lunes, 31 de julio de 2017

À flor do mar

Convesración después de la cena, fuera de la casa, una noche veraniega. El tiempo fluye, pero parecería que lo hace más despacio.
Ha aparecido un Monteiro por la Filmoteca Shangrila, y eso merece detener todas las máquinas (anoche dejé de ver mi capítulo diario de "Judex") para darle toda la prioridad que merece.
En "À flor do mar" (João César Monteiro, 1986), un par de niños que corretean por ahí y tres mujeres emparentadas, cada una de ellas en plena aunque ocultada contienda con una oscura infelicidad que la acosa, pasan el verano en un caserón junto al mar. Un misterioso hombre, que aunque tenga aire de venir de película de acción de los años 70 también recuerda al Terence Stamp de "Teorema", hace su aparición.
La cena familiar en el caserón.
En la casa todos parecen tener un gran sentido escenográfico. La mayor pone en el tocadiscos una ópera y avanza por el pasillo a la luz del quinqué. La criada, la Sra. Amelia, también con su drama familiar a cuestas, prepara el pescado al horno como si de una representación teatral de gran tradición se tratase, cautivando a los niños. Y así unos tras otros.
Lucía Morante, Sara, entre la luz y la sombra.
El poso y las disertaciones literarias dominan unas conversaciones, nunca carentes de humor, pero también llenas de reflexiones de peso ("Pasan por nuestra vera, incólumes en lo que ellos proyectan", se oye, en referencia a los niños que ahí crecen). Todo un fondo de historia clásica envuelve y conduce la trama. Se habla en portugués, italiano, inglés (el recién llegado), y hasta alemán (asaltantes) y español (la canción de la disco). La belleza de la música que escuchan las ocupantes de la casa, envolviéndolo también todo, está a juego con la belleza de las imágenes -una continua disputa entre la luz y las sombras- y de las protagonistas (Laura Morante, Teresa Villaverde). Y en un par de ocasiones, extradiegética, también bellísima, aparece música de Bach para completar la sesión.
Ante el espejo, sorprendida: "¡Pero si tú estabas muerta!"
No hay que asustarse. Es quizás la película con más clara línea argumental de entre las que he visto de Monteiro. Incluso incorporando, aunque sea con afán de carácter mítico, un cierto aroma de thriller. Y toda ella podría verse también como un magnífico retrato, muy observador, sobre la familia y sus cosas. Basta ver mínimamente lo plausibles que nos resultan esa niña y su hermano, sus actividades y la relación que con ellos tienen todos los adultos.
En definitiva: un regalo.
Aquí su enlace: https://vimeo.com/227535822

La última de las tres luces de las ventanas del caserón, a punto de apagarse.

sábado, 29 de julio de 2017

Los cambios que aporta la tecnología según Carlos Saura


Me pongo a la hora de la siesta la película que tengo grabada de la tele desde hace más tiempo, que es "Los últimos de Filipinas" y que, salvo la canción, me da una cierta pereza verla. Pero en vez de la película veo aparecer un "Imprescindibles" con el documental que Carlos Saura Medrano hizo sobre su padre. Paso rápido, pero tengo suerte y doy con la entrevista que le hace cerca de Madrid, en otoño de 2015, en un parón entre su intento de película sobre el "Picasso y el Guernica" y su "Jota", en la que debe ser su casa de un barrio residencial. Rebobino (aunque ya no haya cinta alguna que rebobinar) y procedo a transcribir pacientemente lo que dice, porque me parece muy razonable, y de gran interés:
"El problema es que la tecnología ha ido con tanta velocidad, se piensan tantas cosas, que nos ha desbordado. Antes sabíamos cómo funcionaba un motor de explosión, cómo funcionaba más o menos la fotografía. Ahora ya la tecnología nos ha superado. Hoy no se puede abrir un motor para arreglar algo. Tú no puedes hacerlo. Sólo puede hacerlo un técnico, que tiene unos aparatos electrónicos y te dice: "Ha fallado tal cosa".
"Esto está pasando en todo. En la medicina, la tecnología empieza a ser una cosa desbordante, los microscopios son una locura, con los telescopios no llegamos ya al Big Bang, pero vamos a llegar. Y así todo.
"Vas a una librería y hay 2000 libros. No sabes cuáles son buenos y cuáles son malos. Yo no lo sé. Me gustaría saber exactamente cuáles me gustaría leer, porque no puedo leer los 2000, es imposible. Con las películas, DVDs o lo que sea, pasa igual. 4000 películas y ¿cuáles son las que me gustaría ver? Entonces tienes que aconsejarte, tener algún amigo que te lo diga, porque si no, estás perdido. Empiezas a ver películas y hay un vacío enorme. Y así en todo. Es un momento muy crítico, en el que hay una especie de inflación. Muy interesante también, donde hay demasiadas cosas, demasiado material, demasiados elementos para poder elegir. Y pocos buenos, pocos de verdad significativos, que ese es el problema. Antes había muchos menos, había poquísimas cosas, pero eran más significativas."

Va passar aquí


Me molesta parte de su realización y su completa edición, con filmaciones de la circulación por las calles de Barcelona que no vienen a cuento, su infografía y música, que pretenden hacer dinámica y "despreocupada" su visión, cuando en realidad constituyen un gran obstáculo para que pueda verse sin cansancio un programa que, por otra parte, tiene elementos muy interesantes.
Lo pasan por betevé (la antigua BTV, Barcelona Televisión, la local de Barcelona: me costó un tiempo saber que eran la misma), y se llama "Va passar aquí". Entre reportaje y reportaje de unos cinco minutos ponen un indicador de esos de Google Maps que se desplaza veloz hasta situarse en un punto del plano que no tenemos tiempo de apreciar del todo cuál es, porque de eso se trata, de explicar temas muy variados de la historia de la ciudad, delante de donde se produjeron. Para cada tema suelen escoger -y ahí está el interés- a verdaderos especialistas, las más de las veces porque tuvieron una relación personal con él o porque lo han estudiado a consciencia, habiendo publicado algo sobre ello. Unos especialistas que se ven obligados a resumir sus conocimientos y explicaciones "in situ" a los pocos minutos de la función.
Suelo grabarlo e ir viéndolo. Es raro que en el programa no haya al menos un tema que te interese realmente, y siempre sales con algún detalle que no conocías. Ayer, por ejemplo, me vi uno que hablaba, entre otras cosas, de la visita de Himmler a Barcelona, de la residencia del Dr. Andreu en la Av. del Tibidabo -con la construcción de un búnker en su subsuelo- y de la desaparecida estación de metro de Correos.




 

jueves, 27 de julio de 2017

Io sonno Anna Magnani


Un amigo que sabe que me gustan estas cosas me ha dejado hoy un DVD: "Io sonno Anna Magnani" (Chris Vermorcken, 1980). Con un buen puñado de escenas de sus películas, de sus entrevistas, sus fotografías y con trozos de reportajes, quizás lo que más destaca es la nutrida nómina, de primera línea, de directores y actores del cine italiano que aparecen a su vez entrevistados, hablando de ella. No pasará a los anales del cine, pero ahí está, con una Anna Magnani que llena siempre, presente o evocada, la pantalla.
Creo que es Suso Cecchi d'Amico la que ofrece la explicación que más me ha gustado. Explica que, pese a su enorme fama como actriz, nadie le pedía autógrafos: "A nadie se le ocurriría pedirle un autógrafo a su tía, a su madre, a su hermana."
No sabía que la última aparición suya en la pantalla fue en el "Roma" de Fellini. La cámara la seguía hasta el portal de su casa, mientras el mismo Fellini iba diciendo que ella era el símbolo vivo de la ciudad. Ella, incrédula, cansada, pero divertida, le dice un "Federico, vai a dormire!", y cierra el portalón de su casa.

Halles


Anoche, viendo que no sabía sacar al Kuleshov de la Filmoteca Shangrila en Vímeo -¡Qué buena pinta!- más que sus intertítulos en cirílico, me puse a observar les "Halles" funcionando por 1927.
Unas luces de coche zigzaguean por una gran avenida, ya bien caída la noche. En esa misma avenida, de repente, un caballo. Poco después vemos que arrastra un carro lleno de cajas. Y después vemos que no es él solo el que lo hace. Cantidad de carros se dirigen hacia el mercado central de París, donde empieza a prepararse la obra diaria. Una representación fuerte, dinámica, que comporta la instalación del género en su sitio, acoger la multitud que lo invade -a él y a sus callejas colindantes- cuando apunta el día y luego "la grande lessive": tras recoger todo lo sobrante, un ejército de barrenderos y camiones de limpieza arrastran, acumulan, transportan los restos desechables -mientras un vagabundo se afana en espigar lo aprovechable- y luego proceden a regar toda el área.
Finalmente, en una cervecería celebran el trabajo finalizado... hasta el día siguiente. Si el cortometraje -sin un sólo comentario, pero con imágenes que ya lo explican todo- hubiera sido un poco más largo y lo hubieran hecho unas décadas después, quizás hasta habríamos visto, de madrugada, en un café de su entorno, al músico Joan Guinjoan tocando unas javas a la selecta parroquia, para ganarse mínimamente la vida.
Constan como realizadores Boris Kaufman (el gran director de fotografía de las películas de Jean Vigo, hermano de Dziga Vertov) y André Galitzine. Como no he encontrado por la red ninguna imagen de la película, cuelgo una de Les Halles encontrada, que no especificaba su autoría.

miércoles, 26 de julio de 2017

The seasons in Quincy: Four portraits of John Berger

La mesa del comedor, lugar de proximidad.
Lo primero que cautiva de "The Seasons in Quincy: Four Portraits of John Berger" (Tilda Swinton, Christopher Roth, Bartek Dziadosz, Bartek Dziadosz, 2016. En Filmin) es ver al recientemente fallecido John Berger y a Tilda Swinton, ambos sentados junto a una pequeña mesa de madera, ella preparando los ingredientes de un pastel, él dibujando algo, escuchándose y sabiéndose escuchados. Él arranca con sus primeros recuerdos de su padre, a los que ella sigue explicando sus orígenes familiares, sentando que eso de que ambos sean hijos de militares que nunca les hablaron de sus guerras es una cosa más de las que los une. Después, las historias siguen.
El taller, con vistas al valle.
Los entusiastas de Berger deben ver esta película, en la que van saliendo frases, pensamientos, descripciones, historias de sus libros, a la vez que está trufada de dibujos o pinturas suyas, que acaba de hacer o qué se reparten por la casa entre su vivido, esencial contenido. Pero no sólo ellos. A Quincy, en un agrícola y ganadero valle alpino, fue a vivir John Berger con su mujer en los 70, para entender el ciclo de la vida con la misma sencillez con la que, al final del film, el hijo de Berger, nacido en el valle, se lo explica a los hijos de Swinton, en el último capítulo del film, "The Harvest", la cosecha. Se hace en él evidente el doble sentido de la palabra, con esa continúa herencia de todo tipo recibida.

Los hijos de Tilda Swinton recogiendo las frambuesas de las matas plantadas en su día por la mujer de Berger, dispuestos a cumplir su hermosa petición.
ntima, cálida, siempre intentando trasmitir sensaciones, raramente los que no llegamos a conocer directamente a John Berger tendremos una oportunidad mejor de sentirlo tan cercano.

John Berger recibiendo y agradeciendo en París un regalo de los hijos de Tilda Swinton.


martes, 25 de julio de 2017

Esposas de dictadores

Como una adorable monja retirada, Nexmije Hoxha, más sabida que nadie, responde a las preguntas con convicción y autoridad.
No estoy muy convencido de la forma (gran desequilibrio entre el nivel de las personas que hacen declaraciones, continuos golpes de efecto, subido protagonismo) en que Joel Soler hace sus reportajes y, sin embargo, qué buena idea esa suya de hacer una serie sobre las esposas de los dictadores, entrevistándolas a ellas, si posible. Si están vivas, tras bastante insistencia y un poco de suerte en el punto de aproximación, por muy retiradas del mundo que estén, o quizás por eso mismo, suelen buscar ese rinconcito público para mostrarse y soltar todo lo que las circunstancias les han obligado a retener y guardar para sí. No callan, y suelen ser sus declaraciones de lo más reveladoras, sobre ellas en primer lugar, sobre sus maridos en segundo lugar, y sobre su país y un mundo que se descubre totalmente desquiciado como trasfondo.
No sé si bebida o con el efecto de alguna pastilla antidepresiva dentro, Imelda Marcos ejecuta, satisfecha, su alegre representación.
La televisión es en verano pasto de las reposiciones, y en La 2 vuelven a pasar, en "Documaster", "Esposas de dictadores". Vi anoche su primer capítulo -que creo que pasó el domingo- y, una vez más, quedé fascinado por los momentos en los que mujeres como Nexhmije Hoxha, con distancia pero con convicción, valoraba su "discreta" actuación en Albania, "consciente de su deber", o cómo Imelda Marcos, ya de vuelta de todo, señalaba los Picasso, Goya o Miguel Ángel de su salón y, divertida, hablaba sobrada de todo lo que llegó a imponer a su marido.

lunes, 24 de julio de 2017

Le diable au coeur

Los pescadores, apesadumbrados por la desgracia, desfilan por el puerto.

Si en el prólogo de "Judex" la música que le han puesto en la versión de la Filmoteca Shangrila (en Vimeo) dinamiza muy positivamente el serial, la de "Le diable au coeur" (Marcel L'Herbier, 1927) tiene delito, y está en un tris de conseguir que te cargues la contemplación de la sesión, sobre todo en su primera parte, donde parece que quiere ratificar el carácter burlesco, lleno de trompazos, de la acción, con una Ludivine que, abstrayéndose del ambiente enrarecido en su casa (padre borracho, madre descuidada), capitanea a sus hermanos y demás gamberros del pueblo marinero en sus alocadas aventuras. Aviso por si, llegado el caso, alguien prefiere bajar entonces del todo el sonido, porque, por lo demás, el film de L'Herbier, que no es desde luego de sus más conocidos, tiene muchos puntos de interés, y merece que uno pueda saltar sin daño ese escollo.

El título que figura en la película, con sus estudiadas letras y disposición.

Toda la película está ambientada en Honfleur, el pueblo de Normandía, situado en la desembocadura del Sena, al otro lado de Le Havre, que tanto fue pintado por los artistas de cambio del siglo XIX al XX. Y eso le confiere buena parte de su ambiente, con sus escenas con veleros, otras -las mejores, en momentos cumbre de la acción- en las que el mar se ofrece calmado tras la tensión (vista desde el calvario, por ejemplo, ya algo atenuados los remordimientos), o hasta una fiesta en la que los marineros ofrecen a su patrona sus ex-votos.
Honfleur

No hay demasiadas escenas de esas de sobreimpresiones y demás "tour de force", de las que trufaba sus películas bretonas Jean Epstein, pero alguna parece prefigurarlas, y anunciar que ahí hay buen paño para ello. En una que las recuerda, hay un cierre de iris sobre la cara de Ludivine, mientras que sobre la pantalla aparece escrito ese "mueren" que ha oído y atormenta a la chica, destrozada por creer que ha sido ella quien ha traído la desgracia. En otra posterior, recalcando los pensamientos cruzados de los enamorados cuando están separados, por un momento te viene a la cabeza -desde luego sin su perfección y redondez- una de las escenas cumbres de "LAtalante". Es en este sentido, para mi gusto, el momento de transición, de película burlesca a melodrama, el que mejores imágenes provee.
Ludivine capitanea los chavales en pos de una gamberrada.

En un momento dado, ya yendo hacia el final de su metraje, hay un cambio brusco de decorado (al cargo de los que figura, por cierto, el futuro director Claude Autant-Lara). De las modestas casas y cafés de pescadores pasamos a un "tout nouveau palace", de una modernidad aplastante, donde va a tener lugar una fiesta. En ese momento entendemos las coquetas letras art-decò de los títulos de crédito. La amplitud del espacio, pero sobre todo sus líneas rectas, barandillas metálicas, escaleras, luces, cortinas dibujadas, nos hablan de una voluntad de ligar con lo más avanzado del año de producción de la película.
La mayonesa empieza a ligar.
El perturbador café del puerto.

Judex


Ahora que están de moda las series, no he podido sustraerme a la marea, y he caído en la tentación de iniciar una: He visto el prólogo de "Judex" (Louis Feuillade, 1916). Todo gracias a que anoche J. L. Márquez difundió que Shangrila había creado y ponía a disposición un más que interesante catálogo de films en su "Filmoteca" de Vimeo. Fui rápido a ver un Marcel L'Herbier, pero era tarde, los dos disponibles eran muy largos, y opté por la modestia (en disposición de tiempo) de éste.
Buenas copias, dinámicamente musicadas, con claros intertítulos..., todo facilita la visión. En el prólogo (de 36 minutos) de "Judex" topamos con las Altas Finanzas, la Alta Sociedad y el desengaño de su trasfondo: el Alto Latrocinio. Pasada la media parte, aparece una carta firmada por una misteriosa justiciera, Judex. En fin, que yo también -no podía ser menos- me he enganchado a una serie: La temporada tiene los 13 capítulos de rigor. Ahora me pregunto si esa costumbre de respetar este número tan extraño de piezas vendrá de estos orígenes.

domingo, 23 de julio de 2017

All of Bach


Hoy en la Filmoteca, una sesión musical, del Bachcelona, el variado Festival Bach de por estas fechas. Jan van den Bossche, director de la Nederlandse Bachvereniging, ha presentado cuatro piezas filmadas de Bach, junto a unas pocas clarificadoras entrevistas complementarias, todo ello material disponible graciosamente en esta impresionante página para los amantes del músico alemán:
Según Van der Bossche, que ha explicado que vivió en Barcelona hace unos años, tienen ya grabado del orden del 20% del material que se propusieron registrar -las 800 obras originales de Bach- para festejar el centenario, de aquí a unos años, de su fundación. Todo pagado por dinero privado, que han de buscar laboriosamente. Aprovechan los conciertos que programa su institución para grabarlos en directo, con algunas tomas auxiliares de detalle.
En el coloquio, que ha volado en esta ocasión a un buen nivel, hemos aprendido cosas como la diferencia de interés que pueden suponer las “otras voces” al margen de las que protagonizan la melodía en una obra de Bach, frente a, por ejemplo, en otra de Mozart. O hemos sabido del retardo entre la ejecución en el teclado de un órgano como los que se utilizaban en la época de Bach y la aparición del sonido consecuente, y las dificultades de coordinación con los otros sonidos de una orquesta y coro que ahora ya no puede situarse junto al órgano por falta de espacio para ello. Eso, me digo yo, sin tener en cuenta todo el proceso de expansión del aire y sonido del órgano por la nave de la iglesia, como explicaba a los escolares el organista de “Le Saphir de Saint-Louis” (Jose Luis Guerin, 2015)

sábado, 22 de julio de 2017

Austerlitz


Me he propuesto verla y la he visto de principio a fin, aunque no se la recomiendo a nadie. "Austerlitz" (Sergei Lonitza, 2016, en Filmin) consta de una treintena de planos, muy largos, en los que la cámara está fija, reposando en un trípode, mientras graba a masas de gente con un guía, pertrechados de un audífono o de un plano, haciendo un recorrido por los diferentes espacios de campos de exterminio nazis.
Podría funcionar también, quizás con unos cuantos planos menos, como una instalación, en una galería, un plano en cada monitor, mientras los visitantes de la galería hacen el recorrido al mismo tiempo que los turistas en el campo. Unos turistas que se fotografían delante del horno crematorio, tras haber arreglado sus cabellos, y cosas así.
Me he fijado en que en postproducción Lonitza ha utilizado efectos especiales, y a diversas máquinas de fotos les corresponden diferentes sonidos de sus obturadores haciendo las fotos, bastante improbables. Eso quiere decir que ese era uno de las cuestiones que quería remarcar.
Sólo en un par de momentos, la gente y su rumor desaparecen casi por completo, y surge un cierto clima de recogimiento.

jueves, 20 de julio de 2017

Happy People: A Year in the Taiga


Anoche, cansado de no descubrir nada realmente atractivo entre lo grabado de la televisión, decidí acudir a lo seguro. Me puse a ver, vía Filmin, "Happy People: A Year in the Taiga", un documental sobre los trabajos y la vida a través de las estaciones del año de los aislados cazadores de la traiga siberiana. Un Werner Herzog del 2010 que no había visto.
En su trineo, sorteando los árboles de la taiga.
La versión de Filmin tiene una cosa bastante molesta. Cada vez que el cazador nos cuenta a viva voz en su idioma alguna cosa, los subtítulos que leemos no son la traducción directa de lo que dice, sino de lo que dobla en alemán un locutor. Un procedimiento desgraciadamente muy utilizado en los reportajes televisivos, a los que ese procedimiento tiene el inconveniente de acercarnos en algún momento. Pero, por suerte, es la genuina voz de Herzog la que oímos describiendo como sabe las situaciones a las que se enfrentan esta gente, sin que en esas ocasiones se le superponga la de ningún locutor.
Preparando una trampa.
Repaso ahora mentalmente las escenas que tuvieron el poder de clavarme ante el monitor, siguiendo atentamente unas historias en todos los sentidos tan lejanas, y son muchas, que se recordarán, como sucede siempre con los documentales de Herzog, toda la vida. Te admiras de la destreza del cazador en el uso de sus limitados instrumentos, en medio de un paraje rebosante de nieve y a temperaturas que nos parecerían insoportables reparando una cabaña sobre la que ha caído un árbol, o preparando trampas a lo largo y ancho de una enorme superficie, como, en época ya climáticamente más soportable, de la de él mismo fabricando una cuña, o la de otro haciendo una canoa, o un agujero en el hielo para poder pescar durante el invierno.
El cazador nos cuenta cómo empezó con ese tipo de vida, nos habla de los perros que ha tenido,...
Pero lo que más te impresiona es, diría yo, todo aquello que denota la enorme soledad en la que se encuentra el cazador, recorriendo sus puestos avanzados -que no sabes cómo localiza- a una distancia que, puesta en un mapa reconocible por nosotros, nos dejaría perplejos. En esas condiciones, las referencias a sus perros -su única compañía y principal ayuda en su trabajo- son quizás las más emotivas. Una escena: Por fin de año, el cazador regresa, en medio de una profunda oscuridad, al poblado, a reunirse con su familia, a la que apenas ve nunca. Va en una moto de nieve por esa extensa autopista que constituye el río helado. Son 150 Km. Su perro sigue al trineo o corre a su lado toda la distancia, pues nunca lo deja subir al trineo, como tampoco entrar a dormir en ninguna de sus cabañas.
El perro del cazador, corriendo, noche cerrada, junto al trineo de du amo, que se desplaza por el río helado.

martes, 18 de julio de 2017

Costa-Gavras en la Filmoteca


Dirías que la segunda quincena del mes de julio es mala época para convocar una entrevista con un director de cine, porque la gente no acudiría, al estar para otras cosas. También dirías que en una sesión con un tiempo máximo de una hora y media, compuesta por una entrevista y un pequeño coloquio posterior con un director de cine que acaba de recibir un premio institucional, poca sustancia va a poder salir a flote. Pero resulta que hoy, con Costa-Gavras, la sala Laya de la Filmoteca estaba llena, y el panel de la taquilla señalaba que se habían agotado las entradas. Y también resulta que no ha estado nada mal lo que primero Esteve Riambau en su conversación con él, y luego algún que otro espectador, han podido llegar a hacer rememorar y precisar a Costa-Gavras, actual presidente de la Cinemateca Francesa y un realizador -activo- que consta por méritos propios en todas las historias del cine.
Esteve Riambau ha canalizado muy bien la sesión, iniciando las preguntas sobre el "cine político" con el que todo el mundo lo relaciona. "Todas las películas son políticas", ha sido lo primero que ha contestado Costa-Gavras, quien ha recordado el bautizo del término de "Docudrama" por parte de un juez que, absolviendo así a "Missing" de las acusaciones que le lanzaron, sentó jurisprudencia. Ha defendido el cine que hace como "aquel que le gustaría ver como espectador", para aclarar que "No voy al cine a ver un discurso político, sino un espectáculo que crea sentimientos".
No he aplaudido a Riambau, pero se lo merecía, cuando ha hecho ver el buen ojo del director al escoger a Jack Lemon, vestido precisamente del Jack Lemon de "El apartamento", como protagonista de "Missing". Gavras ha explicado que sólo ese pequeño burgués, metido en el mundo del business, con ideas políticas bastante de derechas, era quien realmente podría resultar creíble a los espectadores como un tipo inicialmente crédulo ante las aseveraciones de los militares, ante "el orden".
Ha habido luego preguntas y respuestas sobre Semprún, sobre sus trabajos con grandes realizadores franceses como ayudante de dirección, sobre Francia, sobre sus trabajos en Estados Unidos, y hasta sobre la próxima aparición de sus memorias.
A/ Sobre Semprún: Se aislaba con él en una casa en medio del campo, y en seis semanas tenían un guión construido. A la pregunta de Daniela Aparicio sobre cómo había dejado escapar una película sobre la dictadura franquista teniendo como posible guionista a Semprún, nos ha informado de que querían haber hecho una película sobre ETA, centrada en el caso Yoyes, pero que en ese momento Semprún era ministro de Cultura, haciendo imposible la jugada. Y que sí iban a trabajar más recientemente en otro guión, pero un aplazamiento por una operación en la espalda del escritor se convirtió en definitivo, al descubrírsele en la operación un tumor maligno, que acabó con él.
B/ Sobre Francia: Ha mostrado su agradecimiento al país que, procediendo él de Grecia, lo acogió, le dio estudios y trabajo ("lo que debería ser siempre así"). Tras sus estudios en la escuela de cine le posibilitaron hacer de ayudante de dirección de René Clair, de René Clement, y de Jacques Demy, toda una práctica impagable. Francia ha vuelto a salir después en la conversación, cuando ha explicado diferentes detalles de la protección al cine en su país de adopción.
C/ Trabajos en Estados Unidos. Ha hablado del conocimiento de la "América profunda" que le ofrecieron los rodajes de sus películas en el país. Aún abre mucho los ojos cuando explica alucinado las argumentaciones y propuestas de los "buenos (e ignorantes de todo lo que no sea local) ciudadanos" que dan soporte al Ku klux Klan, cuando no son miembros del mismo.
D/ Sus memorias. No sé si lo he entendido bien: Esteve Riambau, que hizo hace unos años una biografía sobre él, le ha ayudado a sacar adelante unas memorias que no se centrarán tanto en su biografía como en ciertos aspectos que le ha dado a conocer la elaboración de sus films. (Todo mal: Ver el comentario de Esteve Riambau más abajo, que lo aclara todo muy bien).
Para los que recuerden su película "La caja de música", una última, de esas que entran hasta el fondo, anécdota: Había hecho "El sendero de la traición" en Estados Unidos con el americano de origen húngaro Joe Eszterhas de guionista, que fue también quien escribió el guión de su posterior "La caja de música". Como se recordará, en esta última película Jesica Lange defiende judicialmente a su padre de las acusaciones de criminal de guerra nazi que pesan sobre él... hasta que un hecho fortuito le revela dolorosamente que esa fue realmente su condición. Pues bien. Bastante después del estreno del film, compró y leyó el libro de memorias que Eszterhas acababa de publicar. Leyéndolo Costa-Gavras descubrió, porque así el autor de las memorias lo confesaba, que su padre fue también un criminal de guerra nazi húngaro.

miércoles, 5 de julio de 2017

Las desaparecidas de Saint Agil

Uno de los duelos Michel Simon (algo apagado, salvo en una borrachera sonada) y Von Stroheim.
Si se está atento, en TV5Monde puede pescarse de tanto en tanto (desgraciadamente, muy de tanto en tanto) alguna película clásica. Esta semana ha sido "Los desaparecidos de Saint Agil" (Christian-Jaque, 1937). Historia de aventuras en un pensionado, en el que desaparecen uno a uno sus alumnos, si no la veo como una de esas que iba a ver con fruición la pandilla de mi padre en su cita semanal con el cine - porque tendría todos los números-, es porque en ese preciso año por aquí ya no estábamos para esas cosas.
La sala dormitorio, gran protagonista de la función.
Tres alumnos son los protagonistas que van esfumándose. Se reúnen por las noches en el laboratorio de Ciencias Naturales para discutir sobre sus planes de viajar a explorar América. Tienen un profesor de Dibujo -Michel Simon- que le da a la bebida, y está siempre discutiendo con un misterioso profesor de Literatura Inglesa -Erich von Stroheim- que quisiera dar a conocer H.G.Wells, pero se ve forzado a hablar de Shakespeare. La pieza del internado más resultona es, sin duda, el espacioso dormitorio, en el que un conjunto de cortinas laterales separa el amplio pasillo de las camas en las que duermen los alumnos. Una sala dormitorio que está a cargo de un profesor vigilante con insomnio, que detesta que se hable a medianoche.
El encargado del colegio es hombre de todo, y vende chucherías a los niños en el patio. A la derecha, el trío de la bencina: los imaginativos y activos protagonistas.

Informe General


Hoy miércoles empieza en el Zumzeig el festival “Coop d’ull. Cinema, diàlegs i alguna cosa més”, que se prolongará hasta el día 16, en que bajará la persiana hasta septiembre. Y lo hace con la proyección de “Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública”, 1976.

Será bueno recordar cómo Portabella abrió el film con las imágenes de un desplazamiento por una sinuosa carretera al son de la intrigante música de Carles Santos, hasta llegar al Valle de los Caidos, certificando que Franco residía ya ahí, bajo una pesada losa. Y hoy en día, en que se pone en cuestión todo el proceso de transición, será más que interesante repasar como entrevistó a todo el expectro político democrático de la época, sin dejar de observar dónde situó a sus entrevistados, desde un acomodado salón hasta una azotea en la que, entre el ruido ambiente, los que serían extraparlamentarios intentaban explicar sus ideas.

martes, 4 de julio de 2017

La película de nuestra vida


Quedan ya sólo un par de sesiones (viernes tarde y martes noche) para ver en el Zumzeig “La película de nuestra vida” (Enrique Baró, 2016). Dos oportunidades más, pues, al margen de la que he aprovechado yo hoy, para revivir viéndola aquél detalle o aquel otro de los veranos que fueron pero que ya no son.

He conocido fugazmente en la vida real a Teodoro Baró, el que hace de miembro de la generación mayor de la familia en la película. Ha venido con su mujer y en alguna ocasión se les ha sumado su hijo, el realizador, a unas sesiones de cine para ingenieros jubilados que yo presentaba. Lo que quizás más me ha sorprendido es ver lo contento que se le nota, lo bien que lo pasa, actuando en la película. Es cierto que es éste un film muy festivo, en el que siempre hay un momento u otro en el que sueltas la carcajada, y en el que, de forma casi permanete, esbozas una sonrisa porque lo que ves o lo que oyes te lleva de forma directa a un recuerdo personal parecido. Pero, si se piensa, lo que se detecta en la película podría ser para él un verdadero drama: Una casa prácticamente hecha por él que ya no funciona, y que para que fuera operativa debería derribarse y construir de nuevo. Llena, además, de trastos en mal estado de conservación, que ya nadie querría.