Sobria hasta decir basta, “La nuit du 12” (Dominik Moll, 2022; en Filmin) nos ofrece una serie de hechos que hemos visto frecuentemente en el cine: hay un cruel asesinato y una investigación posterior, minuciosa, para dar con el asesino.
Y, sin embargo, me atrevo a decir que algo la hace profundamente diferente. No creo que sea oír al policía más veterano pronunciar unos versos de Verlaine, aún siendo eso mismo bastante peculiar:
que, todo sea dicho, como anoche vi en VOSE la película, oí en francés, con lo que suenan mucho mejor:
“Dans le vieux parc solitaire et glacé�Deux spectres ont évoqué le passé.”
Yo diría que las verdaderas razones se encuentran en un ritmo y sucesión de actividad de los policías extrañamente pausado y, sobre todo, en un ambiente especial. Como en muchos films policiales, el retrato de ese ambiente resulta fundamental. Aquí corresponde a la ciudad de Grenoble y sus aledaños que, sin ser protagonistas, marcan un tono.
Por el final, una chica entra en el grupo policial cuya actuación seguimos, que hasta el momento estaba compuesto únicamente por hombres. Hacen un seguimiento nocturno conjuntamente ella y el comisario jefe, que ejerce de protagonista de la película. Ella, manteniéndose atenta, descubre algo emocionante que está a punto de pasarle por alto a él, porque el sueño le ha hecho desfallecer un poco. No es nada circunstancial su presencia, o la de la jueza que también aparece por el final, insuflando ambas algo de vida a toda la película, porque su presencia o ausencia si se acerca más, me da la impresión, al verdadero tema de fondo del film, de hecho algo últimamente más habitual.