Si tuviera que señalar una cierta tesis que se desprende de la lectura del voluminoso “Éric Rohmer” (Antoine de Baecque y Noël Herpe), ésta sería el sorprendente poso autobiográfico en la filmografía del cineasta.
La sorpresa, básicamente, surge de que, como se indica con profusión en la biografía, te ha quedado clara la radical separación entre dos mundos: el del cineasta Éric Rohmer y el familiar de Maurice Schréder.
El octogenario Éric Rohmer está rodando “Triple agente” en las afueras de Paris. Deciden rodar también un festivo, tras largas negociaciones hasta el último momento con los afiliados a los sindicatos del rodaje, pero alguno de ellos se desdice cuando ya han regresado a dormir a Paris, todo preparado para reemprender el rodaje al día siguiente.
Françoise Etchegaray recibe una llamada con la noticia, pero no puede facilitar el teléfono de Rohmer que le solicita el informante para darle también a él el aviso porque ella, que le ha estado haciendo durante unos treinta años de una especie de secretaria para todo, no lo tiene tampoco, pues eso pertenece a la esfera privada de los Schréder.
Françoise Etchegaray utiliza entonces la única información sobre ese mundo privado que posee: su dirección personal. La consiguió, excepcionalmente, cuando, tras el rodaje de la previa “La inglesa y el duque”, Rohmer le confesó en un aparte que iba a sufrir una importante operación quirúrgica que lo iba a mantener aislado durante su recuperación, y le pidió llevarle periódicamente el correo a su casa… en un horario en el que su mujer ya no estaba en ella.
Para ahorrarle la paliza del desplazamiento en un día festivo y el chasco consiguiente, Françoise, que no sabe a qué hora tenía Rohmer previsto ir, pues no lo había detallado y no había una hora de encuentro fijada, acude a las 6h frente a la reja de su edificio de la rue de Ulm. Al cabo de un cierto tiempo lo ve aparecer y le puede dar la nueva.
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