martes, 31 de octubre de 2023

Piccola posta


“Piccola posta” (Steno, 1955; en Prime Video) no pasará ni por asomo a las antologías del cine italiano, ni siquiera a las de comedias, pero su visión puede equilibrar un poco el atracón que me estoy dando de dramones neorrealistas llenos de personajes populares y de buen corazón.
El recurso argumental de centrarse en las diferentes cartas enviadas y respondidas por la titular del correo sentimental de un diario permite ofrecer algo parecido a los films de episodios de la época.
No la recomiendo: Alberto Sordi no aparece hasta el Fine del Primo Tempo, estando de un histrión total, ni las peripecias cómicas que va mostrando toda la película tienen mucha más consistencia que las de un TBO. Pero aún así aparece un asilo de ancianas en unas escenas alejadas decenas de kilómetros de lo políticamente correcto -lo que, de tanto en tanto, es de agradecer- y ofrece este monólogo interior de la jovencita de la segunda imagen, tan lleno del ahora tan valorado metacine:
“Siento haber nacido para el cine. Creo tener todas las posibilidades artisticas:
-La comunicativa de Sofía Loren…
-La cualidad interpretativa de la Lollobrigida…
-Y todos los medios expresivos de Marilyn Monroe.”
Para cualquier aficionado será fácil adivinar qué tres partes del cuerpo va midiendo con una cinta métrica mientras va enumerando.
Steno (recuérdese: seudónimo de Stefano Vanzina) otorga al personaje de Sordi el nombre de Rodolfo Vanzino y da esta clarísima pista sobre las razones por las que se lanzó a firmar la película. Alguien dice de ese personaje:
-Tiene problemas con los impuestos
Y por ahí atrás otro comenta a su vecino:
-Le harán hacer un film…




 

Rivette por Birkin


Cuando murió Serge Gainsbourg, Jane Birkin enterró junto a él a Munkey, su peluche desde niña, y dejó de escribir su diario, al que iba destinado como si de cartas personales se trataran.
La llegada de su tercera hija, Lou, le incitó a escribir uno nuevo, hasta que con la muerte de la mayor, Kate, paró en seco. Este libro que encontré en Perpignan está compuesto por una selección de sus entradas. Suelen ser de Estados de ánimo, de alegrías y miedos en su relación con su familia, pero a la hora de editarlo, le añadió de tanto en tanto alguna aclaración adicional sobre los personajes o sitios de los que salían en ellos. De ahí extraigo estas frases que dedica a Jacques Rivette, que hacen incrementar mi impaciencia en espera de la biografía que Antoine de Baecque dijo que sobre él estaba escribiendo. La anotación surge con respecto al rodaje de “L’amour par terre” (1984), film que rodó con él y con Geraldine Chaplin como compañera:
“Rivette apenas comía, yo le guardaba algún plátano, ¡lo imprescindible para que sobreviviera! Observaba muy bien a la gente. (…) El último día de rodaje, estaba tan enojada de no tener el texto a interpretar (él no se lo pasaba hasta poco antes de rodar las escenas del día), que arañé mis antebrazos hasta sangrar para no extrangularlo. Nunca he sabido si sabía realmente lo que nos iba a pasar o si lo iba descubriendo como nosotros, día tras día.”
(…)
“Lo vi una vez, mientras yo desayunaba con Jacques (Doillon) en una terraza cercana a la Gare du Nord, pasando por ahí. Había leído ya Libé y Le Monde, trotaba hacia la sesión de las 14 horas. Veía tres films al día, guardaba todos los artículos de todas las revistas. Lubtchansky, su director de fotografía, un hombre de un gran encanto, me había explicado que en casa de Rivette había senderos entre columnas de periódicos, por los que se escabullía. Había un sitio para la nevera, pero sin nevera, no respondía al teléfono y era necesario deslizar tu mensaje por debajo de la puerta. Un personaje entrañable.”


 

lunes, 30 de octubre de 2023

Estate Violenta


No se debió estrenar nunca “Estate Violenta” (Valerio Zurlini, 1959), cuya amplia primera parte me ha -como suele decirse) impresionado profundamente.
Un grupo de jovencitos pasan el verano de 1943 (los aliados acaban de desembarcar en el sur de Italia) despreocupadamente, ajenos a todo lo que está ocurriendo, en sus acomodadas casas de la playa de Rímini.
Uno de ellos, todo un pipiolo, siente una fuerte atracción, parece que compartida, por una madura pero bella mujer, convertida recientemente en viuda.
Destaca un ambiente enrarecido, a veces hasta enfermizo, conseguido con mano maestra por Zurlini, que hace uso de un más que ambiguo personaje interpretado por Jean-Louis Trintignant.
Tras ver esta película he comprendido por completo la fascinación que causaba Eleonora Rossi Drago a unos cuantos amigos de la generación anterior a la mía.
Hay en el film, en este sentido, un baile en el que primero actuan las miradas realmente impresionante.


 

domingo, 29 de octubre de 2023

El extraño viaje


En el papel que llevaba con cosas a comentar en la sesión del viernes en el FF Cinema de la Font d’en Fargues sobre “El extraño viaje” he escrito ahora a lápiz una que, claro, ya no puedo decir, y me sabe mal. La anoto ahora aquí:
Los títulos de crédito de la película desfilan sobre la plaza del pueblo, del que vemos unos cuantos puntos emblemáticos: el Círculo Recreativo El Progreso, la corsetería La Parisién, la fuente monumental, el kiosco,…
En las maderas que cierran este último observamos las portadas de unas cuantas publicaciones de la época: La Hoja del Lunes, El Caso, el ¡Hola!, Cine en 7 Días, La Codorniz.
Tanto Fernán Gómez como Pedro Beltrán, su amigo y guionista, son de la generación de La Codorniz, y hay en la película alguna muestra directa de su tipo de humor. Dándole vueltas a esto, he sacado hasta una explicación global sobre “El extraño viaje”:
En la última página -no en la portada- de La Codorniz estaba el “Damero Maldito” de Conchita Montes, el cuento de Pitigrilli, “Tiemble después de haber reído”,…
¿Qué frase define mejor El extraño viaje”, bien mirado, que la de “Tiemble después de haber reído”?
En la foto, la plaza del pueblo (se rodó en Loeches) en la película. El kiosco, supongo que de atrezzo, creo que quedaba a la izquierda.

 

El juicio


Pues quizás forme parte yo de ese público fácilmente maleable, pero lo cierto es que, pese a reconocer lo que tenían de emulación de novelones y películas de legendarios justicieros los planos de Strassera y su joven ayudante, no he podido dejar de emocionarme a base de bien por buena parte de lo que trasmite “El juicio” (Ulises de la Orden, 2023; en Filmin), montaje de las imágenes y audios grabados durante el extenso juicio celebrado en Argentina, en 1985, a componentes de las Juntas Militares.
Rememoro ahora aquí una única escena. Capta las declaraciones de una madre con hija desaparecida. Explica que llamaron de noche a la puerta de su casa. Un grupo de personas no identificadas venieron y se llevaron a su hija. Aún sin abandonar la casa, le pidieron el DNI de su hija. Ella se fue a buscarlo al pequeño cofre donde lo guardaba. En el juicio confesó que al hacerlo sintió de repente, engañándose a sí misma, un gran alivio. Ya está -se dijo-. Con esto se arregla todo.


 

sábado, 28 de octubre de 2023

Afire



Siento una predilección grande, dentro del cine reciente, por las películas del alemán Christian Petzold y su última película, “Afire” (2023; ayer en la Filmoteca; como la distribuye Filmin, supongo que se estrenará en cines y luego pasará por la plataforma), lejos de acabar con ese sentimiento, lo ha acrecentado.
Seguramente de forma equivocada, siempre encuentro sus películas agarradas a algún elemento del pasado. Dispuesto a observar dónde se daba en este caso esa relación, que tiene lugar a menudo incluso medio fantasiosamente, he empezado su visión y he visto que, cuando el protagonista estaba sentado esperando en un bosque, se ve sorprendido por el estruendo de un avión pasando en vuelo rasante. Luego la trama ofrece una explicación que no tiene nada que ver con lo que he pensado, pero he vivido ese momento como la entrada de una escena de la Segunda Guerra Mundial en la película, que transcurría totalmente en la época actual.
Pasada esta escena inicial hay el casi encontronazo, a media distancia, vista y no vista, del protagonista con una chica vestida de rojo. Durante una media hora Petzold azuza entonces la curiosidad del espectador, pues van surgiendo huellas que denotan la presencia de ella, pero su persona permanece ausente. Saber conseguir un suspense como éste es, en mi opinión, una de las características de un gran director.
Puedo seguir tranquilamente con mi teoría del anclaje con elementos del pasado gracias a lo que muchos verán como aspectos menores o hasta anecdóticos del film (el mundo y acento de los ossis, el poema de Heine,…), pero lo que me gustaría dejar escrito por aquí es mi admiración por la elegante forma en que Petzold ha sabido explicar lo que la mayoría de cineastas actuales trasmiten, porque lo exigen los tiempos, de forma tan explicita que, en vez de convencer, casi cosechan rechazo a sus propuestas. 


 

viernes, 27 de octubre de 2023

FF Cinema

Una de las casitas del barrio, cuando te deja por ahí el autobús. La calle por donde van los coches es el Passeig de la Font d’en Fargues, que llevaba desde el Paseo Maragall hasta la fuente, que había sido un sitio muy famoso de reunión y tomar algo, pero se deterioró un montón. Me explicaron que ahora la van a restaurar.

La calle que mira hacia la Serra de Collcerola donde, esquina con el Passeig d’en Fargues, está el Casal.

Para llegar ayer al FF Cinema del Casal de la Font d’en Fargues hice ruta mediante dos autobuses. El segundo era el V23, que abordé en una parada junto a la entrada inferior del Hospital de Sant Pau. Su trayecto es estrambótico y espectacular. Sube bordeando el recinto del Hospital por la empinada calle Cartagena, luego parece que no quiere abandonarlo del todo y baja rodeándolo por arriba, para cruzar al final la Ronda del Guinardó y subir por una calle aún más empinada que la anterior, que le deja, ya con vistas del horizonte marino, en la Avenida de Montserrat.
Pero no debe estar bien ahí, porque al llegar a la plaza del Nen de la Rutlla (eso es, el parque ese con estatua de un niño que juega con un palo y un aro) abandona bruscamente la avenida para volver a subir, en esta ocasión bordeando el Parc del Guinardó, que es el que, en un extremo, contiene los búnkeres del Turó de la Rovira que ahora se han hecho famosos y atraen a cantidad de turistas.
Cuando las llamativas vistas del mar en un día tan esplendoroso como el de ayer desaparecen, surgen en continuidad todo de casas de muy buen ver y así, de sorpresa en sorpresa, llegas a cruzar el Passeig de la Font d’en Fargas, donde conviene apearse si realmente continuas empeñado en ir al Casal.
Me explicaron que el Casal ese lo costearon los propietarios de las fincas de veraneo del lugar, que tenían en él una cooperativa donde comprar a buen precio, una cantina y hasta un teatro.
Cuando el ayuntamiento democrático se hizo cargo del edificio, que ya llevaba mucho tiempo abandonado, y se puso a restaurarlo, casi se olvida, sólo pensando en el teatro, del cine, pero un grupo de aficionados, encabezados por el catedrático de Física Cuántica y Astrofísico Jordi Torra, hizo rectificar y pensar también en poner una pantalla, que es la que ahora utiliza el cine-club, regido por un entusiasta grupo de amantes del cine.
Pues ahí fui a llevar la sesión de esa joya que es “El extraño viaje” (Fernando Fernán Gómez, 1964) y ahí me quedé admirado de la organización y del éxito de la convocatoria. Asistieron unas setenta personas, que vi eran habituales y se saludaban entre sí. Y, de éstas, más de un 90% se quedaron al coloquio.
Hay cosas, como ésta, que te devuelven un cierto optimismo, ya casi totalmente olvidado por tantas circunstancias.

Nada más entrar en el auditorio, plas!, el escenario, con estas clásicas columnas de pega que le dan magnificencia y parece que les fastidian un poco los formatos panorámicos, pero ojalá no las quiten.

Y la grada para el público, que me explicaron se pliega como un acordeón, dejando la pista de baile expedita.

Desde el anfiteatro, la gente ya empezando a llegar para la sesión.

La vecina cantina.

La terraza que da a la esquina de calles mencionada.

Y su trozo de vistas hacia Collcerola, el día ya apagándose.
 

jueves, 26 de octubre de 2023

Show people

El general se desplaza desde Georgia hasta Hollywood para dejar que su hija se convierta en una gran estrella de cine.

El encuentro fortuito… con la actriz Marion Davies.

Tiene “Show people” (King Vidor, 1928, ayer en la Filmoteca, con música al piano especialmente bien compuesta y ejecutada por Anahit Simonian; otro pase el próximo domingo), al margen de sus momentos bien divertidos -en mi opinión sin llegar nunca a la altura de los grandes films de su director- de dejarse ver muy agradablemente, con su inicial homenaje al cine cómico primitivo y más tarde con su irónica mirada a los dramones hollywoodianos, unos cuantos detalles de “cine dentro del cine” muy originales.
Ahí está esa secuencia en la que la pareja protagonista va a una sala de cine a ver una película “seria” del mismo King Vidor… y la acaban despreciando frente a las comedias de lanzamiento de tartas de nata. O la modernidad absoluta, “metacine” perfecto, del encuentro fortuito de Peggy Pepper (Marion Davies)… ¡con la actriz Marion Davies! “de civil” en los jardines del estudio. O ese travelling/panorámica típico de los noticieros de las grandes productoras de la época, en las que se recorre una inacabable cadena de comensales de un banquete, formada con las grandes estrellas del estudio. O King Vidor en persona rodando la secuencia de una película con Peggy Pepper… que se parece un montón a “El gran desfile” (King Vidor, 1925).

Douglas Fairbanks, Marion Davies y William S. Hard, final del travelling mostrando todas las estrellas del estudio.

Vidor dirigiendo…

… una película que se parece sospechosamente a su “El gran desfile”.
 

miércoles, 25 de octubre de 2023

Roma, ore 11


Luigi Comencini le decía a Goffredo Fofi que Giuseppe di Santis creía estar haciendo siempre cine soviético. Lo decía con un cierto retintín, burlándose de su toque serio y trascendente, con formas rotundas, en relación con las comedias se supone que formalmente sin pretensiones que practicaron el grueso de su generación.
Lo cierto es que me ha dado la impresión de que el inicio de “Roma, ore 11” (Giuseppe de Santis, 1952), película basada en un suceso que tuvo mucha repercusión en los periódicos de la época, sí que recuerda bastante un cierto cine soviético que se extiende hasta el deshielo de los 60.
Luego, de cine con aire soviético pasa a un cine coral, pero innegablemente italiano, observando de cerca a un nutrido conjunto de chicas que acuden, todas ellas acuciadas por la necesidad, a una oficina en busca de un puesto de mecanógrafa. Por las historias surgidas de cada una es donde veo únicamente la huella de Zavattini, uno de sus coguionistas.
Aún pasará a resultar luego film de catástrofes, para acabar como film social y un po’ politico.

Resulta una película que me parece notable, muy ligada a una época de gran depresión para Italia, tras la II Guerra Mundial, con una enorme falta de trabajo previa al “milagro italiano”… Diría que no es demasiado conocida, posiblemente por lo que he visto llegó a decir De Santis de ella, conforme fue enormemente atacada y boicoteada, con editoriales de tres grandes periódicos diciendo que no se debería dejar hacer películas como ésta. Por su mirada crítica sobre una situación a la que la burguesía y los cargos oficiales hacen oídos sordos, claro. 

lunes, 23 de octubre de 2023

Treno popolare

Subiendo al tren popular, cuya locomotora ostenta en su morro un lucido símbolo del Fascio.

Iniciando las pequeñas historias partriculares.

E iniciandose las desavenencias de otra pareja.

Alcanzando el funicular que lleva desde la estación al centro de Orvieto. Muchas ciudades de la Umbría necesitan artilugios de estos.

Valerio Carando intentó convencer en la Filmoteca, poco tiempo después de venir a vivir a Barcelona desde su Italia natal, de las bondades del cine de Matarazzo, que decía estaba incluso por delante de la gran comedia italiana de los años 50 y 60. 

Confieso que no tuvo éxito conmigo, porque la comedia suya de los años 50 que presentó me pareció, a la postre, bastante zafia, y a años luz de las de los realizadores que todos conocemos y valoramos.

Pero ahora, una variada lista que me ha facilitado un buen conocedor me ha hecho ver una comedia suya muy anterior, “Treno popolare” (1933).

La trama argumental es mínima. Un numeroso grupo de gente va en tren desde a Roma a Orvieto, aprovechando una iniciativa del gobierno fascista, que fleta el tren a precios populares. Allí tras un recorrido turístico por la ciudad de la Umbría (que resulta que he visitado yo también hace menos de un mes), una pareja de deshace, otra se forma…

La frescura de la película, alternando entre lo coral y la fijación en unos pocos personajes, rodada en buena parte -salvo las escenas de tren- en exteriores, el recuerdo cercano de los sitios emblemáticos de la ciudad, escenas en bicicleta precursoras del “Jules et Jim” y otras muy bellas de comidas campestres o paseos fluviales, me han hecho pasar un rato la mar de agradable.

He ido sacando capturas de pantalla, que hablan bastante bien de cómo, ligera y sin grandes profundidades, es la película.

El recorrido turístico por la ciudad se inicia, como no puede ser de otra manera, por la impresionante catedral de la ciudad.

El cine permite estas cosas. En la ficción, después de visitar la catedral, se desplazan hasta la hermosísima y antigua San Giovenale, que está en el otro extremo del funicular, para luego ir hasta este pozo que diseñó Sargalo, que está junto al funicular, en el otro extremo de la colina, para luego volver al Palazzo del Popolo, cercano a la catedral...

Un domingo campestre...


La descente du bonheur.

Unos planos como los iniciales de "Les mistons".

Y hasta un raccord, al principio, algo tonto.
 

Freightened. El precio real del transporte marítimo


Hace poco, con motivo de asistir a una jornada de movilidad en la Barcelona Metropolitana, me indignaba pensando en los embolados y correspondientes inversiones en los que nos estamos metiendo, abandonando todo un sistema de distribución vía tienda, para evitar los problemas derivados de unas nuevas formas de entrega a domicilio, que han enriquecido a unos pocos gracias a no asumir y haber traspasado buena parte de los costos generados al resto de la sociedad.
Algo parecido ha pasado, dice el documental que acabo de ver (“Freightened, el precio real del transporte marítimo”, Denis Delestrac, 2016; en Filmin), con el cambio global de los procesos de fabricación, casi desapareciendo las sociedades que elaboraban su producto de principio a fin, para distribuir por todo el mundo la transformación de sus componentes, y deslocalizando su ensamblaje a los países que pagan menos a sus trabajadores y atienden menos a respetos ambientales. Todo eso, comenta, fue posible por el extraordinario abaratamiento de los transportes por el uso del contenedor y la colocación de éstos en barcos cada vez más grandes, hasta ser actualmente auténticos gigantes.
Hay cosas bien interesantes en la película (que iba a poner -despectivamente- que se trata del típico documental actual norteamericano, pero he visto que lo ha hecho una empresa de por aquí), como el análisis desmenuzado del tema de los pabellones de conveniencia (que hacen que la mayoría de los barcos sean de Liberia o Panamá… o incluso países que no tienen mar, como Mongolia y Bolivia), las razones por las que el 40% de los marineros actuales son filipinos y las condiciones de su trabajo, el detalle pormenorizado sobre contenedores caídos al mar o naufragios, con sus causas y lo que ocasionan, y, finalmente explicación de la contaminación de todo orden generada.
Aunque se trata de una película que quiere dar a conocer unos hechos que generalmente se desconocen en su total magnitud, pues permanecen bastante ocultos para el grueso de la sociedad, no la veo como la típica “película de denuncia”, e incluso incluye alguna secuencia sobre ciertas tendencias para la mejora de la flota, pero lo cierto es que uno queda bastante apabullado por las magnitudes y complejidades de todo lo que los negocios que mueven al mundo han creado y, consecuentemente, las dificultades para corregirlo. Se necesitaría, por de pronto, un gobierno mundial, lo que creo que, dados los palos que nos damos con los vecinos o incluso con los que creemos diferentes de nuestro territorio, no parece en absoluto factible.
Hay otra cosa que me azuza cuando me acerco a estos temas, y es un cierto complejo de culpa alícuota. Me explico: trabajé buena parte de mi vida profesional en temas de Organización, y llego a vislumbrar una paradoja y un desastre asociados. La invención y puesta en marcha de los contenedores, por ejemplo, no deja de ser una feliz idea de racionalización. Un poco de racionalización yo diría que es beneficiosa, porque si no sería el caos, pero llega un momento en el que, ajustando más y más los procesos, se llega a un infierno. Y yo veo que, en mi ínfima medida, participé en ello.

 

domingo, 22 de octubre de 2023

El extraño viaje


Pues quizás alguien no la haya visto aún o, como me pasa a mí, quizás le saquen más y más detalles cada vez que la ven, y la tienen clasificada como película de culto y fuente de frases y sentencias de esas que se atesoran y pueden soltarse, quedando requetebién, en las ocasiones oportunas, por lo que igual quieren asistir a la sesión del próximo viernes, en la que se verá en pantalla grande.
Vía la Federació Catalana de Cineclubs me enteré que los del FFCinema del Casal de la Font d’en Fargas necesitaban a alguien para presentar su próxima sesión y, tratándose de “Él extraño viaje” (Fernando Fernán Gómez, 1964) no pude negarme.
Ya hablado con el responsable del cineclub, la cosa irá de una corta presentación, proyección de la película y lo que espero sea un animado coloquio, pues por frases a rememorar, por ejemplo, no fallará.
Abajo, el cartel, con los demás datos necesarios. Como está en letra muy pequeña, pongo también aquí que:
-Será el viernes 27 de octubre a las 19h
-En el Casal de la Font d’en Fargues
-Calle Pedrell 67-69
-Metro El Carmel, Bus rV23 o 24.
-En sesión del FF Cinema
-Que, como aportación al cubrimiento de gastos, piden 4 euros por entrada.
Un gusto si acude alguna cara conocida, a la que pueda divisar en el momento de la presentación o coloquio. La satisfacción por la película, asegurada.

 

sábado, 21 de octubre de 2023

Luci del varietà




Rafel Miret presentó ayer “Luci del varietà” (Federico Fellini y Alberto Lattuada, 1950) en la Associació Nusos diciendo que una de las cosas que más le gustan de la película es esa secuencia inicial, en la que se ve a un viejo caminando, cojeando de forma notoria, que asciende de noche por una calle, hasta por fin entrar en un teatro de variedades de lo más cochambroso. El teatro está lleno de un público muy popular y por su pasillo central corren y bailan unos niños pequeños. En el escenario se suceden una serie de números tirando a tronados, como el del faquir de la imagen y, cuando acaba cada uno, el encargado de la claque se levanta y hace aplaudir a los suyos.
Él decía gustar de esta escena porque le recuerda cosas de su propia biografía, pero creo que cualquiera podría estar de acuerdo con la aseveración. Después de la proyección habló también de esa escena final que da un carácter cíclico a todo, y diría que también sería eso otra de las cosas de la película que se quedan en la memoria.
Para explicar al auditorio de que iba la película les nombró otra por aquí más conocida, “El viaje a ninguna parte” (1986), aventurando algo que tiene muchos visos de realidad, como es que Fernando Fernán Gómez tuviera ahí de referencia, sobre todo en esos planos de la troupe caminando por la carretera hasta el pueblo de la actuación, a esta “Luci del varietà”.
Me hizo gracia, porque viendo a continuación la película, pesqué otro momento -éste mucho más corto- en el que FFG (en esta ocasión no actor, sino solamente director) la tuvo seguramente también presente. Estoy hablando de “Él extraño viaje” (1964). El alcalde del pueblo consigue acallar desde el balcón las protestas de los jóvenes del lugar, que se habían inquietado por el retraso de la fiesta del domingo. Entra al salón desde la habitación y no puede reprimir su desagrado con un:
-¡Qué pueblo más inculto!
Pues bien. En “Luci del varietà” es un artista incomprendido por el público el que se retira con un:
-¡Qué público hediondo!