sábado, 24 de junio de 2017

No sacrificar la emoción


Vale la pena comprar el número de junio de "Caimán. Cuadernos de Cine", después del desconcierto causado por el nuevo formato de la revista desde su número anterior, por varias causas, y una de ellas es, desde luego, por el magnífico artículo que incluye del montador Walter Murch.
En el artículo "Celebración del montaje" Murch ofrece unas afortunadamente clarísimas reflexiones sobre lo que considera, después de sus años de práctica en la materia, que debe pensar un buen montador para llevar a cabo su trabajo. Son una serie de consideraciones que valen también para la misma lectura de films en general, pues te conducen a analizar las (buenas) películas desde un punto de vista la mar de provechoso.
Lo que explica está lleno de cosas memorables, pero puestos a resumir, quizás hacerlo como lo hace él mismo: "Si es necesario, prescinde de todo lo demás, pero no sacrifiques la emoción". Algo que podría servir no sólo para editar una película, sino para pensar cómo elaborar cualquier tipo de obra, creo yo.
(La foto de Walter March la he sacado de Mandragora Films)

viernes, 23 de junio de 2017

La fille inconnue

No había visto "La fille inconnue" (Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2016) hasta hoy en el Texas. Esto me ha dado tiempo para atender a muchas opiniones señalando eso de que vuelve a ser lo mismo de siempre, y muchas veces dicho con cierto gesto de cansancio. Y, sin embargo, al margen de un estilo que realmente les distingue, no veo yo dónde está el mimetismo. No veo que la historia de la película tenga nada que ver con la, anterior, ni ésta a su vez con la suya, la verdad.
Viendo hoy la película, en cambio, me he confirmado a mí mismo que saben muy bien cómo llevar la cuestión, arrastrando al espectador por dónde quieren, y regalándoles de pasada unas cuantas impresiones que sin duda se les quedarán en la cabeza, ayudándoles a afrontar en el futuro ciertos temas con -por lo menos- un interés personal superior.

Un ejemplo de lo que creo que es muestra de su inteligencia, que los que hayan visto el film creo que entenderán: en el inicio de la película seguimos -con la proximidad a la que nos tienen acostumbrados los Dardenne- a la joven doctora, en traje rojo cuando no cubierto con su bata blanca, con una satisfacción creciente. Nos gusta el rigor con el que se mueve en su trabajo, disfrutamos de su triunfo profesional. "Se lo merece", pensamos. Hay, no obstante, un punto de inflexión casi inmediato, que yo diría que se produce justo cuando ella decide rechazar el nuevo puesto de trabajo, y se deduce que un futuro profesional y personal exitoso. Seguimos con interés, y aprobamos lo que creemos buenas acciones de la doctora -ahora con un traje azul y un abrigo a cuadros predominantemente oscuro-, pero posiblemente (o al menos así me lo he autodiagnosticado después) con una sintonía algo menor, a una cierta distancia moral, no del todo convencidos de su obcecación. Quizás estemos hechos para sintonizar con gente cuando muestran un camino claro de éxito, pero no del todo en otros momentos.

jueves, 22 de junio de 2017

La comida en Truffaut y Chabrol

Fotograma de "Violette Nozière" (Chabrol)
Dice uno de los autores que hablan de Truffaut que éste sólo hacía cine sobre lo que le gustaba. Y a él no le gustaba comer (ni beber), razón por la que, al contrario de lo que pasaba con su compañero Claude Chabrol, en sus películas nunca salía gente comiendo o cenando.
Pese a lo cual, después de la sesión Truffaut de hoy en el Centre de Lectura de Reus, nos hemos reunido alrededor de una buena mesa, comiendo cosas muy buenas hasta acabar hablando de los diferentes vermuts de Reus, que había visto justo antes en un maravilloso colmado -del que ya saldrán por aquí más detalles-, y se ve que han tenido un potente resurgir estos últimos años.


Truffaut en Reus

Hoy tendré un día de resonancias truffautianas. En el Cercle de Lectura deReus han dedicado las últimas siete sesiones del curso de su cine-club a otras tantas películas de François Truffaut, y esta tarde, a las 19,30h, en la charla de clausura que tendrá lugar en su sala de actos, quiero recordar unos cuantos elementos sacados de ellas, para intentar hacer ver cómo, aunque puedan parecer en ocasiones marginales, son de constantes y centrales en todas sus películas y -lo que al menos a mí me resultó más extraordinario una vez conocido- cómo están entrelazados con su propia biografía.

Espero que no haya ningún maniático anti-Truffaut en la sala. Suelen abundar en ciertos ambientes...





miércoles, 21 de junio de 2017

Las chicas de Pasaik


He ido al Zumzeig sin saber muy bien qué iba a ver. No sabía que Birdie Num Num (con ese nombre tan divertido, que supongo heredero de “El guateque”) era un centro de formación de cine que se estrenaba en cuanto a organización de un acto como éste. No sabía quienes eran “Las chicas de Pasaik”, el dúo de realizadoras María Elorza y Maider Fernández Iriarte, de las que no había visto hasta ahora ninguno de sus cortometrajes. Únicamente conozco un poco a Mariana Freijomil, que es quien ha organizado y presentado la sesión.

Todo eso ha agudizado, posiblemente, que saliera más contento que unas pascuas del cine, satisfecho de haber visto tres cortometrajes que confirman que hay gente joven que piensa sus cosas en cine, con lo que, pese a las penurias que deben afrontar, por ahora esto del cine no llegará a su fin.

La sesión, que Mariona ha titulado como “(Des)encuentros”, ha contado de tres cortometrajes:

“Encuentros. Txomin y Elena” (2014) nos ha explicado Maider Ferández Iriarte, que ha participado en la sesión, que fue el primer episodio (otros dos se pueden ver por internet) de un proyecto que se marcaba estar compuesto por historias en las que dos desconocidos se pusieran a hablar del amor. Aquí lo hacen Txomin y Elena en un encuentro fortuito en un trayecto de autobús. Maider ha dicho en el coloquio que muchos de los recursos visuales que se aprecian en el cortometraje surgieron debido precisamente a la inexperiencia y errores consecuentes a la hora de ponerse a filmar. Pero aunque haya un punto de verdad en lo que dice, hay que conceder que la utilización de subtítulos que marcan, cortantes, diálogos ante el silencio de los actores y el ruido ambiente, o de grafismos típicos de las colas de celuloide surgiendo por aquí y por allá, o de esa musiquilla de comedia romántica que arranca en medio de la acción, cuando un subtítulo dice que “Elena se pone a hblar de forma solemne del amor”, dotan a esa breve pieza de una viveza encomiable. Al final Txomin ha cubierto su trayecto. Los dos se dicen, festivos, que “a ver si coincidimos en otro autobús”, y él baja del bus. Elena se queda entonces mirando por la ventana, y apreciamos que la sonrisa que siempre ha dibujado su rostro vira un poco hacia la seriedad. Esa seriedad de quien se hace consciente de repente de algo que podría haber hecho y no ha hecho. Un cierto deje de melancolía invade la escena y nos invade también a nosotros como espectadores, cerrando una pieza redonda.


“Agosto sin tí” (2015) es muy diferente, aunque guarda algún punto de contacto con el anterior, que yo centraría en esa forma de acumular formas de aproximación en una escena. Se trata de una correspondencia fílmica, que parecía que iba a ir también de correspondencia escrita. Las dos realizadoras del grupo, separadas en el mes de agosto –una en Cerdeña, otra en la costa vasca- por causa de sus vacaciones, se explican, rodando, en qué consisten esas vacaciones. “Los días aquí son ociosos y lentos”, empieza una misiva, que luego no tiene nada de literaria, pero dando pase a un cierto deje también melancólico. Sí que hay ahí una narradora en tono íntimo, y ciertas imágenes y movimientos de cámara –sobre todo en Cerdeña (Maider nos ha dicho que María se llevó la cámara, y ella tuvo que filmar “con lo que pudo”) que hablan de un acercamiento personal a las cosas.

No es melancólico en absoluto el tercer cortometraje visto, “Gure Hormek” (“Nuestras paredes”). Se inicia con una escena en la que María Elorza graba a una italiana que le muestra el deterioro de una pared tapada por los libros de una estantería, montada por etapas que dan la impresión que han constituido muchos momentos de su vida. La filmada explica que, sóla ella en casa, se hizo con una taladradora y empezó a hacer agujeros en la pared para fijar la estantería, y que le hizo unos boquetes fenomenales. A continuación se muestra una pared y las huellas que en ella han quedado por todo lo que se le ha puesto delante. Profundizando por ahí habría, sin duda, una película muy sugerente. Pero son otros los derroteros que toma entonces el cortometraje, presentado y premiado en Bilbao y otros festivales, y que pasa a ser un homenaje “a las gentes que queremos” y, como ha dicho una espectadora, especialmente a las mujeres que han tenido que montárselo por sí mismas.

La sesión se vuelve a hacer en el mismo cine el jueves por la noche. Si alguien quiere un poco de frescor, ese es su sitio para encontrarlo.


En la fotografía sacada en la sala de Zumzeig, antes de la proyección, la responsable de Birdie Num Num presenta a Maider Fernández –a su lado- ante la mirada de Mariana Freijomil, más a la izquierda.


domingo, 18 de junio de 2017

The last command

El general zarista con su revolucionaria, prisionera... de amor.
¿Alguien puede llegar a imaginar qué habría sido del cine sin Emil Jannings? Ni “El último” (Murnau, 1924) ni “El ángel azul” (Von Sternberg, 1930) habrían resultado lo mismo. Ni tampoco “The last command” (Josef von Sternberg, 1928), en la que interpreta a un personaje que tiene mucho de los de las dos anteriores.
Una de las ventanillas del guardarropía para los extras que recorre ese magnífico travelling inicial.
“The last command” se puede ver en Filmin, pero esa opción quedaba (en comparación con verla hoy en la Filmoteca, en pantalla grande y con música interpretada en directo por el maestro Baldomà), ampliamente derrotada, y dejando aún margen para irrazonablemente abandonar el microclima casero conseguido a fuerza de aire acondicionado y supongo que paliza económica posterior.
Los extras, poniéndose maquillaje y vestuario. Jennings con un tic que le hace mover continuamente la cabeza, "por un shock" que tuve.
Pensaba estar yendo a ver una película sobre un general zarista durante la época de la revolución, y al ver que la película se iniciaba entre cámaras de cine, en Hollywood, me ha recorrido una cierta excitación. Y no es para menos: La estructura de la película es magnífica. El episodio de la Rusia zarista y revolucionaria está en un flash-back que se inicia desde el espejo de la cajita de maquillaje en donde se contempla el viejo extra llamado a los estudios para representar el papel de general, primo del Zar. Justo lo que veremos en el flash-back que fue su real papel en la vida.
Cuatro escenas significativas de la película. En la de la izquierda abajo, el espejo de la caja de maquillaje en el que se inicia el largo flash-back.
Hay dos espléndidas escenas iniciales: en una de ellas vemos como un director ruso llegado a Hollywood escoge entre las fotos que le ofrecen sus ayudantes (tan serviciales, encendiéndole los cigarrillos, como veremos que serán en el flash-back los oficiales rusos con su general) para encarnar a sus personajes, y da con una fotografía de un anciando, de rostro duro, de la que se queda prendado, mirándola fijamente. En otra, un largo trávelling va dejando ver cómo se asoma a las sucesivas ventanillas de los estudios el viejo extra y otros muchos más llegados a la convocatoria. En cada ventanilla le van dando una pieza más de su disfraz.
Con escenas dignas de un Lubitsch.
Hay más movimientos de cámara y escenas de gran interés. Sobre todo las desarrolladas en el nuevo cuartel general de las tropas, un palacio, con ciertos elementos (el banquete de Estado Mayor y la aparición en ese ambiente de la intrusa, por ejemplo) que recuerdan a los mejores Lubitsch.
Los asistentes del director de cine se disponen, raudos, serviciales, a encenderle el cigarrillo,
Es verdad que ciertos decorados de cartón piedra y movimientos de masas revolucionarias (entre las que se da de lo lindo a la botella) dejan que desear, y desmerecen un poco del conjunto, pero aún así son precisamente esos movimientos de masas los que sirven para ofrecer una imagen de la revolucionaria, enarbolando un estandarte, directamente sacado de los hermosos carteles soviéticos, que vale mucho la pena.
En una escena parecida, los oficiales también acercan su encendedor al cigarrillo del general.
La revolucionaria, a punto de dar la imagen del famoso cartel propagandístico soviético.

sábado, 17 de junio de 2017

Risate di Gioia

Número cómico de Anna Magnani y Totò, a petición del respetable, en la fiesta de fin de año.
Hoy he tenido la (rara) oportunidad de ver “Risate di Gioia” (Mario Monicelli, 1960) y me ha confirmado eso de que debería rehacerse la historia del cine -al menos- italiano, para entronar definitivamente a películas como ésta. Presenta una noche de fin de año que supongo debió influir lo suyo a Berlanga para su Plácido, por ciertas escenas equivalentes y por un tono general de amargura profunda, algo resignada, bajo la capa de la más divertida comedia.
Uno de los juegos de espejos del film.
Una Anna Magnani que eclipsa a todo lo que tiene a su lado, hasta llegar a hacer que un gran Totó –que recuerda en ciertos momentos al Buster Keaton de “Candilejas”- haga casi sólo de comparsa suyo. Un Ben Gazzara desplazado, haciendo de ladrón italiano que necesita pinche, pero que consigue ser un buen espejo del deseo que cree estar ganándose la Magnani. Esos son los personajes principales de la película, pero también un pobre y bondadoso conductor de metro al que engaña toda su familia, un amercicano borracho empeñado en emular a la Anita Ekberg de “La dolce vita” en la Fontana de Trevi, y que tiene una cartera rebosante de dinero pero bien cogida por una cadena (“¡Pobre Italia!”, exclama al constatarlo el Carpanta que interpreta Totó, que me ha llegado al alma cuando ha visto el paraíso ahí msismo, y ha pedido con energía “¡Dos Fetuccini abundantes!”), o unos aristocráticos alemanes con unos guardianes empleados suyos que parecen provenir directamente de las SS.
La rifa benéfica.
Y unos diálogos como los que gasta la extra de Cinecittà, el personaje de Anna Magnani: Desesperada, le dice a un Totó –“Infortunato”- que le desbarata todos sus planes: “Hay cuatro puntos cardinales: Escoge uno y vete!”
El americano beodo, puento de mira de los ladrones de guante blanco.
Sería un magnífico ciclo para descubrir en la Filmoteca: Cine italiano –comedias, melodramas, poco vistos por aquí- de los años 50 y 60.
Infortunato cuando cree que está a punto de degustar sus fetuccine.
En casa de los alemanes, en unas escenas que hoy en día no serían posibles, por aquello de lo políticamente incorrecto.

El buenazo del conductor del metro, ofreciéndose al personaje de la Magnani en su infortunio.
Penúltima escena de la película, en una iglesia que celebra el 1 de enero.
Y final junto al Tíber.

miércoles, 14 de junio de 2017

Palau i Fabre



Hoy en la Filmoteca, dentro del ciclo a él dedicado para conmemorar su centenario, la satisfacción del reencuentro con Josep Palau i Fabre.
Gracias al documental de Martí Rom (1993), el divertido apunte de Isaki Lacuesta y Pere Vila “Saber nedar” (2006), el feliz encuentro entre Maria del Mar Bonet y Josep Palau rememorando sus canciones (Isaki Lacuesta, 2006) y el reportaje de Olga Palet y Pere Secorún para TV3 (“Vides de Palau i Fabre”, 2006), poder recuperar su imagen en la playa (como en el fotograma de “Saber nedar” adjunto), o nadando diariamente a sus muchos años, viéndole recitar sus potentes poemas o componer sus monumentales libros sobre las diferentes épocas de Picasso, o bien recordar su labor de puente entre los intelectuales de antes de la guerra civil y los de la inmediata postguerra, curiosear cómo vivía y también, por qué no, darse cuenta cómo, hasta ser reconocido y agasajado, tuvo que pasar muchos años, aquí y en el exilio, de soledad y penurias.

La salvación del cine


En el número de "Caimán. Cuadernos de cine" del pasado mes de abril se publica, procedente a su vez de una traducción de Juanma Ruiz del "Film Comment" de noviembre/diciembre, un valioso texto -"La marginación del cine"- de Kent Jones en el que se responde a las constantes preguntas de qué le está pasando al cine, cómo ha evolucionado desde hace veinte o cuarenta años hasta ahora, y qué lo diferencia de las series de televisión. Habla Jones de las películas que le interesan, que son las "buenas", es decir -y esto se lo dice él mismo-, las "dirigidas", para enfrentarlas a todas aquellas producto de estudios de marketing, o cosas así.

Acaba con una frase conclusión que aporta un buen nivel de optimismo, y que quiero transcribir aquí:

"El cine está destinado a ser compartido, y hecho, de una manera totalmente nueva. Las condiciones de la forma artística como las hemos conocido y llegado a amar están muriendo, pero no habrá una muerte del cine. En su lugar, está en el proceso de ser marginado culturalmente, lo que significa que está asumiendo un lugar orgulloso al lado de la poesía, la danza y la música de concierto. Incluso se podría decir que la marginalización del cine será su salvación."

(La foto del Zumzeig Cinema la he sacado deunbuendiaenbarcelona.com)

sábado, 10 de junio de 2017

Comment j'ai tué mon père

No me había sentido lo suficientemente atraído para ver una película de Anne Fontaine, pero por TV5Monde han pasado su "Comment j'ai tué mon père" (2001), y la he visto -esta vez sí, y además interesado-, hasta su final.
Un joven médico (Charles Berling), muy bien asentado en Versalles, recibe la visita inesperada de su padre (Michel Bouquet), otro médico del que apenas sabía nada desde que abandonó a su madre, a él y a su hermano, para irse de improviso a trabajar en África. Lo acoge en su casa unos días, y ni qué decir tiene que la aparentemente sólida estructura que había montado para sostener su vida se irá resquebrajando, mostrando lo frágiles que eran en realidad sus materiales.
Parece que todo vaya a centrarse en el tema de la paternidad, lo que es bastante cierto, pero sobre todo en sumergirse en la brecha que se abrió entonces, que va dibujándose poco a poco, pero paulatinamente se aprecia un cambio en el punto de interés del film, que parece poner el foco entonces en el proceso de liberación de su mujer, bella y dócil cautiva hasta ese momento. Acabada la visión he ido a mirar quién era la actriz que encarna ese personaje, tan etéreo, y se trataba de Natacha Régnier, nada menos que la Maria de "Le fils de Joseph" (2016), el film de Eugène Green.
Y también he visto que junto a Anne Fontaine firma el guión Jacques Fieschi, antiguo crítico de cine, guionista y realizador, que tiene apariciones en films de gente como Pialat, Eustache, etc.

An american tragedy

Pues sí que hay películas en el catálogo de Filmin muy recomendables. Y varias no las había visto anteriormente, como esta "Una tragedia humana" ("An american tragedy", Josef von Sternberg, 1931), quizás oculta tras la versión posterior ("Un lugar en el sol", 1951) de Georges Sevens, con Montgomery Clift, Elizabeth Taylor y Shelley Winters, ambas versiones o su origen literario tan divertidamente recordados por Carlos Saura en una de las escenas de "El jardín de las delicias" (1970).
Visto el austero seguimiento de la historia que hace von Sternberg, que avanza por la trama con una precisión -cabría hablar también de fatalidad- encomiable, sorprende un poco el cambio de tono hacia una larga y altisonante última escena de juicio. No ha sido sino hacia su final que me he dado cuenta de que con ella quería hacer notar lo voluble que es toda esa estructura judicial, dejando claro hasta qué punto tanto se puede llegar, de forma de lo más arbitraria, a una sentencia u otra.

viernes, 9 de junio de 2017

Ámame esta noche


En Filmin puede verse, como vengo de hacer ayer, "Ámame esta noche" (Robert Mamoulian, 1932), una comedia musical (Rodgers & Hart) con aquella canción tan famosa: "Isn't romantic? Pero lo que a mi gusto vale por todo el film es su extraordinaria introducción, que nos muestra cómo arranca el día la ciudad de París.

Unos tejados con humeantes chimeneas y la torre Eiffel entre brumas dan paso a imágenes de zonas a las orillas del Sena, dignas de los grades fotógrafos, envueltas en niebla que va despejándose, para, poco después, presentar un rápido montaje de otras barriendo la calle, abriendo persianas, empezando el trabajo cotidiano de los diferentes oficios, que marcan el ritmo de un día que se promete radiante. Una señora sacude la alfombra en la ventana, una chica tiende la ropa en el terrado, ya luciendo el sol. Un reflejo muy bueno de ese milagro diario.

Aquí, el enlace a la escena:

https://youtu.be/VinvK-xEhBg