sábado, 27 de febrero de 2016

Dos hombres en Manhattan


Estoy contento de haber ido a ver “Dos hombres en Manhattan” (Jean-Pierre Melville, 1959, con él mismo de protagonista) en la Filmoteca, aunque no sea nada del otro mundo, y más bien al contrario en lo que a deslavazada y en ocasiones en lo que a interpretación se refiere. Pero presenta unas cuantas curiosidades que te la convierten en algo fuera de lo normal y que te la hacen seguir con interés.
Está rodada en una serie de decorados, alguno mejor que otro, que figuran ser elementos de la vida nocturna neoyorkina de la época (Capitol Records, Mercury Theatre, un Diner, un prostíbulo, callejones con farolas de gas,..), con unos interregnos de planos generales exteriores que acentúan todos los aspectos de modernidad (coches, rascacielos, letreros luminosos).
Tiene una trama con una mínima intriga, que parece de cine negro, para pasar de golpe a plantear un tema moral, pero lo que más me ha gustado, para ser sinceros, es ver con mis propios ojos que el edificio de la ONU se edificó en la orilla del East River entre un paisaje totalmente residual, lleno de fábricas humeantes.


martes, 23 de febrero de 2016

Sayat Nova


Viendo "Sayat Nova" ("El color de la granada", Serge Paradjanov, 1968), abandono pronto por imposible la intención de seguir mínimamente su trama, y me pongo a ver sus imágenes como si fueran miniaturas de esas coloreadas que pueblan, entre filigranas, los márgenes de ciertos preciosos manuscritos medievales. De vez en cuando viro a pensar en relieves de capiteles románicos.
En cualquier caso, me deja bien extrañado. Había visto algo suyo hace muchísimo tiempo, y lo tenía en el recuerdo conceptuado como militante de un cine de activismo homosexual. Jugarretas de la memoria, está claro.
Sesiones contadas. En Barcelona se podrá ver -bajo responsabilidad de cada uno- el miércoles 24 a las 20h, en el Zumzeig.


lunes, 22 de febrero de 2016

Ombres Mestres: Paraisos



¿Cómo representaron el paraíso un buen manojo de películas? Mañana, en la última sesión del ciclo actual de Ombres Mestres del Cineclub Associació d'Enginyers, una oportunidad de averiguarlo. No hablaremos del Paraíso Terrenal de Adán y Eva, que se nos quedó en el tintero, pero sí de otras varias opciones, aunque alguna no pasará de ser únicamente mental. Si alguien tiene curiosidad, en este enlace los detalles prácticos:

domingo, 21 de febrero de 2016

Todo comenzó por el fin


Al principio de la sesión de “Todo comenzó por el fin” (Luis Ospina, 2015) en la Filmoteca ha aparecido Octavi Martí, explicando que, tras su presentación en el festival Punto de Mira, Ospina se ha encontrado mal, y no ha podido acudir. Hemos visto, eso sí, los 208 minutos de la película y, si la hubiera hecho del doble, también lo habríamos hecho, igualmente absortos, pese a conocer previamente de la historia que cuenta solo unos cuantos retazos mal informados.
Como un emparedado entre sus escenas de hospital iniciales y finales (tratamiento quirúrgico de un cáncer) que no dejan indiferente, la película navega, a base de films familiares montados vertiginosamente con escenas de películas propias y ajenas y, sobre todo, con una especie de increíbles “making of” y nuevas filmaciones de reuniones de antiguos amigos rememorándolo todo, por su autobiografía, estableciendo el “Itinerario de un cinéfilo”, o la vera historia de “Caliwood”, la factoría artística y cinematográfica colombiana.
Pero más que cualquier otra cosa, lo que rezuma “Todo comenzó por el fin” es la propia voluntad de Luis Ospina, la obligación que seguramente ha sentido, de hacerla, para dar testimonio de gente que ya ha pasado a ser mítica, como Andrés Caicedo (que se suicidó a los 25 años para descubrirse entonces que, al margen de sus películas, había escrito un buen puñado de libros de un gran nivel) o Carlos Mayolo (y su proceso de autodestrucción a base de alcohol y drogas). Todos ellos (Ospina incluido), y varios y varias más vivieron un tiempo en Casa Solar, una comuna artística que visita pasados los años el realizador para dar la puntilla a su película, como visita las ruinas de su casa familiar, o el parking en que se convirtió. “Vd. es el que queda para hacer eso”, le dice alguien en el film, y a fe mía que él lo tiene asumido, y cumple su tarea, haciendo revivir y conocer lo que no hemos vivido ni conocido.
Como Nicholas Ray: “No podemos regresar a casa”. Pero Luis Ospina lo ha hecho, para dar cuenta de todo ello, y dejar como registro una bella película. Me pregunto qué va a hacer ahora, después de este film que da cuenta de su generación, de toda su vida. Debe estar descansado por el trabajo hecho, pero también, creo yo, un poco vacío.
José Luis Guerín fue requerido por Ospina, desde el hospital, para filmar las entrevistas españolas (a Miguel Marías y a una amiguita entonces de Caicedo) que, falto de fuerzas, él no podía hacer.

viernes, 19 de febrero de 2016

Un Shangrila dedicado a Viota


Lo previsto era que ayer volviera a casa con el libro de Marcos Ordóñez, que ya he empezado a leer con toda fruición. Pero, haciendo tiempo, ya con un buen sitio reservado, di en La Central con este libro de Shangrila esperándome, y cargué también con él. Veo ahora que apareció en octubre, aunque me hice la película de que acababa de salir, y que debía recogerlo rápidamente, porque –me dije- seguro que han hecho una tirada muy corta y cuando lo busque ya habrá desaparecido. Viendo que está escrito por una lista variada de gente y que hablaba de cosas de Viota también variadas, no lo pensé más, aún sin mediar ningún análisis de detalle.
Veo ahora que se centra sobre todo en sus cortometrajes, que no he visto, y apenas si dedica espacio a su faceta de escritor y docente. Pero también intuyo, mirando los capítulos y cómo empieza cada uno, que, por una parte, no podrá quedar eso en el tintero y, por otra, que en general seguro que se obtendrá de su lectura un retrato generacional de quien tuvo y sigue teniendo un acercamiento tan peculiar al cine. También aparece en el libro esta estupenda fotografía que Óscar Fernández Orengo sacó a Paulino Viota en uno de los Reginas esos que llevan de Santander a Pedreña o a la playa de El Puntal, o sea que perfecto.
He consultado ahora el libraco recopilatorio de los programas de mano –es un decir- del curso 1974/75 del CCI (Cine Club Ingenieros), y he visto que fue en febrero de 1975 cuando le dedicamos una sesión a “Contactos”, a la que él acudió, y un dossier (todo él un refrito de lo publicado por revistas hasta entonces, con el consiguiente trabajo previo de recopilación en CO.CI.CA.) presidido por un fotograma muy bien puesto de su película. De “Contactos” sólo recuerdo la impresión duradera que me causó su visión, si bien últimament recordaba de la misma unos travellings exteriores a la casa y a sus personajes vistos a través de las ventanas que, hace poco, buscando precisamente travellings, no encontramos. Luego fui de los que siguió y degustó, cada una de su –muy diferente- cuerda, “Con uñas y dientes” y “Cuerpo a cuerpo”. Para final y ocasionalmente seguirle en algún que otro escrito o, cuando me entero, en su presentación y análisis de alguna película por la Filmoteca.
Pues eso. Que me ha hecho ilusión dar con este “Textos Aparte” de Shangrila.


martes, 16 de febrero de 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

Le plaisir

El desenfrenado baile en el Palais de la Dance.
Son relatos sobre diversos aspectos del placer según Maupassant y Ophuls. Que para este último estaba asociado, qué duda cabe, al baile, al continuo movimiento de cámara en pos de un personaje, que se cruza con otro que arrastra tras de sí a la cámara, y así sucesivamente. Ya los mismos títulos de crédito de “Le Plaisir” (Max Ophuls, 1952, hoy en la Filmoteca) arrastran a la polka y al vals, y en los tres episodios (como en prácticamente toda su filmografía) te va balanceando suave, pero armoniosamente, de un lado para otro.
Los parroquianos no saben que hacer el sábado por la noche al encontrar el prostíbulo cerrado.
Una historia de la voluntariosa búsqueda del placer más allá de las propias fuerzas constituye el primer episodio. La gente acude al Palais de la Danse, y entre ellos ese misterioso personaje que baila frenéticamente, como si le fuera la vida en ello.
Final de la salida de campo, para acudir a la primera comunión de la sobrina de la patrona. Con planos deudores de los impresionistas, como "Une partie de campagne"
El episodio central es el de mayor duración, y el más luminoso, pese a que empieza –siempre narrado por la voz en off de Jean Servais haciendo de Guy de Maupassant- por la noche, con la llegada de diferentes personajes de la ciudad puerto marítimo al prostíbulo que nos ha sido descrito al detalle por la cámara, resiguiendo una tras otra todas las habitaciones del edificio, pero desde fuera, a través de sus ventanas, en un tour de force impresionante.
El inicial embeleso de un pintor por una bella modelo.
La salida de las pupilas del establecimiento al campo al día siguiente, para celebrar con su patrona la primera comunión de su sobrina, es un claro antecedente del día de recreo de las de “L’Apollonide” de Bonello, y desprende por momentos la belleza de “Une partie de champagne” de Jean Renoir. Su momento álgido es, quizás, la corriente de emoción que recorre la iglesia en que se celebran las primeras comuniones, originada por las lágrimas de una de las chicas que asisten a –como dice el personaje de Jean Gabin- una fiesta tan familiar.

Después de un episodio largo, uno corto cierra el film. Narra, desde un punto de vista exterior, el rápido recorrido de encariñamiento de un pintor por su modelo, su fastidio y final y eterno regreso junto a ella.
Max Ophuls, siempre un festín inacabable.

viernes, 12 de febrero de 2016

The ring

Ayer, viendo “Downhill” (1927) en la Filmoteca, pese a alguna ocurrencia de Hitchcock, me aburrí de lo lindo, pero hoy, con “The Ring” (también 1927) hemos vuelto al nivel de “The Lodger”, con un Alfred Hitchcock desbocado, espléndido.
Sólo la escena inicial de la feria, con su rápido montaje, sus sobreimpresiones y juegos de miradas, ya sería suficiente para encumbrar la película, que tiene otros cuantos momentos deslumbrantes, algunos dignos de un film experimental, de vanguardia. Es un recital auténtico de sobreimpresiones y hace la competencia a los Lubitsch en la utilización de imágenes reflejadas significativamente por espejos o puertas detrás de las que tiene lugar alguna acción. El mundo de Hitchcock (de ésta y épocas posteriores) está presente en muchas cosas: los letreros luminosos que veo que adoraba utilizar en este periodo, la feria, la adivina, algún personaje secundario,...
Pronto vemos que el combate que parece anunciar el título no se desarrolla únicamente en el mundo del boxeo, protagonista del film, sino que se trata sobre todo del más duro combate por una mujer entre dos hombres a lo largo de todo el metraje, representado en las ocasiones en que más destaca la agudeza de Hitchcock por el enfrentamiento de elementos de atrezzo de uno y otro, como este brazalete del rival que aparece en el cuadro justo en el momento en que el dedo anular de ella está encajándose un anillo de compromiso.
En la copia restaurada por el BFI han colocado una banda sonora del Soweto Kinch Sextet que puede perturbar a quienes no gusten del jazz, pero que a mí, para el que tiene el efecto contrario, ofrece un dinamismo adicional importante al film.
La vuelven a pasar el domingo. Vale la pena.

Rivette

Interesante artículo sobre Jacques Rivette en Les Irrockuptibles (Jean-Marc Lalanne, 3/2/16), que se inicia con estas descripciones tan visuales sobre cómo se le solía ver por París:
"Era casi un ritual para los críticos de cine a finales de los 90. A la entrada o salida de los pases de prensa, la mayoría agrupados alrededor de la plaza de l'Etoile, se buscaba distinguir, muchas veces por semana, a la hora de la comida o de la cena, a Jacques Rivette siempre solo, en una mesa detrás del cristal de un modesto self-service de la avenida de Wagram (el Monte Carlo), picoteando precipitadamente un plato frugal . Probablemente venía de ver varias películas en los Campos Elíseos e iba a proseguir su maratón después de esta breve parada nutritiva. Porque a pesar de su edad, a pesar de su actividad sostenida como cineasta, el antiguo crítico de los Cahiers seguía siendo un espectador compulsivo, que ambicionaba ver todas las películas. Porque todas le eran útiles para pensar el cine."
(La fotografía de Rivette la hizo Damien Meyer para la AFP durante el Festival de Venecia de 2009)


jueves, 11 de febrero de 2016

El archivo de Rivette

¿Qué va a ser de las cosas de Jacques Rivette? Cuenta Bulle Ogier en Les Irrockuptibles que su casa se fue llenado de libros, llegando la acumulación a tal nivel que finalmente se fue a vivir fuera, y sólo volvía cuando tenía que coger alguna novela o algo así.


lunes, 8 de febrero de 2016

Un travelling de Murnau

Cuentan que Murnau estaba más feliz que unas pascuas filmando a lo loco a sus personajes corriendo junto a un campo de trigo meciéndose al viento. El travelling resultado de ese entusiasmo, que realmente resulta entusiástico, será uno de los protagonistas mañana martes, de 18h a 20h, de la primera sesión del ciclo actual de Ombres Mestres, dedicado precisamente a los travellings. Como ha habido todo un encadenamiento de fallos administrativos resultado de los cuales no está casi nadie apuntado, publico aquí la nota, por si alguien más se anima.

sábado, 6 de febrero de 2016

Mia madre


Nanni Moretti da un paso a un lado y, en vez de interpretar al realizador de la película que dice esta frase a sus actores sin que ninguno le entienda, deja su papel para su hermana en la ficción. Se reserva entonces hacer de quien quizás sufre más con la enfermedad terminal de su madre pero, en vez de exteriorizarlo, se calla e intenta reconfortar a todos los demás.
Moragas colgaba hoy el enlace a la “sabatina” que Gregorio Morán ha dedicado en La Vanguardia de hoy a “Mia Madre” y recordaba la famosa frase de “Caro Diario”: “D'Alema: Di qualcosa di sininistra!". En el film Moretti incita a su hermana, en una escena onírica o de recuerdo, de cuando había larguísimas colas para entrar en el cine, con una parecida: “¡Rompe al menos uno de tus esquemas!”.
Por su parte, en su columna, Morán, además de centrar muy bien el tema del film con ese latín, con esos libros que ya pertenecen a otro tiempo, explicaba que le gusta Nanni Moretti haga la película que haga. Yo, que nací exactamente el mismo día que el italiano y creo que eso une en manías y algo más, pienso bastante parecido. No es, diría yo, “Mia Madre” una gran película, y hasta tiene cosas, como ese acompañamiento de música sentimentaloide, bastante insoportables. No atiende a esa otra magnífica frase que Margarita dice, molesta, cuando, confusa, interpreta que lo que le están diciendo es un lugar común, “lo que se debe decir”, o ve esa pancarta que amigos de una paciente le han colgado en la fachada del hospital, escribiéndole que resista: “La retórica me molesta”. Pienso en esos aplausos que se ofrecen ahora en los funerales a unos fallecidos que los reciben ahí, en su ataúd, y no puedo estar más de acuerdo. Me digo entonces que aunque en ocasiones parece que no lo tenga en cuenta, Nani Moretti se da cuenta, y aplica de tanto en tanto también el contraveneno.

Turturro hace de desmemoriado actor italoamericano, protagonista del film político, preocupado por los problemas actuales (¿otra cosa del pasado?) que dirige Margarita en la ficción. Tiene una noche romana de copas en que, bastante bebido, recita nombres de grandes directores de los 60 (en una escena que agradará a Moragas, por cierto) y exclama por la ventanilla del coche un “¡Ciao Roma!” Pero quizás está ahí sólo, haciendo de patrón de una fábrica ocupada, para que un travelling lateral le siga junto a las máquinas, haciendo recordar inmediatamente a los travellings de “Tout va bien”, no por error la película de Godard sobre una fábrica ocupada.
Una última cosa: Me he fijado en que en el logo de “Sacher”, la compañía de Moretti, éste ha hecho añadir en el dibujo un niño yendo de paquete en la vespa de “Caro Diario”. La vida sigue.

viernes, 5 de febrero de 2016

The lodger

La atención siempre dirigiéndose hacia el piso superior. leyenda

También hay una escalera que juega un papel relevante en "The Lodger" (Alfred Hitchcock, 1927), que han proyectado hoy en la Filmoteca. Conduce a la calle sigilosamente (a oscuras, sólo viéndosele la mano deslizándose por el pasamanos) al huésped del título, un guaperas algo rarillo, desde un piso superior a donde se dirigen todas las miradas, porque sus pasos (que Hitchcock hace oír/ver hasta colocando un cristal trasparente) llegan a mover la lámpara de la sala frecuentemente. Su descenso coincide con un martes, el día de la semana en que comete sus crímenes un asesino en serie que siente una predilección insana por las chicas con tirabuzones rubios, justo los que luce la hija de los patronos de la casa.
Una sombra en forma de cruz sobre el rostro del huésped.
Todo el desenlace de la película desmerece un poco, pero durante toda su primera mitad el film da sobradas muestras de la capacidad de Hitchcock para envolver y arrastrar a sus espectadores con sus recursos visuales. Es magistral cómo encadena los planos para explicar la expansión de la noticia del asesinato inicial, mientras unos letreros luminosos anuncian el espectáculo "Rizos de Oros". Como admira esa cruz que la sombra de las varillas de la ventana marca en el rostro del intrigante huésped. Y gusta ir viendo cómo, sin necesidad de apenas diálogos, escenifica el corazón partido del pretendiente de la chica de la casa (rompiendo el corazón previamente hecho con pasta de harina), o ese rechazo con el que la chica responderá inevitablemente a su novio (no admite que le ponga, jugando, unas esposas). O dar con esos colosales ambientes (el periódico, la pasarela de la casa de modas, el salón de baile, el hospital,...) que puntúan el film, tan buenos como el ambiente con el que envuelve Hitchcock sus escenas, para envolver también a sus espectadores.
La noticia del asesinato llega a la rotativa.
¡Esta noche, "Rizos de Oro"!
La escalera a oscuras, la mano del intrigante personaje guiando sus pasos acariciando el pasamanos.

Más Ombres Mestres




Un elemento del lenguaje cinematográfico (el travelling: martes 9 de febrero), un tipo de cine (la post Nouvelle Vague: martes 16 de febrero) y un tema concreto (paraísos: martes 23 de febrero). Ver cómo los pueden llegar a mostrar los grandes nombres del cine, intentar descifrar por qué lo hacen y qué consiguen haciéndolo como lo hacen.
Ya que es muy laboriosa su preparación, pensando que mejor que haya alguien que pueda llegar a ver el resultado de todo lo preparado, me atrevo a anunciarlo aquí, por muy embarazoso que sea. Un ciclo de sesiones del Cine-Club Associació d'Enginyers, siempre de las 18h (¡puntuales!) a las 20h.


 

jueves, 4 de febrero de 2016

Hitchcock/Truffaut


Tenía curiosidad por ver cómo se había resuelto “Hitchcock/Truffaut” (Kent Jones, 2015), el documental sobre el extraordinario libro con las conversaciones entre ambos, con Helen Scott como traductora Era hoy su preestreno en la Filmoteca, y he salido muy satisfecho de su visión.
Hay en él visualizaciones de escenas muy bien escogidas para ilustrar comme il faut alguno de sus contenidos, opiniones de un grupillo de realizadores americanos y franceses (ya se había visto que Scorsese hacía muy bien este tipo de cosas, pero ha sido para mí una sorpresa muy agradable descubrir las dotes de por ejemplo un Desplechin en esta tarea) y –lo más importante de todo- se pueden oír trozos de las famosas grabaciones, lo que supone un valor añadido impagable, muy por encima incluso de la propia lectura del libro. Entre estos trozos hasta se descubren cosas del mayor interés no incluidas en la edición impresa, como las de la escena de “Vértigo” –toda coloración verde- en la que Kim Novak /Judy acepta finalmente vestirse y peinarse como Kim Novak / Madeleine. Podemos oír en voz de Hitchcock unas frases de contenido erótico que quizás fueron censuradas parcialmente en la versión española y un elocuente “apaguen eso” que nos permite entender que la explicación fue hasta más allá.

He salido de la Sala Chomón con unas ganas enormes de ver todos los films del ciclo de cine mudo de Hitch que pasan este mes en la Filmoteca, del que me han dicho que se pasarán en unas copias en muy buen estado, seguramente de la calidad de las escenas vistas en el documental.
La película tiene subtítulos en castellano y distribuidora (A Contracorriente), por lo que es seguro que se estrenará próximamente.

Trouble in paradise


Preparando una sesión como la de "Un ladrón en la alcoba" ("Trouble in paradise", Ernst Lubitsch, 1932) o las de las "Ombres Mestres" que arrancaremos la semana que viene, uno confirma eso de que los escritos cinematográficos son en su mayor parte refritos. Una cosa curiosa que he descubierto preparando la sesión de OM sobre la "post-Nouvelle Vague", por ejemplo, es que buena parte de los análisis sobre las películas de los cineastas que se podrían englobar bajo esa etiqueta provienen de sus declaraciones en las largas entrevistas con ellos que el "Cahiers du cinema" publicaba cuando se producía cada uno de sus estrenos. Cosas veredes...
Para salir de ese pernicioso círculo repetitivo señalado ofrezco aquí generosamente a las generaciones futuras lo que creo una primicia. Es un descubrimiento personal (al menos esto no lo he visto escrito por ningún lado) sobre unas escenas (creo que tres) de la película de Lubitsch. Unas escenas que podrían haber ido muy bien para la ya pasada sesión sobre "escaleras", pero que además, al buscar ahora alguna imagen suya por la red, veo que también podían haber sido muy adecuadas para la de "espejos".
En cuanto a la de escaleras: Es sabido que Lubitsch (y luego Wilder) suele aleccionar a los espectadores sobre lo engañoso de las apariencias. En la película, el romántico gondolero veneciano es en realidad un basurero, los miembros de la aristocracia son unos ladrones de gran profesionalidad, y los aparentemente honrados miembros de empresa unos auténticos y algo chapuceros ladrones. Sentado esto, hice reparar tras la proyección al auditorio de la sesión en las repetidas escenas de subidas y bajadas de escalera de los personajes, que permiten hacer admirar el bello decorado art decò de la casa de Madame Colet. Pero hay unas muy especiales. Gastón Monescu, el secretario de Mme. Colet, sube y baja esa escalera a una velocidad endiablada. Sabido es -y mucho más lo era en la época de la película- que Herbert Marshall, el actor que hacía el papel de Monescu en el film, lucía una elegante cojera. Es evidente que, a parte de los efectos especiales de aceleración que puedan existir en esas escenas, se dispuso para ellas de un doble. Pero, al margen de eso, esta repetida exhibición casi acrobática de lo que se sabe un actor cojo, me hace interpretarla como uno más de esos elementos de Lubitsch para que sus espectadores acaben viendo que realmente la realidad es justo lo contrario de lo que las apariencias muestran.
Y la prueba del nueve me la ha dado ahora esta imagen de Monescu subiendo una escalera... visto a través de un espejo. Hay muchos espejos en la película, y en general dan paso a imágenes -como no podía ser de otra forma- engañosas...

martes, 2 de febrero de 2016

El día de la sipia


Lo nunca visto. "El día de la sipia" (Emili Manzano, 2015) ha sustituido a "El último tango en París" en la sala grande de la Filmoteca porque había mucho más público esperándola ver. Pero más que al film de Bertolucci me ha parecido asistir a un western, con elementos de "Solo ante el peligro". Así, Manzano arranca y casi finaliza el film con un primer plano de las manos (y juguetones dedos) de Enrique Vila-Matas a sus espaldas mientras la música de Publio Delgado envuelve y sigue la silueta del escritor alejándose por las calles de París. Un París que hubiera preferido con un protagonismo aún mayor que el que ya tiene (aparece la casa de Marguerite Duras en la que vivió, la preciosa Place de Furstenberg, la remembranza de la Maga, el Boulevard de Saint Germain,...), y que quizás resurja en "Extraña forma de vida", el documental "más clásico" que sobre Vila-Matas ha realizado al mismo tiempo Emili Manzano.
El hombre del oeste que llega al poblado (París) y que se aleja del mismo al final de la peli es Enrique Vila-Matas, y su misión, ser retratado por Miquel Barceló, a la sazón preparando una exposición (“Sipiesca”) y, a la vez, haciendo con una técnica muy precisa (pintura negra luego convenientemente "despintada" con lejía) toda una serie de retratos de artistas amigos y de su propia madre.
La conversación entre Barceló y Vila-Matas lleva incorporada el auto-relato de varios aspectos de sus respectivas biografías, empezando por los divertidos intentos por evitar el servicio militar. Pero, sobre todo, hace girar la rueda del tiempo y, mientras la lejía va haciendo su trabajo sobre el retrato ya pintado, lleva a unos flashes fulgurantes de unos cuantos personajes de sus respectivas generaciones (ligadas por el nexo de Paula de Parma) que fueron aniquilados por la heroína.

Es un gusto que toda una TVE y toda una TV3 se pongan de acuerdo en producir cosas como ésta, que se podrá volver a ver el próximo jueves en la televisión catalana.
Como además esto ha sido un acto social, la crónica, ya incompleta de por sí, no podría ser más incompleta si no señalara que nos ha permitido disfrutar de la presencia del flamante nuevo Conseller de Cultura de la Generalitat, Santi Vila, en lo que según sus palabras era su primer acto público. Ha llegado hasta la mesa de la presentación inicial alargando su brazo por el hombro de Vila-Matas, se le ha pescado una involuntaria inmodestia ("Los de esta mesa de excelencia no hemos visto..."), ha leído un texto en castellano del escritor (mientras le iba cogiendo el brazo en busca de complicidad de tanto en tanto), ha estado orgulloso de los que ha venido a señalar como catalanes universales (barriendo hacia casa a Barceló), ha prometido trabajar para que el mundo de la cultura quede lo más protegido posible y por último me ha recordado a esos clérigos de la Iglesia Anglicana que despiden a sus feligreses a la puerta de la iglesia, porque situado en el pasillo esperando a los participantes en el coloquio, iba saludándonos a los espectadores que salíamos, regalándonos a cada uno una amplia sonrisa.

lunes, 1 de febrero de 2016

Trouble in paradise


Esta tarde, a las 17h, en sesión del Cineclub Associació d’Enginyers programada para complementar las conferencias del Aula d’Extensió Universitaria de los Ingenieros, intentaremos seguir el provechoso método de pensar en cómo lo hacía Lubitsch.
Quería colgar por aquí alguna fotografía de reclamo de su película que pasaremos y comentaremos, “Un ladrón en la alcoba” (“Trouble in Paradise”, 1932). Hay varias muy atractivas, pero he preferido este par de fotos, correspondientes a dos planos consecutivos, que además nos dan bastantes claves de su productivo método de actuación: Ver las cosas haciendo fijarse al espectador de forma indirecta, nunca frontal, en la cuestión. “Trouble in Paradise” es también, sí, una película con espejos. Con espejos que, como todos esos otros detalles suyos que desbrozaremos entre todos, además de ayudar a proporcionarnos una divertida función, nos explican muy bien las cosas.
Será de entrada libre en el sentido de abierta a todo el mundo que lo desee, pero solicitarán al curioso una aportación para intentar cubrir los gastos (derechos de exhibición y alquiler de la sala) incurridos. Todos los detalles en este enlace: