domingo, 31 de diciembre de 2017

Bob le flambeur

Pigalle.
Viendo el principio de "Bob le flambeur" (1956), que hoy ha cerrado las proyecciones de 2017 en la Filmoteca, uno se da cuenta en seguida de por qué gustaba Jean-Pierre Melville a los jóvenes críticos de cine que poco después iban a formar la Nouvelle Vague: Una voz en off acompaña las imágenes de toda una zona de París, explicando que por ahí uno va del cielo (Montmartre) al infierno (Pigalle).
El descapotable
Son quizás las imágenes de la place Pigalle de París (de los años 50), con sus cafés, puestos de comida ligera, salas de espectáculos y boîtes de noche el primer regalo de una película que resulta simpática a base de remarcar el trazo del dibujo de cada uno de sus personajes, haciéndoles casar con lo que se espera de ellos para un film noir, imbuido del estilo del cine negro americano. Porque "Blob le flambeur" podría colocarse en el subgrupo de películas de montaje y ejecución de un atraco, con la característica de que pinta previamente muy bien el ambiente y motivos que conducen a ello.
Bob el jugador
Al margen de ese tono general, tan grato a Melville, quien ofrece su descapotable americano (supongo que el mismo que utilizó en "Dos hombres en Manhattan"), es divertido ver que la película está trufada de detalles que alegran la sesión. Uno de ellos es la aparición de un sonoro cochecillo que debe ser un homenaje al de M. Hulot en "Les vacances de M. Hulot" de Jacques Tati. Otro esa ironía en el diálogo dedicada al 35, Quai des Orfevres. Otro la misma aparición del realizador, con sus inconfundibles gafas oscuras. Otras muchas más la utilización de, además del cochazo americano, músicas americanas de diferente tono, y pequeñas sorpresas de guión, como los diferentes oficios de la chica que sin quererlo organiza toda la desgracia o la inesperadamente ofrecida por la mujer del crupier.
Con la chica
A mí hay un detalle que me ha reconfortado en la butaca, porque asegura lo estudiado que tenía todo Melville. Es la notoria aparición de un premonitorio crucifijo al margen de la carretera, junto a la playa, dándoles la bienvenida a Deauville en la primera ocasión en que los protagonistas van a ver el casino. Después de eso, la película se vuelca, salvo lo indicado, en escenas de preparativos del atraco o de juegos de cartas y ruleta cuyos planos de sus partícipes acelera Melville, para que no se hagan muy cansinos.
Que tiene el desnudarse...

...fácil

Ensayando el atraco

martes, 26 de diciembre de 2017

Columbus





El jardín de la Miller House, de Eero Saarinen.

Por Youtube pueden verse unas piezas perfectas de Kogonada analizando los films de Hitchcock, Kubrick, Ozu o el neorrealismo italiano que han circulado con profusión y una general admiración. Ahora Kogonada estrena por aquí (Cinemes Girona y Melies) su primer largometraje, "Columbus" (2017), y ya tenemos otro film seguro para un ciclo futuro de los que Arquia presenta anualmente en la Filmoteca.

Jugando con la profundidad de campo. Siempre personas que cruzan a diferentes niveles en interiores y exteriores.
Porque es "Columbus" una película que narra una inversión de caracteres, pero que, aparte de esa simetría argumental, destaca sobre todo por sus simetrías y encuadres y, entre ellos, los correspondientes a varios de los edificios que atesora la ciudad de Columbus (Indiana), donde tiene lugar la acción.

La iglesia de Eriel Saarinen, "no simétrica, pero aún así equilibrada".
Hay otras virtuosas utilizaciones del lenguaje cinematográfico en la película, como la de esa valla que separa inicialmente, durante un largo travelling, a la pareja que acaba de conocerse. O ese no oír de su viva voz lo que emociona a Casandra, la protagonista. O esa transparencia de uno de los modernos edificios mostrados que llega a hacerle daño a ella, pues es a través de ella que descubre algo de lo que no quería enterarse. Pero, puestos a quedarme con alguna de sus virtuosidades, quizás me quedaría con la utilización de la profundidad de campo, con esos personajes que cruzan al fondo del callejón, a la manera habitual en los films de Ozu, o por los diferentes niveles de un interior, dando lugar a unos planos estéticamente perfectos, aunque quizás más pendientes de ese objetivo que de su misma funcionalidad.

Los protagonistas delante del City Hall de S.O.M.
En general los encuadres de la película, como comentan que caracteriza a la iglesia de Saarinen padre, no son simétricos, pero aún así son de lo más equilibrados, lo que por sí sólo ya haría recomendable su visión, porque lo que se puede ver por los cines no ofrece habitualmente esa recompensa.

En una visita guiada por la Miller's House, se detienen a ver una mesa.
Y luego está el recorrido por los magníficos edificios de la ciudad, con los de Eero Saarinen a la cabeza, lo que acaba de justificar sobremanera la sesión. Una sesión que, como único pero, encuentro en ocasiones algo reiterativa y que quizás haya sacralizado excesivamente la arquitectura moderna y su poder terapéutico. Pero vaya.
Ante el Irvin Unión Bank, de Eero Saarinen. Como señalan: la transparencia frente a los grandes muros y cajeros tras barrotes.

Jean Rouch: Regards persans


Un programa de TV5Monde que no sé si repetirán, pero que si lo hacen sin duda gustaría ver a nuestras amigas que han estado y disfrutado de Irán: "Jean Rouch: Regards persans" (Mina Rad y Julien Cochet, 2017). Gustaría porque yo mismo, que no he estado nunca por ahí, he sentido como nunca la presencia de un extraño bienestar al contemplar las imágenes rodadas en Ispahán y concretamente en la Mezquita de Shah.
Jean Rouch, el cineasta que tanto recorrió África en busca de comprender a sus gentes y sus ritos, resulta que en 1977 rodó un film que ha permanecido prácticamente inédito hasta hoy en día: "Ispahan. Lettre persane". En él, del que aparecen numerosas escenas en el programa visto en TV5Monde, Jean Rouch coge a Farokh Gaffary, el que fue algo así como presidente de la asociación de todas las cinematecas mundiales, y le pide que le conduzca por entre la arquitectura de la mezquita de Shah, mientras conversan sobre la muerte (aunque lleguen a la conclusión de que en ella no se puede pensar en la muerte, de tan canto a la vida que es, como en cambio sí se hace al recorrer la vecina de Jameh y tantas otras), la representación humana, el cine, la arquitectura y la consideración de la vida y la muerte en el Islam.

Pero si el programa me ha resultado especialmente emocionante no ha sido sólo por esa visión que ofrece del Irán previo a la revolución, sino también por las claves que da sobre la forma tan especial de hacer cine de Jean Rouch, precursor en tantas cosas de un tipo de cine que hoy en día está presente por todo el mundo. Viendo este "Regards persans" llegas a comprender muy fácilmente la nueva visión documentalista, haciendo notoria su presencia como realizador en sus propios films, que supuso Jean Rouch, siempre preocupado por no dar una visión colonialista de los hechos que filmaba. También que hizo films propios de las pequeñas cámaras que tanto facilitan su trabajo a los jóvenes documentalistas de hoy en día, mucho antes de que existieran.
Si el programa se llama "Regards persans" no es únicamente porque ofrece la mirada de Rouch a Persia, sino también porque deja hablar a una serie de gente de ahí que trabajó con él o han sido discípulos suyos. Uno es Hossein Taheridoust, autor del primer film iraní que vio Rouch, a quien le impresionó vivamente. Se lo llevó entonces a París, para trabajar con él, y fue precisamente Taherodoust quien acabaría rodando el film sobre el ritual del Tazieh, una ceremonia sobre la representación de una batalla en la que participa todo un pueblo, que Rouch quería rodar en sus viajes, pero no pudo debido al giro dado a la situación por la revolución. Es Hossein Taherodoust quien, viendo a Rouch en unas escenas del documental que no pudo ver en los 40 años que habían transcurrido desde su rodaje, se emociona ante la cámara: "Jean Rouch siempre me acompañará. Morirá el día en que yo muera", dice.
Otro cineasta que habla de la forma de hacer de Rouch es precisamente su discípulo Mina Ray, co realizador de estos "Regards persans", a quien de repente vemos haciendo que su entrevistado coja la cámara y le filme a él, en una escena muy de Rouch, dejando clara su presencia e intervención.
Se pueden, pues, aún pescar cosas muy interesantes por televisión.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Saura(s)


La fórmula está muy bien, y según de qué calidad sean las piezas que la componen, puede dar muy buenos resultados: Un realizador joven hace una película sobre un realizador consagrado.
Así surgió "La décima carta" (2014), en la que Virginia García del Pino hacía un retrato de Basilio Martín Patino y este año salió a la luz este "Saura(s)" que he visto hoy por Movistar +.
Tanto a Basilio Martín Patino como a Carlos Saura se les ve incómodos en sus respectivos documentales. Ambos por la misma causa: A nadie le va a interesar eso, dicen, mostrando su preferencia por dedicarse a cosas nuevas y no a las del pasado. La de Patino llevaba dentro la amargura de que tú, como espectador, veías claramente que ese futuro en el que quería trabajar el realizador -¡ay!- no iba ya a llegar nunca. En ésta de Saura la cosa es diferente, pues él sigue más que activo, lleno de proyectos, con una agenda repleta.

Viscarret comenta directamente él -es uno de los actores del film- que ha buscado un camino indirecto para penetrar en la (loable) coraza con la que Saura protege su intimidad, pues es -también se habla en la película- de la estirpe maña de un Buñuel, que detestaba tanta debilidad sentimental que inunda el cine más obvio.
Ese camino pasa por hacer que todos y cada uno de sus hijos (el de Geraldine indirectamente) hablen con su padre, sonsacándole en lo posible alguna cosa personal inédita, que lo defina algo más. Y dota a la película de una estructura rígida, con encuentros frente a los plasmas y espejos de sus últimos film o en sus abigarrados estudios caseros. Una estructura sólo rota por alguna escapada, como la de Saura a un programa de radio y proyección parisinos, o la de Viscarret con sus hijos por un parque, pensando en su proyecto.

viernes, 22 de diciembre de 2017

El ilusionista



No me gusta ver dibujos animados. Lo sabe José Luis Márquez, hoy desaparecido en combate, esperemos que sólo para coger un respiro y volver con más fuerza, quien nos suministraba unas sesiones semanales tan bien escogidas que en muchas ocasiones vencía mis reticencias. Pero hoy me he dejado llevar por "El ilusionista" (Sylvain Chomet, 2010, grabado anoche en TV5Monde), una pieza que, por cierto, JLMárquez sacó a colación varías veces, junto a alguna otra joya de Chomet.

Me he dejado llevar por su dibujo, pero sobre todo al distinguir que su protagonista es nada menos que Mr. Tatischeff, un ilusionista con el completo aspecto y movimientos del gran Jacques Tati, autor del guión del film. Un guión que no debía ser autobiográfico salvo en aspectos anecdóticos, porque Tati, aunque se dedicara buena parte de su vida al mundo de las variedades, al proceder de una familia aristocrática rusa exiliada en Francia, no creo que hubiera pasado nunca las penalidades que debe superar el personaje.

Mr. Tatischeff abandona un teatro de variedades parisino ya cansado de su arte y unos dibujos muy buenos nos hace acompañarle en su paso del Canal de la Mancha y su peregrinaje por Gran Bretaña, en busca de un local donde actuar. Lo hace primero en Londres, pero con la mala pata de coincidir con el momento de eclosión de los grupos pop, que acaban con las antiguas formas populares de espectáculo. Luego va a Escocia, llegando hasta -en unas viñetas que tienen mucho del Hergé de "La isla negra"- una perdida isla del norte.

Estos son, para mí, los mejores momentos del film, que luego se enreda un poco demasiado sentimentalmente con una niña que, por su afán de complacerla, le arrastra a la más absoluta ruina y a la necesidad de buscarse trabajos de todo tipo. En compensación, las escenas de esta segunda parte tienen la virtud de presentarnos un vistoso Edimburgo años 60, muy realista, del que quien haya visitado y gustado de la ciudad disfrutará.

Un bálsamo para curar recientes sinsabores.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

La gran familia


Llevo un buen rato calculando en esta jornada de reflexión y las listas que me gustaría que ganaran no suman lo suficiente.
Para evitar caer mareado de tanto número o -lo que es peor- desesperado, si alguien quiere distraerse un momentillo lo puede hacer yendo a leer el artículo que sobre el empalagoso tema de la Navidad escribí para "La Charca Literaria", que aparece hoy.
Cayetano Gea lo ha anunciado con una frase que me gusta: "habla de navidad y del cine lacrimógeno nacional que jugaba con las cartas marcadas". Y le ha puesto, además, esta foto.

viernes, 15 de diciembre de 2017

La femme douce


Después de mucho tiempo, he vuelto a ver "La femme douce" (Robert Bresson, 1969). La escena choque inicial, la que inevitablemente se recuerda, por su fuerza, pero también por la dulzura de ese chal danzando suavemente por el aire, abre paso -tras un "¿Tu te acuerdas?" y la correspondiente respuesta ("Oui!")- al primero de los flashback que van punteando toda la estructura del film, en un continuo ida y vuelta hasta cerrar el relato completo.
Historia de una relación imposible entre un hombre calculador, que lo planifica todo, y una Dominique Sanda, descubierta para la ocasión y para el cine por Bresson, que deja fluir de otra forma bien diferente la vida. Bresson se basó en un relato de Dostoyevski, con el que continuó en su película siguiente, la también difícil de ver "Cuatro noches de un soñador" (1971).
Reproduciendo unas escenas del "Benjamín" de Deville (que la pareja va a ver a un cine donde se inicia una posible relación promiscua de ella), con escenas de coches en atascos que podrían estar en una película de Tati, la película va mostrando un París fragmentado pero muy centrado y plausible: Lipp, La Hune, Les Deus Magots,etc, mientras que, de forma casi matemática, Bresson va repitiendo ciertos encuadres de lugares con los que, gracias a que los ha cartografiado previamente, nos permite situar y seguir el relato.
En un momento de la narración fuente del recortado pero a la vez continuo flashback, él dictamina un positivo "Nuestra desigualdad nos placía" que la imagen nos pone en duda: Mientras ella escucha música o lee un libro, él se esfuerza por sacar un crucigrama. Previamente Bresson se ha cuidado también de mostrar por separado a la pareja, o distanciados por algún tipo de obstáculo físico, que reproducen otros obstáculos de otro tipo que existen y que sólo se querrían aniquilar cuando ya nada es posible.
Maravilla ver cómo Bresson acaba, bruscamente, la película. Lo hace con una imagen y un sonido repetitivo, insidioso, de una tuerca que va siendo atornillada de forma continua. Una imagen y un sonido que seguro el narrador revivirá continuamente en su cabeza y con el que los espectadores nos podemos ir también a casa.
Viendo hoy de nuevo "Une femme douce" te das cuenta de la singularidad del estilo, las formas de Bresson, la de imitadores que ha tenido y los pocos que salen, como él, airosos en el embate.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Hitchcock por Irvin Penn


Un retrato que Irving Penn hizo a Alfred Hitchcock, con mis más amistosos recuerdos para Alejandro Sales. Aunque no sé qué hizo Penn, que aquí Hitch no se te parece ni por asomo.


 

lunes, 11 de diciembre de 2017

Mr. Kaplan


"Mr. Kaplan" (Álvaro Brechner, 2014, película vista durante la siesta del domingo, grabada del Sundance Channel) es un viejo judío de origen alemán, muy parecido físicamente al Oscar Tusquets también viejo, que vive en el Uruguay. Se ha dejado la barba para no afeitarse y ve que cada día va a peor, alcanzando un malhumor que da la impresión de congénito.
El médico no quiere renovarle el carnet de conducir y, para que pueda seguir yendo de un lado a otro, su familia le pone en contacto con un desastrado ex-policía, que le hace a partir de entonces de chófer. La película, que no dejaba poner subtítulos para pescar muchas expresiones jocosas que se te escapan, pasa entonces a contar la historia de su seguimiento de un supuesto nazi, con alguna escena y todo estilo western. Pero no hay que engañarse: Su tema profundo es, decididamente, otro.

Café Lumière



Por una causa u otra, la única película del ciclo Hsiao Hsien de la Filmoteca que he ido a ver es "Café Lumière" (2004).
Uno de los cafés frecuentados. Tras la ventana, la multitud desplazándose.
Un letrero inicial explica que se trata de un homenaje a Ozu, celebrando su centenario. Es verdad que hay muchos, muchos trenes, desde fuera y desde dentro, e incluso registrando su sonido, o que toda la familia va a limpiar una tumba al cementerio. Es verdad también que por el principio aparece un plano, en el interior de la casa japonesa de los padres, calcado a los de Ozu, con la cámara situada cerca del suelo, en la posición que a él era habitual. También que vuela por ahí un cierto tema de diferencias generacionales, con una madre preocupada por su hija y un padre que, nervioso por la situación de ella, no abre la boca.

Pero la suma de todo eso no da, a mi entender, como para un Ozu, por muy actualizado que se quiera, al tiempo que, rodada en Japón, la película también queda muy lejos de los films chinos de lenguaje clásico que le dieron a conocer. Sí que me han parecido los mimbres, en cambio, de una película de la post Nouvelle Vague, con esa protagonista frecuentando cafés y en continuo desplazamiento. O del hoy en día tan en voga Sang Soo.
El plano Ozu. Un personaje se sentará junto a esa mesa baja.

sábado, 9 de diciembre de 2017

La Fabian


Se trata de un programa de televisión (de TV5 Monde) hecho más bien con poco rigor, muy, pero que muy mejorable. Pero viéndolo te das cuenta de la fuerza que ha tenido la presencia de Françoise Fabian en el cine de culto que has ido viendo. Nada más arrancar un cierto desengaño (¿Pero ésta es ella? -te preguntas-). En seguida, mediante trozos de sus papeles en cine y teatro, viéndola de cerca cómo te habla de ellos, te respondes afirmativamente, sin duda alguna.

Se llama "La Fabian", va siguiendo anodinamente sus diferentes papeles y algo más (el para mí descubrimiento de que estuvo casada con Jacques Becker, acompañándolo los últimos cuatro años de su vida, por ejemplo) y en los títulos de crédito finales aparece que está "escrito y realizado por Dominique Besnehard", que por internet he sabido que fue un antiguo agente actoral).



jueves, 7 de diciembre de 2017

The square


Los trailers tienen a veces una influencia letal sobre las ganas de ver una película. Muchos actúan por saturación (¿Para qué voy a ir al cine, si ya he visto la película de pe a pa?). En otras ocasiones por simplificación. Es lo que pasaba, por ejemplo, con "The square" (Rubén Östlund, 2017), cuyo trailer sólo ofrecía una escena en la que una especie de hombre primitivo se subía por las mesas de un banquete, importunando y atemorizando a todos. A Teresa se le atragantó esa visión, que extrapoló a todo el film, y no hubo forma de que quisiera ver lo demás, aún con la promesa de que eso no era significativo y diciéndole que nos la había recomendado gente de confianza.
Hoy me he acercado (sin Teresa, que sigue en sus trece) a repescarla en el Meliès. Al volver a casa ella me ha preguntado que si me había gustado y le he dicho que sí, que tiene cosas muy buenas, pero, en el fondo, internamente he agradecido que no me preguntara también si tenía que ir ella, porque le iba a gustar forzosamente.
Seguro que le habrían gustado esos dardos enormemente divertidos, muy bien lanzados, nada groseramente, sobre ciertas tonterías que envuelven el mundo del arte contemporáneo y del marketing, por ejemplo. Pero no sé si habría aguantado la tensión del banquete y de toda esa media hora de más que se prolonga la película, quizás por no saber cómo darle una conclusión satisfactoria, después de haber echado a volar tantas expectativas. La apuesta era muy fuerte, y el riesgo de caer en un final demasiado descaradamente moralizante o en dejar muchos hilos tendidos está ahí.
Me quedo, eso sí, con las escenas que corresponden a la imagen que cuelgo (viendo la obra expuesta uno ya se hace cargo del tipo de jocosas peripecias que pueden darse por ahí), un inicio de paseo nocturno por palacios que recuerda al de "La grande Bellezza" (Sorrentino) o con la mesa redonda con espectador aquejado de síndrome de Tourette que pone en juego las reacciones obligadas políticamente correctas de los demás. También, por qué no, con una dramática toma cenital de la caja de escalera que hasta recuerda a la de "M, el vampiro de Dusseldorf" (Lang). Reniego en cambio de otras cosas y, entre ellas, desde luego de otra escena con escaleras fatalmente filmada (de la forma agitada, digamos, de una película de terror reciente).
Östund dejó ver que podía hacer un cine interesante haciendo ver las tensiones que pueden estallar con la respuesta a un alud (su anterior "Fuerza mayor" -"Turist"-). Toda una muy amplia primera parte de ésta, mientras te va sorprendiendo agradablemente, haciéndote hasta soltar alguna carcajada, habla de que se debería seguir pensando en él en el futuro. Salvo que, vista en fotos que se prodigan por la red la reacción que tuvo en la ceremonia de entrega de premios en Cannes, pase a considerarse a sí mismo un genio y quiera en próximas películas sorprenderte en cada escena, haciéndose entonces insoportable. Esperemos que no pase esto último.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Le concours

Una de las pruebas/conversaciones individuales, con un candidato.
Como un Frederick Wiseman, pero firmado por Claire Simon. La institución analizada es la Femis, la escuela de cine francesa, y más concretamente su proceso anual de selección de alumnos. Estoy hablando de "Le concours" (2016), que pasa estos días por TV5Monde.
El aula del examen inicial, repleta de aspirantes.
Primero accedemos a un examen multitudinario en un aula enorme, abarrotada. Tras esa primera criba, a otras muchas pruebas individuales para los que la superaron, eliminando candidatos hasta llegar a cubrir únicamente el cupo de las diferentes especialidades (dirección, guión, producción, distribución, exhibición). Entre prueba y prueba, unas cuantas escenas de exteriores, de pausa, que también se ven en los films de Wiseman, en los que se atiende a la llegada de los convocados, a alguna alumna esperando que le avisen de que ha llegado su turno, a empleados respondiendo por teléfono si se ha aprobado o no o a la secretaria colgando en un vidrio o en una pared los resultados para que directamente los vean los aspirantes, de quienes podemos observar alguna reacción.
Una candidata espera su turno.
Vemos entonces una sucesión de interrogatorios a candidatos por parte de un pequeño tribunal informal compuesto por gentes del oficio, para luego quedarnos en el aula y presenciar las discusiones de los miembros del profesorado sobre lo que han visto y oído. Aparecen ahí las dudas de rechazar a alguien tan solo porque "nos cae mal", las identificaciones, los rechazos viscerales y cierto "cientificismo" que intenta abrir las puertas de la institución a nueva savia, original, para que no todo el cine que se haga en el futuro esté tallado por el mismo patrón. En la etapa previa de conversación con los candidatos, en ocasiones se aprecian las puestas en escena pensadas por el aspirante a alumno... y por los responsables del film.
En general, no obstante, el dispositivo establecido presenta todo el proceso como lo suficientemente fresco como para ser tomado como extracto de "la realidad" retratada. Así pasa en el caso de una chica aspirante a la que le preguntan qué películas le han marcado en su vida y se ve incapaz de recordar ni una sola, con la unánime desesperación posterior de los examinantes. En varias ocasiones te preguntas cómo examinantes y examinados han permitido que aparezcan sus preguntas, respuestas y discusiones en la película, porque mucha cosa íntima, a veces de las de no sentirse muy orgulloso, ha quedado desvelada.
Todo se sigue con atención, el proceso resulta sumamente interesante, al tiempo que llegas a sentir la crueldad de la ligereza con la que en ocasiones se juega con el futuro de gente a la que parece irle la vida en ello.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Carles Santos


Pues que ha muerto Carles Santos y me sabe muy mal. Una línea de actuación la suya que, partiendo del piano clásico (estudió en el Conservatori del Liceo), tuvo todo un recorrido por la música contemporánea primero, por todo el mundo de la vanguardia después. Con su etapa conceptual, en el “Grup de Treball”, volviendo luego con fuerza al piano y, de allí, a diferentes formas de relación entre el teatro y la música. Pero lo más importante es que era un tipo simpático, inteligente, reñido siempre con todo lo que considerase un tostón.
En el cine de Portabella Carles Santos era mucho más que el responsable de la música. Portabella hablaba de él diciendo que lo era de todo lo que vehiculaba el sonido, pero también era uno de sus bastiones en sus guiones y en todo tipo de ideas.
Tiene una filmografía propia, que debería repescarse, porque muestra bastante de su mundo al tiempo que contiene siempre alguna idea genial, que muchas veces deriva en la carcajada del espectador atento.
Unos cuantos hitos inolvidables:
- Al principio de la década de los 80, cuando volvió al piano, su bajada por las Ramblas tocando un piano de cola con una bailarina de lo más sensual en lucha amorosa con él. Algo parecido se reprodujo (hay una grabación por internet) en 2009, bajo los auspicios del Arts Santa Mónica dirigido por Vicent Altaió.
- En “La Fábrica”, un fugaz local de la calle Perill, en Gracia, tocando “Bujaraloz by night” mientras Cesc Gelabert lo acompaña bailando endiabladamente.
- Pasar por los Monegros y escuchar a todo volumen el “Bujaraloz by night”
- En la Plaça de la Cucurulla, una performance de años de actividad y creación a tope. És es uno de los músicos que, colocados en los balcones de las casas que dan a ese cruce, tocan sus respectivos instrumentos.
- Un piano dejado caer desde el aire al mar.
- Él desgañitándose, cantando su “Tocaticotocatá” con la profundidad de un cantante de canto jondo.
- Ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, en el Estadio Olímpico. Viste a su “cobla” con traje que habría agradado a Dalí, coronado con una barretina. Ensordecen al auditorio. Parece que en vez de tenoras, toquen los legionarios romanos anunciando la llegada de César.
- Una paella casera en su piso de Vinaroz, con calamares pescados la víspera con su “Sargantaneta”.
Son todo recuerdos antiguos, porque no había visto muchos de sus espectáculos y, cuando iba, no me atrevía a pasar a molestarlo. Pero creo que llegamos a congeniar, simplemente hablando normalmente, sin imposturas, cómplices en lo de valorar las cosas buenas de la vida.


 

domingo, 3 de diciembre de 2017

Stella

Stella, un auténtico hallazgo de casting infantil.
Anda disponible por Filmin "Stella", una película de Sylvie Verheyde de 2008 de la que no había oído hablar, pero que por un malentendido sobre su realizadora me dio buenas vibraciones y vi con satisfacción anoche.
Tras una presentación de una estética horrible (una niña vestida de rosa reluciente bailando) que está a punto de hacerte dar por finalizada su visión, la cosa cambia abruptamente, para bien, por completo. Sigue entonces, conducido por la voz en of de la niña, viendo nosotros todo a partir de su interiorizado punto de vista, su apasionante curso escolar como nueva alumna en el Lycée La Fontaine. Un colegio nuevo para ella y además de niñas de una diferente clase social, pues Stella, la protagonista, es hija de los propietarios y gerentes de un animado bar de barrio, muy frecuentado por gente decididamente bajos fondos.
Con su padre (Benjamín Biolay) y sus amigotes, en una tumba en el bar familiar.
Stella se confiesa consciente de su ignorancia en muchas materias, como demuestran sus horribles resultados escolares, pero no duda en mentir sobre su conocimiento, por ejemplo, de un escritor, porque -según dice- es mejor mentir que decir tres veces seguidas que no se conoce ni esto ni aquello ni lo de más allá.
Hay un momento de inflexión en la película, muy bien resuelto con la secuencia de la visita a una librería en la que compra su primer libro. Una escena que Sylvie Verheyde filma como si se tratase de un pequeño robo en vez de una compra formal. A partir de ahí, empieza a leer a Balzac, a la Duras, y a admirar a ciertos cantantes, de los que una nueva amiga le deja discos, aunque ve que esas lecturas y audiciones, que le van muy bien personalmente, no le ayudan en sus notas en la escuela. Pero algo va cambiando en ella y de niña independiente dejada ir por su familia (entre las timbas y fiestas medio patibularias en el bar de su familia, por las que deambula normalmente Stella, distinguimos que el que hace de padre, por cierto, es el cantante Benjamín Biolay) pasa a adolescente con su marcada personalidad, su primera fiesta con música lenta italiana, su primer enamoramiento y otros líos propios de la edad.
Con otro parroquiano del bar paterno. Ella trata y traba amistad con todos, enfrentándose solitaria hasta con los peligros que comporta alguno de ellos.
Está ambientada -me digo- en la época en la que su realizadora (que firma también el guión) debía tener una edad aproximada a la de la niña. Personal y peculiar film de formación, pues. Que no deja mal sabor de boca.
Una primera salida, negativa.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Cineclub Vic: origens

Uno de los miembros de una de las primeras juntas del CC. , en la película.
Empieza como un western. Cinco hombres sin piedad avanzan hacia la cámara por un pasillo, empapelado con carteles diversos. Llegan al saloon (a la sazón el comedor del Casino de Vic) donde les espera una mesa redonda preparada para la comida. Una vez sentados, un camarero va llevando paulatinamente el servicio a cada uno de ellos, ocasionando que expliquen por turno su historia.

Pablo Sancho y Tariq Porter (anterior y actual presidente de la Federación Catalana de Cineclubs)
Los cinco hombres sin piedad son los miembros sobrevivientes de las primeras juntas del Cineclub Vic, que ya ha celebrado sesenta años de programación, y sus declaraciones constituyen también posteriormente el eje que sigue, desde los años 50/60 a la transición, "Cineclub Vic, origens" (Miquel Pérez, Quim Crusellas, 2016), el documental que acompañaba hoy en la Filmoteca a la entrega de los Premios José María Nunes, los premios de la Federació Catalana de Cineclubs.
El montador de "La propera pell".
Me ha gustado ver el documental, que, como han dicho en su presentación sus autores, recupera una historia que puede asignarse también a otros muchos cine-clubs. En medio de reportajes filmados o fotografías tomadas en un Vic de la época, así como de secuencias de películas muy bien escogidas que dan el tono requerido, los cinco ex-directivos nos van explicando sus inicios bajo el paraguas del obispado, su arranque con dos sesiones previas proyectando nada menos que "Rashomon" (Kurosawa) y "El pistolero" (King), la comsecución del Premi Sant Jordi de 1965 al mejor cineclub, los concursos de cine amateur de los que saldría gente como Baca/Garriga y Eugeni Anglada, su peregrinación por los diferentes locales de la población, una programación -por lo visto en el film- de campanillas, etc.
Paco Poch, explicando una de sus cosas.
Pero lo que anima la función es, sobre todo, el cambio registrado con las "inquietudes", ya no sólo artísticas, que invadieron a la parroquia durante la transición. Los socios, tras pugna intestina de alto voltaje, decidieron divorciarse (film alegórico en las imágenes) del obispado, y apuntarse a seguir la actividad, pero ya en plan "civil", entrando en todas las batallas. Llega la muerte de Franco, con imágenes del Nodo, a la que les han puesto finalmente de banda sonora una cancioncilla de la época, "La fiesta", de Karina, para dar paso al cartel de "Continuará". Todos hemos salido contentos, con la impresión de haber vivido, al menos en algún porcentaje, todo eso.
Una de los jurados de los premios, Jordina Medalla, presentando a Eduard Escudero, de A Comtracorriente, la distribuidora que facilita el premio al cine-club ganador. Como todos los anteriores, ha valorado el trabajo de los cineclubs para que el cine llegue a los rincones más perdidos.

Parte (había más en el otro extremo) de la junta del Cineclub Manresa. Lo que está claro es que sus sesiones siempre deben tener mucho público.
Miquel Pérez y Quim Crusellas, autores de "Cineclub Vic, origens)