viernes, 30 de abril de 2021

Los territorios

Iván Granovski junto al muro de por Jerusalén.

Con su padre, el periodista de internacional, en las gradas del fútbol.

Buscando un sitio en donde situarse y situar su primer largometraje documental como director, el productor argentino Iván Granovsky consigue en “Los territorios” (2017; Mubi) un extraño, a veces divertido, a veces monótono, híbrido, pero que yo no desecharía.
El híbrido es entre un clásico diario filmado y un ortodoxo documental sobre los diferentes conflictos existentes por el mundo. Pero no deja de sorprender el camino por el que opta transitar, porque mezcla la crónica personal (mensajes familiares y ficciones sobre ligues incluidos) con el reportaje televisivo (aparecen Lula, Evo, Monedero,...), fundiendo su escéptico recorrido por sitios en conflicto (el País Vasco de ETA, la Lesbos de las avalanchas de refugiados sirios, la Palestina de la Intifada,...) con entrevistas a figuras protagonistas o conocedores de los conflictos y hasta el juego de averiguar las capitales de los países y sus coloridas banderas.


Con una conocedora del conflicto Vasco en San Juan de Gatzelugatxe.

Con un corresponsal de guerra.

Los pasos de/a los Territorios Palestinos, en busca de donde ver el conflicto.

 

El país de las maravillas

Las cuatro hijas, secreto a voces de la película, asistiendo asombradas al rodaje de una publicidad del programa televisivo.

En “Lazzaro feliz” había un milagro. En esta otra película de Alice Rohrwacher de cuatro años antes, “El país de las maravillas” (2014), no parece surgir ninguno y, sin embargo, varios se dan al unísono.
Uno sería el que sostiene su misma base argumental. Esa familia (pareja y cuatro hijas), seguramente procedente del mundo contracultural, viviendo en la Umbría míseramente, de una exclavizante explotación rural, centrada en el cultivo y venta de miel.
Otra, para espectadores como yo, el personaje de la hija mayor, Gelsomina, dejando de ser niña, exclava mayor del trabajo, ojos y rostro atemorizado, centrando su esperanza en un cutre programa concurso televisivo regional que mezcla cutres ideas mal asentadas sobre las tradiciones del mundo etrusco con esencias consumistas.
Me fijé en su última secuencia: un barrido por la destartalada fachada de la masía y un plano fijo de un interior solitario.
Pasó el miércoles por la noche por el canal TCM, donde supongo seguirá haciéndolo, pero veo que está también en Filmin.


Gelsomina haciendo el número de sacarse abejas de la boca.

 

jueves, 29 de abril de 2021

Sputnik




Pues que anoche me vi una película rusa nada menos que de ciencia ficción: “Sputnik” (Egor Abramenko, 2020).
Su tema: dos astronautas soviéticos en el espacio y tienen un incidente. Un militar va a Moscú a buscar a una investigadora científica para que analice a uno de ellos, que tiene un comportamiento anormal una vez regresado a la Tierra.
Aspectos que, entre otros, me la han hecho interesante:
-Los dos astronautas en la cápsula espacial del preámbulo me han recordado al extraordinario preámbulo de “En los límites de la realidad” (John Landis, 1983), en un coche al son de Creedence Clearwater Revival.
-La llegada de los vehículos militares a la base de Kazajistán habla, igual que los títulos iniciales de crédito, de una producción sobria y sólida, considerable, muy seria.
-El personaje de la científica interpretada por Oksana Akinshina, con su ímpetu y férrea decisión, da para seguir a la actriz por donde actúe.
-Los espacios “soviéticos”, tanto el aséptico local oficial de Moscú donde se celebra la entrevista que incrimina a la científica como la fachada con marquesina del edificio vanguardista, los interiores residenciales o varios otros, suponen una más que atractiva ambientación, que luego pierde algo con la oscuridad de los episodios nocturnos.
-Surge un extraño bicho como el que salía inesperadamente del interior de un personaje en “Alíen”, en una escena que no puede sino recordarla.
Me han quedado ganas de ver qué hará este Egor Abramenko como segundo largometraje. Ya firmaba para que todo el cine comercial que se hace por otros lados tuviera estos mimbres.




 

lunes, 26 de abril de 2021

Fric-frac


Marcel, administrativo de joyería, es Fernandel, enseñando sus dientes, hasta el punto que en un momento tiene problemas porque la policía cree que se ríe de ellos.
A Jo (Michel Simon) le llaman “les bras coupés” porque realmente le da pereza mover un pierna después de haber movido la otra para andar. Es, por tanto, ladronzuelo más de pensamiento que de obra.
Loulou es Arletty y quien lleva, decididamente, la película. Deja alelado a Marcel, a su vez perseguido por Renée, la hija del dueño de la joyería. Cree que puede servirle para obtener el dinero que le requiere su chulo, Tintin, que pasa una temporada en la cárcel.
Es “Fric-frac”, hecha en 1939 con cuatro chavos, sin viguerías cinematográficas, por Maurice Lehmann y un Claude Autant-Lara que, sin embargo, no aparece en los títulos de crédito. La pasan por TV5Monde y crea un verdadero problema a los que deben hacer sus subtítulos, porque todo es admirar la riqueza del argot de los del gremio delincuente. Por eso y porque su trama y desarrollo no da más de sí lo mejor es dejarse ir, disfrutando de Michel Simon y acatando la autoridad de Arletty.




 

domingo, 25 de abril de 2021

Nénette


Éste es el primer plano de “Nénette” (Nicolas Philibert, 2010), y ya me sirve para contradecir a Juan Luis Asuarga cuando dice que el hombre es el único animal que tiene el blanco del ojo, rodeando al iris.
Mubi ha colgado hoy esta película de Nicolas Philibert, que además no conocía, y esto ya es buena razón para congratularse.
Si en otras ocasiones Philibert ha salido bien de enfrentarse y trasmitir las sensaciones asociadas al mundo de los sordos, o de descubrirnos la ciudad subterránea oculta del Louvre, seguro que sabrá vérselas con la orangutana que da nombre al film y trasmitirnos cosas de valor, me digo. Y sí.
El film, mucho más corto de lo que suelen ser los suyos, nos muestra a Nénette en la jaula en la que vive junto a su hijo y otras dos orangutanas más jóvenes. La vemos “impecablemente inactiva” (como oímos decir a alguien que explica que ese es uno de los primeros ejercicios que se ponen a los que quieren aprender a ser actores), comiendo relamiéndose un yogur o besuqueando el vidrio que la separa de la cámara que la registra o de sus visitantes, de los que sólo oímos seleccionadas conversaciones (varias de sus cuidadores, que hablan tanto de ella como de sí mismos) y tan sólo, en un determinado y único momento, vemos su fugaz reflejo.


 

Cochecito de niño



Pantalla en negro que se mantiene bastante tiempo, mientras suena un grupo de jazz moderno. Así se inicia “Cochecito de niño” (“Barnvagnen”, Bo Widerbeg, 1963; en Netflix), para dar paso a una chica que va de trabajo en trabajo hasta conocer una noche a un burguesito acomplejado por su madre.
No nos encontramos muy lejos del Free Cinema y sus dinámicos retratos de gente joven de clase obrera, con escenas que se suceden atropellándose unas a otras, de tanto en tanto una posición baja de la cámara y otras particularidades así, ofreciendo una nueva forma de hablar de lo de siempre, pero cambiando de objetivo social.
Al final la imagen desaparece y vuelve a aparecer la banda sonora de jazz dinámico. Por el medio hemos seguido toda la evolución de la chica protagonista de la función, hacia la aceptación de la vida, pero con decidida autoestima. La que marcan, de alguna forma, la secuencia de fotos que cuelgo.





 

sábado, 24 de abril de 2021

Buyer Walker Rover Aka. Then There (Yiwu)


El título se las pela: “Buyer Walker Rover Aka. Then There (Yiwu)” (2019). Es un cortometraje de 15 minutos de los que semanalmente (hasta el viernes) deja ver Le Cinéma Club.
La verdad es que no suelen interesarme, pero éste, por varias razones, me ha llamado la atención. Está escrito, realizado e interpretado por Amalia Ulman, argentina criada en Gijón que en 2014 se fue a vivir a Los Ángeles, según cuenta una página de Wikipedia muy nutrida de datos, lo mismo que la de IMDB.
En esta ocasión no hay que temer por el tema idioma. Ella -única actriz- habla en un español muy castizo y la pantalla, además, registra todos sus diálogos (habla con una colega a la que explica sus confidencias y con múltiples máquinas y empleados de empresas en busca de trabajo) en algo así como diez idiomas.
Eso de la traducción múltiple ayuda a la impresión del mini-film, pintando parte de las sensaciones de esa supuesta chica que ha ido a parar a China y busca un trabajo, pero que ha huido de una situación estresante con su pareja.
El enlace (hasta viernes):



 

jueves, 22 de abril de 2021

My architect

Nathaniel Kahn con Johnson, en el jardín en el que está la elegante Casa de Cristal.

Louis Kahn con su hijo Nathaniel en una de las pocas ocasiones en que estuvieron juntos.

Un arquitecto obsesionado por su trabajo y todos sus detalles, que agotaba a sus colaboradores.

Ayer, además de Julio Cortázar, se paseó por la Filmoteca Louis Kahn. Lo hizo a través de su hijo Nathaniel en la magnífica película que éste le dedicó en 2003, “My architect”, en sesión presentada telemáticamente por Jorge Gorostiza con su habitual conocimiento y gracejo canario.
El film es un doble viaje. Por un lado por las obras que Louis Kahn dejó por el mundo. Por otro, el viaje de Nathaniel hacia el conocimiento de quién fue su padre a través de sus obras y de las opiniones de quienes lo conocieron.
Nathaniel tenía ocho años cuando acudió con su madre al entierro de su padre, el famoso arquitecto Louis. Pero lo hicieron a disgusto de la mujer oficial, que también había hecho gestiones para que otra hija natural y su madre no asistieran y así dejar la ceremonia únicamente para la viuda e hija oficiales.
El primer entrevistado por Nathaniel, preocupado porque se le murieran los supervivientes, tras veinte años de la muerte de su padre -sin ser identificado- en la Penn Station, fue Philip Johnson. Los dos hablan sentados junto a la bellísima Casa de Cristal proyectada por el segundo y éste empieza, desde su discrepancia, a hacer comentarios de gran interés sobre el carácter en verdad especial de Kahn y las características extraordinarias de su obra, siempre en busca de la perfección. Ésta será una tónica en todo el documental, si bien hay entrevistas también muy curiosas que siguen todo un sentido opuesto, como la que tiene lugar con Edmund Bacon sobre el proyecto para el centro de Pensilvania, que se muestra aún hoy en día, al cabo de los años, visceralmente opuesto a sus ideas.
Se nos desvela la causa de ese rostro tan peculiar del arquitecto, marcado por profundas cicatrices, y resulta algo extremadamente simbólico: viendo, de niño un fuego de chimenea, atraído por la luz, se acercó los carbones al rojo vivo y se quemó totalmente. Esa luz que buscaba de niño y que le llevó a ese accidente fatal la seguía buscando en sus proyectos. Nathaniel fotografía muy bien los diferentes edificios y en varios de ellos se aprecia cómo Kahn quiso marcar la visión hacia el horizonte de los visitantes, o cómo quería hacer entrar la luz en alguno de ellos. Esas extrañas cúpulas abiertas por sus extremos en varios de sus edificios o la impresionante belleza y limpieza que provoca la luz que preside las largas naves de techo semicilíndrico, con una abertura en el punto más alto, del Kimbell Art Museum de Texas, son dos ejemplos de lo que digo.
Confieso haberme emocionado viendo alguna de estas cosas acompañadas de la música con la que las introduce Nathaniel. Son construcciones normalmente de hormigón o en todo caso con aspecto de lo más sólido, pero que a la vez ofrecen, contempladas desde determinados sitios, una serenidad y belleza que hablan de su espiritualidad.
Cuenta la película que a Kahn le costó encontrar su propio camino. Fue siendo ya bastante mayor, en un viaje a Europa y Egipto (cuelgo uno de los dibujos que hizo) donde sacó las ideas que, con una gran intensidad, perseguiría el resto de su vida.
Todo eso se desarrolla al tiempo que vamos sabiendo mucho más de ese “workalcoholic” que fue Louis Kahn, un tipo realmente marcado por su pasado, y como se aprovechó de sus mujeres (las dos ultimas de gran capacidad arquitectónica por ellas mismas, eclipsadas por completo por él), sin permitir que éstas le desviaran lo más mínimo de su dedicación al trabajo. Hoy este extremo, que es, ciertamente una de las características que Nathaniel va captando con más fuerza en la investigación sobre su padre, habría, me temo eclipsado el resto de la película. Siendo de 2003, por suerte deja que sea el espectador quien, emocionado, vaya descubriendo la injusticia y hasta la inhumanidad cometida, a través de la información sobre ellas y algún que otro plano alejándose.

Y veo que hay una copia subtitulada en YouYube:
https://www.youtube.com/watch?v=6iIULF16eYw


Uno de los dibujos que hizo en su revelador viaje a Europa. Supongo que representa la plaza de Siena.

La Exeter Public Library.

El Salk Institute, en La Joya (California). Buscando el infinito.

Nathaniel Kahn y sus dos hermanastras, en un encuentro en la Fisher House.

 

Langlois por Jarmusch


Muy interesante lo que cuenta Jim Jarmusch en la entrevista que le hacen en el Cahiers du Cinéma de este mes, hablando de su estancia de joven (1974/75, cuando era estudiante de la Universodad de Columbia), en Paris.
Dice en ella que iba casi cada tarde a la Cinémathèque y además sin apenas gastar (y aquí es cuando, indirectamente, hace un buen retrato de Henri Langlois):
“Me acuerdo de haber sido interpelado por Henri Langlois, recogiendo él mismo los papeles que habían tirado por el suelo durante una proyección.
-Ya sabe que debe salir entre cada sesión...
Le respondí que ya no tenía para comprar otra entrada y me dijo de quedarme, sin pedirme nada más.”
La foto de Jarmusch corresponde a una portada que le hicieron en 2016.



 

Los 70 años de Cahiers du Cinéma


En abril de 1951, hace ahora pues setenta años, Cahiers du Cinéma sacaba su primer número a la calle. Para celebrarlo, la redacción actual de la revista no ha tirado un número especial, pero sí lo ha considerado como uno de sus temas principales del número de abril, cosa que también les ha debido ir bien en un momento en que, con las salas de cine cerradas y mucho estreno aplazado, la actualidad cinematográfica, especulaciones de futuro al margen, no da mucho de sí.
Han encargado al realizador experimental Bertrand Mandico que les diseñe la portada y él ha hecho una evocación de la portada de ese primer número que, sí no cuelgo aquí, es porque me parece horrible.
Pero también lo celebran de otras formas. Una (dicen) es preguntando a diversos realizadores de renombre que están en este momento, haciendo frente a la pandemia, realizando un film, que les hable de él, dando pie a, por ejemplo, que Mariano Llinás explique (¡a su manera!) sobre una “Saga de los Mártires Unitarios” que se ha sacado de la manga, donde cuenta que “va a hacer seis o siete films sobre seis o siete militares muertos o vencidos de formas que me parecen particularmente bellas”. O (y eso sí del todo ligado) también publican una lista argumentada de setenta películas -una por año- que quieren resuma la época transcurrida y, a la vez, las características mantenidas por la publicación.
La lista, como todas las de su género, establecida por Marcos Uzal, el director de la revista, emociona y te hace frotar las manos al ver los criterios de su gestación a partir de un amplio paseo por los números de todos estos años:
-Los films defendidos en su tiempo pero hoy justamente olvidados.
-Films importantes para un conjunto más o menos basto de la cinefilia cahierista, pero que no han cesado de molestar, dividir o incluso irritar (...)
-Films menos conocidos o incluso subestimados de cineastas actualmente mucho más considerados.
-Films que podríamos aún defender perfectamente hoy en día en nuestras páginas.
Ni que decir tiene que a la excitación con la que se inicia la lectura de esas páginas acaba en una bastante extendida decepción, puesto que solo he reparado en films a ir a buscar como la tan citada en todas las historias del cine “Un vie” de Alexandre Astruc, que nunca he tenido la oportunidad de ver, o un raro film científico alabado por Godard, “Les rendez-vous du diable” (Harum Tazieff).
Pero, en compensación, inicia el capítulo con la foto de “Le départ” (Skolimowski) que cuelgo, en la que Jean-Pierre Leaud hace el tonto para divertir a la chica gracias al espejo del armario. Lo explico. Mi madre, que era una persona muy seria, alguna vez muy rara nos hacía una broma a sus hijos, que le pedíamos una y otra vez que la repitiera. En su dormitorio, una pieza de esas que los novios encargaban en la época, como el comedor, a un carpintero para que éste hiciera un conjunto armonioso (y patapúm), frente a la cama de matrimonio, mis padres tenían un enorme armario, que con el tiempo cubriría la pared de lado a lado. El cuerpo central se abría y el reverso de las puertas estaba cubierto de un espejo.
Mi madre nos colocaba en una esquina del dormitorio y ella, abriendo la puerta central, se ocultaba medio cuerpo tras ella, de tal forma que sólo le veíamos directamente una mitad de todo él, mientras que la otra mitad nos la ofrecía, por simetría, el espejo. Ponía entonces la cara más seria de la que disponía y, apoyando todo su peso firmemente en la pierna oculta, doblaba y extendía una y otra vez la que le veíamos directamente. El efecto era tronchante.
Pero ella lo hacía bien, no como Leaud, a quien se le ven dos cabezas...




 

martes, 20 de abril de 2021

La cigarette

Uno de los planos de detalle que anuncian la Germaine Dulac que vendrá.

El ya maduro director del Museo de Arte Oriental explica la trágica y romántica historia asociada a la princesa egipcia.

Su joven esposa.

En Mk2Curiosity se puede ver hasta el jueves 22 a las 17h una de las primeras películas de Germaine Dulac, “La cigarette” (1919) que, salvada In extremis de su perdición y restaurarse, contiene, no obstante, durante bastantes de sus secuencias, grandes evidencias del daño causado al oxidarse el celuloide.
Narra un cuento de esos típicos de revista mundana de la Belle Époque. El director del Museo de Arte Oriental recibe la momia de una princesa egipcia y relata a quien le quiera oír la historia que la acompaña. El príncipe, mucho mayor que la princesa, ve que no puede hacer nada para evitar los amores de su joven mujer y se envenena, para apartarse elegantemente. De pronto, una serie de equívocos le hace pensar que su joven mujer tiene un amante y decide seguir el mismo fatal destino, envenenando uno de los cigarrillos de su caja de tabaco.
Quizás lo que más me ha emocionado del film, al margen de algún plano muy bello (ciertos encuadres medios y de detalle), ha sido precisamente ver la lucha entre el óxido corroyendo el celuloide y las imágenes surgiendo, victoriosas, finalmente.


La visión de lo que parece ser la evidencia de un adulterio.

Partes irreparables de la película.

 

lunes, 19 de abril de 2021

Cortázar y Antín. Cartas iluminadas

El cartel del film, con la imagen de los dos corresponsales -Antín y Cortázar- bien jovenzuelos.

La voz de Julio Cortázar era muy clara y, con su pronunciación de las ‘R’, tan característica... Su tono serio al decir cualquier cosa -incluidas unas eventuales instrucciones para subir o bajar unas escaleras- contrastaban con unos adjetivos y giros coloquiales sorprendentemente directos y bien divertidos.
Oír la voz de Cortázar diciendo una fono-carta que grabó y envió en los años sesenta es, que duda cabe, uno de los atractivos que encontrarían los seguidores del escritor del Barcelonés (confinamiento comarcal obliga a no extender más el círculo), que seguro son legión, de asistir a la sesión que la Filmoteca ofrecerá el próximo jueves, 22 de abril, a las 19h, estreno en España de “Cortázar y Antín. Cartas iluminadas” (Cinthia Rajschmir).
Pero existen más atractivos, no todos dirigidos a los seguidores del escritor, en la película. Ésta se centra en los avatares del puñado de películas iniciales realizadas por el director argentino Manuel Antín, encuadradas dentro de ese movimiento de los nuevos cines de los años 60, con colaboraciones en mayor o menos grado de Julio Cortázar en el guión. Pero es también un empeño muy personal, o eso me lo parece, de su realizadora.
Como ella, Cinthia Rajschmir, me pidió que presentara la sesión, ahí espero estar, aunque sea para decir cuatro cosas a su inicio. No es que vaya a descubrir con ellas el mundo, porque lo que hay que descubrir es el contenido del film y eso se logra viéndolo, pero ahí estaré.
Así pues, espero vernos el jueves.


Manuel Antín y Cinthia Rajschmir en la actualidad.

 

sábado, 17 de abril de 2021

Szép lányok, ne sírjatok!


Una bandada de obreros jóvenes se dirigen en bicicleta al trabajo pasando junto a un cementerio de pesados vehículos, exhaustos, listos para el desguace.
Esta escena desarrollada durante los títulos de crédito iniciales, que me ha parecido toda una proclama lanzada para apartarse de una vez de las viejas formas y abrirse a las nuevas, es quizás lo que más me ha gustado de “Szép lányok, ne sírjatok!” (“La belle et le vagabond” en francés, “No lloréis, chicas guapas” en traducción libre; Márta Mészáros, 1970; en Mubi). O al menos, junto a lo guapas que eran las actrices protagonistas, lo que me ha hecho ver hasta el final este largometraje, cinta yé-yé, esforzadamente juvenil, plagada de canciones.
Dos ambientes: el de uno que parece estudiante moderno -que resulta ser el leader de una banda de música y poesía beat- y el de un taller mecánico también moderno y muy bien organizado -donde trabajan los de las bicicletas-. Por el medio, un flirt rompedor que atenta contra la moral y el orden tradicional establecido y un tímido canto al amor libre, aunque en el fondo, tras la apariencia, se guarden todas las formas.
No hay para quejarse, porque por aquí, entonces en las teóricas antípodas político-sociales de Hungría, para hablar del aparente rompimiento de la juventud con un estado de cosas, se hacía “Los chicos del Preu”...






 

¿Dónde están sus historias?



Esta “¿Dónde están sus historias?" (Nicolás Pereda, 2007; en Mubi) es de esas películas que, sabiendo su argumento o viendo alguna foto suya, no estaría tentado de ver nunca. Pero como se trata de un film del muy especial cineasta mexicano Nicolás Pereda y éste me convenció con las otras películas suyas que he visto, me la puse anoche: no me arrepentí.
Aquí el protagonista (el feísimo Gabino Rodríguez, que aparece en las otras películas de Pereda) vive con su abuela y trabaja en la granja de ésta, cuando llegan sus tíos, dispuestos a vender los terrenos.
Vas contemplando escenas de reuniones muy parcas en palabras o bien, sobre todo, largas esperas o interminables desplazamientos del protagonista (el feísimo Gabino Rodríguez, que también aparece en los otros films de Pereda), que la cámara, a mano pero incansable, toma a una cierta distancia suya.
Sorprendentemente, sin embargo, ves como la trama va avanzando con celeridad, mientras que esos larguísimos planos, pese a su apariencia de sobrantes, dicen muchísimo.


Una de esas escenas en las que la cámara sigue al protagonista, que aquí se ha desplazado al DF.