Ya sucede pocas veces, pero pasó anoche. Antes de ir a dormir, armado –cosa rara- del mando de la TV, descubro una divertida película, que me atrapa. En ella, un neurótico juez de Chambéry, con pasado revolucionario en Nanterre y aficionado al cine clásico (¡no podía ser otro que Jean-Pierre Léaud!), conoce a una camarera (la bella Irène Jacob), y así arranca una historia que transformará profundamente su vida y la del mundo de la judicatura de la ciudad, lo que es decir toda la zona.
Si hubiese un muerto más temprano, la ironía de la película la habría acercado enormemente al Chabrol de los últimos tiempos, pero es una película de Serge Le Péron del 2000, tsmbién con Mathieu Amalric como joven abogado liando el ambiente procesal y con la voz de uno de los redactores en jefe del Cahiers du Cinéma de la época más política de la publicación.