jueves, 31 de agosto de 2017

La marcha de Tokyo

Los jóvenes de la alta sociedad se divierte en un club enclavado encima de uno de los barrios más depauperados de Tokio.

Es increíble comprobar cómo hay temas que se asocian de forma inseparable a ciertos autores. Así, si sacáramos de su historial las películas en las que se habla de geishas, la filmografía de Mizoguchi, que consta de cerca de un centenar de títulos, se quedaría reducida a unos cuantos, y aún habría que buscarlos de forma laboriosa...
anto es así que las pelotas de tenis caen de tanto en tanto de la pista a las casas de abajo, y hay que pedir ayuda para recuperarlas. Una conexión vertical social que puede acarrear consecuencias.

Anoche vi el escaso metraje (27 minutos) de "La marcha de Tokyo" (1929) y, a parte de su deslumbrante presentación inicial de Tokyo como ciudad motorizada, moderna (¿qué razones llevaron a colocar la gran urbe moderna como una de las protagonistas de grandes películas de esos años?), en seguida aparece la desgraciada historia sentimental asociada a una geisha en este pequeño dramón, por otra parte con tintes tan cosmopolitas y tan agradable de ver.
Por el final, miembros de la alta sociedad japonesa preparan la marcha de Tokio de uno de sus pupilos en el ajetreado puerto de la ciudad.
En la casa de geishas.
Por el final, miembros de la alta sociedad japonesa preparan la marcha de Tokio de uno de sus pupilos en el ajetreado puerto de la ciudad.

martes, 29 de agosto de 2017

Ménilmontant




Por si fuera poco el catálogo de piezas clave del cine mudo de Shangrila, ahora José Luis Marquez nos facilita un enlace para dar con la obra de Dimitri Kirsanoff, y entre ella con su película más conocida, el mediometraje "Ménilmontant" (1926).
Acostumbrado últimamente al buen rollo proporcionado por las películas de Boris Barnet, el inicio del film no puede aportar más contraste: vemos los bestiales hachazos, propios de un oscuro drama rural, que un hombre proporciona a su mujer. En un campo cercano, dos gráciles niñas vestidas de blanco con un enorme lazo en sus cabezas (que se nota a la legua que de niñas las actrices que las encarnan no tienen ya nada, con lo que veremos su recorrido posterior) juegan inocentemente, ajenas al drama que está convirtiéndolas en huérfanas.
Dice Georges Sadoul que el film, que destaca como precursor del realismo poético francés, no tiene nada de melodrama, pero me va a disculpar Sadoul: Es un melodramón, que muestra a las claras su hipócrita uso de la brocha gorda para supuestamente concienciar de los peligros que acechan a las jóvenes que, en la gran ciudad (las hermanitas en efecto crecen, y van a trabajar al barrio parisino del título), se dejan convencer por un tarambana o por el dinero fácil si no se ha tenido una educación moral adecuada, en este caso debido a la ausencia familiar en el momento más crítico.
Queda claro que ese no es el punto fuerte del film, que entra por los ojos, si uno puede olvidar a qué sirve, y que no es otro que el despliegue impresionante de imágenes con una composición y fotografía perfecta (la copia de YouTube es de una nitidez muy superior a las imágenes que cuelgo), con en ocasiones sombras y claroscuros y, sobre todo, gracias a las sobreimpresiones y al ritmo endiablado del montaje, al (buen) estilo vanguardista soviético, con el que se nos sirven las cavilaciones de la protagonista o la vorágine de la ciudad con la que se encuentra.
Para los que no gusten del cine mudo por tener que enfrentarse a la lectura de unos intertítulos que cortan el ritmo de las imágenes, que no se preocupen: No hay ni un sólo intertítulo en la película, que avanza únicamente por la imagen y por detalles a los que nos acerca algún plano, como es el caso del despertador, que más tarde nos deja ver también su mecanismo en una tensa espera.
Una de las "niñas" juega inocentemente, ajena a la tragedia que está produciéndose.
Las dos ya huérfanas, ante la tumba de su madre.
Emprenden la ida a la ciudad.
En una secuencia que recuerda la de la magistral escena central, con su famosa elipsis, de "El sur".
Se encontrarán con la gran ciudad, ocasión de impresionantes escenas de dinamismo, al estilo de la vanguardia soviética.
A la que llegan en tren.
Queda por las calles de Mélimontant con el que se ve a las claras -sólo hay que verle la cara- que es un tarambana sin escrúpulos, que sólo piensa en eso...
Ella en un dudoso sí, pero no.
La seducción.
La espera tras la confusión.
Y a otra cosa, mariposa. Sabe un poco mal que escenas tan espectaculares como la de la imagen sirvan únicamente para este cometido argumental, indigno de un vanguardista... que no acabó siendo Kirsanoff.

domingo, 27 de agosto de 2017

La passante du Sans-Souci


Por una confusión tonta de esas a las que soy muy proclive, creía que el realizador Jacques Rouffio era el mismo que Jacques Doufilho, el actor de "Corazón solitario" (Paco Betriu, 1973, que por cierto se pasará en la Filmoteca en septiembre, presentada por su director: una ocasión para una buena diversión), y no me entraban muchas ganas de ver sus películas. Pero confieso que si quise acudir anoche a "Testimonio de mujer" ("La passante du Sans Souci", Jacques Rouffio, 1982; en Filmin) no fue por su director, sino porque salían en ella un inconmensurable Michel Piccoli y nada menos que Romy Schneider, en la que he sabido ahora que fue su última interpretación para el cine.
Max (M. P.) es recibido en el aeropuerto por su amante (R. S.), después de un tiempo sin verse. Es presidente-fundador de una especie de Amnistía Internacional, una sociedad que combate por los derechos humanos en todo el mundo. Al poco rato él va a ver a un personaje interpretado por Mathieu Carrière caracterizado de viejo, y desde ese momento ya intuimos que habrá un flash-back en el que aparecerá sin duda M. C. haciendo de bastante más joven...

Viene el flash-back, pero con él el mal asunto de que prácticamente desaparece Piccoli. Para compensar, Max niño convive con Elsa, un personaje interpretado también por Romy Schneider, abriendo de paso una interesante posible historia edípica, o así me lo pareció inmediatamente.

Está basada en una novela de Joseph Kessel, con historia sobre la Alemania Nazi, el inicio de su persecución de los judíos, la (no) reacción internacional, etc. No sé si el nombre de Max ya aparecía en la novela o si es un homenaje a "Max y los chatarreros" (Sautet, 1971, también con esa pareja de actores), pero diría que por lo que Rouffio le hace encarnar en algún momento a Romy Schneider, tuvo en cuenta su interpretación de "Lo importante es amar" (Zulawski).
Todo el film acentúa la sensación de ausencia, de melancolía por lo perdido o, mejor, arrebatado. Y nombra pesadillas que, desgraciadamente, lejos de desaparecer por completo, regresan. Una película entonces corriente, de una narrativa standard también perdida.

sábado, 26 de agosto de 2017

La sexta parte del mundo



Es magnífico eso de tener al alcance de la mano, casi sin estirar siquiera el brazo, obras de entre las más reconocidas de la historia del cine. Es el caso de "La sexta parte del mundo" (Dziga Vertov, 1926), que la Filmoteca Shangrila tiene en su catálogo libre, en Vimeo, si bien con una copia no tan espléndida como tiene por costumbre, y en cambio con una música cargante, que está a punto de hundir la sesión (la dicha nunca puede ser perfecta).
La primera media hora de la película es arrolladora. Uno se da cuenta viéndola que, por un momento, la vanguardia artística y la política coincidieron. Sus intertítulos, muy frecuentes, escritos con letras enormes, hacen pensar en poemas vanguardistas. Pautan imágenes que confrontan "la cadena de oro del capital", del capital entreteniéndose (joyas, bailes burgueses, cafés,..) con otras de un mundo del trabajo en el que todo seguía igual.

Pero la revolución del 17 -siguen los carteles- propició una nueva sociedad y "tártaros, burriatos, uzbekos, Calaucos,...", todos los diferentes pueblos de la extensísima URSS; los habitantes de Daghestán, los de la Taiga siberiana (y entonces vemos un cazador marcando el camino con el hacha en un abedul de la misma forma que nos explicaba Herzog hace poco que lo hacían),... han abierto el camino para una nueva vida. "Todos vosotros (los enumerados y mostrados en la pantalla) - dice la película- sois amos del territorio soviético, la sexta parte del mundo."
Rompiendo los hielos para que otros barcos puedan llevar los bienes necesarios a todo el territorio.
Ellos cultivan cereal, pescan peces, obtienen pieles... que se venden a Occidente a cambio de máquinas para fabricar máquinas (en frase de Stalin). Ni que decir tiene que al final veremos en pantalla, en otro montaje que incita al optimismo, el provecho sacado de este intercambio, que hace a la URSS ya "ser observada por toda la clase trabajadora del mundo occidental y oriental."
Uno se imagina a los equipos de cine yendo por toda esa vasta, interminable tierra, a rodar y captar las actividades de sus pobladores, captando más tarde esos cambios, y luego a Vertov efectuando un montaje alternado, y hasta combinando -aunque no abuse de ello- dos o más escenas al mismo tiempo en la pantalla.
Leyendo el periódico

Lamentablemente, este año, en que se cumple el centenario de la revolución de 1917, ya a nadie del pueblo llano de la antigua URSS le dirán, me temo, que todo lo que se ve y obtiene en esa sexta parte del mundo le pertenece.

miércoles, 23 de agosto de 2017

La sal de Svanetia

Las torres medievales que cortaban el paso a los visitantes indeseados.

Georges Sadoul veía a "La sal de Svanetia", o "Sal para Svanetia" (Mikhail Kalatozov, 1930: Una nueva incorporación al catálogo de la Filmoteca Shangrila en Vimeo, que está de un generoso que se sale) como un alma gemela de "Las Hurdes/Tierra sin pan" de Buñuel. Claro que luego he mirado el libro sobre el cine ruso y soviético de Jay Leyda, y éste ya decía lo mismo.
Un par de paisanos hacen pasar el liviano puente sobre el río a sus cabalgaduras, que se resisten.


Es verdad que ambas hablan de las malas condiciones de vida y del retraso secular de las poblaciones de dos zonas geográficas aisladas, incomunicadas con el progreso, pero al margen de eso no veo demasiada similitud en cuanto a realización se refiere, que se apoya en ésta en muchos planos inclinados y montaje "soviético" de los que la de Buñuel, a mi entender, carece. Eso al margen, seguramente me siga quedando con "Tierra sin pan", a la que estimo enormemente, pero esta "Sal para Svanetia" me parece otra película de esas a ver obligadamente (pero para disfrutar viéndola, claro).
Si quitamos la inclinación de la roca podríamos pensar que se trata de "Hombres de Arán", pero son dos habitantes de la zona rompiendo la pizarra para arreglar el techo de los edificios junto a las torres.

Esquilando a un niño como antes ha hecho con una oveja.

Supongo que para evitar problemas en su primera película, Kalatozov, que se hizo famoso en Occidente por su mucho más amable "Cuando pasan las cigüeñas" (1957), saludada como muestra temprana del deshielo, coloca un cartel de apertura con una frase de Lenin que justificaría todo lo que se descubre después, y acaba con un final triunfalista, con todo de hominus sovieticus, en un alarde de fuerza física, construyendo la carretera que va a acabar para siempre con el aislamiento de Svanetia.
Esquilando a un niño como antes ha hecho con una oveja.

Para hacer fuerza con su peso durante la trilla del escaso cereal, una mujer coloca a su bebé en la cuna encima de la plataforma, y se coloca a su lado, tejiendo.

En medio, con rompimientos a base de los indicados planos inclinados y trepidante montaje, con composiciones osadas y claroscuros, con primerísimos planos a personas, animales y cosas que quiere mostrar en detalle, Kalatomozov habla de los primitivos trabajos y de la auténtica miseria de la región, rodeada de unas enormes y nevadas montañas, y para ello echa mano de la falta de sal que acusan todos los animales, que lamen con fruición las piedras donde ha meado un pastor, para poder consumir así el mínimo de sal disuelto en la orina. Y habla, claro, de una religión que hace mantener unas tradiciones propias de "Lejos de los árboles".
La iglesia esquilma económicamente a los parroquianos, y les mantiene en la ignorancia, atados a unas tradiciones criminales.





La casa de la plaza Trubnaya

La ciudad se despierta reflejada en los charcos de agua.

Cómo salí con tan buen sabor de boca de ver "La muchacha de la caja de sombreros", que me recordó en varios momentos a los mejores Buster Keaton, me he alegrado al ver que una de las novedades del día en la Filmoteca Shangrila de Vimeo era otra comedia, "La casa de la plaza Trubnaya" (1928), también de Boris Barnet. De ella me alimenté anoche.
Y, cuando está viva, activa, recibe a una chica procedente del pueblo, asustada como estaba la mujer de campo entrando tras el viaje en tranvía a la ciudad en "Amanecer".

Salvo en alguna cosa aislada (ese tren que se interfiere delante de otro en una despedida, no dejando ver la persona despedida a la que despide, por ejemplo), aquí el referente no ha sido para mí Buster Keaton, aunque sigue siendo una película cómica, marca de la casa. Todo el arranque del film y partes posteriores recuerdan más a esas sinfonías de las grandes ciudades de la época. Hay por ejemplo un recorrido en coche desde el que el chofer y la criada contemplan la ciudad repleta de actividad, con la gente cruzándose, reflejos,... pero es que antes hemos sido testigos del despertar de esa misma ciudad -Moscú-, y uno no puede dejar de pensar en "El hombre de la cámara" (Vertov), si bien aquí es la tonalidad poética (los reflejos de las torres de las iglesias en los charcos, la ropa tendida) la que predomina.
Ella viene en tren, procedente del pueblo, y cargada con, entre otras cosas, una oca.

Más anteriormente aún, hemos sido testigos del caos del patio de vecinos, estilo "13, fue del Percebe", que va a ser en buena parte protagonista de la velada. Todos y cada uno de los vecinos de la casa del título limpia su piso, barriendo la porquería y expulsándola hacia las zonas comunes, que al margen de decrépitas están en un estado de limpieza que da asco.
Va siguiendo las instrucciones de la gente a las que pregunta la dirección.

Pero la protagonista principal es Parasha, una chica de pueblo perdida en una ciudad hostil por desconocida. Y trata el film de su (pasivo) acercamiento, cuando pasa a ser criada de dos explotadores, a un sindicato que infunde real miedo.
Pero seguro que irá a parar a esta comunidad de vecinos, donde trabajará de criada para los más estrafalarios. Tan despreocupados con lo común como todos los demás.

Varios hallazgos visuales (la oca tras la ventana que indica que la chica se ha instalado definitivamente en la casa, el balanceo de la pierna del que será el patrón cuando se siente satisfecho, la expectación -captada por la quietud de las piernas de los espectadores- ante la magia del teatro,...) ayudan a seguir la película sin que tenga que ser por los caminos trillados, mientras que uno se imagina lo intensamente popular, por divertido y cercano, que debía ser ahí, en la URSS de esos años, este tipo de cine.

martes, 22 de agosto de 2017

Le regard de Georges Brassens


En el minúsculo patio de la casa de París donde se sentía a gusto, filmado constantemente con su cámara. A parte de él con la guitarra se ve a Jeanne y Marcel.

Anoche pasaron por TV5Monde (y supongo que lo volverán a pasar) "Le regard de Georges Brassens" (Sandrine Dumarais, 2013). Los amantes de Brassens como un servidor tienen una cita inexcusable con ella, un recorrido por su vida contemplando trozos de sus películas amateurs -pues se ve que era muy aficionado- comentadas por sus amigos, hasta que la fama le condujo a no filmar ni filmarse ya más.
Con su amigo el escritor René Fallet, quien veía primero todas sus canciones.
En una gira, con Puppchen.

A través de ese dispositivo (completado con alguna entrevista y grabación de sus actuaciones) nos vamos enterando de que su padre, todo un albañil librepensador con andares y bastón a lo Charlot, "fumaba exactamente como él" o que su madre era muy piadosa, y se enfadaba enormemente por los tacos que su hijo soltaba en sus actuaciones. Como nos enteramos también del origen de "La mauvaise réputation", de "La Cane de Jeanne" o de la identidad de sus más constantes mujeres, como es el caso de la misma Jeanne. Y confirmamos lo que ya intuíamos: Que sus canciones son si no totalmente, como dice un amigo en el documental sí en un 80% autobiográficas.
Marcel y Jeanne, con abrigos nuevos, tras el éxito de Brassens.

Diva dolorosa



Recuerdo la impresión que me causó ver "Nitrato lírico" (Peter Delpeut, 1991) en su día en la Filmoteca de la carretera de Sarriá. De golpe caí en el enorme interés del trabajo de restauradores de films primitivos. Delpeut cogía unos metros de películas destrozadas por la oxidación y, tras un proceso laborioso de limpieza, rescataba un color original, una mano o rostro de mujer que imploraba, enseñándonoslo. Y, por un momento, esa mujer que estaba enterrada en un mar de óxido, resucitaba, volvía de la forma más emocionante que pensarse pueda a la vida.

"Diva dolorosa" (Peter Delpeut, 1999, en Filmoteca Shangrila en Vimeo) es muy diferente, pero no deja de insuflar vida a viejos celuloides, en este caso a los de los melodramones del cine italiano de los años 10. No es ese un tipo de cine que me haya atraído nunca especialmente. De hecho, no sabría ni identificar a Francesca Bertini entre las grandes divas del cine de esa época, y seguro que debe ser una de las más características que aparecen en este film. Pero sin embargo he seguido con interés este metraje, constituido únicamente por grandilocuentes escenas escogidas de esas películas, ordenadas y entrelazadas pese a su diferente coloración, de forma a ofrecer un discurso lógico, casi como siguiendo un argumento, una trama, que pasa por los juegos de la seducción amorosa, los apasionados besos y los dramas del engaño y de la pasión amorosos.

Es ésta una película que, si no la ha visto ya, yo creo que entusiasmaría a Antoni Padrós, aunque haya visto -como supongo- los films de los que procede, tan bien enganchadas y puestas en situación sus secuencias.