domingo, 31 de julio de 2022

La verdad sobre el caso Mendoza




Me golpeó la noticia por lo que me temo tiene de paradigmática de la época en que nos ha tocado vivir, pero además luego me ha vuelto una y otra vez a pasar, incordiante, por la cabeza.
Tras presentar su reciente documental sobre Pere Joan, Emilio Manzano comentó que con él se acababa su tan sólo iniciado ciclo sobre las “figuras esenciales de la cultura balear de las últimas décadas”. Literalmente, achacaba el fin de las producciones a la “insuficiencia de la aportación de televisión pública, cuando la consigo; rechazo de las solicitudes de subvenciones institucionales, etc”. Y añadía que “las aventuras románticas están muy bien, pero la realidad se impone. He de encontrar lo que se denomina un trabajo serio”. Por otro lado comentaba también que ahora se dedicaba “únicamente a la traducción, que hay gente que dice que es un trabajo mal pagado. Yo solo puedo decir que al menos está pagado…”
Como explicó que por el momento Filmin acogía toda su filmografía (con lo que -y esto ya es cosecha mía, porque sé lo infinitamente inferiores que son los ingresos que proporcionan las plataformas con respecto a lo que suponía antes un único pase televisivo- podrá gracias a ello gozar únicamente de unos ridículos euros al mes aunque consiga que sean de lo más visto de la plataforma), he ido a ver de qué piezas constaba y he escogido una de la que apenas recordaba nada.
En el mismo “La verdad sobre el caso Mendoza” (2018), centrado en el camino del escritor hasta la publicación de su primera novela, Eduardo Mendoza ya comentaba los cambios radicales que el paso del tiempo habían introducido en las costumbres y en todo el ambiente que rodeaba al mundo del libro, pero el documental se ve ahora, además de con una sonrisa en la cara, comprobando, adquiriendo conciencia sobre cómo ha transcurrido de rápidamente, para cambiarlo todo, el tiempo en un periodo tan corto.
Parece que estemos ya en otro mundo.


En la radio, leyendo unos divertidos escritos sobre su recorrido autobiográfico.


 

sábado, 30 de julio de 2022

Vous ne désirez que moi




No me gustaría que se me tildara de pendenciero, y menos con un amigo. Pero como dijo por aquí de esta película que acabo de ver con gran interés que era “plana, monótona y plomiza” y, para acabar de (des)valorizarla, emitía un juicio de valor de su telón de fondo y a la vez tema principal (la escritora y cineasta Marguerite Duras) que me permite deducir que no prestó la debida atención en su visión, entro a rebatirle.
Estoy hablando de “Vous ne désirez que moi” (que aquí han titulado “Quiero hablar sobre Durás” (Filmin/Atlántida Film Festival), y es una película realizada en 2021 por la cineasta Claire Simon a partir de unas cintas que registraban las declaraciones íntimas que efectuara Yann Andrea, el último y muy especial amante de Marguerite Duras, aún en vida de esta última.
Sabía vagamente del tema de la película, si bien mantenía la confusión de su entrevista base con otra que Benoît Jacquot registró con la Duras en casa de ésta y dio lugar a “Écrire”, un (persistente en la memoria) documental del que me han llegado muchos ecos viendo, paseo al anochecer incluido, la película de Simon, que creo rodada en el mismo o por lo menos muy parecido emplazamiento: la casa de la Duras de Les yeux verts.
Nada más empezar, tras una secuencia que personalmente me ha atemorizado, al hacerme pensar erróneamente en una fatalidad que no tiene lugar, un cierto pánico de otro tipo me ha invadido, pues creía que la actriz Emmanuelle Devos iba a hacer de la Duras en la ficción. Por suerte se trataba de otro error mío, puesto que ella interpreta a la periodista Michèle Manceaux, mientras que Swann Arlaud hace de Yann Andrea, respondiendo a sus preguntas y expresando pormenorizadamente los sentimientos que le llevaron hasta Duras y los que desarrolló en los años de su convivencia.
Como digo, un alivio: nadie puede salir haciendo de Marguerite Duras, sino ella misma. Y ella aparece en la película de Claire Simon. Primero en unas pocas secuencias de reportajes previos y/o voz de sus propias películas, de las que se incluye alguna escena, pero sobre todo, fundamentalmente, como auténtico personaje fundamental, siempre en un off muy intenso (en la acción figura que se encuentra en el piso inferior al de la entrevista).
Con una modestia que no puede recibir por mi parte más que encendidos elogios, Claire Simon, muy alejada del divismo de otros cineastas, va haciendo poco a poco su obra. Suele elaborar unos documentales que parecen responder a encargos, pero asumidos como personales y resultando un ejemplo de lo bueno que puede salir de ellos. Uno en mi opinión admirable, en este sentido, es “Le bois dont les rêves sont faits” (2015), sobre el Bois de Vincennes, evocado en la película que nos ocupa cuando se visualizan los encuentros homosexuales de Yann Andrea.
Este “Vous ne désirez que moi” es, entre otras cosas, una vía que juzgo muy adecuada para adentrarse más en el mundo de una personalidad de fuste, como Margueritte Duras. También, expresada como sentir personal de Andrea, pero extensible de forma universal, un retrato de la obsesión lectora, abandonando todo lo demás, que le arrastra hasta, una vez conocidos sus libros hasta en sus recovecos, conocerla en persona y llegar entonces a otro nivel de obsesión, en este caso vital, mucho más allá que la de los libros.
Por el camino, Arlaud (Andrea) ofrece una serie de ideas de fuerza. Una primera es la de “India Song” como celebración fúnebre, de gente muerta (y Claire Simon introduce entonces una secuencia del film en un paisaje urbano todo tapiado, en realidad un viejo caserón decrépito, con hierbas surgiendo del pavimento y tres personajes que se nos aparecen como fantasmagóricos atravesándolo.
El Trouville del Hôtel des Roches Noires, su playa y horizonte marino, presente en dos de sus últimos libros y películas, hace también su aparición en el film, ofreciéndonos otra mirada más rica de la autora, que va más allá de la MD ogro que puede resultar (y no dejaba de ser) a primera vista.
En medio de ese estudio en colores cálidos en los que se desarrolla la entrevista de ficción / realidad, Claire Simon, por boca de Arlaud/Andrea, nos hace entrar en un mundo de deseos, de sentimientos fuertes, de sufrimientos de unos enamoramientos que acercan hasta rondar la muerte.
Para un servidor, todo lo contrario a lo expresado por mi amigo.




 

viernes, 29 de julio de 2022

Dos crímenes por semana. El caso de El Caso




¿Quién se acuerda de El Caso? Yo creo que lo llegué a comprar en un par de ocasiones, porque decían que ahí aparecía un caso de tribunales o político que me interesaba y del que apenas se decía nada por otros medios.
Tenía grabado de La 2, a punto de desaparecer, “Dos crímenes por semana. El caso de El Caso” (Javier Castro, 2016), que visto ahora veo que cuenta, explicado por los que lo vivieron, incluido su fundador con mucha gracia, la evolución de la publicación.
Fue varias veces, poca broma, el periódico más vendido en España, y eso a base de reportajes a fondo sobre todo crimen que se cometiera por aquí y, si no existían, inventándoselos, como en el documental se dice respecto a las noticias de OVNIs y demás. Ciertamente algo que te hace exclamar eso de “¡Qué país!”
Enrique Rubio parece que se hizo famoso relatando en El Caso la captura de un maquis como Quico Sabaté. Por la fama adquirida pasó a llevar un programa televisivo de sucesos que recuerdo vagamente, aunque también recuerdo que era un señor que, con sus conexiones policiales y mal carácter, me producía una intranquilidad grande y una cierta repulsión.
Manga ancha con la censura gracias a acogerse a un censor eclesiástico específico, dicen en el programa que llegó a vender cuando el caso Jarabo nada menos que 480.000 ejemplares… y porque no disponían de más papel en el que imprimir.
Casos de lo más sangrientos, serpientes de verano, caza de maquis, poco a poco la publicación fue entrando en un tipo de crónicas adaptado a los cambios del país. Se llenó de relatos de estafas, alguna notoria. Dio más información que ningún otro medio sobre procesos políticos (Pedro Costa, que también aparece en el documental, hizo artículos con todo lujo de detalles) y hasta fue de los que más dijo de Puig Antich… y Heinz Chez.




 

jueves, 28 de julio de 2022

Las fotografías de Paolo di Paolo. El tesoro de su juventud






Es un documental sobre Paolo di Paolo, fotógrafo italiano recuperado públicamente siendo ya nonagenario, que se convierte por momentos en un homenaje al cine y los artistas de cine italianos por parte de un norteamericano.
Se trata de “Las fotografías de Paolo di Paolo. El tesoro de su juventud” (2021), que puede verse en Filmin durante el Atlántida Film Festival y está dirigido por Bruce Weber, quien en 1988 había hecho un emotivo documental sobre Chet Baker, “Let’s get lost”.
Pasado ese sentido -y a mi modo de ver logrado- homenaje al cine y artistas italianos de los años 50, 60 y 70 -Magnani, Mastroiani, Pasolini,…- y al fotógrafo que mejor los retrató, desgraciadamente la cosa se alarga, desde mi punto de vista, innecesariamente, y Weber busca burdamente una emoción que iba a resultar del todo redundante, convirtiéndose él, junto a la música que acompaña estas escenas, en un auténtico homicida de esa emoción que estaba más que ganada.
Dicho esto último, habrá quien pueda pensar que debe saltarse la visión de la película. Propongo una prueba de fuego para decidirlo: Weber inicia el documental con un sencillo -sin manipulación ni puesta de escena alguna- pase de diapositivas: se trata de una serie de fotografías, de todo tipo, de Paolo di Palo. Siendo todas perfectas, por su temática, encuadre y composición, dudo que alguien se resista a conocer más sobre ellas y sobre quién, en su día, las hizo.
A partir de entonces el film sigue los encuentros con Di Paolo, familia y algún otro allegado, todo convenientemente trufado de la visión de sus fotografías y de secuencias de films.
Pasen y vean…






 

miércoles, 27 de julio de 2022

Álbum Pere Joan




Como muchos, descubrí a Pere Joan y las figuras que dibujaba entonces a lo Michelin (Bibendum, que dicen los franceses) en las páginas de “Cairo”, la añorada revista de una línea clara que muchos veían -erróneamente- como reductora.
Me ha gustado mucho recuperarlo ahora en “Álbum Pere Joan” (Emili Manzano y Clara Roquiny, 2022; Atlántida Festival / Filmin) y confirmar, gracias a sus propias declaraciones y a las de unos cuantos más ahí recogidas, el interés de todo su mundo, que ya sugerían fuertemente sus dibujos.
No sólo sobre él y sus dibujos conviene ver, me digo, el documental. Su amigo y también dibujante, Max, por ejemplo, dice unas cuantas cosas nada superfluas sobre el mundo del cómic (y sus lectores) actual.
Una cosa más. Dado el panorama ambiente, desde que supe que se iba a estrenar este “Álbum Pere Joan”, me entró una gran ansiedad por ver este otro documental preparado por Emili Manzano, quien va proporcionando poco a poco un magnífico retrato de la Mallorca que interesa. ¡Qué bueno sería que aumentase la frecuencia de entrega de las próximas piezas del retrato en constitución!





 

The blues accordin' to Lightnin' Hopkins

 






Blues!
Una maravilla, en música e imágenes: "The blues accordin' to Lightnin' Hopkins" (Les Blank, 1969)
Pere, Pere & Co: Verla rápido, que el enlace se cortará en un par de días:





Tralala



-Sobre todo, no seas tú mismo- Le dice una jovencísima Madona azul aparecida milagrosamente al despreocupado músico callejero que encarna Mathieu Amalric. Y él seguirá el consejo.
Miguel Martín comentó que “Tralala” (Arnaud y Jean-Marie Larrieu, 2021) era lo más fresco que había visto hasta el momento en el Atlántida Film Festival (en Filmin) y, realmente, uno se pregunta cómo han dado los hermanos Larrieu este salto mortal hasta aterrizar en una comedia musical loca, de esas únicas que tolero, en las que los actores se ponen a cantar inesperadamente como Dios les da a entender.
Las calles de París y luego las de Lourdes a donde va Tralala en busca de consolidar un milagro, donde nada más llegar se oye cantar eso de “Ave, ave, ave María” (ahora que lo pienso la canción más antigua que creo recuerdo, pues la oí -y desde entonces me resuena- en Lourdes a mis cuatro años).
Más tarde, por el Hotel de la Consolation de Lourdes y el embarcadero del lago de los aledaños, gente con mascarillas por la pandemia y monjas enfermeras de esas características, que parecen salidas de la Primera Guerra Mundial y se ponen a bailar al son de la música, agitando sus ropas.
Cuando, pasada su mitad, la acción se encierra en una discoteca en vez de discurrir a su aire como hasta entonces por calles bares y hoteles, ya me ha resultado un auténtico rollo. Pero la frescura ya había acabado previamente con estos dañinos calores que nos atacan.





 

martes, 26 de julio de 2022

Los primeros 54 años. Breve manual para una ocupación militar


Aún hay israelíes decentes, que muestran su vergüenza por el comportamiento de su país (y obviemos cómo se originó este) con la población palestina en los territorios ocupados.
El hombre que mira a cámara es Avi Mograbi, director de “Los primeros 54 años. Breve manual para una ocupación militar” (2021; Filmin / Atlàntida Film Festival). Está enarbolando un manual que irónico, dice estar centrado en ese caso en concreto, pero que podría servir para cualquier ocupación militar a lo ancho del mundo. Va a desgranarlo.
Para ilustrarlo, Mograbi ha hecho lo que él tilda modestamente de “presentación”: esta película, con transparencias conteniendo mapas explicativos y todo. En ella entrevista a toda una serie de soldados que recuerdan su propia experiencia actuando, cuando estaban en el servicio militar, de acuerdo con los diferentes métodos que se han ido implantando, cada vez más crueles, para asegurar el dominio de los territorios que Israel conquistó en la guerra de 1967 y de los que, pese a varias determinaciones de la ONU, se niegan a retirarse.
Algún reportaje filmado de la época ilustra en ocasiones lo que ha explicado de viva voz el ex-militar de turno. Casi siempre son imágenes mudas, pero en algún momento una voz femenina extremadamente neutra informa de las diferentes determinaciones oficiales que van poniéndose en marcha a lo largo del tiempo.
Todo un proceso que empieza por incomunicar, sigue con molestar y llega hasta demoler, cuando no otros procedimientos más sangrientos. Machacona, demoledora. Pero hay que felicitarse al ver que aún existen películas israelíes como ésta.





 

lunes, 25 de julio de 2022

Valldaura. A quarantine cabin

Valldaura, ya despejado de pinos. Por suerte no se cargaron el que había junto a la casa.

Buscando saber algo más sobre qué era eso del IAAC (Instituto de Arquitectura Avanzada de Barcelona), al margen de la frase de que es un laboratorio para ir hacia la arquitectura del futuro, he visto “Valldaura. A quarantine cabin” (Manuel Lógar, 2021; Filmin / Atlántida Film Festival).
Es éste un documental que sigue la pauta de los que intentan captar la evolución de un proceso. En este caso, el proceso presentado a base de una serie de notas coloristas, algo de docudrama y bastante de reflejo de enorme experiencia positiva pero como quien no quiere la cosa, es el de un grupo de estudiantes (con inicial presencia y seguimiento de sus tutores, y notoriamente el últimamente muy citado Vicente Guallart) pensando, fabricando con madera y montando una “cabina de cuarentena’’ en la sede del IAAC, Valldaura, aquí al lado.
Se nos presenta inicialmente de forma impresionista un espacio -un caserón de Collcerola y su terreno- como medio laboratorio tecnológico (con impresoras 3D y demás), medio comuna ecologista.
Pero con las discusiones sobre qué hacer en la línea de la arquitectura autosuficiente (se ve que ahora se llama así a lo que nos decían era hasta hace dos días la “sostenible”) llega la primera ola de la pandemia y todo entra en una experiencia de miedo global y confinamiento… que se convierte poco a poco en el proyecto señalado.
Si he de mostrarme sincero, no he salido de un cierto escepticismo al respecto, y quizás hasta se me ha acrecentado el que ya llevaba puesto. Dando impresión de apertura total, Vicente Guallart señala al final del documental como el mayor defecto del proyecto realizado que no han cubierto una serie de aspectos ligados a su slogan de la autosuficiencia: no haber conseguido una fuente de energía propia, no haber cubierto todas las necesidades alimenticias de la comuna con el huerto y corral, cosas así). Es evidente: viendo la impresionante parafernalia de máquinas aportadas cuando hacían falta para ciertas fases, no estaría mal saber el desproporcionado balance energético que ha supuesto la puesta en marcha de la cabina, pues seguro se vería que fue matar moscas a cañonazos.
Por otra parte, me sabe mal señalarlo, pero las mismas imágenes dejan claro que una serie de operaciones se han efectuado sin un mínimo de seguridad exigible. Por suerte -al menos no se dice- no ha habido ningún accidente de consideración. Menos mal.
Luego, al buscar imágenes para esta entrada o viendo los letreros del final del documental, he dado con toda una larga serie de reconocimientos recibidos, supuestamente de nivel. Estoy dispuesto a concluir que debe haber sido un trabajo práctico muy enriquecedor para los estudiantes, pero de eso a decir que se ha dado un paso para el cambio absoluto de la arquitectura…
También al final, una chica expresa a la cámara su tristeza por haberse cargado un altísimo pino, para hacer con él ciertas piezas del techo y muebles de la cabina. Si sólo fuera uno: se han cargado medio centenar de pinos tirando a centenarios para hacer una cabina que habría que ver en qué condiciones está ahora. De acuerdo que, según dicen, con su tala dejarán más luz a los robles que formaban el bosque autóctono, pero vaya.


Sesiones de discusión.

La tría y tala de maderas, además de hecha con supuesto método científico que se veía en realidad de estar por casa, comportaba también un aprovechamiento de lo más ineficiente (proporción de madera utilizada) y un corte con sierras automáticas que se veía fue de las operaciones más peligrosas, desde un punto de vista de la elemental seguridad en el trabajo.

La cabaña resultado.

Lo que sí queda claro es que los chicos participantes se acordarán de su estancia en el centro toda su vida, y más porque coincidió con el confinamiento.