miércoles, 31 de agosto de 2016

Argumento


Me ha costado dar con el álbum de fotos de FB que compartía con Julio Lamaña Orozco, confeccionado a base de publicaciones notables de cine clubs, porque hace mucho que no le añadíamos ninguna foto. Ésta es la magnífica portada del número 151 (abril 2016) de la revista “Argumento”, que deja maravillado ya de buenas a primeras por su composición. En su editorial dice (traduciendo del portugués) que “los cine clubs son uno de los últimos baluartes (y felizmente hay sitios por el mundo en el que el movimiento crece) del cine en cuanto arte (...).” Y acaba señalando, para nosotros, los que no habíamos sabido de ella hasta ahora, que “Argumento (es una) publicación editada por el Cine Club Viseu desde 1984, pensada, originalmente, para la divulgación de actividades y debate del fenómeno fílmico. El boletín se convirtió en un vehículo indispensable de reflexión del séptimo arte y divulgación del CCV, gracias al cuidado permanente de sus sucesivas direcciones. Fundado en 1955, el CCV es uno de los más antiguos cine clubs del país, siendo Argumento un proyecto central en su actividad.” Me han enviado la publicación porque pidieron al Cine Club Associació d’Enginyers que escribiera para una encomiable sección de la revista, “Bilhete – Postal”, en la que recogen las experiencias de un cine club. En este número le ha tocado la oportunidad al nuestro. Artículos de la más avanzada revista cinematográfica, centrada en cine exigente, difícil de ver, hacen que sea un honor estar ahí, acompañándoles.

martes, 30 de agosto de 2016

Je m'appelle Elisabeth



No es ninguna maravilla, ni mucho menos. Pero me ha picoteado un poco la curiosidad “Je m'appelle Elisabeth” (Jean-Pierre Améris, 2006), que pasaron anoche en TV5Monde. Gracias a las nuevas facilidades del Movistar+ suelo grabar todas las películas que anuncian en ese canal, aunque casi nunca tengo una idea previa sobre qué deben ser, ni de qué van (no funciona para ese canal la ficha de la película que sí funciona –desde hace una semana con la omisión imperdonable del año deproducción- para todos los demás). Luego una simple visión acelerada (otro de los recursos puestos a disposición) deja ver a las claras que del orden de un 85% de lo grabado puede eliminarse sin preocupación alguna, porque se trata de anodinas películas hechas con las formas de teleseries: Planos de gente hablando en no importa dónde una y otra vez. No de teleseries (o asimiladas) norteamericanas, que son las que ocupan del orden del 90% de la parrilla, porque éstas presentan otro estilo (igualmente pernicioso o peor aún, y por eso huyo de ellas), pero sí de cine adocenado francés, que es también aborrecible.

Supongo que me ha hecho seguirla sin eliminarla de cuajo el que tenga secuencias con planos estudiados, discretos movimientos de cámara a base de grúa o travellings, que se adecúan a lo que quiere explicar la película, cosas de ese estilo. Fijada la atención, y buscando esperanzado que no se quedase en eso, he ido encontrando otros elementos, sin llegar nunca a convencerme del todo, porque no deja de ser una película de hora de la siesta, algo cursi.
La cría protagonista, muy asustadiza, se ve de golpe sin su hermana mayor (que va a una escuela lejana), sin su madre (que se va para tomar una distancia con su marido) y siendo pasto de las burlas de sus compañeros de colegio. Todo ello le lleva a encubrir la fuga de un esquizofrénico del hospital psiquiátrico que dirige su padre y que se encuentra detrás de la valla de piedra que limita el caserón familiar. Elementos: Ella va siempre vestida de rojo, casi como Caperucita Roja; tiene un papel un perro lobo abandonado; recuerda lejanamente a “El espíritu de la Colmena” (ella se entrega al monstruo, que no es tal). Entre los elementos negativos yo pondría el fatal papelón del joven esquizofrénico y la redundante música que, curiosamente, ha compuesto alguien del nombre de Philippe Sarde. Se basa en una novela de Anne Wiazemsky, con lo que yo ya le sacaba la punta a una posible historia personal suya, en la casa familiar materna de por el centro de Francia, pero luego he leído que no, que se trata de una historia familiar, sí, pero que le ocurrió a una amiga suya.
En un momento padre e hija se ponen a cantar “À la claire fontaine”. He podido constatar, buscando su letra por internet, lo difícil que es encontrar una grabación que no se meta hasta la cintura en la más absoluta cursilería. Finalmente me he quedado con ésta, qe se ve que aparece en otra película:

jueves, 25 de agosto de 2016

Playtime

Dentro de una hora, en el Verdi, una buena oportunidad para ver la película más elaborada de Jacques Tati en pantalla grande.
Tativille



Uno de los gays visuales más serios.

El neón director.
El ambiente que se ha hecho luego omnipresente de los aeropuertos, los grupos de turistas,...


miércoles, 24 de agosto de 2016

Las bodas de Blanca


Debe ser una película incendiaria. Hace poco Marcos Ordóñez comentaba que vio como la gente que salía de su sala de estreno en Barcelona estaba dispuesta a quemar el cine. Me sorprendió, porque yo tuve una experiencia parecida en Lérida, donde viví durante un periodo del servicio militar. "¡Habría que quemar el cine!" Eso gritaban diez o doce espectadores que se quedaron hasta el final en la sala en que la proyectaron, haciendo golpear los asientos de madera sobre sus respaldos, que volvían a caer haciendo doble estrépito... Y anoche, al acudir a ver qué decía el propio Francisco Regueiro de "Las bodas de Blanca" (1975) tras verla por televisión, leí como explicaba que era "una película absolutamente libertaria, en la que nos metemos en una estructura infernal, claustrofóbica, atrevidísima, donde el tiempo se dilata de una forma exagerada, atroz. Mira, no entiendo cómo no quemaron el cine en el año 75, porque esta película se adelantaba con mucho a su tiempo" (entrevista de Carlos Barbachano en libro de la Filmoteca Española, 1989).
Había acudido al libro para ver si a alguien le había pasado como a mí, que a la primera de cambio, con sus protagonistas en la estación, vi un problema de casting en la película, y resulta que Regueiro en la entrevista no se cansa de lamentarse por ello, porque se ve que Frade, el productor, le obligó a contar con Concha Velasco y Javier Escrivá en vez de los Laly Soldevilla y José Luis López Vázquez para los que estaba escrita: "los personajes están contra esos físicos, de esos actores. (...) la estrella es imposible que intente simular, por muy bien que lo haga, su condición de estrella. Y, sin embargo -y por fortuna-, los personajes que encarnan Pepe Calvo, Charo Soriano, Isabel Garcés, Paco Rabal, funcionan de una forma perfecta, su credibilidad es muy grande, llegas a conectar con ellos... Tienen algo muy importante a su favor, que es la fisicidad: expresan muy bien con su cuerpo, con su rostro, con su mismo físico, el personaje que encarnan (...) mientras que Blanca y José, a pesar del enorme esfuerzo que hacen Concha y Escrivá por resultar convincentes, no lo consiguen, no pueden conseguirlo, son -insisto- estrellas. Se mueven como estrellas, se sientan como se sienta una estrella (...). Cuando aparecen ellos, la película se enfría, uno se aleja de ella. (...) Enfría lo que tendría que ser tierno, entrañable, fluido. (No pueden) entrar a formar parte de un plano general sin llamar la atención."

Con detalles de humor (la voluble monja que encarna Isabel Garcés, esa otra monja negra que se pone las botas comiendo y a quien la niña intenta ver a qué sabe y borrar su color), presentando un Burgos insólitamente vacío (catedral incluida) como esencia de la provincia, con los horrorosos "pasos de TV" en una banda sonora que reclamaba a gritos sonido directo, sus tunos cantando el 'clavelitos'en el frío ambiente de la comida "de bodas", con esa desgarradora historia detrás sobre esa mujer que persigue una maternidad que ve que se le escapa, es una película que, con la mala leche de Regueiro, pinta de forma ácida, desagradable, un ambiente inseparable del año en que se produjo: 1975, el de la muerte de Franco.
Después del consiguiente fracaso del film, Regueiro estuvo muchos años sin rodar, hasta que con Ángel Fernández Santos, con quien había hecho por primera vez el guión de ésta, hizo las películas de más éxito de su singular carrera.

lunes, 22 de agosto de 2016

La calle sin alegria


El maestro Joan Pineda, ya ante el piano, mientras el público espera el inicio de la sesión. En la Filmoteca, los domingos, suelen ofrecer gratuitamente el diario Ara...
Ésta es la calle sin alegría de la escena inicial. Siempre contemplada de noche, con su bruma.
La cola nocturna para poder comprar a la mañana siguiente un pedazo de carne.
El siniestro carnicero, "príncipe de la calle".


Antes de la sesión de ayer en la Filmoteca con “La calle sin alegría” (Die freudlose gasse, George W. Pabst, 1925), Joan Pineda me explicaba cómo preparaba el acompañamiento al piano que iba a hacer, que no difería del de cualquier otra sesión similar. Aproximadamente: Busca la idea general de la película, y la asocia a algún fragmento musical, que será el que, con diversas variaciones, acompañe todo el film. Como el público del cine mudo está muy perdido, añadió, intenta facilitarle su visión y comprensión. Así, asocia cada personaje principal a una música, que repite en cada ocasión en que vuelve a aparecer.
La auténtica protagonista, la mirada perdida -repetida unas veinte veces, a la que se preste la mínima ocasión- de la Garbo.

Pese a los esfuerzos del maestro Pineda, y a haberme mantenido sorprendentemente muy despierto durante su larguísimo metraje (¡Dos horas y media en la copia de ayer!), a su mitad estaba bastante perdido y algo desanimado: Poco fisonomista, había confundido personajes entre sí, y me estaba cansando de tanta exageración interpretativa, del trazo grueso que –al contrario que otros films de la misma época- dominaba. Un corte de la proyección debido a una falsa alarma en el edificio arregló las cosas. El trozo final de la película, con su latido de revolución social y sus trozos definitivamente “escandalosos” para la época, la recondujeron de nuevo a la intensidad que –por otros motivos- acusé en su primera parte.
No todo son ambientes sórdidos. Los ricos y especuladores van a salones mundanos y restaurantes de postín, mientras entretejen sus intrigas amorosas y financieras. Y en la misma calle vive la familia burguesa, venida a menos -como corresponde a la tormentosa Alemania de entreguerras- del personaje de Greta Garbo. Para superar la deporeciación de las acciones compradas por su padre ella comienza por alquilar una habitación del piso familiar a un soldado americano de la Cruz Roja, que ha ido a analizar la miseria vienesa.
Un abrigo de pieles que sigue los vaivenes de la bolsa. Y una alcahueta con gran éxito.

Pero es verdad que la copia vista (con treinta minutos más que cualquier otra vista hasta el momento) tiene algo de puzzle de fragmentos descompensados. Reconstruida a través de trozos recuperados de diferentes filmotecas, mantiene calidades de imagen, texturas e incluso colores diversos. Y, pese a ser tan larga, con sus en ocasiones bruscos cambios de escenas y su final, da la impresión de que aún deben faltarle escenas, como, por otra parte, indica ese fotograma congelado, de tres bellezas de cabaret desnudas, en lo que debe ser un número de espectáculo, que aparece en dos momentos concretos.
Esta imagen no aparecía en la película, pero se atribuye a ella por internet. Puede ser. En las escenas finales el público bienestante acude a un espectáculo escandaloso, mientras la gente se muere de hambre, lo que ocasiona casi una revuelta popular.
Y ésta es la foto que, a falta de la secuencia correspondiente, aparece en el montaje de la película vista.

Rodada en interiores y exteriores decorados, esta película que aparece destacada en todas las historias de cine presenta un mundo de crápulas especulando en la bolsa (arrastrando en su cruel juego a algún alma inocente) y divirtiéndose mientras las mujeres sin posibles deben prostituirse para llevar algo de comer a sus hogares. Y los amagos de una revolución social. Dio a conocer, por otra parte, a una desconocida Greta Garbo, toda miradas lánguidas, luciendo tipo y ojazos.

sábado, 20 de agosto de 2016

El gato montés


La pareja de gitanillos, enamorados entre sí, bailando para obtener unas monedas de los que van en el coche de línea.

¿Serán las calores de agosto las causantes de que haya disfrutado de "El gato montés" (Rosario Pi, 1935)? Es una versión de una opereta que arranca en plan muy cómico, siguiendo los trapicheos de una pareja de gitanillos -Juanillo y Soleá- y acaba como un dramón de muy señor mío registrando sus trágicos amores. Ella dice que lo ha querido desde pequeña a él, aunque creo que es lícito que el espectador albergue ciertas dudas, porque se va a vivir con un famoso torero.
Juanillo le ofrece un pajarito a Soleá a cambio de un beso.

Es la segunda película de la época de la República que veo en poco tiempo que empieza presentando mediante extractos de planos posteriores a los diferentes actores, escribiendo qué personajes interpretan, un procedimiento que veo que me gana irremisiblemente para la causa. Quizás la parte que mejor se sigue es la primera, pese a lo impostado de los diálogos graciosillos que les hacen decir en sus correrías a los niños (y luego ya adultos tras una secuencia de sucesivos raccords haciéndose mayores, encadenando sus andares a dúo por un camino), aunque en la trágica segunda parte, ya en el cortijo del torero, los secundarios cómicos se marcan una divertida canción sobre la vocación de actriz de la chica, con un estribillo que dice algo así como "Ahí va la peli-peli-peliculera; allí va la holly-holly-hollywoodera", que la debió hacer muy popular.
El torero y su cuadrilla en su posada.

Juanillo "se pierde pa toa la vida" convirtiéndose en perseguido bandolero, y entonces la película es el reino de los claroscuros, con la cámara desde el exterior de la plaza de toros viendo el paseíllo y luego ya dentro la corrida, planos sincopados del momento trágico, escenas como la de la procesión contempladas nada más que en sus sombras sobre la pared de la cárcel, picados osados, final que de tan trágico y bien encuadrado hace reír, etc. En general, gana en exteriores (esos recorridos en coche, por ejemplo, por carreteras arboladas) lo que salvo excepciones pierde en interiores, con escenas menos frescas.
La pareja de secundarios cómicos evolucionando en el cortijo.

Voy viendo que tienen razón quienes apuntan formas a Rosario Pi, pionera directora del cine español, y quienes lloraron la desaparición de un cine muy popular que, entre muchas españoladas, conservaba escenas de muy buen hacer. Por muy mal que interprete su actriz a Soleá, cosa que también tiene su gracia.
Los amores trágicos. La reja no es de la cárcel, sino del cortijo.

Tras os montes


José Ángel Alcalde tagged me in this Movie Poster Game
1) Post the poster of a great film
2) No need to explain why
3) Nominate 7 friends:Jorge Gorostiza, JG Guerra, Julio Lamaña Orozco, Miguel Martin Maestro, José Luis Márquez, Olga Ponoko, Josep Torrell Jordana
4/ Keep it going


 

jueves, 18 de agosto de 2016

Mi hijo


Cuando se empezaron a conocer las películas de Maurice Pialat, críticos como René Prédal dijeron que presentaban un sistema de secuencias lagunar. Una secuencia no estaba enlazada orgánicamente con la anterior y posterior por alguna transición o mecanismo de engarce, sino que se sucedían una tras otra como si la cámara hubiera efectuado su trabajo de grabación en aislados momentos temporales, sin ningún énfasis, acumulando elementos para que el espectador se hiciera cargo de la situación y de su evolución. No es que fuera algo del todo nuevo, porque por ejemplo Robert Bresson construía así el esquema de sus películas, pero sí que rompía con toda una forma de hacer del cine del momento.
Ahora ésta es una forma bastante habitual en el cine contemporáneo, pero que la iniciativa tuvo su influencia lo prueba una película de esas "del término medio", como puede ser "Mi hijo" ("Mon fils à moi", Martial Fougeron, 2006), que he visto hoy en un DVD prestado por una biblioteca.
Aunque el título parece venir dicho por la madre (Nathalie Baye) de la familia de la que sabemos en la primera secuencia que le acaba de ocurrir algo trágico, el punto de vista principal del film sería el del pequeño Julien, perdido por la sobreprotección de su madre, ante la mirada impotente de su hermana mayor, con el calzonazos de su padre (Olivier Gourmet), un atemorizado cero a la izquierda, permaneciendo ausente hasta la abdicación.
El crío va viéndose cada vez más cercado ante esa madre que contempla en un espejo las apariciones de arrugas en su rostro y que se niega a que crezca libremente, entrando en una espiral enloquecida. Él únicamente tiene momentos plenos con la pequeña novia a la que ve clandestinamente o yendo a casa de su abuela, una bella Emmanuelle Riva que todo apunta a que ha tenido un pasado esplendoroso. Una escena que se repite lo sitúa a él en la mesa del comedor, absolutamente solo, castigado a acabar el plato que no ha probado en la comida familiar. Otra, recomponiendo su cabello al gusto materno cuando regresa a casa.
En una ocasión, Julien observa, medio camuflado detrás de los arbustos que rodean la pista de tenis, cómo su padre -que no ha aceptado llevárselo con él- golpea la pelota con la raqueta. La cámara nos muestra el rostro de Julien tras la red metálica de la verja que no le permite acercarse, como si fuera una reja que le aprisiona.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Fotos y álbumes de fotografías


Estamos preparando una sesión del próximo ciclo de Ombres Mestres sobre un tema que me resulta muy, pero muy, atractivo: Fotos y álbumes de fotografías que aparecen, y hacen una aportación significativa, en películas. Hemos hecho una primera selección de secuencias -alguna extraordinaria- que ya casi cubre todo el tiempo necesario. Pero quizás alguno de vosotros esté pensando en otra secuencia que merezca la pena y quiere sugerirla...

 

sábado, 13 de agosto de 2016

Las palabras de Max



Pues va a resultar que, muy lejos de sus "Ocho apellidos...", el Emilio Martínez Lázaro que me gusta es el primero, ese "Las palabras de Max" (1878) que he vuelto a ver hoy por TV. Claro que ya en su momento se decía que era, más que nada, un producto Querejeta". Es, ciertamente, una producción Querejeta, que cuenta con sus imprescindibles Teo Escamilla en la dirección de fotografía y Luis de Pablo como responsable de su música. Pero es que, además, Elías Querejeta consta como su guionista junto al director.
Arranca con Max, su protagonista, por la cincuentena larga, efectuando una serie de llamadas telefónicas frustradas desde su casa, con la misma ansiedad que parece estar buscando algo durante todo el metraje. Tiene un reencuentro con un amigo, se lía con una chica mucho más joven (Myriam de Maetzu) y tiene los periódicos encuentros que le permiten la custodia compartida con su hija de trece años, que encarna precisamente Gracia, la hija de Querejeta. Con todos va rememorando, confuso, su situación, valorándola y explicando(se) los hechos que le han llevado a ella.


En un momento, estando en el despacho en el que parece trabajar de abogado laboralista (como en la vida real el sociólogo Ignacio Fernández de Castro, quien le encarna en el film), se asoma a la ventana y ve las enormes flechas que cruzaban la fachada del edificio del Movimiento en la calle Alcalá de Madrid. Un gesto para asociar sus tribulaciones con las de una época muy precisa.
En otro momento, un detalle cinematográfico que me ha parecido muy bien encontrado. Bajan él y otra persona en un ascensor desde un piso elevado. La cámara va siguiendo el descenso recogiendo el salto de la luz del número de un piso al inmediatamente inferior. Ellos, pero con ellos el espectador, no pueden sino imaginar en ese preciso momento la vertiginosa caída libre que debió sufrir el día anterior el suicida sobre el que ha ido a interesarse.
Con Myriam de Maetzu, una presencia que se me quedó muy grabada, en la pantalla, en algún momento me he visto a mí mismo en esa época, viendo la película, buscando no se sabe muy bien qué, de forma similar a su personaje.

jueves, 11 de agosto de 2016

Mujeres para una época


Una serie de televisión que demuestra, si fuera necesario, el instinto de Josep Martí Gómez como periodista: "Mujeres para una época". En este capítulo él entrevista a Dolores Rivas Cherif, viuda de Azaña. A la realización, Mercè Vilaret.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Carne de fieras


Dentro de la vena arqueológica de la que me han acusado por aquí, hoy le ha tocado su turno a la visión de "Carne de fieras" (Armand Guerra, 1936). Pese a los ditirámbicos textos que se han llegado a escribir de la película, conviene dejar claro que se trata de un producto infumable... salvo por alguno de sus elementos.
El primero que salta a la vista es, claro está, la naturalidad con la que presenta los desnudos de su protagonista, a la sazón una artista francesa de circo (personaje real, por otra parte) que aparece cubierta con sólo un taparrabos haciendo su número en la jaula de los leones.
Una segunda es cómo surgen en su trama una serie de temas (adulterio, divorcio, incluso alguna que otra presencia de desigualdad social -muy light y bastante desenfocada, eso sí-) que tardarán muchos años en reaparecer por las pantallas.


Se la incluye como cine anarquista porque ésta era la ideología de su director, un personaje que se pateó y trabajó por media Europa que, por lo que he leído, merecería un seguimiento especial, y porque el rodaje se completó una vez declarada la sublevación militar gracias al sostén de unos sindicatos del espectáculo dominados por los anarquistas. Pero en realidad, de anarcosindicalista sólo tiene la película la aparición de un par de milicianos patrullando con sus mosquetones por las calles de Madrid justo detrás de donde en una escena de exteriores el boxeador protagonista y su chistoso ayudante toman unas cervezas. El boxeador buenazo (con bastante cara de bobo), por mucha conmiseración social que muestre (se pasa media película haciendo arrumacos al niño recogecolillas que acoge en casa), tiene una sirvienta en casa, por ejemplo.


Cinematográficamente la cosa empieza prometedora, con una presentación de los actores en los títulos de crédito digna de una buena película llena de diseño art-decò, pero luego (es posible que debido a tratarse de una película inacabada, que no se pudo recuperar hasta que lo hizo la Filmoteca de Zaragoza en 1992), es un conjunto de secuencias deslavazadas una tras otra (hasta una en una supuesta playa en la que las olas de la orilla se ven fijadas por una buena mano de pintura sobre la pared), y sólo he detectado un curioso raccord entre unas piernas pisoteando unas flores y, en la escena siguiente, evolucionando en el ring en un combate.
Dos graciosos bastante lamentables (Picatoste y Perragorda), otro pirao que parece que encarnaba como actor el mismísimo director, frases altisonantes sobre todo dichas por un niño ("No te pierdas por una mala mujer"), números insufribles de cabaret con caras de extasiados entre los asistentes y los números de circo con la francesa a pelo, sólo defendida de los leones por el látigo del domador. Si alguien se atreve con el potingue, o siente curiosidad con alguna de esas piezas, aquí está el enlace:

martes, 9 de agosto de 2016

Les vampires


En la Filmoteca, que sigue de guardia este mes de agosto, se ha podido ver hoy, a partir de una copia perfectamente restaurada, los tres primeros capítulos de “Les vampires” (Louis Feuillade, 1915), con música en directo al piano interpretada por Joan Pineda. Son todo planos fijos, en los que los actores actúan frontalmente a la cámara, añadiendo a los intertítulos toda una gesticulación para hacer más inteligible la trama.



Por la pantalla desfilan encapuchados, cuadros y chimeneas que ocultan pasajes, mensajes criptográficos, señales visuales y lumínicas desde las ventanas, bailes canallas (uno de ellos por la famosa Musidora interpretando a Irma Vep) y varios personajes recorriendo por la noche los tejados, en escenas que hicieron célebre a Feuillade y cuyo clima intentó recuperar con éxito Georges Franju o, en otro sentido, Jacques Rivette.

En cualquier caso me ha gustado mucho ver en buenas condiciones estas películas que, haciéndoles esperar el pase del siguiente episodio, apasionaban a nuestros homólogos de hace ahora ya más de cien años.

Análisis espacial de Blow up


Siempre me han gustado ver fotografías que comparan una escena de película con la localización actual en que se rodó. Aquí no son fotografías, sino planos de "Blow up" comparados en pantallas múltiples con tomas efectuadas en 2011 por Daniel Emeter. 16 minutos muy bien hechos, que van siguiendo minuciosamente todas las escenas de exteriores, y alguna de interiores- del film de Antonioni.

lunes, 8 de agosto de 2016

O pintor e a cidade


Quien haya disfrutado alguna vez de Oporto puede que hasta se emocione viendo “O Pintor e a Cidade” (Manoel de Oliveira, 1956). Un pintor (el para mí no muy exaltante António Cruz) se va parando por Oporto haciendo una tras otra acuarela… de lo que justo antes hemos visto por la cámara. Toda la ciudad antigua, que ahora apenas si resiste, estaba entonces en plena y radiante actividad.
Son 27 minutos. Si en vez de la música que le puso en la banda sonora la técnica del momento hubiera permitido que acompañara a las imágenes el sonido directo captado, la dicha habría sido completa.

domingo, 7 de agosto de 2016

Bon voyage

Patrick Modiano firma como co-guionista de “Bon Voyage” (Jean-Paul Rappeneau, 2003), el disparatado film de aventuras y vodevil que ha pasado hoy la Filmoteca, cumpliendo la mar de bien las expectativas de una tarde veraniega como ésta.
Entiendo que el papel de Modiano ha sido únicamente el de dar un barniz de fundamento histórico a la trama, puesto que es un gran conocedor de los hechos que rodean, desde su inicio, a la Francia ocupada, de la misma forma que nos está demostrando Carlos García-Alix, con la extraordinaria serie de fotografías (muchas inéditas) que está colgando sobre estos mismos días del Madrid de hace 80 años, cuán conocedor es de los intríngulis de los hechos revolucionarios del 36.

El abandono de París en junio de 1940 en el último tren hacia el sur, el puente de piedra de la ciudad de Burdeos (última oportunidad de salir en barco de Francia) atiborrado de gente, coches y carros repletos de todo tipo de equipaje, la última reunión del gobierno de Reynaud en la ciudad y la primera de Petain,… Todo esto aparece mezclado con la trama aventurera y vodevilesca de la película, que hace aparecer aunque sea de refilón a todo un elenco de personajes (Petain, De Gaulle,…) y actores (Isabelle Adjani, Gérard Depardieu, Virginie Ledoyen, incluso un Peter Coyote en espía alemán en una ciudad que debió ser por un momento como la Lisboa de poco después).

La película tiene la habilidad de mostrar unos hechos muy trágicos sin que la sonrisa desaparezca de la cara del espectador. Un ejemplo: La popular y voluble actriz (I. A.) que siempre se arrima a quien más y mejor le puede ofrecer, es abandonada en medio de un parterre. Todos los refugiados que están sentados por ahí al no tener otro sitio donde reposar, y la deben conocer por fuerza como actriz, atienden mudos, asombrados, al espectáculo –por una vez gratuito- del melodrama.
Si alguien tiene la oportunidad de verla por algún lado (sería un programa ideal para un cine al aire libre, por ejemplo), que se fije en el (pequeño) personaje del chófer del científico, que está pendiente de su coche y de recibir una llamada de su madre: Con pequeños elementos como éste se construye un buen guión.