario y lo limpios que salían los campesinos bretones en ellas (algo hay de ello) o de la cantidad de cofias que lucían (pero hasta yo llegue a ver, y a finales de los 70, a las mujeres ataviadas con ellas…), pero sobre todo le acusaron de haber hecho hablar a sus actores en francés y no en bretón. No funcionó muy bien por la región parisina, pero curiosamente arrasó en Bretaña.
A mí, ahora, me ha hecho pensar, en ciertos momentos, si no estaría viendo una película de Pialat.




 

lunes, 24 de enero de 2022

მოთვინიერება


Me ha costado un montón encontrar el título original, en alfabeto georgiano, de la película de Salomé Jashi de 2021 que acabo de ver, pero el esfuerzo ha valido la pena.
En Mubi, donde la he visto, le llaman “Motvinereba”. Por internet aparece, con esta reciente costumbre de ponerlo todo en inglés, como “Taming the garden”. Finalmente, una de las referencias de este último título le asigna “მოთვინიერება”, que puesto en el traductor al español de Google ofrece un plausible “Mansedumbre”.
Seguro que todos han oído hablar de la película, porque su cartel llama muchísimo la atención: ¿qué hace ese enorme árbol en medio del mar? La respuesta la da laboriosamente la película, para que el espectador se vaya haciendo cuenta cabal de lo que se ha llegado a hacer, pero también de forma directa las sinopsis con las que se presenta. Bidzina Ivanishvili, “empresario” que se hizo millonario en Rusia en los años 90 y fue primer ministro de Georgia de octubre 2012 a noviembre 2013, compró cantidad de árboles centenarios de sus paisanos, que arrancó y transplantó uno a uno por el Mar Muerto hasta sus propiedades, donde se formó un enorme y frondoso parque para su placer.
Salomé Jashi sólo coloca su cámara siguiendo callada toda la operación, sin ningún comentario ni requiebro. Todo lo más el micrófono de su cámara capta también algún comentario de algún propietario original de alguno de los árboles o de sus vecinos. Ha debido gozar del permiso del millonario, pero es que a estas alturas soy capaz de verlo orgulloso de su gesta, ufano a más no poder de darse a conocer de ese modo.
La moraleja a extraer de la película es múltiple. Evidentemente cae por este mundo de desigualdades económicas cada vez más demenciales, sobre el poder del dinero, sobre los abusos de los poderosos, pero también, y ahí me encuentro el título original del film, sobre la mansedumbre de muchos. Entre los que me incluyo, claro.



En el escrito que hizo Miguel Martín sobre la película hablaba de esta escena que capta despedida de uno de los árboles por parte de los vecinos, muy acertadamente, de cortejo funebre.

 

domingo, 23 de enero de 2022

Tras os montes


Entre brumas acaba “Tras os montes” (Antonio Reis y Margarida Cordeiro, 1975) ayer en el Xcèntric y entre brumas guardaba yo la fascinación que me había producido la contemplación de la película en una sesión de la Filmoteca de la calle Mercaders en 1978, confirmando la existencia de un cine portugués abierto a otros caminos… que han acabado por frecuentarse.
Su primer plano presenta una panorámica de todo un extenso territorio (la región portuguesa que da nombre a la película, la más pobre de todo el país, anclada entonces y quizás ahora en un pasado que se deshace y no se renueva) mientras en la banda sonora se oyen los ruidos que luego vemos emite un rapaz para dirigir su rebaño. La textura que ofrecían las cámaras de 16mm y el aviso de que el sonido iba a tener un papel primordial, todo en uno. A continuación, un plano de unas rocas muestran unas pinturas rupestres: la historia del lugar se pierde en la noche de los tiempos, en una película en la que los tiempos son bien especiales, alternando, en total continuidad, verano e invierno, pasado y presente.
Leyendas contadas alrededor del fuego recibidas como los ojos y oídos bien abiertos por los niños, el descubrimiento de los objetos de una casa largo tiempo cerrada,… todo conduce a poblar de mundos que combinan aspereza y hechizo.
En 1978 Martí Rom y yo llevábamos la sección de “Filmoteca” en una revista de cine que se publicaba por aquellos años, Cinema 2002, siempre buscando dar con todo aquel cine que, por motivos políticos, formales o de cualquier tipo, se escapaba de los circuitos comerciales. Personalmente este “Tras os montes” me deslumbró. El otro día di con el escrito que hice para la publicación y, supongo que teniendo aún muy fresca esa rara avis que también fue “El espíritu de la colmena”, comentaba en él ciertas concomitancias que había visto entre las dos. Pensé que eran recursos de quien dispone de poco para comparar, pero vista ayer de nuevo no encuentro del todo errada la relación. Ahí está ese tren como único nexo de comunicación con el exterior de ese mundo cerrado, ahí están los ausentes, ahí está ese plano de escritura junto a la ventana, ahí está ese mensajero que, como el pregonero de la película de Érice, se anuncia con su turuta.
Exploración a fondo de esa zona y con ella de sus gentes y su penosa situación, la vi con sorpresa debido a la parsimonia de sus secuencias, a la que no estaba acostumbrado. Ahora, pasado el tiempo, sobre todo en su primera parte, hasta me he sorprendido de la velocidad a la que se suceden los acontecimientos, del dinamismo de sus cambios de plano y de ciertas escenas que recuerdan en cierto modo el cine mudo.
De recordar, recordaba únicamente dos secuencias, aunque las mezclaba en la memoria. Una, esa referencia a Alemania y España, allá al otro lado de las montañas. Otra, la imagen que cuelgo, de esa niña despidiendo a su padre, la sombra alargada de última hora de la tarde. Ya entonces veía muy justificada la prolongación del plano en el tiempo. Ahora hasta casi me ha resultado fugaz.


 

Ya hay web de Llorenç Soler


Hasta el momento, quien quisiera ver alguna película de las alrededor de un centenar que ha hecho Llorenç Soler, lo tenia bastante chungo. Tanto es así que unas cuantas de sus películas, que pueden ser consideradas imprescindibles para conocer de primera mano de ciertos temas (el barraquismo, el mundo gitano, las primeras elecciones políticas,…) permanecen sólo conocidas por un pequeño sector de la población. No sólo eso: a ver quién encontraba imágenes en condiciones de Soler y/o de sus películas. Por la red apenas había tres o cuatro, de pésima calidad.
Todo esto, por suerte, empieza ahora mismo a resolverse satisfactoriamente. Tras un laborioso proceso, la coordinación entre la Universidad de Valencia y la Filmoteca de aquí, donde están depositadas todas sus películas, ha permitido llegar a una primera versión de web oficial sobre Llorenç Soler. Además de información contrastada sobre sus actividades, en ella se irán colgando poco a poco, a medida que se vayan restaurando, todas sus películas. Ahora ya hay unas cuantas.
Aquí está el enlace a la página web:
De las películas por el momento visibles recomiendo un par de sus primeros y más conocidos largometrajes, que retratan como ninguno el mundo de los barrios de aluvión de Barcelona y la potente inmigración de los años 60, contrastándolos con la ciudad burguesa: “52 domingos” y “Largo viaje hacia la ira”.


 

Lullaby to my father

Amos Gitai, presentado por Esteve Riambau.

La que debe representar ser su madre a punto de sentir los primeros avisos del parto. Lo que no me quedo muy claro es qué representaban las imágenes que se intercalaban, de unos niños y un viento con una carreta. Podrían ser imágenes del futuro niño, pero parecían escenas paralelas.

Uno de los dos paneles que forma a través de documentación sobre su padre a la que llegó gracias al “pasaporte” que -comentó- le suministra su cámara.

Un esfuerzo formal evidente en sus encuadres.



La sala central de la Bauhaus de Dessau.

“Suelo construir mis films alrededor de un gran agujero, de una ausencia”. Así explicó Amos Gitai ayer en la Filmoteca ciertas cosas de su “Lullaby to my father” (2011).
Es esa una película difícil, que mezcla documentación varia (depositada muy suavemente y dejada ir en seguida, como si se tratase de una ligera pluma llevada por el viento), alguna ficción teatral bastante grotesca o cinematográfica sobre la vida de su padre, lecturas de textos efectuadas por grandes actrices y, sobre todo, una concentrada y muy aclaratoria explicación y defensa, en voces e imágenes, sobre lo que se proponía y fue la Bauhaus.
Canción de cuna entonada para su padre muchos años después de su fallecimiento. Munio Gitai Weinraub fue uno de los arquitectos que más hizo por la arquitectura moderna en Israel, a donde fue en 1938, antes pues que se formara el mismo Estado Israelí. Pero, curiosamente, tras unas algo confusas alegorías de su nacimiento y varias secuencias sobre su contacto con la Bauhaus y persecución por los nazis, la película se acaba sin que su hijo Amos entre a fondo en su trabajo -en los Kibutz y después- en Israel. Uno de los agujeros de los que habló, muy diferente de la propia ausencia de su padre.
Si la película no acabó de convencerme en varios de sus momentos, el coloquio posterior me pareció de gran interés.
Amos Gitai, semblante serio, rostro impenetrable, es además de cineasta y escritor, arquitecto. Inició la sesión señalando que la mejor presentación para la misma habían sido sus visitas a la exposición “Gaudí” del MNAC y al pabellón de Mies van der Rohe, con el que tuvo relación -descubrió documentos durante la preparación de la película que lo confirmaban- su padre.
Sus opiniones sobre la arquitectura tras la Bauhaus y la actual fueron contundentes. Un par de ejemplos:
-“Se siguen haciendo casas con cajas rectangulares, pero con la diferencia de que para ganar más, no pensadas para vivir en ellas”.
-“Los famosos arquitectos actuales solo miran la forma y no su utilidad. En 1920 hubo en Alemania un encuentro en el que todos los grandes arquitectos del momento (Le Corbusier, Mies van del Rohe,…) trataron únicamente de ver cómo construir viviendas de 70 metros cuadrados. Hoy eso sería imposible”.
Hizo más declaraciones de interés. A una pregunta de una espectadora de origen alemán, que le preguntó cómo sentía su padre, después de la persecución sufrida, sus raíces alemanas, explicó que los nazis no sólo habían construido el mecanismo más atroz para la liquidación masiva de personas, sino también la enorme cultura alemana previa a su llegada.
A la pregunta sobre cómo hace sus films, contestó que lleva a cabo las fases tradicionales: investigación (para conocer bien el contexto), escritura del guión, rodaje y montaje, pero que en cada una de esas fases no se sentía obligado a respetar por completo lo efectuado en la fase anterior. Ligado con esto entró en un panegírico sobre la libertad de actuación, contra la ejecución fiel, con reproducción casi automática, de las cosas, señalando que eso de ejecutar fielmente, en arquitectura una ejecución por ordenador, es lo que hace que hoy en día sea imposible el espíritu Bauhaus.
Por el final emitió una frase que me retrotrajo a los años de mi juventud, con sus polémicas: No se pueden hacer films progresistas con formas reaccionarias.


Un testimonio sobre Numio Weinroub dado por el hijo de un colega suyo en la Bauhaus.

La grotesca representación de un juicio bufo que los nazis montaron a su padre.

Intervenciones al violín. Hay dos o tres en el film.


Jean Moreau leyendo una carta de la madre de Amos Gitai.

 

sábado, 22 de enero de 2022

Vive le tour!

Vive le Tour!

Otros espectadores de una etapa en Vive le Tour!

La caravana publicitaria en Vive le Tour!

En el verano de 1965 una etapa del Tour de Francia, saliendo de Francia, acabó en Barcelona. Saliendo de Aix-les-Termes, los ciclistas subieron el Puimorens, cruzaron la frontera por Bourg Madame, subieron la Collada de Tossa pasando un calor endiablado que les hizo pararse en las fuentes que encontraban por el camino y siempre en persecución de un Pérez Francés que se había escapado en solitario en el kilómetro 14, llegaron a la meta, situada en Montjuic, donde a Perez Francés le esperaba su mujer y a todos una tribuna “muy oficial”.
De todo eso ni me enteré, pero mis padres nos llevaron a verlos pasar desde una cuneta de la N-152, cerca de Tona. Recuerdo una espera pasadísima, la emoción de la caravana publicitaria previa, para ver qué tiraban a los espectadores, el paso de Perez Francés -aunque no supimos quién era- y luego todo el pelotón, como un emborronado de colores, que nos pareció iban de paseo.
Lo de la caravana publicitaria era, sin duda, lo más llamativo, aunque luego comparábamos lo recogido con los paquetes de chiclé y otras cosas que habíamos recogido años antes en la playa de L’Escala lanzados desde avionetas y no había color.
La expectación popular -monjas y todo tipo de clero incluido- y la caravana publicitaria es también lo que más me ha atraído del cortometraje “Vive le Tour” que Louis Malle hizo del de 1962, aún con los míticos Anquetil, Poulidor y Bahamontes, y ha sido el que, vuelto a ver esta mañana, me ha traído el recuerdo.
He encontrado este reportaje de la INA sobre la etapa del de 1965:
Y aquí una copia de “Vive le tour!” (Louis Malle, 1962), que hasta el viernes también puede verse vía Le Cinéma Club:


Pérez Francés refrescándose en la Plana de Vic durante la 11 etapa del Tour de 1965

La desordenada y multitudinaria llegada de los corredores a Montjuic.

La “tribuna muy oficial” que los espera.



 

Danzas macabras esqueletos y otras fantasías

La conversación -más bien la disertación y la atenta escucha- que abre la película.

No sé qué tiene esta mujer que todas las películas que hasta ahora había visto de Rita Azevedo Gomes me habían interesado sin reservas. Ahora esta “Danzas macabras, esqueletos y otras fantasías” (2019), que ahora mismo puede verse en Filmin, no contradice, en absoluto, lo anterior.
Planteada como una larga conversación con Jean-Louis Schefer, casi un monólogo suyo, los temas de los que habla van desde desentrañar los misterios de las danzas de la muerte que se conservan por Europa hasta ver qué nos cuenta el arte rupestre del Valle del Coa, pasando por una visita comentada a alguna pieza (Las tentaciones de San Antonio de Bosco, Patinir y Durero) del Museo das Janelas Verdes de Lisboa.
Rita Azevedo Gomes capta estas atentas conversaciones en unos lugares tan bellos que no hacen sino ampliar la sensación de bienestar y satisfacción ante lo que se va oyendo.
Schefer, que se revela un tío por supuesto de lo más interesante y que se define como analista de la pintura por vía de las emociones que le provoca, se descubre en algún momento también un pelo arrogante, pagado de sí mismo y algo despreciativo, dejando por los suelos a los visitantes de museos, a sus gestores o, por ejemplo, a Werner Herzog, a quien deja como idiota.
No sé qué me sugerirá en el futuro si vuelvo a ella, pero hoy por hoy la película me ha parecido una auténtica maravilla.


En la casa frente al mar.

Sobre la entrega de aguas del Coa al Miño.


 

viernes, 21 de enero de 2022

Borrachera de poder


Pues me ha atraído mucho más “Borrachera de poder”, uno de los últimos films de Claude Chabrol (2006), que cuando se estrenó.
Centrada en el papel -ingente- de Isabelle Huppert, interpretando a una juez de instrucción que se siente capacitada para reventar todos los asuntos de corruptelas del poder, al tiempo que fracasa estrepitosamente en su vida privada, muestra en varias direcciones la habilidad de Chabrol.
Primero en la caracterización de los personajes, cuestión que empieza por la elección de actores, sigue por escoger los escenarios por los que se mueven (aquí los diferentes despachos y casas, que hablan tanto del carácter e historia de los personajes, así como La Santé, de donde salen alguno de ellos más despistados que de un hospital) y se acaba de pulir con el trabajo de los decoradores y responsables de vestuario, todos del equipo habitual del realizador.
Acostumbrado a revisar desde hace un tiempo sus diferentes películas, me he fijado especialmente en varios pequeños detalles: una transición por corte de un diálogo en que se habla de las pirañas a un acuario (un elemento muy habitual en los films de Chabrol) ante el que trabaja la juez interpretada por Isabelle Huppert, el corte de una potente cantante de ópera en acción en medio de una conversación, la alusión al gusto de Huppert por el chocolate que seguro es un guiño a su papel anterior con Chabrol y un mínimo detalle de puesta en escena que me guardo para un próximo Ombres Mestres.
Tras ver la película he hecho otro tanto con un extra del DVD, en el que se habla un poco del caso de corrupción real (de la potente Elf) en el que se basó Chabrol para elaborar su guión y luego he leído el trozo del libro de De Baecque que habla de la película. Gracias a éste he sabido que la transferencia de datos es total.
Por un lado Chabrol se ha divertido, como suele tener por costumbre, en la asignación de nombres de sus personajes (La juez, en vez de llamarse, como en la vida real, Joly -hermosa-, se llama Charmant -encantadora-; un personaje se llama Holeo, recordando sin duda -comenta De Baecque- al oleoducto del affaire; el personaje inspirado en el político Roland Dumas lo interpreta el actor Roger Dumas y, para dar nombre a la compañía sacada de la ELF, se entretiene sumando una letra a cada una de la palabra: FMG.
Por otro lado, he visto que también Chabrol trató de suavizar ciertos acontecimientos que incidieron en la vida de la juez, de la que sin embargo retrata y sigue su historia personal como mujer de origen humilde que se casa con un hombre de familia adinerada, al que desconcierta y casi anula con su ansiedad de poder. No obstante, eso no le sirvió para contentar a la juez auténtica, que escribió un artículo en Le Monde durísimo contra la película y amenazó con ponerle un pleito y todo.