Pues que he vuelto a ver “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953) y, claro está, me he emocionado en dos o tres ocasiones, con lo que malo será que no salga de todo eso un “Casi lloré…” para La Charca Literaria. Pero, además, he visto dos o tres cosillas de su construcción en las que no me había fijado en ocasiones anteriores:
La primera es como Ozu engarza entre sí tres escenas sucesivas, las dos primeras pudiendo o no ser paralelas en el tiempo, la tercera suponiendo un lapso de tiempo transcurrido. Se trata de dos raccords, vía sutil uso de unos abanicos que unos y otros personajes, de uno y otro plano, agitan para aliviarse del calor imperante.
Noriko (Setsuko Hara), la viuda del hijo muerto durante la guerra, pese a no tener lazos sanguíneos con ellos, es la que mejor se porta con los padres. La vemos dándoles un paseo turístico por Tokio, para lo que ha debido pedir un día libre…que su jefe le concede pero le recuerda que le será descontado. En un momento de descanso se les ve a los tres contemplando una vista y agitando, acalorados, sus abanicos. En el plano siguiente vemos a los dos hijos mayores, que son los que viven en Tokio y han recibido la visita de sus padres. Están… agitando sus abanicos, también acalorados, y pensando qué pueden hacer con ellos para que no les perturben su vida profesional, hasta que deciden comprarles una estancia en un balneario junto al mar. En el plano siguiente, quienes agitan sus abanicos suavemente son los padres, relajándose, contemplando el mar, con los albornoces cedidos por el balneario.
En otra, Noriko recibe telefónicamente la noticia de que su suegra, con la que muy recientemente había intimado, se está muriendo. Entristecida, acude pensativa hacia una ventana. Hay entonces un cambio de plano y la cámara parece recoger de golpe, de lejos, la fachada exterior de la oficina en la que trabaja. Entre la cámara y la fachada se aprecia la estructura de un nuevo edificio (¡sí: los nuevos tiempos, que arrasan con los antiguos!) en construcción, pudiéndose oír entonces en la banda sonora un ruido ensordecedor, auténticamente molesto.