jueves, 31 de octubre de 2019

Dos Delluc

El pueblo vasco de “Le cremin d’Ernoa”.
Como se explica en la exposición actual de la Filmoteca, Louis Delluc es considerado uno de los fundadores (si no el fundador) de los cine-clubs. Pero además forma parte de esa generación de cineastas franceses tan interesantes de los años veinte, los Epstein, Gance, Dullac, L’Herbier,...
No es fácil ver proyectadas sus películas, y por eso es de agradecer que ayer pudieran contemplarse en la misma Filmoteca dos de los films de su muy corta filmografía, “Le chemin de Ernoa” y “Fièvre”, ambas de 1921.
Su frontón.
Pueden decepcionar, en tanto ofrecen unas endiabladas historias de lo más folletinesco, pero resaltan sus aspectos visuales, que no tienen parangón. Eso al margen, yo quedé maravillado por las escenas iniciales de la primera, con el retrato del pueblo vasco donde tiene lugar la trama y ese paseo del personaje del “americano” Etchegor, aislado e indeciso, por la calle del pueblo, ajeno a la atenta observación de su admiradora Santa.
Y sus dos personajes principales. La actriz hace de protagonista también en “Fievre”.
En la segunda la acción se centra en un café portuario de Marsella, en el que se acumulan hasta la saturación marineros con antiguas historias que obligadamente renacen, tramas amorosas y trifulcas de órdago. Pero también cautiva el planteamiento visual de la ciudad (con escenas, en este caso, muy diferenciadas del ambiente de decorado teatral de interior en el que se desenvuelve la acción) y, en primeros planos, de los tipos que frecuentan el café.
La mujer del tavernero y el extraño marinero venido de oriente en "Fievre".
Un procedimiento no habitual se da en las dos películas: se producen en ellas continuamente una serie de paréntesis visuales explicativos muy interesantes, en un procedimiento que luego he visto utilizado por gente como Truffaut. Mediante ellos, asistimos a la visualización de una escena recordada por uno u otro personaje o bien a la de una escena que refleja un futuro deseado.
En la barra del café portuario. Y una flor dorada que no acabé de entender qué papel tenía en la tremebunda, exagerada trama.
Como conclusión personal, no son las obras maestras de las que avisaban -sobre todo en el caso de “Fievre”- las historias del cine, pero sí películas con un tratamiento visual muy especial, que sitúan muy bien a Louis Delluc como alguien singular, con un peso específico, en esa misma historia.

martes, 29 de octubre de 2019

Miles Davis: Birth of the Cool

He echado unas cuentas y como resultado veo que hace casi cincuenta años que un amigo me presentó a Miles Davis a través de su “In a Silent Way”. Los dos primeros LP suyos que tuve fueron ese mismo y “Sketches of Spain” y a partir de ahí, además de hacerme paulatinamente con casi toda su discografía, fui familiarizándome con cantidad de músicos de jazz y otros tipos de música de su estela.

Hace unos días, viendo que en el “In-Edit” pasaban “Miles Davis: Birth of the Cool” (Stanley Nelson, 2019) le propuse a ese mismo amigo acudir a verla y ahí estábamos hoy formando parte de la gente que casi llenaba la platea y anfiteatro de la sala grande, la antigua, del Aribau.

Al principio sólo lamentaba que los años, que iban saltando de cinco en cinco siguiendo cronológicamente la estela del músico, fueran pasando tan rápido, con lo que en un periquete ya estaríamos en la calle, apenas si resucitada un poco la pasión con la que nos arrastraba. Llegado 1965 eso, por suerte, se ha corregido un poco.

Su encuentro e idilio en Paris con Juliette Greco, su grabación a finales de los 50 en su estimado París de la banda sonora de “Ascensor para el cadalso”, sus diferentes roturas musicales, cambiando de estilo cada dos por tres, abriendo nuevos caminos. Todo eso aparece, con gran documentación gráfica, en la película, que entrevista también a mucha gente, aunque en general para que viertan esos slogans que tanto agradan en productos de este tipo. Pero algo nuevo para mi sí ha surgido: es el caso, por ejemplo, entre los entrevistados, de la aparición de su mujer Frances Taylor, la beldad negra de la portada de “Some day my prince will come”, que ha propiciado las más largas carcajadas de la velada, al comprobar que era una mujer que no tenía abuela.

La película es de un convencional que casi produce náuseas. ¡Pero es sobre Miles Davis! Eso reproduce las ganas de oír de nuevo su música y lo salva todo.

Fengming


“Fengming. A chinese memoir” (2007, 186 minutos) empieza como un auténtico Wang Bing. Quizás para compensar la inmovilidad de la cámara, en un trípode, frente a la señora sentada en el sofá que nos va relatando las penalidades de su vida, que constituye todo el resto del metraje, la típica cámara al hombro de Bing sigue a una anciana que caminando con dificultades (todo está helado) por una desierta y oscurecida ciudad, llega a su casa y entra en ella.

Tras esta escena, vemos ya a Fengming que empieza con tono monocorde, pausas y nuevos arranques, el relato de la (penosa) historia de su vida. Está sentada en una reducida sala, con la extraña presencia de lo que debe ser un microondas. Tras una hora así, parece que todo el rato se va a mantener un mismo plano, la cámara impertérrita mientras ella se suena, va al lavabo o a responder a un timbre, esperando su regreso y que reemprenda su relato, pero de tanto en tanto cambia a plano medio o incluso, en una ocasión en que no sé si por casualidad habla de cómo se enteró de la muerte de su marido, a lo que casi es un primer plano.

Si alguien quiere conocer de primera mano los pormenores de los revolucionarios que festejaron en 1949 la toma del poder en China, para luego verse represaliados durante la caza de “derechistas” (ellos, que estaban entregados al partido y vivían por un mísero sueldo) del 57 y durante la revolución cultural del 69, ésta es su película.

Por éste y otros films que he visto y por algún texto que he leído, el proceso solía tener para muchos el mismo recorrido: Tras unos años en el poder, Mao dijo que para consolidar la revolución, en ese momento lo que tocaba era ejercer la crítica, e invitó a expresarse en este sentido a todos los revolucionarios. Si lo pedía el timonel, eso era una orden y gente como el marido de Fengming lanzan una serie de artículos contra la burocracia del partido, que consiguen inicialmente un buen éxito. Al poco tiempo, sin embargo, algunos cuadros que debieron sentirse aludidos les acusan de derechistas, contrarrevolucionarios. Se produce entonces un juicio en el que no pueden hablar, en el que deben someterse a la crítica de gente variada que para ganarse puntos les lanza públicas acusaciones de las que no pueden defenderse. Ya sólo les queda la autocrítica, asumiendo incluso las mentiras, y su confinamiento en un campo de reeducación, al que inicialmente acude alguno de ellos con grandes esperanzas de borrar esa mancha que ha caído sobre ellos. Lo que no sabían era que, en época de penurias, esos campos de trabajos iban camino de matarlos de hambre. Murieron cantidad de los recluidos, obligando a los demás a una terrible lucha por la supervivencia.

Las declaraciones de Fengming dejan bien a las claras la locura que representan los fanatismos que, combinados con las ambiciones y miedos de las personas, pueden llevar a la deshumanización más profunda.

Ahora bien: Yo he podido con la película porque he dosificado la visión de sus más de tres horas en tres partes. Si bien hay momentos en que el relato me ha enganchado mucho, tres horas seguidas de cámara fija con la buena mujer largando en chino sus desgracias me habría sido totalmente imposible de digerir.

sábado, 26 de octubre de 2019

Pather Panchali

Apu
“Pather Panchali” (1955) es el primer episodio de la extraordinaria “Trilogía de Apu”, que debe ser uno de los mejores inicios continuados de un realizador en toda la historia del cine. Después de esto, salvo en algún film bastante diferenciado, Satyajit Ray hizo de tanto en tanto alguna película de la que se decía que era tan buena que recordaba a las de la trilogía inicial.
Ravi Shankar acompaña a los títulos de crédito de antes de iniciarse la película con un sitar de lo más alegre, para dejar luego ver a una niña salvaje y saltarina regresando a su casa, donde ofrece a escondidas unos frutos a su abuela, con la que mantiene una complicidad indisoluble. Es la hermana de Apu. Y a Apu lo veremos nacer poco después en este film, para seguirlo en los dos siguientes.
Apu con su hermana Durna. Él está a punto de ver por primera vez un tren.
Escenas que acaban con fundidos que suponen el paso del tiempo, desde unos minutos hasta varios años. Escenas de un sensorial subido, en las que reinan la lluvia y el viento, afectando o definiendo la situación de los personajes. Bellas escenas todas, en fin, que van marcando la vida -y la muerte- en una familia venida a menos, ahora viviendo con sus penas y alegrías en una paupérrima casa rodeada por la vegetación, en el mundo rural.
Abuela y nieta, cómplices
Unos pocos años antes, Satyajit Ray había conocido a Jean Renoir, presente en India con motivo de la preparación de “The river”. A los ojos occidentales la película de Renoir captaba, es verdad que centrándose en el entorno de una antigua familia colonial, el pulso de la vida en ese país, pero Ray declaró tras verla su decepción, porque según él no reflejaba a la India real. Poco después pudo, con esta trilogía, dejar constancia de lo que sí creía reflejaba al país. La presencia colonial era ya apenas una nota de color lejana (esa destartalada banda de música local con roídas casacas que acude con su renqueante “it’s a long way to Tipperary” a una boda) y en “Pather Panchali” centró su foco en las dos ramas de una misma familia, una adinerada, otra depauperada, rodeadas las casas de ambas de la naturaleza, con un tren que cruza, más allá de los campos de cultivo, la región.
Al final de este episodio se ve una enorme serpiente entrando a ocupar la casa recién abandonada por nuestra familia, que carga en una carreta sus escasos enseres y parte hacia la ciudad. Hay que ver la continuación en “Aparajito” (1956), otra joya.
La película se pasó ayer noche en la Filmoteca en el segundo día de proyecciones de la “Setmana del Cineclubisme” (hoy y mañana, más). Pablo Sancho, de la Federación Catalana de Cineclubs, presentó la sesión (foto) leyendo un texto en el que Isaki Lacuesta (como receptor del premio Nunes a la mejor película del año según los cineclubistas fue el seleccionador de la película) explicaba que la tuvo siempre como referente. No hay que negar que Isaki tiene buenos maestros.
Pablo Sncho, presentando la película

viernes, 25 de octubre de 2019

Alfonso Levy dice Truffaut

El programa, con todos sus detalles
Entre los personajes relacionados con el cineclubismo que aparecen entrevistados en la exposición que se inauguró ayer en la Filmoteca hay uno que diría destaca singularmente.
Se trata de la de Alfonso Levy, al que no creo me equivoque si califico de eso, de singular. Es y se define como filólogo, lo que ya voy viendo que suele significar ser de una raza especial. Si yo tuviera que definirlo, no obstante, como sólo inicio últimamente el conocimiento de los poderes de los filólogos, no podría sino otorgarle el apelativo de poeta.
Tiene obra escrita -que, para mi vergüenza, desconozco-, pero es que además eso se le ve con sólo oírle hablar, y la entrevista de la que hablo al principio yo creo que puede ser ejemplo suficiente.
Aparte de esto, no conozco muy bien su biografía, pero sí que ha llevado personalmente y participado en especiales programas de radio y televisión, en general de madrugada y centrados en el ahora parecería oscuro mundo de los libros, pero alguno hasta popular, con gente como Julia Otero, Manuel Delgado y conversando con casi todo el mundo de la cultura y de los diferentes espectáculos de por aquí.
Pero tiene además Alfonso Levy una característica que es la que me lo ha acercado sobremanera. Se dice deudor eterno de las películas de François Truffaut, cineasta con el que se identificó en su juventud y al que no ha abandonado. Confiesa tener más de 60 libros suyos o a él dedicados y es un placer oírle hablar de su cine. Puedo testimoniarlo, porque me he pasado horas -y no exagero- conversando con él a la salida de la Filmoteca, en un recorrido que hacemos durar lo impensable, intentando retrasar su final lo más posible.
Pues bien: Resulta que ahora, y eso es una auténtica oportunidad que no se ha producido hasta ahora, está anunciado un seminario en el que se podrá oír a Alfonso Levy hablando de Truffaut. Es decir: será oír hablar a Alfonso Levy desde lo más íntimo suyo. Sentir Truffaut desde dentro, captando todos los sensibles detalles de sus películas, tan intrincados con su vida.
Lo organiza la librería de la biblioteca, a donde se ha de dirigir quien me haga caso y decida asistir. Como el programa que adjunto señala, tendrá lugar todos los jueves de noviembre y tres más de diciembre a las 19,30h. Quien estime el cine de Truffaut y el que guste del sonido de la palabra, del lenguaje, no debería perdérselo.
Hice esta foto a Alfonso Levy el año pasado, como no podía ser de otra forma a la salida de la Filmoteca, con la tableta antigua, ya muy deteriorada. De ahí las brumas.

Día grande del cineclubismo

Tariq Porter a las 19h en la entrada de la sala de Exposiciones de la Filmoteca, justo antes de que se abrieran las puertas y la marabunta lo invadiese todo y luego arrasase con el catering.
Ha sido un día grande del cineclubismo en la Filmoteca. Por partida triple.
En primer lugar porque tocaba la inauguración de la exposición “Cineclubisme: el públic s’organitza. En el 40é aniversari de la Federació Catalana de Cineclubs”, que hasta el 12 de enero intentará captar la atención de quienquiera que pase por ahí en horas de proyección (o sea: las tardes de martes a domingo, de 16 a 21h). Paneles con un poco de información, fotos, documentos y unos 160 minutos de proyecciones les espera. La asistencia ha sido mayúscula, invadiendo la gente casi todo el espacio y arrasando en un periquete el aperitivo preparado para la ocasión: el éxito ha sorprendido a la propia empresa.
Esteve Riambau presentando la sesión de las 20h ante la pantalla anunciando “Fresas Salvajes”.
Preámbulos de la entrega de premios.

En segundo lugar porque se entregaban los Premis Nunes del Cineclubisme Català, que han Ido a parar a una “Entre dos aguas” (Isaki Lacuesta, 2018) que ha sido nombrada mejor pelicula con producción catalana del último año por los cineclubs federados, al Cineclub Sabadell por su participación de base en el considerado mejor hecho cineclubista, la recuperación de la película “Vida en sombras” (Llobet Gràcia, 1949) y a Imma Merino como persona relacionada con el cineclubismo.
Es Isaki Lacuesta agradeciendo el premio a “Entre dos aguas”. Parece un vídeo enviado desde el hospital tras un percance, pero debe ser desde el hotel de Montpellier donde se ha debido de quedar cuando ha visto que todas las líneas de tren se han cortado por el temporal.

Pep Suñé, del Cineclub Sabadell, agradeciendo el premio. Le contemplan Tariq Porter (presidente de la Federació Catalana de Cineclubs) y Rosa Ribell (también del Cineclub Sabadell).
En tercer lugar porque arrancaba la Setmana del Cineclubisme Català (que estará dando guerra presentando buenas películas lo que queda de semana) y un ciclo de películas muy ligadas con el cineclubismo que acompañará a la exposición durante todo el periodo de exhibición. Y lo hacía con la proyección de “Fresas salvajes” (Ingmar Bergman, 1957), una película que nunca está de más revisar una y otra vez en buenas condiciones, como las de la Filmoteca.
Imma Merino - à quien me habría gustado saludar a menor distancia- en su parlamento.
Al final, hablando de una pintada que ha visto recientemente en Bolonia, se ha acordado del Chile de entonces y de ahora, y ayudándose de sus manos se ha elevado.


domingo, 20 de octubre de 2019

Retrato de una mujer en llamas




Qué felicidad ir a un cine y que las expectativas formadas no sólo no se desvanezcan sino todo lo contrario! Me situaron a Céline Sciamma como una de las realizadoras francesas actuales con las que contar, sólo he visto de las suyas hoy esta “Retrato de una mujer en llamas” (“Portrait de la jeune fille en feu”, 2019, en el Boliche) y me apunto, también en fuego, su nombre. A ver si en el futuro no defrauda.
Me he fijado en cómo utiliza en provecho de la película la intriga, el suspense. Aunque el título en versión original resulte, seguramente, más alegórico que el español, una intriga que recorre buena parte del metraje es saber en qué momento del largo flashback principal van a sernos desveladas las razones de la pintora para haber pintado un cuadro con ese motivo, unas llamas que prenden en el vestido de una mujer.
Otras utilizaciones del suspense en el film son más clásicas: nos van incitando la curiosidad a los espectadores en todo un largo inicio del flashback, pues los personajes no hacen más que hablar de esa chica a la que la pintora deberá hacer un retrato, pero nos van retrasando el momento de verla, para que estemos realmente deseosos de comprobar con nuestros ojos cómo es esa persona de la que tanto se habla. Es más. En la escena en que aparece, no vemos aún durante bastante tiempo su cara. La cámara (cámara subjetiva: la pintora) la sigue en su carrera hacia la costa, distinguiendo solamente su nuca. Cuando por fin se gira, vemos su rostro en medio de su rubio cabello, recortado sobre las olas del mar, deslumbrante.
Me he fijado en otros mecanismos que te mantienen erguido en la butaca, notando la solidez del entramado:
En el prólogo, la maestra, haciendo de modelo, les dice a las estudiantes para pintora que miren muy bien la posición de sus manos. Ni qué decir tiene que ese será luego el primer centro de atención.
Los cambios de plano/secuencia he visto que suelen apelar a la sorpresa. Como espectador te lleva un tiempo, por ejemplo, resituarte hasta saber qué hacen esas tres mujeres desapareciendo al agacharse e irguiéndose a continuación entre matojos de hierbas de rivera. Otros denotan, de forma muy sutil, un cierto sentido del humor, casi juegos con el espectador.
Las llamas de las hogueras, de la chimenea, las que se traspasan entre esos dos cuerpos, se corresponden también con las de velas. Sí: la película de Sciamma es una película de luz de velas, pero no hay que asustarse. No se trata de un recurso de estética hueca, vacía por dentro. En ningún momento el film quiere venderse, o así me lo ha parecido, como de preciosismo visual. Diría que todo está en él calculado para evidenciar una intensa historia de amor.
De hecho, Àngel Quintana esta mañana nos desvelaba que la historia de amor que reseña la película es doble, puesto que a la que se ve siguiendo la trama hay que añadir el acto de amor que ofrece la directora a su primera actriz. Quizás lo que mejor muestra la primera es el precioso doble epílogo, sobre el que quisiera escribir un doble “Casi lloré...” para la Charca Literaria, pero a ver cómo lo hago, tratándose de las escenas finales, muy significativas, del film.
He salido bastante eufórico, comentando admirado estas y otras cosas de la película. Sólo el inoportuno sobrevuelo del helicóptero que ya va poniendo banda de sonido a nuestras veladas verspertinas me ha devuelto a la triste realidad.

Cineclubisme: El públic s'organitza

El cartel que resume, sin tanta verborrea, lo que tendrá lugar el jueves 24 de octubre en la Filmoteca.
En el verano de 2018 Julio Lamaña, entonces secretario de la Federació Catalana de Cineclubs, me llamó para preguntarme qué me parecería hacer de “comisario” de una exposición que, para celebrar el 40 aniversario de la Federació, habían propuesto producir a la Filmoteca. Yo tenía desde siempre el convencimiento de que nunca iba a juzgar ni perseguir a nadie, pero últimamente, contradiciendo lo primero, ya había hecho alguna vez de jurado en algún festival de cine y, ya puestos, picado por la curiosidad, tras asegurarme que me daban una cierta carta blanca, insensato de mí, sin valorar todo lo que arrastraba consigo esa decisión, dije que bueno, que sí, que dispuesto a hacer de comisario.
Uno pensará que desde verano de 2018 hasta aquí hemos tenido tiempo de sobras para hacer y perfilar una virgueria de exposición, que no debería defraudar a nadie. Pero en realidad las cosas se desarrollan de una manera muy diferente a lo que uno prevé y puede parecer desde lejos. Sí que hemos apretado el acelerador e incluso vivido con la presión del tiempo en determinados momentos, pero a los que luego sucedían largas épocas de espera de acontecimientos. Ahora ya entiendo cómo funcionan todos los diferentes engranajes de una cosa como ésta y sí que me vería capaz de hacer una exposición satisfactoria en casi todos sus aspectos, pero claro: ya es tarde para rectificar olvidos y errores, Supongo, no obstante, que eso debe suceder siempre.
No es que se deje de lado, ni mucho menos, a la Federació Catalana de Cineclubs, de la que al final se habla con bastante extensión de sus funciones para darla a conocer a la gente, pero sobre todo lo que se ha intentado es colocar como protagonista de la exposición al público, a la gente que quiere ver y posibilitar ver un determinado tipo de cine y se pone de acuerdo para montar y hacer funcionar un cineclub y a ese fenómeno y las sensaciones que fomenta que, quien las ha experimentado en una época de iniciación, no puede borrar de su memoria: el cineclubismo.
El jueves 24 de octubre se inaugura en la sala de exposiciones de la Filmoteca a las 19h la exposición, que ahora mismo se está acabando de montar. Si alguien quiere asistir a la inauguración y curiosear un poco, puede hacerlo sin problema, porque es de acceso gratuito y, además, tras las (escasas) palabras de rigor y un mínimo recorrido por sus espacios, no se irán de vacío, porque los organizadores prometen ofrecer un pequeño refrigerio. En el interior de la sala espero que quienes no sepan ni qué es un cineclub ni para qué caray sirve esa federación, que los hay, puedan satisfacer su curiosidad, viendo un poco de su historia, referentes y circunstancias, así como variopintas huellas del ritual que comporta el cineclubismo. Los que ya vivieron y sintieron ese gusanillo en el pasado y los que hoy disfrutan de los cineclubs (54 de ellos forman parte actualmente de la Federació Catalana de Cineclubs) espero puedan sentir e identificarse con alguna de las piezas (fotografias, documentos, objetos, lo que podrán ver y oír en alguna de las proyecciones) que se encontrarán en la exposición.
Pero eso no es todo. Ese mismo día, a las 20h, en la Sala Chomón de la Filmoteca se puede asistir a una sesión que combina el arranque de otras dos acontecimientos relacionadas. Por un lado, la VI Setmana del Cineclubisme. Por otro, un ciclo formado con películas muy relacionadas con los cineclubs, que se prolongará mientras la exposición esté abierta (hasta el 12 de enero).
En esa sesión inaugural de esos dos acontecimientos se podrá ver:
-La (rápida) entrega de los “Premis Nunes del Cineclubisme Català”. Se entregan a los considerados Mejor hecho cineclubista del año, Mejor película catalana del año y a una Persona relacionada con el cineclubismo.
-La pelicula “Fresas salvajes” (Ingmar Bergman, 1957), presentada por Tariq Porter, presidente de la Federació Catalana de Cineclubs y por un servidor, que intentará explicar las razones del interés que esta extraordinaria película ha tenido y tiene para los cineclubs.

El jueves se estaban colocando y pintando las paredes interiores de la exposición. Ésta saldrá cómo saldrá, pero ni que decir tiene que emociona ir viendo cómo avanza.

sábado, 19 de octubre de 2019

O que arde


Una de esas extrañas coincidencias ha hecho coincidir el estreno de “O que arde” (Oliver Laxe, 2019) en Barcelona con esos otros fuegos que atormentan la ciudad por las noches. Eso hace que viéndola enlaces inconscientemente una cosa con la otra y al ver pasar en la pantalla la escavadora abriendo un cortafuegos crees estar viendo el botijo que abría paso a los furgones de la policía entre el fuego...
Iba a ir a media tarde al Melies, que lo tengo relativamente cerca de casa, pero he visto en la convocatoria de Facebook que a esa misma hora pasarían la película en el Zumzeig con la presencia de Oliver Laxe, y aún con riesgo de luego tener problemas para regresar a casa, he optado, para poder oírle, por esta segunda opción.
No ha sido muy buena elección, salvo por el hecho de que la proyección del Zumzeig es de lo mejorcito de Barcelona y que a la salida he podido pescar una bici y no me he visto envuelto en ningún follón: Pero antes el Bicing estaba vacío, el metro tenia cerrados los accesos a la Estación de Sants y te obligaba a dar un buen rodeo y -lo peor- en la taquilla me han dicho que la presentación de Oliver Laxe había sido sólo el primer día, siendo lo indicado en FB un error de la distribuidora.

Lo que sí había era un numeroso público no habitual de la sala. Pronto se ha visto que eran paisanos de la zona de la provincia de Lugo donde se desarrolla la trama de la película. Lo malo es que no era, digamos, un público acostumbrado a estar callado. La señora de atrás mío tenía a bien recalcar todos los descubrimientos que iba efectuando, como la aparición de un autobús de línea de De la Riba, el pueblo donde va el protagonista a tomar una cerveza, cosas así. Otra vecina describía a su compañera todo lo que se iba viendo (¡Niebla! ¡Nieve! ¡...!) y alguna que otra escena. Y lo peor es que el grupo contaba con unos cuantos niños, que se mostraban divertidos y dicharacheros.
Por suerte, las escenas iniciales (que dejan ver, como otros planos generales de después, la mano de Mauro Herce), en los que se ve el fantasmagórico avance de una excavadora, entre el polvo ocasionado y el ambiente nocturno, volcando altos eucaliptos uno tras otro como si fueran cañas, hasta toparse con el gigantesco tronco de un castaño o de un veterano árbol autóctono, es de una fuerza que entra superando cualquier distracción ambiental.

Luego el mismo desarrollo de la película, con esa madre que se mueve como un gato montés, esas tres o cuatro vacas y un perro muy expresivo, han ganado la atención de la audiencia, ya más controlada en sus expansiones, salvo -y puede estar justificada- la exclamación colectiva de casi toda la platea cuando han descubierto que en el bar, como extra, aparecía nada menos que la Manuela.

La película me ha parecido impecable, definiendo con unas pocas pinceladas toda una situación, hasta la aparición del fuego, que me pensaba abarcaba casi todo el metraje, y el colofón final, que no es que esté mal, pero me ha dado la impresión de así como resuelto precipitadamente.

Barcelona se acerca a la imagen de Coal Money

Los camiones de “Coal money” esperando su carga de un mineral de carbón superficial, de baja calidad.
Anoche volví a quedarme abducido por las retransmisiones en directo del espectáculo de puesta de barricadas, quema de contenedores y demás, así como lanzamiento de proyectiles de todo tipo entre encapuchados y policías. Eran cámaras colocadas en la Vía Layetana en una página web de El País que me pasaron (abarcando una calle repleta de furgones policiales, desde la Plaza Urquinaona hasta la Avenida de la Catedral) y las móviles de, en este caso, el canal 24h y La Sexta, en la Plaza Universidad, junto a la desembocadura de Pelayo y Ronda Universidad y en La Ronda de Sant Pere, donde casi se quema un árbol junto a una serie de enormes objetos metálicos. Seguro que debía haber más puntos de la ciudad con enfrentamientos, pero éstos eran los retransmitidos.
El ambiente a la salida de la mina.

Del fuego he logrado abstraerme un tiempo para pasar entonces al carbón, se ve que de mala calidad. He puesto en Filmin “Coal Money” (Wang Bing, 2009), casi un mediometraje, cosa extrañísima en Wang Bing, que sigue el recorrido de unos camioneros esperando la carga en una enorme mina a cielo abierto, en medio de un ambiente de humo, piedras y polvo negro, su viaje nocturno por una carretera infame y las negociaciones y peleas hasta llegar a un precio al que vender el carbón, descargado penosamente a mano por otros desgraciados de un nivel económico todavía más inferior.
Es lo que he podido obtener por la red como imagen creo que de la plaza de Urquinaona sobre las 0,30h, a punto de cesar en ese sitio las hostilidades. Por la televisión, casi media hora después, los fuegos ya apagados, pude ver el impresionante aspecto de toda una alfombra gris de piedras empedrándola, en una imagen que no me saco de la cabeza y que me llevó a la película de Bing.
Al acabar de verla he vuelto a la web, pero ya había finalizado su emisión en directo. He hecho un recorrido por los canales de TV que podían estar aún dando cuenta de la batalla campal nocturna, pero con poco éxito. Betevé y Trece, que la noche anterior sacaron sus cámaras para ofrecer el directo, estaban ocupados esta noche con ficciones, lo mismo que el Canal 33. Por su parte TV3 y 3/24 no salían de reproducir detalles de esas marchas tan numerosas que habían llegado a Barcelona. Únicamente pesqué ya a La Sexta, pero sólo hasta la una de la madrugada, en un momento en que parecía haber una disminución grande de los enfrentamientos en esos entornos.
La descarga de un trailer en la película.
El panorama final, dantesco. La plaza Universidad aparecía alfombrada de piedras del tamaño de un puño, las hogueras que habían servido de barricadas o no sé si de reclamo ya eran una masa informe gris, del que sólo sobresalían algunos hierros medio calcinados.
Uno de los que forman el engranaje comercial de la distribución del carbón, ganándose la vida.
Pasado el tiempo, cerca de casa seguía oyéndose el helicóptero, pero podía imaginarme, sin la ayuda de cámaras, que la cosa no había terminado del todo. Esperemos que por aquí no sé dé esa conversión de lo que había sido en algún momento una ciudad deslumbrante en una especie de mina de carbón al aire libre, humo polvoriento gris -como la plaza Urquinaona tras la batalla- dominándolo todo.