martes, 27 de septiembre de 2022

Marinheiro das Montanhas


La última película del cineasta Karim Aïnouz, el de “La vida invisible de Eurídice Gusmão”, se llama “Marinheiro das Montanhas” (2021; en Mubi) y es algo especial en su filmografía.
En 2019, recién muerta su madre, se hace con una pequeña cámara y viaja a la Argelia de la que, aunque nació en Brasil, es originario. Llega a la capital en barco y de allí se adentra a la Kabilia, la región montañosa de la que partió la rebelión que llevó a la independencia del país.
En todo su trayecto va filmando cosas, se diría que sin una preocupación excesiva por su engarce, uniéndolo todo por una voz monocorde en portugués -hemos de pensar que se trata de la suya- en la que va vertiendo lo que viene a ser una extensa carta a su fallecida madre, en la que le va explicando todo lo que hace y va sintiendo.
En ese trayecto a unas raíces que no siente en absoluto, llega al pueblo que lleva su mismo nombre, Aïnouz. Ahí hay tiempo para repasar la revolución del siglo pasado contra los franceses y su destino y conocer a una larga lista de familiares -los más viejos hablan francés, lo que le permite entenderse algo con ellos- a los que va filmando como si de un fotógrafo de fotomatón se tratase.
Pero si algo retengo de esta voluntariamente destartalada película, ella misma metida entre brumas y sueños, es su poder para introducirse hasta el fondo en las casas, las humildes vidas, de todo un pueblo.




 

domingo, 25 de septiembre de 2022

Les rendez-vous de Paris





Como estoy en plena inmersión en el mundo de Rohmer y veo que “Les rendez-vous de Paris” (“Tres romances en París”, Éric Rohmer, 1995) está a sólo unos días de desaparecer de Mubi, me lanzo a volverla a ver, antes de que sea demasiado tarde. No decepciona: al contrario, consolida mucho de lo aprendido sobre el cineasta en este tiempo de lecturas de todo tipo.
Son tres capítulos rodados en la época de los Cuentos de las Cuatro Estaciones, cada uno de ellos ejemplificando la forma de hacer de Rohmer, que venía pensando y trabajando en ellos desde tiempo atrás:
-Les rendez-vous de 7 heures
-Les bancs de Paris
-Mère et enfant 1907
Nacieron del trabajo acumulativo de Rohmer, que tomaba té frecuentemente en su estudio con muchos jovencitos (preferentemente del género femenino), hablando de todos sus intereses, y guardaba en un cajón sus datos principales, para lo que pudiera ser. Las dos primeras historias nacen del encuentro con una chica de éstas y las historias que en su día le explicó. Igual que las actrices que intervienen.
Posiblemente como desahogo del (relativo) corsé de los cuentos de las estaciones, están rodados de forma libérrima, con un equipo mínimo, hasta con la ligera cámara escondida entre la gente, para pasar desapercibidos.
Todos ellos demuestran eso de la impronta que el paisaje, el entorno de los personajes tiene sobre ellos, pero eso se aprecia sobremanera en el primero, en el que las dudas que se han despertado en la protagonista, que empieza a sospechar de la fidelidad de su novio, son expuestas en el apartamento de una amiga, que sufre el agobio de unas ruidosas construcciones vecinas.
Si Rohmer confiesa que necesita siempre en sus películas de una maquinación, mantenida en un segundo plano, en estros tres cortos cuentos nos encontramos con el esqueleto del relato en esencia, sin carne en exceso nunca sobre esa osamenta.
En ellos está casi todo Rohmer: el azar, la fidelidad, los desplazamientos de los personajes mientras hablan (sobresaliendo en el segundo, con esos posibles futuros amantes citándose de parque en parque parisino), los diferentes orígenes geográficos en que viven y quieren vivir, el referente clásico (la explicación de la estatua representando la Fábula de Polifemo y Galatea), los encuentros casuales,…
El más complejo de todos, el de ese pintor al que le solicitan hacer de cicerone a amigas turistas, y abandona a una por su encuentro fortuito con otra visitante del Museo Picasso, tiene hasta cierto resabio de revisitación y regla del nueve de los cuentos morales.
Una fuente de placer inagotable.



 

viernes, 23 de septiembre de 2022

Labordeta un hombre sin más


Paula Labordeta (que a veces parecía vasca, más que maña) y Juana de Andrés, ayer en el Boliche.

Juana de Andrés, de algún modo protagonista de la película y seguro conquistadora de la sesión de ayer.

Con lo poco que me gustaban las colas para ir al cine, ahora casi las veo con una cierta satisfacción y todo. La imagen (primera foto) la saqué ayer antes de la sesión de las 20h del Boliche, donde iba a ser el estreno de “Labordeta, un hombre sin más” (Paula Labordeta y Gaizka Urresti, 2022) con la presencia de los realizadores y de Juana de Grandes, su viuda, quien, con un par de naturales -dentro y fuera de la película- se hizo en un momento con la platea.
Todos los espectadores, eso sí, eran gente de mi quinta e iban como homenaje personal, por una u otra causa, a José Antonio Labordeta, una de esas figuras que, como escasean actualmente, cada vez se echan más en falta.
En la imagen publicitaria del film aparecen unos raíles y son precisamente los viajes en tren -actuales, rememorando los de la época y los de entonces- por Aragón -Canfranc, Teruel-, lo que quizás más me gusta del documental, por cómo sirven para ofrecer un territorio -Aragón-, su historia y sus gentes.
Fue allá por 1973, precisamente en un cortometraje de Antonio Artero, “Monegros” (1969) donde oí y vi (en unas escenas que se incluyen en el actual documental) a Labordeta por primera vez, cantando -esas arcillas viejas- a Aragón y su destino.
Lo que tiene de historia del pequeño pero activo mundo cultural aragonés el documental es, pues, lo que más me gusta del mismo, con la mención de las tertulias del café Niké de Zaragoza, con su mínimo homenaje a su hermano (el inmenso poeta Miguel), con la presencia del que fuera amigo de infancia de J. A. Labordeta y luego presidente de Aragón (Santiago Marraco), del dramaturgo Sanchís Sinisterra, de Eloy Fernández Clemente (director de la magnífica revista Andalán, que me resucitó en la memoria cuando la nombraron en la película), de…
Impagables los momentos en que averiguas que Labordeta y Sanchís Sinisterra, que el azar reunió como profesores de instituto en Teruel, lanzaron entre otras iniciativas un cine-club al que llamaron Cine-Club Luis Buñuel.
Luego, por supuesto, se habla de las facetas de Labordeta más conocidas popularmente: que si sus canciones, que si su programa andarín de televisión, que si su “¡A la mierda, coño!” en el Parlamento.
Pero, por suerte, también sale a colación un modesto diario que Joana encontró, en el que su marido anotaba todos sus sentimientos más íntimos. O dos intervenciones públicas para el recuerdo:
-Su discurso contra la guerra de Irak en el Parlamento, leyendo íntegro el poema de su hermano Miguel: “Mataos, pero dejar tranquilo a ese niño que duerme en una cuna…”.
-El pregón de la fiesta del Pilar de Zaragoza de 2009, él ya gravemente atacado por el cáncer de próstata del que murió y, según Juana, lanzando el resto.
Y es que, como comentaba ayer mismo Ignacio Martínez de Pisón en un magnífico artículo aparecido en La Vanguardia, el mismo Labordeta explicaba que él, que había fundado el PSA, iba precisamente a morir por su PSA.




 

jueves, 22 de septiembre de 2022

Cuatro restauraciones de la Filmoteca Española


Cada vez voy entendiendo mejor los enormes problemas con los que se encuentran los organismos restauradores de películas.
En la sesión de ayer para conmemorar los diez años de la Filmoteca en el Raval, Mariona Bruzzo (responsable del Centre de Conservació i Restauració) presentó con familiaridad ganada a través de los años a los componentes de la “Filmoteca amiga”, que en este caso era la Filmoteca Española.
Tanto Ferran Alberich (quizás el restaurador actual de los títulos más notorios del cine español) como Josetxo Cerdán (actual director de la Filmoteca Española) y antes de ellos la misma Mariona Bruzzo, hicieron una presentación de lo más interesante de la sesión, especificando aquellos detalles de su trabajo que se escapan del todo a los espectadores comunes.
Parece que fue Josetxo Cerdán quien escogió ofrecer un programa de cuatro piezas cortas en vez de un largo, explicando al final que quizás eso corresponde más al trabajo disperso -ahora aquí, ahora allá- en que está inmersa la restauración aquí y en todas partes.
Como la primera pieza de la sesión (Un perro andaluz, de Buñuel y Dalí, 1929) era, según Alberich, la última restauración cinematográfica, con sólo una ligerísima intervención digital, aprovechó para explicar un poco sobre la historia de la restauración, que luego completó, de forma impresionista, Cerdán.
Una cosa interesantísima que contó Ferrán Alberich es que las primeras auténticas restauraciones cinematográficas surgieron como consecuencia del eco que tuvo la restauración de los frescos que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina.
Fue en los años 70 -comentó- cuando se dio un impulso teórico y práctico enorme a la restauración de films, con grandes figuras como la de Brownlow, quien escribió un libro, auténtica biblia sobre la disciplina, que tanto Alberich como Cerdán dijeron echar en falta hoy en día, cuando tantas aberraciones se cometen o cuando, por lo menos, se vaga sin rumbo fijo, sin una guía, cada uno a su aire.
Por su parte, Josetxo Cerdán inició su charla corroborando la descarada entrada en juego en el mundo de la restauración del Marketing. ¡Ser restaurador queda bien ahora, se ha vuelto sexi! -bromeó. Y lamentó la ausencia de un maestro como Brownlow para poner orden y concierto a unas operaciones que se hacen, en muchas ocasiones, porque visten, solo con miras mercantiles, sin respetar unas rígidas planteamientos que serían absolutamente necesarios.
Respecto a las películas de la sesión, sobre la copia de “Un perro andaluz”, con la que Alberich quería reproducir la que en 1928 Luis Buñuel presentó en el estudio de las Ursulinas de París, reconoció haberse tenido que conformar con sus imágenes (obtenidas a partir de archivos de Francia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos), haciéndolas circular a 16 imágenes/segundo (gracias al digital, porque el paso mecánico de la cruz de malta del analógico lo impedía), pero sin el sonido -discos de tangos y Wagner- que el propio Buñuel la acompañó. El partner francés de la restauración impuso que el sonido fuera el de los años 60, que en esos años revisó también Buñuel. Será que yo he visto últimamente copias salvajemente masacradas del film, pero el caso es que he apreciado mucho plano del que no tenía memoria alguna.
La segunda de la sesión fue “El circo” (1949), práctica como alumno de segundo curso del IIEC de Luis García Berlanga, quien no quería saber nada de su restauración, hasta que, no se sabe si por hartazgo, dio su visto bueno a un montaje en vídeo que es el que ahora se ha restaurado. La restauración ha consistido en la recogida de materiales originales, siguiendo ese mismo montaje, y encargando su sonorización a una empresa madrileña, La Bocina. A mí me resultó muy atractiva toda la llegada y preparación de la carpa del circo, que oscila entre los universos de Tati y del propio Berlanga. No tanto las filmaciones de las actuaciones circenses, con un pobre Búfalo Bill pululando por ahí. Es curioso pensar lo magnificente que se pensaba en mi niñez el Circo Norteamericano y lo cutre que se ve era según lo rodado aquí.
La tercera pieza fue el episodio del film “Las cuatro verdades” (1962) rodado por Berlanga, “La muerte y el leñador”. Josetxo Cerdán, por cierto, explicó la proliferación de films de episodios en los 60 porque eran la firma de entenderse mejor los diferentes equipos de las coproducciones… El episodio no es sino un negrísimo cuento muy de Azcona y Berlanga que, con escenas hilarantes como la de la masiva piscina, destacaría de no ser por la aberración de haber hecho a Hardy Krüger nada menos que organillero y el desastre de su banda sonora. Las imágenes del organillo circulando enganchado al furgón de muertos -de hecho casi lo único que recordaba de su visión en la Filmoteca de la calle Mercaders- es de las más impresionantes que ofrecieron Azcona y Berlanga.
Por último, la sesión se despidió con la práctica de segundo curso de la Escuela de Cine que hizo Pedro Olea, “Parque de juegos” (1963), una restauración sencilla, según Cerdán, porque se disponía de los materiales y sólo había que digitalizarlos y sonorizarlos. Fue un encargo de Edicions 79 (los que venden DVD en la calle Tallers y siguen editando), que supieron esperar para incorporar la pieza restaurada en el DVD de “El bosque del lobo”. Basada en Bradbury, desde mi punto de vista desmerece un montón de las piezas del resto de la sesión. Parecería uno de esos infantiles trabajos de las escuelas de cine actuales, sólo preocupadas en resultar efectistas.





 

lunes, 19 de septiembre de 2022

El hombre que amaba a las mujeres

Bertrand Morane, escribiendo sus memorias.

Siento una querencia especial por Bertrand Morane, el hombre que amaba a las mujeres en la película de François Truffaut.
Poco antes del verano, pero cuando “La Charca Literaria” ya había cerrado la preparación de sus ediciones del pasado curso, volví a ver la película y, con gran alegría, descubrí cosas en las que no me había fijado en ocasiones anteriores.
Escribí sobre ellas y, sobre todo, de una identificación total, con la que cierro el artículo que publica hoy La Charca.
Y me olvidaba del enlace..:


Interrogando hábilmente a una niña hasta hacerle confesar una cosa muy íntima.

La babysitter mostrando su enojo con Bertrand Morane.

Y, poco después, encabezando su cortejo fúnebre.

 

domingo, 18 de septiembre de 2022

La memoria rebelde



Si dijera otra cosa que “Del cine y otros amores” (Julio Diamante; Cátedra, 2021) me decepcionó profundamente, mentiría.
Acudí a la anunciada autobiografía del director de cine comunista con la esperanza de que me ayudara de una vez por todas a discernir quién y cómo fue quien en su día dirigiera el prestigioso y combativo festival de Benalmádena, pues apenas sabía nada de él, perdiéndome un tanto sobre su personalidad. Alguien de su posición -me decía-, seguro que trasmitía en sus memorias detalles que no estarían al alcance de otros.
De ahí mi decepción: es un repaso de su biografía cultural y el tiempo político en el que le tocó vivir, sí, pero se diría que narrado por un boletín oficial, sin entrar en otra cosa que no fueran lugares comunes, ponderación y cierta adulación a determinadas personalidades, de las que casi sólo explica que les rindió amistad. Nada más falto de detalles vivos, por ejemplo, que la anodina sucesión de comentarios genéricos sobre todas y cada una de sus películas.
Pero el libro contiene, encartado, un DVD con su última película, “La memoria rebelde” (2012), que me ha hecho valorar, pese a su sencillez, al conjunto.
Es “La memoria rebelde” un modesto documental, hecho con cuatro chavos, en el que el mismo Diamante entrevista a una variada representación de gente de su cuerda, que le ayudan a efectuar un repaso a la historia política y social desde la II República hasta la muerte de Franco.
Ahí están gente como Rafael Azcona (ofreciendo él solo buena parte de las anécdotas que le faltaban a las memorias de Diamante), Santiago Carrillo, Pilar Bardem, Rosa Regás, el comandante Otero o Marcos Ana, acabando la función -que retrata muy bien al impenitente Julio Diamante- con el canto del himno de Riego por una soprano en el Ateneo de Madrid, junto a la bandera de la República. Antes él mismo ha participado, en off, en el canto.




 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Oliver Sacks: una vida





“Oliver Sacks: una vida” (Ric Burns; en Filmin) es para mí una de esas películas que te desagrada como están hechas, pero que ves que dicen cosas que te interesan profundamente. ¿Por qué no habría podido mantener la sobriedad que imprime a sus documentales por ejemplo Werner Herzog, cosa que no resulta en absoluto reñida con su intensidad emocional, sino todo lo contrario?
Todo el final tiene un acompañamiento musical de juzgado de guardia para trasmitir emotividad, mientras no se requería en absoluto edulcorar lo que a simple vista ya puede ofrecer por sí solo emoción a raudales.
Eso llega después de unas reiteradas animaciones de los tejidos neumológicos que en mi opinión también podían haberse ahorrado, dejando la palabra directa del propio Sacks, que se muestra en muchos momentos autoirónico, poco indulgente consigo mismo, ofreciendo unos diagnósticos sobre su propia trayectoria que merecen aplauso.
Sorprenden varias cosas a gente mal informada previamente al respecto, como yo mismo:
-el singular ambiente familiar durante su niñez y adolescencia.
-la pesada cruz que le supuso el descubrimiento de su homosexualidad.
-sus alucinadas experiencias combinadas del culturismo, la drogadicción, la homosexualidad y el motociclismo.
-los documentos fílmicos de los “despertares” que Sacks provocó en unos cuantos de sus pacientes, que habían adquirido la enfermedad del sueño casi cuarenta años antes.
-la triste constatación de que el mérito académico se le concedió tan sólo cuando Robert de Niro y Robin Williams hicieron la correspondiente película basada en su libro.



 

El bueno, la bomba y el malo


Que digo yo que deben haber varias formas de ver “El bueno, la bomba y el malo” (Carles Prats, 2000; en Filmin).
Una es como quien ve, en cierta manera, “Innisfree”, con lo que ésta tiene de memoria del rodaje de “El hombre tranquilo”, única historia asumida de toda una localidad. En este caso se trata de los rodajes de películas en Almería, que me entero en la película empezaron en 1951, pero tomaron carta de naturaleza con “Lawrence de Arabia” y “Cleopatra”, que echaron la casa por la ventana, para luego entrar en los spaghetti western de baja estofa… hasta que ofrecieron un sitio en ellos a Sergio Leone.
Otra de las formas de ver la película sería, digo yo, como pequeña historia del país. Se entrevista en ella a antiguos figurantes y otra gente de la zona que tuvo alguna relación con los rodajes en Almería, llegando Prats a preguntar por las calles de Taberna a gente con alguna edad encima. No sé si la pequeña historia del país sale muy airosa del trance, porque lo que se llega a intuir de lo que quieren explicar y apenas se les entiende la mayoría de personajes no deja de situar el penoso nivel económico y cultural que había y -con unas cuantas necesidades cubiertas- sigue habiendo.
Una tercera forma sería rascar algo en la historia de la picaresca, de la que se nutrió a raudales la historia del cine español. Varios datos vertidos en el film ayudan a encauzarla.
Por el mismo precio, además, entre repaso de los rodajes que se dieron por ahí y lo que ocasionaron, la película nos habla además de la bomba de Palomares. Aparece hasta Simó, el pescador que condujo a los militares norteamericanos hasta la bomba que no sabían encontrar.
En todas las películas de Carles Prats, hechas con lo puesto, se toca algún tema de interés, y a estas alturas se van convirtiendo ya en testimonios únicos de muchas cosas. Por suerte, han ido a residir en Filmin, en donde se pueden ir pescando.




 

sábado, 10 de septiembre de 2022

Boîte noire


No es, desde luego, “La conversación”. Gozlan (vi una anterior firmada por él y me pareció horrible) no es Coppola, ni Pierre Niney es -ni por asomo- Gene Hackman. Pero el thriller francés “Boîte noire” (Yann Gozlan, 2020; Movistar +) me ha parecido un film comercial respetable.
Juega inicialmente con la posibilidad de estar basado en un caso real (un accidente aéreo)… inexistente. Mathieu Vasseur pertenece a una agencia de esas encargada de investigar accidentes aéreos, tras recuperar todo lo posible (materiales, comunicaciones, caja negra) del vuelo siniestrado. Y debe hacerlo en el caso de un nuevo avión siniestrado, con toda su tripulación y pasaje fallecidos.
De un carácter mucho menos centrado que el de Gene Hackman en “La conversación”, con su mismo oído, sin tener el saxo para serenarse, Mathias va camino en su investigación y hasta en su vida privada de llegar, como el personaje de Hackman, a quedar bien desquiciado.
Ciertas pequeñas cosas del principio (como esa visión en segundo plano -sin oírse la correspondiente conversación- a cómo la suegra de una fallecida que ha efectuado una llamada a su marido durante el accidente entretiene a sus nietos mientras el marido, ahora viudo, atiende a nuestro investigador) ha hecho que siguiera viéndola.
Luego cumple esa regla que dice que una película debe enseñar algo al espectador. Aquí eso se daría, claro, con los procedimientos desarrollados en una investigación de este tipo.
Y más tarde, cuando se suceden las pistas falsas y las posibles vías conspirativas, ya estás intrigado y quieres saber por donde derivará la cosa, sí irá por donde te esperas o mostrará otras posibles salidas.


 

Escribir el cine


Estoy en trámites para inscribirme en el curso que prepara para este próximo trimestre Xcèntric, “Escribir el cine”.
He pensado que, como la lectura de los textos en los que se van a centrar (fundamentales para ir amueblando la cabeza con las ideas que sobre el cine han ido apareciendo) puede llegar en algún caso a ser algo compleja, de forma que no se capte en una primera y distraída lectura, qué mejor que un especialista, espero que bajando del idioma académico, para ayudarte, cuando sea necesario, a hacértelo entrar por ojos y oídos.
Maya Deren, Jean Epstein, Dziga Vertov, Stan Brakhage (esta sesión confieso que me da un poco de miedo), Hollis Frampton sobre los Lumière, Jean-Luc Godard /Harum Farocki y Glauber Rocha ponen la mirada. Profesores de por aquí, de entre los que conozco y garantizo a alguno, ayudan a la captura de esas ideas que nos van a dejar preparados para lo que venga.
Nada mejor que dejar que sea la introducción que han preparado en Xcèntric para el curso (si todas las intervenciones resultaran tan claras como ella iría perfecto…) la que explique sus objetivos, contenidos y detalles, así como la forma de inscribirse, si alguien quiere acompañarme esos días:


 

jueves, 8 de septiembre de 2022

Tu coño



Segunda entrega de parte de la increíble serie de películas que se ha marcado en el límite de un año Gonzalo Garcia-Pelayo. En esta ocasión la entrega supone dos películas, a sumar por el momento a las (¡sólo!) seis previas.
Dejo “para más adelante” la visión de “Mi coño”, la anunciada película porno del pack, en prevención de que me resulte intragable, optando pues por “Pensamiento insurrecto”.
Al empezar a verla confirmo que Agapito Maestre, el filósofo que diserta durante los 74 minutos que hace durar GGP a todas las piezas del conjunto, es el que recordaba de sus apariciones ahora no sé si en el programa de cine de Garci o en el cultural de Sánchez Dragó, el caso es que sin que me cayera nada bien, con su sonrisa -que no sé si es un rictus- autosuficiente. Será por esta aversión personal, será por lo que sea, pero esta larga perorata en la que teóricamente Agapito diserta sobre todo lo divino y lo humano, que luego ves que se reduce a tres o cuatro ideas redundantes, sin que los dos acólitos situados en cuadro consigan en ningún momento (si acaso llegan a exteriorizar también ellos sus obsesiones) reconducir el flujo de citas hacia una necesaria profundización. Y sin esa necesaria profundización, esas superficiales ideas, con las que explicadas certeramente y en profundidad puedo llegar a coincidir, me resultan sólo una apología política de oposición. Así las cosas, ¿qué le diré a Gonzalo? -me pregunto.
Es entonces cuando pongo en circulación, perdida toda esperanza, “Mi coño” y sorprendentemente, desde el primer momento veo que me resulta la más sugestiva de todas las de la hazaña 10+1 que he visto hasta el momento, dicho sea sin ninguna ironía debido a su tema: la continua y explícita jodienda abarca la mayoría de su metraje.
Es en ella en la que se aprecian, desde un primer instante, las más variadas e imaginativas ideas de puesta en escena, con la aparición de la voz en off del director dando precisas instrucciones, la utilización de monitores que reproducen tomas previas en el propio cuadro, de pantallas múltiples, la aparición de anunciados o no anunciados “visitantes” que irrumpen durante la función para, a la par que ejercen de mirones, recitar sus sensaciones en lo que constituye una notoria antología sobre el goce amatorio, o de los actores leyendo unos diálogos banales de su teórico papel en el film en rodaje, o insertando un par de interludios en las que el actor le hace una encuesta rápida a la actriz, con ese maravilloso silenciado final del segundo “juego” (que así los titulan) en el que la actriz va dando en sus respuestas informaciones suficientes para encuadrar la película también en la nómina de las que facilitan una posible justificación social a la práctica de ciertos trabajos relacionados con el sexo.
Como en todas las películas de las del grupo de 10+1 y muchas de las otras dirigidas por Gonzalo García-Pelayo, en la pantalla surgen unas sobreimpresiones que recalcan palabras o frases destacadas de lo que se oye en la banda sonora y, en ella especialmente, una preciosa musica, interpretada en varias ocasiones en directo en la habitación de los actos, te hace plantearte si no estarás asistiendo a un completo tratado filosófico sobre el dulce vivir.
También habría que decir que, si todos estos positivos efectos se logran es gracias a haber dado con Macarena Lewis, quien encarna maravillosamente en todo su cuerpo y alma su personaje.
Así que una me compensa con creces a la otra, y espero que Gonzalo no se tome así a mal mi reacción.





 

lunes, 5 de septiembre de 2022

Le vieil homme et l’enfant


Aunque yo mismo diga que no debe hacerse caso de las consideraciones establecidas, lo cierto es que en general, si los criterios están asentados, por algo será.
Pese a la lógica aplastante de lo anterior, me lancé a ver “Le vieil homme et l’enfant” (Claude Berri, 1967, grabada de TV5Monde y en el catálogo de Filmin), aún sabiendo que era una película de enorme popularidad en Francia, que por fuerza iba a ser de esas acarameladas, que de tanto que hacen reír y llorar, conquistando el corazón a un montón de almas cándidas y te hacen por tanto huir escopeteado.
El tema se presta a lo anterior. Para preservar la seguridad de su hijo en la Francia ocupada durante la II Guerra Mundial, un matrimonio judío lo manda a vivir al campo, dejándolo al cargo de un viejo ultramontano, partidario de Petain y enemigo acérrimo de los judíos.
Debía sopesar si podía desequilibrarse la balanza de la báscula favorablemente si en un platillo estaba el bueno de Michel Simon y en el otro, además de esa imposible historia, Claude Berri, realizador de unas peliculas tan blandas que por eso no podia más que ser despreciado por su cuñado Maurice Pialat.
Aunque en un primer momento acudió inesperadamente en ayuda del primer platillo el ver que Georges Delerue estaba a cargo de la música, pronto la cosa se decantó hacia el otro lado: Michel Simon, ya muy viejo, no hacía más que imitarse a sí mismo, sin freno alguno y, por otro lado, la historia era francamente indigerible, llena de lugares comunes por todos lados.
Pero antes de la aparición de Michel Simon hay unas pocas escenas que me hicieron gracia: la primera imagen es de una de ellas. A Claude, el niño judío, y a su amigo se le van los ojos en una tienda ante un Panzer alemán de juguete, que acaban robando en las narices de un oficial de la Wehrmatch. Eso desespera a su padre, interpretado por Charles Denner, quien no sabe ya cómo hacerle entender a Claude (segunda imagen) lo dedicado de su situación.




 

sábado, 3 de septiembre de 2022

La repentina riqueza de los pobres de Kombach



Netflix tiene una política de compras desconcertante. Entre su catálogo he descubierto, sorprendentemente, “La repentina riqueza de los pobres de Kombach” (Volker Schlondorff, 1971) que, tras su más famoso “El joven Törless”, tuvo un cierto nombre en las salas de arte y ensayo cuando se estrenó por aquí, momento en que recuerdo me causó una honda impresión.
Creía que esa impresión venía sobre todo del favor que adquiría en aquel entonces cualquier obra que comportara una postura de denuncia de injusticias sociales pero, vista ahora, su buena valoración sigue teniendo para mí su razón de ser. Actualmente le aprecio, eso sí, una enorme ironía -resulta más que evidente- que en su día no pesqué, y noto sobre todo su aspecto global, de informe serio, aportando cifras y datos precisos.
Sigue la peripecia de unos míseros campesinos que, cargados de deudas, no ven otra vía para salir de su penosa situación que asaltar el correo. La detallada crónica de todo lo que va sucediéndoles es la película, que en ocasiones parece un inexorable teorema matemático, sin escapatoria alguna.
Compañeros de oficio de Schlondorff, como Reinhard Hauff, Margarethe von Trotta o Rainer Werner Fassbinder tienen papeles de diversa entidad en el film.