viernes, 30 de junio de 2023

Male and female

Todos al servicio de Lady Mary (Glòria Swansonj.

Quien toma su baño matutino, que finaliza con ducha de esencia de rosas.

Acostumbrado a leer los resultados homicidas de los rodajes colosales de Cecil B. De Mille, en los que se cargaba a un buen número de extras, acudí ayer a la Filmoteca con la curiosidad de ver cómo se desenvolvía con esa tendencia en un formato más pequeño, como es el de la comedia.
Aparentemente en “Male and female” (1919, guión de su amante Jeanie MacPherson a partir de una novela del J. M. Barrie de “Peter Pan”) no se cargó a ninguno, pese a contar el naufragio del yate de los aristócratas, que llegan a una isla de los mares del sur que está a punto de trastocar sus eternos rasgos distintivos de clase con respecto a los criados, y pese a hacer aparecer cuando menos te lo esperas un sueño ambientado -lo que tira la costumbre…- en decorados babilónicos, con sacrificios en circo de leones incluidos.
Por lo demás, la película pasa más o menos agradablemente, con personajes divertidos (ahí está el viejo lord -Theodore Roberts- para demostrarlo), unos intertítulos quizás demasiado prolijos y decididamente mal traducidos en origen (NYC) y con una música compuesta por Jorge Gil Zulueta a partir -según nos comentó- del “Vals del arlequín”, “Muñeca quiero ser” de José Padilla y partituras norteamericanas que se utilizaban en el cine de la época. La interpretó al piano en directo y sonó estupendamente.
Apunté dos cosas en el papelito que suelo llevar con este objetivo: la presentación de personajes siguiendo la mirada del pequeño criado por el ojo de la cerradura de las habitaciones de sus patrones (aunque Lubitsch la hubiera filmado mejor y le hubiera sacado mucho más partido) y una frase de un diálogo en la isla, entre los náufragos:
-“¡Qué democráticos os estáis volviendo los sirvientes!”

Desconcierto de la patronal en la isla.

Nada de baño matutino.

Parte de la larga ensoñación babilónica.
 

jueves, 29 de junio de 2023

Conversaciones con Claire Atherton

Una de las dos traductoras mediante la lengua de signos, Claire Atherton al micrófono, Diana Toucedo y Cristina Gómez, en el teatrito del auditorio de la SGAE.

Una sesión muy interesante que dio Nuria Esquerra, la visión de “¿Dónde yace tu sonrisa escondida?” y haber curioseado ante una mesa de montaje o un ordenador de edición donde trabajaban unos pocos amigos. Hasta el miércoles ese era todo mi bagaje sobre el tema del montaje/edición. Ahora puedo sumar lo oído, escuchado atentamente, de Claire Atherton en la sede del SGAE en Barcelona.
Se trataba de “Conversaciones con Claire Atherton”, organizado en el ámbito de “Acció Dones Visuals. Dies d’Industria 2023” (largo y curioso nombre…).
Tras el bochornoso calor que supuso la espera en la planta baja de la antigua casa señorial del Paseo Colón, pasamos a su auditorio con teatrito de la planta principal, que rápidamente se llenó de un público ávido (¡quien lo hubiera pronosticado, hace unos años!), en un abrumador porcentaje femenino.
Prevengo de tres inconvenientes que limitaron mi capacidad para transcribir aquí fidedignas impresiones de lo que por ahí se pudo seguir.
1/ Me hice el valiente y no pedí el aparatito para la traducción simultánea. La sesión se desarrolló en inglés, un idioma que no domino en absoluto y que también ocasionó alguna dificultad a Claire Atherton, quien mostró repetidamente su disgusto por no encontrar en ese idioma, que no era el suyo, la forma de expresar ciertas cosas. Por otra parte, habilitaron en la sala una cabina para alojar al traductor (o traductores: no sé si se fueron relevando) simultaneo(s), pero ésta dejaba escapar todos sus sonidos. Yo diría que sus traducciones se oían -como un rumor y a destiempo- más fuera que en los auriculares de los que habían solicitado el servicio.
2/Más sobre traducciones. Si hubo alguien entre el público que realmente agradeció este otro servicio, me callo, pero me dio la impresión que, como mínimo en la sala, ningún asistente precisaba del equipo de dos chicas conocedoras del inglés y de la lengua de señas -no sé si británica o catalana- que fueron relevándose cada poco rato. De ser eso cierto, su presencia ahí, que entonces sólo tendría un sentido propagandístico, no hacía sino provocar distracciones respecto a lo fundamental.
3/ El acto se prolongó en el tiempo y pasados 100 minutos de su hora anunciada de inicio me tuve que ausentar.
¿Qué registré -bien o mal, eso es lo que me llegó- sobre las explicaciones que hizo Claire Atherton sobre su trabajo? Falto de vocabulario español adecuado, hablaré -como hizo ella- de los “rushes” de pelicula registrada como materia primera de su trabajo.
-Hay que acceder a los rushes con espíritu muy despierto y abierto, a ver qué pasa.
-Evitar la ansiedad.
-No se tiene por qué entender las imágenes, pero hay que estar abierto a ellas, abrazarlas.
-Se debe, de alguna manera, identificar los rushes, dotándolos de palabras -también pueden servir colores- para ello, pero hay que ir con sumo cuidado con las palabras que se utilicen, pues éstas pueden barrar el paso a significados.
-Siempre escribe a mano, en un papel, las sensaciones que le causan las imágenes, nunca en ordenador, porque el ordenador lo iguala todo.
-Entrando en el campo del director, señaló también la necesidad de que esté abierto a lo que pueda suceder, no llevarlo todo totalmente planificado. No todo ha de ser como un Plan Largo Plazo del Gobierno Chino, remachó.
-Le gusta que las imágenes sean contempladas como una aparición, no como una descripción.
-No asemeja la edición, el montaje, a la escritura. La ve más cercana a la escultura, a la composición.
-No existen reglas. Es todo más cuestión de sentimientos.
-Una anécdota significativa. Un director de la FEMIS, la escuela donde daba clases, le hizo notar que siempre la veía en el patio, hablando con los alumnos, en vez de frente a la pantalla. “Hay muchas formas de descubrir el film, no solo haciendo “clic” ante la máquina”-le contestó.
Tuve tiempo después de seguir secuencias de unas películas de Chantal Akerman en cuyo montaje -como en casi todas desde un determinado momento- había colaborado ella y lo que, provocado por lo visto, explicó.
La primera secuencia correspondió a “Del otro lado” (2002), un documental sobre la perseverancia de los mejicanos -con la que se empatiza- para pasar la frontera de los Estados Unidos, pese a las dificultades naturales e impuestas para evitarlo. Lo más curioso es que escogieron, para una sesión sobre montaje- una secuencia compuesta en su mayor parte de un plano fijo -el más largo de la película- en el que se ven una serie de “mojados” en una mesa y uno de ellos hace de portavoz de todos los demás. Pero es verdad que el poner en la película un plano sostenido tan largo es una de las opciones del montaje y, como señaló ella misma, que la forma crea el sentido (como en el caso que mencionó de “Jeanne Dielman”) y que los planos que siguen a éste los espectadores los captan con una avidez muy superior a lo normal, dotándolos de un sentido superlativo. También señaló que tiene la impresión íntima que captar, en vez de únicamente la declaración de uno solo de ellos, muchas opiniones, podía convertir a la película en periodismo, y que el cine se dirige mas bien hacia los sentimientos.
Otra secuencia pasada correspondía a “Là -bas” (2006), la película que que presentó Chantal Akerman tras su estancia en Israel. En ella se ven diferentes planos de personas y terrazas que se veían desde el interior de su apartamento de Tel Avid, mientras ella iba reflexionando mediante su voz en off. Esta secuencia le sirvió a Claire Atherton para poner un ejemplo de lo que había dicho sobre los nombres que daba a los rushes de lo filmado que llegaban a sus manos: “Hombre que fuma”, “Terraza del hombre que fuma”, etc.
Valgan éstos como apuntes de mi última clase de montaje, para bien o para mal.

Là-bas

El auditorio de la SGAE durante la sesión. Al fondo puede verse la cantina incrustada en él, que me parece podrían ahorrarse sin que el ruido que provoca la traducción aumentase.
 

miércoles, 28 de junio de 2023

Les affinités electives

La unión de elementos original.

Un Chabrol desconocido, por mucho que sea para la televisión, no deja de ser un Chabrol, y ayer lo pasaban en la Filmoteca. Una oportunidad única, pues.
“Les affinités electives” (Claude Chabrol, 1982) es una adaptación, claro, de Goethe, y aunque lo haya dicho de ella el propio Chabrol, dista de ser una animalada. Su máximo pecado, que lo tiene, es haber constituido un casting internacional por mor de la producción compartida, con el consiguiente doblaje de los actores extranjeros, que no casa ni con tiros y hace de barrera.
Es una versión muy vestida (trajes de época, jardines, casona palaciega de campo localizada en Chequia) que cumple aquello de que, igual que en determinados procesos químicos ciertas materias se separan de los materiales con los que estaban unidos para abrazar otros con los que son afines, puede pasar otro tanto con las personas.
No se aprecia excesivamente a Chabrol, pero yo lo veo en ciertas anotaciones haciendo notar la distinción brutal entre clases (unos en trabajos asquerosos, bajo el sometimiento total de otros que se dedican a la especulación artística y amorosa), en esa escena en la que hacen el amor cada uno pensando como pareja a otra persona, cuyo recortable ven colgado en la pared y, en general, en la enorme ironía con la que se expresan ciertas fatalidades, que llegan hasta el final.
No es un Chabrol refinado, puede hacerse algo prolijo a juzgar por ciertas desesperaciones jocosas por su trama, pero no lo veo en absoluto despreciable, pues a mí entender completa y refina el mosaico chabroliano. ¡Y qué no habría deparado con un elenco de actores coherente, sin necesidad de doblaje!

Y una de las que se van formando posteriormente, por afinidades electivas.
 

martes, 27 de junio de 2023

1946. El largo proceso de Tokio

El anuncio de la emisión de Arte TV, con uno de sus protagonistas, el General Tojo.

Okawa, llegando en pijama al juicio.

Y Tojo, vestido y con sus gafas.

Ahora ya conocemos muchas imágenes del Proceso de Nuremberg, pero al menos yo no había retenido ninguna del proceso similar, acabada la guerra, contra los dirigentes japoneses.
En Arte Tv hay una serie documental que busca temas poco divulgados, o poco recordados, entre los archivos audiovisuales. Se llama “Misterios de Archivos” (222). Hay ahí de todo, pero uno de sus episodios está dedicado a este tema. Es “1946. El largo proceso de Tokio” (ver enlace abajo).
Gracias a él podemos ver alguna de las imágenes y oír alguno de los sonidos de ese juicio que, iniciado en 1946, duró la friolera de dos años y medio, así como saber su sentencia y en qué grado se cubrió posteriormente.
Y, también, aspectos en principio anecdóticos de interés, como esa palmada que Shumei Okawa, ultra nacionalista que con sus escritos inflamó a la población, arreó durante el juicio -al que se presentó en pijama- al general Tojo, acusándole de la rendición a los Estados Unidos.

El oficial de seguridad no puede evitar la palmada de Okawa en la cabeza de Tojo.


 

D’Est

Claire Atherton, ayer en el Instituto Francés.

Emplaza la cámara en un lugar donde no crees que suceda nada y empieza a pasar gente.

En este cruce, anunciado el carro previamente por el sonido, lo primero que se ve es un perro que precede al carro. Ahora ya ha salido de cuadro.

Aprovechando que Claire Atherton, montadora de Chantal Akerman, está por Barcelona, ayer el Instituto Francés dio la agradable sorpresa de invitarla a presentar “D’Est” (1993), producto de unos viajes que hizo con su cámara la cineasta para tantear el espíritu de los países del Este europeo poco después del hundimiento del comunismo.
Según Claire Atherton, fueron varios los viajes que entonces estableció Chantal Akerman, yendo hacia el Este, culminando en Rusia, pero están montados como un sólo viaje del final del verano al crudo invierno, de la luz a la oscuridad.
Tras los títulos de crédito ya aparece un encuadre de una gran belleza, que ejemplifica lo que puede verse por toda la primera parte del film. Se trata de la visión del exterior, a través de la ventana abierta. El plano siguiente justifica visualmente los sonidos que acompañaban al anterior: estamos en un café de carretera y, de tanto en tanto, pasa un coche.
Es admirable ver cómo solía saber emplazar la cámara en un lugar aparentemente anodino, sin movimiento, pero en el que rápidamente empieza a verse que se trata de un cruce neurálgico, por el que pasa intermitentemente todo tipo de gente, motorizada o no.
Este tipo de planos, muy medidos, vienen con otros intercalados en los que la cámara ofrece un frondoso árbol, sus hojas agitadas al viento vivificando la escena, u otros en los que un estudiado plano interior muestra a una mujer en su casa, sentada entre sus cosas. Éstos últimos frecuentarán toda la película.
Alcanzamos una ciudad -por los tranvías que aparecen yo apostaría por Praga- y entonces es la multitud caminando la que aparece registrada. Me pregunto cómo ha conseguido, con la cámara en medio de la acera, que la gente pase por su lado como si les pasase desapercibida.
Más adelante ya no es así. Las miradas y sonrisas, sobre todo de niños y ancianas, captadas ahora por una cámara subida a un coche, efectuando continuos travellings laterales, nos indican que han descubierto que están siendo filmados. La nieve y la oscuridad de la noche endurece algo la película, pero son sobre todo la voluntad de persistencia de los planos y el carácter repetitivo de éstos, los que ocasionan esa sensación.
Dijo Claire Atherton en su presentación que no hay una voluntad sociológica en la película, y puede que tenga razón, pese a escenas como la de esas mujeres alineadas junto a la fachada de un edificio, ofreciendo casa una de ellas alguna de sus modestas pertenencias a la venta. Que intenta captar de la gente de esos países no lo que nos separa, sino lo que une como seres humanos.


Uno de los planos fijos de interiores, generalmente de mujeres sentadas, silenciosas.

Llega la nieve y la oscuridad.

Y las colas, generalmente para esperar un transporte.


 

lunes, 26 de junio de 2023

Quelques jours avec moi

Una Sandrine Bonnaire cambiando de registro -ya podrá hacer luego “La ceremonia”- y un muy reflexivo y pasivo Daniel Auteuil ejercen de protagonistas. La reunión -totalmente inverosímil- de dos personajes de mundos antagónicos, esencia de la trama.

“Quelques jours avec moi” (1988), presentada ayer dentro del ciclo Claude Sautet de la Filmoteca, donde se volverá a pasar mañana martes, permanecía medio oculta en la filmografía de Sautet. Ya había dejado atrás sus muy sólidas películas con Romy Schneider y venía de un notorio bache artístico, en el que parecía dar palos de ciego, dirigiendo ésta justo antes de sus dos grandes películas finales, protagonizadas por la bellísima, aún no operada de labios, Emmanuelle Béart.
No sé si se estrenó en su día, pero al menos yo no la había visto nunca. Y diría que hay razones sobradas para verla, sobre todo vista desde hoy en día, sin películas de este calibre que echarse al gaznate.
Una primera razón que salta a la vista es la relación de grandísimos actores que la interpretan, como Daniel Auteuil, Sandrine Bonnaire, un jovencito Vincent Lindon, Danielle Darrieux o un inconmensurable Jean-Pierre Marielle. Pero yo apuntaría también a una música de Philippe Sarda que inicialmente dota de clima suspendido a la trama y sobre todo a que colaboró en el guión con Jacques Fieschi, a quien diría que se debe también una buena porción del éxito de “Un corazón en invierno” (1992) y “Nelly y el Sr. Arnaud” (1995).
Un veloz gesto con un sobre de dinero del médico director del establecimiento psiquiátrico, tras una conversación más bien dramática con la madre del personaje protagonista, ya avisa de los derroteros de comedia por la que puede dirigirse la película. Y hay, ciertamente, un giro hacia la comedia bastante disparatada que hace temer lo peor, después de haber planteado muy bien la trama en el mundo de las altas finanzas y las familias que las nutren y de haber dado indicios de dirigirse hacia la crítica de la vida provinciana -a lo Chabrol- con toques, algo groseros, de lucha de clases.
Un nuevo giro final abandona la comedia y entra en otros derroteros, tan inverosímiles como todo lo demás, pero ya sin la navegación por terrenos no dominados que ese paréntesis suponía.

El matrimonio de Limoges, él director del hipermercado local, un superlativo Jean-Pierre Marielle.
 

viernes, 23 de junio de 2023

Maria Fernanda la jerezana


Pues que estaba yo iniciando un trabajillo que me han encargado sobre “Vida en sombras” cuando doy con Fernando Méndez-Leite (Jr, desde luego) poniéndola en la primera división de la historia del cine español, junto a dos o tres películas…y, entre ellas, “Maria Fernanda, la jerezana” (Enrique Herreros, 1947). Y que se da el caso que a ésta no la había visto nunca, con lo que he tenido que poner remedio al lapsus.
Su carácter especial para degustadores cinematográficos puede confirmarse rápidamente, viendo todo ese juego de sombras y luces en la oscuridad que constituye su primera secuencia.
A continuación, la figura de un comisario narrador estructura la narración a partir de un flashback clásico. El film entra entonces en números de folclórica o cantaor (nada malos, por cierto) más acordes con lo que se esperaba de la época, o en un complejo y a la fin inocente desarrollo detectivesco, si bien de tanto en tanto siguen sorprendiendo secuencias muy sugerentes, como, entre otras, una aproximación de la cámara hasta un primerísimo plano de la cara de la actriz, a la sazón preocupada seriamente por su porvenir.
En YouTube se encuentra ésta copia, con algún problema de encuadre, pero que no impide ver que realmente estamos ante una película muy destacable:

 

miércoles, 21 de junio de 2023

Història i propòsits dels Cine Club Olot


Han estat encertats, em penso, en escollir aquesta preciosa coberta pel llibre. Va aparèixer ja l’any passat, peró ha estat ahir quan m’ha donat un exemplar la seva autora, Nèlida D. Ruiz de los Paños, que m’ha confessat que la seva primera opció era una imatge d’un film de Tarkovski -el seu més admirat cineasta-.
“Història i propòsits dels Cine Club Olot” (Ajuntament d’Olot, 2022) va enllestir-se ja fa uns mesos i presentar-se en societat el juny de 2021, a l’Arxiu d’Olot. Allà vaig ser-hi jo també, dient més o menys el que dic en el seu pròleg i, després, insistint a l’alcalde en la necessitat de que un llibre d’aquestes característiques s’edités, com feliçment finalment ha estat així.
I l’ha editat la mateixa Nèlida, amb disseny i maquetació -magnífics tots dos, com estila- de Jep Costa, el factotum actual del Cineclub Olot.
És el Cineclub Olot, sí, el protagonisme del laboriós treball de recerca de Nèlida, que s’ha documentat a base de bé, però ho és en realitat tot el recorregut del cinema a la capital de La Garrotxa i, per tant, un bon tros de la història de la vil·la, una història molt similar a la d’altres llocs de per aquí.
A Olot poden estar ben satisfets. Disposen d’un llibre que hauria de servir de model per altres poblacions del país.

 

martes, 20 de junio de 2023

Suzhou river


El mensajero, de aquí a allá en una vieja, potente y bonita moto.


Llevando en la moto un paquete…


Todo centrado en un entorno que se llevó la Historia.

Era ya una película de culto, y yo sin saberlo. Y, por una vez, la admiración sentida al verla, con su narración (voz en off en ristre) felizmente encadenada, su sensación de estar ambientada en un entorno mítico, irrecuperable, su juego con “Vértigo” y su idea romántica de la doble oportunidad, hace que sí, que no la apees del nivel ese de película de culto.

Estoy hablando de “Suzhou River” (Lou Ye, 2000; en el Zumzeig). Posiblemente lo mejor que puede verse ahora en la cartelera.





 

domingo, 18 de junio de 2023

El pequeño fugitivo




Joey deambulando por el Coney Island neoyorquino de los primeros años 50. Un placer de tarde de domingo y emociones antiguas vía Filmin.
“El pequeño fugitivo” (Ray Ashley, Morris Engel y Ruth Orkin, 1953). La Escuela de Nueva York, en formato asequible, para todos ustedes.




 

miércoles, 14 de junio de 2023

Regreso a Itaca


El escenario de la larga velada.

Frente al Malecón de La Habana.

Ayer, en la Filmoteca, la presencia de Leonardo Padura en profunda y absoluta clave cubana. Venía a presentar “Regreso a Itaca” (Laurent Cantet, 2015), basada en una historia suya y para la que ejerció además de co-guionista.
Entre la presentación y el coloquio final, él y su mujer y colaboradora, Lucia López Coll, dieron cuenta de cómo se llegó a ésta película, muy atípica para el cine francés. Tras varias vueltas, comentó Padura, se dio con un productor que, aunque con poco dinero, quería hacer la película, basada en su “La novela de mi vida” (2001): un escritor regresa a Cuba tras muchos años de exilio. Le reciben, en un terrado, sus antiguos amigos cubanos, con los que empieza a rememorar su pasado, las circunstancias de su marcha del país, la situación política y social de Cuba.
Requisitos de partida: único escenario y unidad de tiempo. Padura reconoce haberla pensado como los 18 rounds de un combate. Se iba a presentar en el Festival de La Havana y, superando la amargura y rabia con la que se contempla el “periodo especial” la tolerancia aperturista temporal del régimen, es censurada, lo que suscitó un gran debate. Finalmente, el régimen cubano dejó que se pasara un par de días en el Festival de cine francés en La Habana, en una enorme sala de cine, abarrotada. Como otra cosa no, pero la piratería reina en el país, todos los numerosos espectadores de esas sesiones ya la habían visto clandestinamente.
Se trata de una historia muy cubana -terminó Padura su presentación-, pero con la necesaria contención de Cantet. Una contención que se agradece para no caer en esa (imposible) catarsis de unos personajes que han visto primero sus ilusiones y luego sus vidas enteras rotas, hasta hacerla insoportable.
Viéndola ayer, uno se pregunta cómo Padura tiene agallas para seguir viviendo en la isla la mayor parte del año. En el coloquio nos explicó su secreto, en forma de salvoconducto que -comentó- lo hace invulnerable a las posibles puyas gubernamentales. Le puso un nombre: Editorial Tusquets, en la que desde 2001 publica todos sus libros, haciendo llegar su fama a todo el mundo.
Ante una pregunta de un espectador que, aún consciente de muchas barbaridades cometidas en Cuba, veladamente planteaba si no se estaría haciendo el juego a las injusticias que también hay en nuestras sociedades neoliberales, Padura no escondió este tipo de crítica, aunque se mostró prudente como, en el fondo, inmigrante, pero remató su intervención con una frase: “En mi literatura puede haber verdades discutibles sobre Cuba, pero ninguna mentira.




 

lunes, 12 de junio de 2023

La II Semana Internacional del Cine de Autor de Benalmádena


Me estoy leyendo “Tótem sin tabú” por una sèrie de circunstancias concomitantes que reconozco imposible que se reproduzcan en otro lector, más allá de un estrechísimo círculo del que conozco sus nombres.
Pero esta mañana he dado con un pedazo de esos que comprenden lo que andaba buscando en el libro de Carlos Benpar. Un trozo que narra unos hechos que pocos más que él podrían relatar y que, como historia de nuestro cine reciente (quien lea esto comprenderá que todo lo temporal es relativo) puede interesar a algunos más.
Se trata de la crónica de la celebración de la segunda edición del recordado como progre Festival de Cine de Benalmádena, en noviembre de 1970. Leyéndola, se aprecia que reunió la eclosión de unos nuevos cineastas tanto surgidos en Madrid como en Barcelona y que, desde luego, sigo reconociendo como “los míos”. Ahí estuvo Ricardito Franco con “El desastre de Annual”, Antonio Gasset con “Los hábitos del incendiario” o Luis Eduardo Aute con “Minutos después” por el lado madrileño, mientras por el lado barcelonés probaron suerte (que luego les fue en general dramáticamente esquiva) el mismo Benpar (“La forma oval”), Segismundo Molist (con ese cortometraje rodado en su Tona natal y que tanto me impresionó y sigo recordando, “Extraño recuerdo”) y Ramón Font con “Quizás”. Me duele un montón que esta generación catalana diera el poco fruto que dio.
La crónica de lo que ahí pasó, como digo, creo que merece hacerse con el libro para leerla. Preciadas notas ambientales (Benpar, junto a Antonio Drove en el suelo de la llenísima sala en que se proyecta “Domicilio Conyugal”, intentando leer los subtítulos que le tapa la melena de Victor Érice, mientras asiste a la conjura de todos los no fachas -que también actuaron por ahí- para sacar a Ricardo Franco del cuartelillo en el que había pasado la noche por un puño alzado a destiempo en la recepción del Premio Fructuós Gelabert a la mejor película de largometraje, dice Benpar que instituido para la ocasión por los cineclubs y críticos catalanes) se juntan con el relato del divertido y quijotesco enfrentamiento de Iván Turbau con la policía.
Una joya de fragmento, a continuación seguida, para que no se diga, de recomendaciones de películas poco conocidas que han pasado a poblar sus listas de films a tener en cuenta. Éste sí es el libro que esperaba podía haber hecho Benpar.

El desastre de Annual

Ricardo Franco en su película.

Y Carlos Benpar en una de sus primeras películas.