domingo, 31 de enero de 2021

Ciudad 24

La entrada de los trabajadores de la Fábrica 420 -todos con el típico traje azul- empieza a escasear, y eso que ya estamos en 2007. O quizás van únicamente así para celebrar la fiesta del inicio de su desmantelamiento...

Una de las que cuentan con emoción su azarosa vida, siempre ligada a la fábrica.

Una fábrica que va desmantelándose, en escenas que, aunque quizás visualmente mucho más variadas y dinámicas, mucho entonces menos profundas, recuerdan a los documentales de Wang Bing.

En 2012 Víctor Érice presentó “Vidrios partidos”. Cuatro años antes, Jia Zhangké había hecho lo propio con esta “Ciudad 24” que anoche vi -con provecho- en Mubi.
Si las nombro juntas es porque la visión de la segunda me llevó a pensar en varias ocasiones en la primera. Ambas parten de una vieja fábrica, que ha dado trabajo y sentido a toda una población, que deja de producir y se abandona (la de Érice) o procede a desmantelarse para convertirse en un moderno barrio residencial y comercial de lujo (la de Zhangké).
Érice utilizaba en “Vidrios partidos” un recurso que a mí, personalmente, no me llegó nunca a convencer: sus actores eran los mismos antiguos obreros de la fábrica y explicaban historias realmente recogidas de ellos por Érice mediante entrevistas, pero el director había hecho que cada uno interpretase declarar como propias las declaraciones de otro.
En “Ciudad 24”, Zhangké -espero no equivocarme en mi interpretación- junto a auténticos obreros recluta a unos pocos actores para que hagan el papel de un trabajador auténtico de la Fábrica 420 (una enorme fábrica secreta de armamento), que nos cuenta con emoción lo que supuso en su día esa fábrica para él y lo que supone su actual transformación. De vez en cuando (pero no he encontrado ninguna imagen por la red para mostrar), esos supuestos testigos de una época que se fue posan, como para una fotografía, ante la cámara.
La película va estructurada en capítulos, identificados por un significativo poema. Todos los supuestos entrevistados son situados en unos encuadres absolutamente evocadores y en ocasiones exteriorizan razonamientos como éste
“Cuando se tiene alguna cosa que hacer, se envejece más despacio”- que me he apuntado.


Una chica joven, de las últimas empleadas, abandona el barrio de la fábrica.

Y va a una de las nuevas construcciones, que dominan la ciudad.

En la entrada de la fábrica, se produce el cambio del letrero de “Fábrica 420” por el de “24 City”.

 

viernes, 29 de enero de 2021

Le jour où le sud a gagné sa liberté -L’Afrique Française


“Le jour où le sud a gagné sa liberté -L’Afrique Française” (Laurent Joffrin y Laurent Portes, 2017, en TV5Monde) empieza de un modo engañoso.
Parece centrarse en la figura de Léopold Sedar Senghor y constituirse en una hagiografía sobre el personaje y el feliz momento para la humanidad en que todos los países africanos alcanzaron su independencia de la metrópolis.
Pero pronto se ve que, detrás de su desaliñada forma, con didácticos mini ficciones que representan diálogos de De Gaulle con su todopoderoso Jacques Foccard, el encargado de la política africana de su gabinete, el documental (al parecer capítulo de toda una serie que abarca esa misma encrucijada en los territorios de todo el mundo) se despacha a gusto con los nulos escrúpulos de la administración francesa, apoyando a corruptos y déspotas absolutos con la única condición de tenerlos a su lado internacionalmente.
El episodio acaba en un momento culminante: el antiguo militar francés Jean-Bédel Bokassa celebra por todo lo alto su proclamación como Emperador del Imperio Centroafricano. Luce una túnica encargada a Pierre Cardin réplica de la empleada por Napoleón y una corona de oro macizo adornada con un montón de diamantes. A la farsa no ha querido asistir ningún dignatario extranjero, salvo el de Isla Mauricio y los dos representantes del gobierno francés...



 

miércoles, 27 de enero de 2021

Las piernas de Cyd Charise


Hasta la muy seria "Cahiers du Cinéma" participó en la campaña que hoy tiene otro mojón casi enciclopédico en La Charca Literaria, con un artículo de Miguel Martín Maestro que glosa unas partes de la anatomía de Cyd Charise, la que va en la otra foto vestida de rojo.



 

Nomad. In The footsteps of Bruce Chatwin

Werner Herzog y Bruce Chatwin, por la época en que se conocieron.

Elizabeth, la mujer de Bruce Chatwin, contemplando un valle galés.

En una cueva de la Patagonia.

Tenía mono de la profunda voz de Werner Herzog relatando las historias de sus documentales, evocada por aquí estos días, por lo que me puse a ver su “Nomad. In The footsteps of Bruce Chatwin” (2019, en Filmin).
En ella Herzog retoma los lugares, esparcidos por todo el mundo, de sus películas coincidentes con los de los libros y viajes de Chatwin, llegando a los momentos en que estuvieron juntos. Como se dice en el documental, prácticamente todos esos lugares le fueron incitados a Bruce Chatwin por los objetos de la vitrina de su abuela.
Así, partiendo de su queridos valles de Gales, viajamos por la Patagonia -asistiendo al relato de la extinción de sus primigenios pobladores-, Australia -donde entramos en el complejo mundo de las canciones que les hacían de mapas y guías a sus aborígenes- o Ghana - donde Herzog rodó su “Cobra Verde” basado en una novela de Chatwin, quien acudió al rodaje, pese a estar ya muy débil por su enfermedad terminal.
Como aparecen secuencias de las películas que va mencionando y comentando el mismo Herzog, tenemos ocasión de estremecernos con una ascensión a mano, sin ningún instrumental (en imagen luego imitada con Tom Cruise en el inicio de un “Misión imposible”), hasta el pico del Cerro Torre chileno, como nos conmovemos viendo la naturalidad con la que Elisabeth Chatwin, esposa de Bruce, explica que le pareció tan normal que tuviera comportamientos homosexuales (Chatwin murió, prematuramente, del Sida). Documental similar a los otros de Herzog, en tanto en cuanto a su absoluta implicación personal, diferente en cuanto a emotivo homenaje al alma gemela perdida.
Al final, los sonidos aborígenes australianos que acompañan los títulos de crédito me han recordado a esos cantos viscerales que entonan tres o cuatro pastores sardos, enlazados por sus hombros concentrados mirando, hasta casi fundirse, con la tierra.


El escalador de ascensión casi insoportable de ver por los que, como yo, padecen vértigo.

Herzog con un antiguo colaborador de “Gritos de piedra”. A su lado, la mochila de Chatwin, regalada por éste poco antes de su muerte.

 

lunes, 25 de enero de 2021

Memorias españolas


Enterarse, por ejemplo, de que el hombre desquiciado por los celos de “Él” (Luis Buñuel) estaba sacado, en buena medida, del marido de Conchita Buñuel, la hermana del director. O hasta que las corridas de toros fueron ya prohibidas por la República y restauradas en 1939. Pero también conocer la visión de un extranjero sobre lo que conocía, va descubriendo y luego cuenta sobre sus experiencias en España. Un par de ejemplos de esto ultimo, sin meternos en las honduras del carácter por las que suele transitar: Su confesado placer aprendiendo “palabras complicadas como berenjena, mantequilla, amanecer o melocotón”. O su descubrimiento de que las trufas negras en conserva españolas son mejores y más baratas que las francesas, por lo que en cada viaje por aquí volvía a su casa con unos cuantos botes.
Esas serían piezas a colocar en el plato positivo de la balanza de este “Para matar el recuerdo. Memorias españolas”, de Jean-Claude Carrière al que, visto en una biblioteca, me llevé para casa y le hice una cuña para su lectura.
En el plato negativo, su versión de algunos chistes muy oídos y en bastantes ocasiones algo tergiversados o la cantidad de errores que se le descubren en lo que explica, que un buen editor (español) le podría haber hecho ver para su corrección.
Pero quizás eso último está bien, puesto que lo que se quiere conocer en un libro de memorias españolas de un foráneo posiblemente sea eso, su visión, por muy equivocada que resulte ésta. Y doblemente gracioso si su intención era deshacer los tópicos con los que se conceptuaba siempre desde Francia a los españoles.
El libro, además, sirve para darle otra vuelta de tuerca a los recuerdos de sus trabajos durante veinte años con Buñuel, que son los que ocupan la mayor proporción de sus páginas.
Aunque ya se lo había oído decir por otro lado, me he vuelto a reír de lo lindo con la anécdota que le contó Geraldine Chaplin, de cuando era la mujer de Carlos Saura y, paseando los dos, se cruzaron con unos que dieron síntomas de haberla conocido:
-Mira, es la hija del Gordo y el Flaco -oyeron.


 

Sin pedigrí


Con tanto animalista que hay por aquí, creo que agradecerían saber que, sí disponen de Filmin, les está esperando durante el tiempo del “My French Film Festival” el magnífico documental “Sin pedigrí” (“Clebs”, Halima Ouardiri, 2019; 18 minutos).
Muy bien realizado, sin una sola palabra -en todo caso unos cuantos ladridos- cada plano muestra alguna escena de la vida (canina) en una superpoblada perrera marroquí, asombrando al espectador atento sobre la rutina y el comportamiento de sus inquilinos en ella.
Por el final, se oyen unas noticias -muy bien escogidas- de una radio o una tele que no se ve, abriendo la intención del documental mucho más allá de lo que era a priori esperable.


 

domingo, 24 de enero de 2021

Un adieu



Está temporalmente en Filmin. Forma parte del “My French Film Festival”. Es solo un sencillo cortometraje de 22 minutos. Se llama “La despedida” (“Un adieu”, 2019) y es lo primero que ha realizado Mathilde Profit, una francesa con bastantes películas en su haber como script.
Cuenta una historia, como debe ser en un cortometraje de ficción, muy sencilla, pero que puede cargarse de significados con bastante fondo: un padre acompaña a Léa, de 18 años, con su camioneta hasta Paris, donde va a iniciar sus estudios de Bellas Artes. Le ha alquilado un mínimo apartamento, donde la deja con los trastos transportados.
Para redondearlo sólo le quitaría la tierna musiquita que aparece en dos ocasiones, sobre todo la primera.
La película me ha parecido, en su sencillez, de una gran delicadeza.


 

Le signe du lion


Notas mentales, asociaciones de ideas que me fueron pasando por la cabeza viendo “Le signe du lion”, el primer largometraje (1962) de Rohmer, como si fuera por primera vez, porque hasta una escena de por el final no iba recordando nada.
1/ Fauché. Pierre se confiesa arruinado, empleando esa palabra. “Si tú es fauché, ne va pas à Fauchon!”, decía mi suegro. Y nosotros nos lo recitábamos precavidos siempre explorando, boquiabiertos, la tienda de la Place de la Madeleine.
2/ Hotel du Seine. Es donde, falto de pago, le confiscan todo su equipaje a Pierre. En una visita a Paris estuvimos precisamente en ese hotelito de la rue du Seine. Está reformado, claro, pero reconocí ese inicio de escalera, junto a la recepción, inmediatamente.
3/ Le 2 CV. Delante del piso de Pierre, donde hace la fiesta inicial, dos 2CV. De hecho, junto al Peugeot descapotable, que aparece mucho porque es de un amigo de Pierre, es el coche que se ve más frecuentemente en el film. Cosas de la época. Fue mi primer coche en propiedad, pagado con mi primer sueldo formal.
4/ Baguette. “Une baguette bien cuite”, pide un chico en la panadería. “Une baguette non moulée” tenía que pedir en París -bueno: en Bois-Colombes-, en mi primera expedición en solitario en septiembre de 1968, para cumplir el encargo que me hizo Madame Fouriaud. Mira que me lo fui repitiendo de forma constante mentalmente. Lo solté tan pronto como me preguntaron que qué quería, pero sólo obtuve una cara de extrañeza de la dependienta... y de la patrona, que también salió al quite. Tras varios intentos me retiré. Volví a la casa de los Fouriaud avergonzado, reconociendo mi fracaso. Regresé a la boulangerie, avergonzado, acompañado de Dominique, la hija mayor. En la panadería había expectación. “Une baguette non moulée”, dijo ella. Hubo un “Ahh!” colectivo coreado con risas y se lo sirvieron inmediatamente.
5/ 14 juillet. Fiesta popular y después, la desbandada de la ciudad, les grandes vacances. En L’Escala, por ejemplo, se notaba un montón el cambio tras el 14 de julio en cuanto a afluencia de franceses. Y al contrario tras el 14 de agosto...
6/ “Umberto D”. Alguien se indignará si digo que la película me ha recordado, en ciertos momentos a “Umberto D”. No tiene detrás la carga moral acusadora de una enorme injusticia social, porque ya sabemos de dónde viene la situación de Pierre, pero su proceso paulatino de entrada en la miseria, sus intentos vergonzantes de salida o los que le pasan por la cabeza (esas aguas del Sena, tan próximas, tan presentes) son las mismas.
7/ Leo. Aún siendo yo también de ese mismo signo del zodiaco, tengo claro que esa línea divisoria que separa la confortable vida de que disfruto de la de los que andan buscando basuras por los contenedores es bien frágil. Por eso mismo me sentí tan identificado, comprensivo, con ese paulatino e imparable deslizamiento hacia el abismo de Pierre.
8/ Izis. Estoy convencido de que Rohmer analizó e intentó emular en el film las idílicas fotografías de Izis, en las que unos enamorados se abrazan en un quai del Sena. Más contraste para su relato.


 

sábado, 23 de enero de 2021

Segunda experiencia Mani Kaul



Ayer, una nueva experiencia Mani Kaul en la Filmoteca/Xcèntric, en esta ocasión en programa doble. (Se repetirá el miércoles 27)
Por un lado, “Before my eyes” (1989), un cortometraje encargado por el Departamento de Turismo de Jammu-Cachemira. En él Kaul filma (con tomas en muchos momentos aéreas) el recorrido de un río y su correspondiente valle por la región, si bien, como señaló en la presentación Gonzalo de Lucas, mostrando su predilección por “consistencias, tamaños, formas”. Al margen de imágenes en verdad impresionantes, en una secuencia aparece Nancy Nodine Lesh interpretando una preciosa pieza con un violoncello, completando el en absoluto descuidado -todo lo contrario- aspecto sonoro de la cinta. Se ve, en todo momento, quién hay detrás del que aceptó el encargo, que en otras manos habría resultado una colección de imágenes y explicaciones -aquí inexistentes- de lo más banal. Ver “Before my eyes” es, felizmente, una experiencia diametralmente opuesta a esa.
“Indecisión” (“Duvidha”, 1973), por su parte, es el tercer largometraje de Mani Kaul, establecido sobre un antiguo cuento, una leyenda de esas trasmitidas oralmente. Según De Lucas y Francisco Algarín está hecho con muy pocos medios materiales, debido al poco éxito obtenido por los anteriores. Fue filmado en una cámara Bólex, de 16mm, con toda la precariedad correspondiente en la toma de sonido, que parece seguir una vida paralela a la de la imagen, muy cuidada y posteriormente inflada a 35mm.
Me sabe mal no participar en el entusiasmo que parece han sabido trasmitir los organizadores de su pase a un público que, con las restricciones del 50% debido a la prevención de la COVID-19, llenaba en completa adoración la sala Chomón de la Filmoteca.
Me disculpo, pero si ellos mismos dicen que no hay que prestar demasiada atención a la trama y explican las deficiencias del sonido por la precariedad de medios empleados, señalando que es en su conjunto un extraordinario experimento con el color, es una auténtica desgracia tener que hacer elucubraciones sobre lo que debiera haber sido inicialmente, porque la copia vista estaba totalmente teñida de rojo, debido al típico deterioro de ciertos procesos empleados al principio del color. Estaba pidiendo a gritos una restauración concienzuda. Como un S-8 o unas dia-positivas de Gevaert-color de los años 60 conservados en un armario sin las condiciones adecuadas, para entendernos.
Es una lástima, porque los contrastes entre rojos y blancos, limpios, deberían ser originalmente tan impresionantes como los encuadres vistos, pero se ofrecen en un pastiche más bien, para mí, desgraciado. Una escena cenital amplía en una ocasión la gama de colores, pues corresponde a un nutrido grupo de personas con vestimentas de diferentes coloraciones, pero no pude disfrutarla -ni esa ni ninguna otra- como se merecía.







 

viernes, 22 de enero de 2021

Bolt homenajea a Lean


Los de la fotografía, que queda un poco difusa, son David Lean y su guionista Robert Bolt. No sé quién la sacó. La pone IMDB como ilustración de “Doctor Zhivago”, pues ambos trabajaron en su guión definitivo.
Una anécdota que aparece, fugitiva, por el final de “Nostromo. El sueño imposible de David Lean” (Pedro González Bermúdez, 2017) me llevó a la emoción que últimamente no encuentro del todo en las ficciones y me condujo a escribir este mínimo escrito para el “Casi lloré de emoción al ver esta escena en el cine”, que hoy me publica “La charca literaria”.
Su enlace:


 

jueves, 21 de enero de 2021

Les trésors de Marcel Pagnol



Otro de los programas por los que hurgo en la programación de TV5Monde a ver si encuentro algo que grabar y llevarme luego al gaznate.
En esta ocasión se trata de “Les trésors de Marcel Pagnol” (Fabien Béziat,2019), en la que la voz en off de Fabrice Luchini va engranando cosas de archivo y otras rodadas en la actualidad para recorrer toda la biografía de Pagnol.
Toda una filmografía, por cierto, que, salvo “La vieja molinera”, es para mí como una enorme mina por explorar. Lo digo para dar ideas de retrospectivas a la Filmoteca, ahora que con este documental ya tengo bastante buen situado a personaje y obra.



 

miércoles, 20 de enero de 2021

In fabric




Siendo de Peter Strickland (“Katalin Varga”, “Berberian sound studio”, “The duke of Burgundy”), me dije, algo especial llevará dentro.
Al principio “In fabric” (2018, Movistar+) desconcierta un poco. Frente a la sofisticación técnica de sus películas anteriores, ésta recuerda al cine de terror de los años 60, con sus efectos especiales artesanales. Luego, salvo algún plano repetitivo con el vestidito rojo (pero esas cosas también estaban asociadas a ese tipo de cine...), el auténtico disparate de película, con sus jocosos ambientes y bromas, me fue ganando.
El poder destructivo de un vestido de terciopelo rojo (ya me dirás si no es ese un argumento de películas de esos años o anteriores), varias pesadillas espeluznantes, el apasionante mundo del mantenimiento técnico de las lavadoras automáticas, los extraordinarios poderes hipnóticos desencadenados en una famosa tienda de modas y por sus anuncios, una atroz despedida de soltero, el enfermizo “savoir-faire” de los jefes de personal de las empresas... van desfilando por una sesión que, por momentos, me devolvió a cierto cine de género ya desaparecido.


 

Uski Roti




Y hablando de películas hindúes de colorines danzantes y cantantes (al revés te lo digo para que me entiendas), ayer se estrenó en la Filmoteca el ciclo organizado conjuntamente con el Xcèntric sobre el cineasta de culto Mani Kaul, con la proyección de su primer largometraje, “Uski Roti” (1970).
En su presentación Gonzalo de Lucas lo situó como discípulo de Ghatak y gran admirador de Bresson. Estallido de imágenes contrastadas y encuadres felices, es verdad que en sus planos de detalle y transiciones, incluso en los buscados sonidos -muchos de acciones en off- tiene la película algo de las formas del cineasta francés. Para explicarlo un poco: me recordó en bastantes momentos, en este sentido, a ese tipo de elementos en la inicial “Los motivos de Berta”, de José Luis Guerin.
Francisco Algarín, también en la presentación, avisó que nos encontrábamos ante una película que presentaba más un estado mental que una narración. Añadió que a mitad película Kaul había cambiado las lentes de su cámara y, de esta manera, mediante esas dos texturas solo visibles en la única copia de 35 mm existente, traída con un esfuerzo enorme desde la India después de mil gestiones, se marcaba el tránsito de la vida real a la vida mental de la protagonista. Conceptualmente precioso, si bien personalmente confieso no haberme dado cuenta de ese cambio, pese a estarlo esperando.
En resumen: quedé asido por la belleza de bastantes de sus planos y formas, pero no me enteré mucho del desarrollo de la trama que, por lo demás, aparentaba ser y se revelaba de vez en cuando sumamente sencilla: una chica llega tarde a la entrega de la hogaza de pan a su cuñado, conductor de autobús que solo aparece ante su mujer un día a la semana, porque su tío la ha trastornado al ponerle una mano encima, con aviesas intenciones.
Supongo que reflejo de la condición de mujer en la India rural, habiendo captando al completo (solo) algunos de sus momentos, entiendo el enorme valor que se otorga al cineasta, pero ante el aviso de que ésta era la más narrativa de sus películas, y viendo lo que se anuncia para otras de las sesiones (temas contemplativos como la valoración de la cerámica, la escenificación de una leyenda medieval,...), escogeré con cuidado la siguiente. Pero reincidiré.






 

Gamak Ghar




Tenemos una idea preconcebida del actual cine indio consistente en coloridas y dinámicas escenas a base de mucho personaje danzando y cantando en medio de un melodrama de aúpa. Ese esquema, pensamos, se repite hasta la saciedad, constituyendo la producción del país que más películas realiza en el mundo.
Llegados a este punto, es una sorpresa y un placer dar en Mubi con “Gamak Ghar” (2019), primer largometraje de Achal Mishra, un joven realizador que parece haber intentado recuperar los momentos de placidez de antiguos films de su continente hechos con razón famosos.
Al iniciarse la película lo más presente es el sonido de los pájaros, un camino entre la vegetación. Es verano. Nace un niño y llegan a una casa que va a constituirse en personaje fundamental numerosos familiares, que se unen al vecindario, para celebrarlo. Se ponen al día sobre su situación, hacen planes de futuro.
Pronto se constata lo que tiene de funcional y bueno la arquitectura popular. Porches, patios, caminos entre las casas, el recodo del rio son los escenarios, los espacios de esos encuentros que, con el paso de los años, van haciéndose más y más solitarios.
Hay de todo, pero predominan las calladas escenas, sin apenas diálogos, mientras una musiquilla ambiental dora la píldora.
Llega un momento en que los personajes parecen ser conscientes de lo que están viviendo. Se hacen cantidad de fotografías, para intentar retener el momento.
Todo el film emana tranquilidad, un sentimiento de permanencia de ciertas cosas pero, a la vez, predominantemente, de paso del tiempo, que es el protagonista de la función.





 

lunes, 18 de enero de 2021

Willy Ronis, les combats d’un photographe

Buena parte del reportaje sobre Ronis, conducido por el relato de una voz en off, cuenta con una entrevista en la que el propio fotógrafo (fallecido en 2009), explica su trayectoria y fotografías.

Autorretrato de joven. Iba para músico. Pero tuvo que ponerse a ayudar a su padre en su negocio de fotografía.

Esta foto que se ha hecho icónica sobre la celebración del triunfo de la Unión Popular no se conoció hasta muchos años después, cuando, ya al final de su vida, empezaron a publicarse libros monográficos de sus fotografías.

1945. Ronis acompaña a un tren que conduce a Paris desde la frontera alemana, a prisioneros que vuelven a casa. La enfermera de la imagen se despide de su enfermo. Willy Ronis explica que escogió para su reportaje esta fotografía, que le emocionaba. Pero cuando ya la había encuadrado y preparado, se dio cuenta que no debía publicarla: ella podía tener un marido. La retiró y no la enseñó hasta muchos años después.

Un viejo minero, enfermo, casi moribundo, tras los cristales de su casa.

Por suerte por TV5Monde pasan muchos reportajes recientes sobre artistas. Anteayer (y espero que se vaya reponiendo) fue el turno de “Willy Ronis, les combats d’un photographe” (Vladimir Vasak, 2020). Una ocasión magnífica para saber de la vida de este gran fotógrafo e irla ligando con sus fotografías.
He escogido estás entre otras muchas. En cada una de ellas un rasgo de su biografía.


Mucho tiempo miembro del PCF, muchas de sus mejores fotografías están dedicadas a reflejar la vida de las clases populares.

Cartier-Bresson escoge esta fotografía de entre las de Ronis. Producto de la espera hasta disponer de una imagen equilibrada.

Antes de su desengaño y devolución del carnet del PCF (con motivo del aplastamiento de la Primavera de Praga), Ronis hizo varios viajes fotográficos por los países del Este. Uno a la RDA, presentando una sociedad comunista sin lacras.