viernes, 29 de marzo de 2024

Toutes peines confondues


Si hay un cineasta que juega constantemente con los colores de sus películas, éste es Michel Deville. En TV5Monde han colgado su “Toutes peines confondues” (1992) y solo en su extraño, muy atolondrado principio ya utiliza de forma desmedida los colores. Lo hace, como también después, pero de forma menos concentrada, para enlazar planos o asociar secuencias, para identificar personajes explicando sus caracteres, para situar un momento de la trama (esos trajes negros que lucen los personajes en un falso entierro, por ejemplo), para avisar de un peligro que se cierne sobre alguno de ellos…
Es Deville también el maestro de las escenas entrecortadas. Tomemos, por ejemplo la escena de las meadas. Jacques Dutronc (¿o era su omnipresente y calculador segundo?) y Patrick Bruel van en el coche del primero. Éste baja por su lado a hacer un pipí en la cuneta. El primero baja también del coche y se pone a su vez a mear a su lado, señalando el poder diurético del zumo de naranja. Otro salto de plano: quien hacía de conductor/guardaespaldas sale a su vez del coche y se pone a mear en la cuneta de la derecha. Una música insidiosa acompaña estas tres situaciones que saltan rápidamente de una a la siguiente.
Otro ejemplo: ¿cómo indica Deville que el joven policía (Bruel) encargado de vigilar al turbio hombre de negocios (Drutonc), tras el salvaje asesinato de sus padres en el asalto de su casa (escena inicial, sólo reflejada por el sonido) emprende un viaje a recibir órdenes? En tres planos de un segundo cada uno: coche-avión-coche.
Todos estos juegos rimados de cambio de plano, que otorgan a la película un aspecto irónico, se suelen dar por el principio, calmándose un poco, pero nunca del todo, más adelante, cuando un tono de fatalidad va envolviéndolo todo.


 

La femme de Jean


Es difícil llegar a entender el éxito de estima (por aquí hablamos únicamente de éxitos de este tipo) que tuvo por aquí en tiempos “La femme de Jean” (Yannick Bellon, 1974; TV5Monde), que asocio con el Moratín.
Para recordarla mínimamente y ver por donde encontrar las razones de ese éxito, no he dudado en hacerme una sesión de sobremesa con ella, pese a lo extremadamente arriesgado del proyecto, por el cansancio acumulado tras un viajecillo como el del que acabo de regresar.
Cada vez que me espabilaba un poco, me daba cuenta de la indecisión de la protagonista, en efecto de shock profundo (inicialmente le habría ido mejor aquel título de “La femme qui pleure”), o los pasos que, dubitativa, va dando, explorando hacia dónde encaminar su futuro. Felizmente me he despejado por completo y podido asistir a la escena que yo creo debía ser la que, desde un inicio, impulsó a Yannick Bellon a hacer la película: la cámara se aleja más y más de dos personajes, cuando la mujer ha tomado definitivamente una decisión.
-¿Qué ves? -me han preguntado en casa cuando he rebobinado para ver un poco alguna de las cosas que irremisiblemente me he perdido.
-“La femme de Jean”. Estoy volviendo atrás un poco, porque me he dormido…
-¡Uy! ¿Aquella tan famosa? ¿Dónde la has visto?
-La había grabado. ¿Te la guardo para verla?
-Sí, déjamela ahí. No la tires.
Quizás le acompañe en ese momento, para verla entera.

 

viernes, 22 de marzo de 2024

ML-AP


Filmin ha colgado, junto a su “Sycorax” (con Marias Piñeiro, 2021), una serie de filmes cortos de Lois Patiño y, entre ellos, “ML-AP” (2021), un retrato de Menchu Lamas y Antón Patiño, sus padres, ambos artistas plásticos.
Primero va grabando cómo deposita una encima de otra toda una larga serie de fotografías antiguas familiares, para luego pasar a rodar a ambos trabajando en su taller o un su casa, frente a lo que supongo debe ser la Ría de Vigo. Siempre con un cierto aire festivo y forma variable, pero en general con textura de película de S8 experimental.



 

jueves, 21 de marzo de 2024

Cuentos de Tokio


Pues que he vuelto a ver “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953) y, claro está, me he emocionado en dos o tres ocasiones, con lo que malo será que no salga de todo eso un “Casi lloré…” para La Charca Literaria. Pero, además, he visto dos o tres cosillas de su construcción en las que no me había fijado en ocasiones anteriores:
La primera es como Ozu engarza entre sí tres escenas sucesivas, las dos primeras pudiendo o no ser paralelas en el tiempo, la tercera suponiendo un lapso de tiempo transcurrido. Se trata de dos raccords, vía sutil uso de unos abanicos que unos y otros personajes, de uno y otro plano, agitan para aliviarse del calor imperante.
Noriko (Setsuko Hara), la viuda del hijo muerto durante la guerra, pese a no tener lazos sanguíneos con ellos, es la que mejor se porta con los padres. La vemos dándoles un paseo turístico por Tokio, para lo que ha debido pedir un día libre…que su jefe le concede pero le recuerda que le será descontado. En un momento de descanso se les ve a los tres contemplando una vista y agitando, acalorados, sus abanicos. En el plano siguiente vemos a los dos hijos mayores, que son los que viven en Tokio y han recibido la visita de sus padres. Están… agitando sus abanicos, también acalorados, y pensando qué pueden hacer con ellos para que no les perturben su vida profesional, hasta que deciden comprarles una estancia en un balneario junto al mar. En el plano siguiente, quienes agitan sus abanicos suavemente son los padres, relajándose, contemplando el mar, con los albornoces cedidos por el balneario.
En otra, Noriko recibe telefónicamente la noticia de que su suegra, con la que muy recientemente había intimado, se está muriendo. Entristecida, acude pensativa hacia una ventana. Hay entonces un cambio de plano y la cámara parece recoger de golpe, de lejos, la fachada exterior de la oficina en la que trabaja. Entre la cámara y la fachada se aprecia la estructura de un nuevo edificio (¡sí: los nuevos tiempos, que arrasan con los antiguos!) en construcción, pudiéndose oír entonces en la banda sonora un ruido ensordecedor, auténticamente molesto.

 

domingo, 17 de marzo de 2024

La vida privada de Don Juan


La lectura de las memorias de Michael Powell me ha hecho familiarizarme con el nombre de Alexander Korda (Àlex, como le llamaba él) y el de sus dos hermanos, Zoltan y Michael.
En Filmin han colgado ahora “La vida privada de Don Juan” (1934) que, estando a años luz de su “Rembrandt” (1936), tiene dentro bastantes cosas curiosas.
En una Sevilla de cartón piedra, pensada y construida -como siempre en su factoría- por Michael Korda, un ya mayor y bastante fatigado Don Juan ve como es derrotado por su propio mito…
Una de las amantes de Don Juan es la cantante Antoñita, interpretada por Mercè Oberon, que se convertiría poco después en la mujer del patriarca de los Korda, un personaje que se ve durante una época lo fue todo (especialmente como productor) en el cine británico, ese cine del que Godard dijo un día que nunca existió.

 

sábado, 16 de marzo de 2024

El zurdo


Recuperada “El zurdo” (Arthur Penn, 1958; grabada en TCM) en hora difícil (hora de siesta), salía de una ligera cabezada y era justo en el momento en que la fatalidad hacía que Billy disparara y matara a otro. Total: que gracias a ese extraño personaje coleccionista de recuerdos del Oeste, el mito de Billy the kid iba incrementándose.
No importaba nada ya, pues, que al final se descubriese que él “no era él”, cosa que la angustiosa música que le acompañaba todo el rato ya anunciaba. Pat Garret, como debía quedar escrito, tenia que matar a Billy el Niño.

 

Música en Piazza


Hace un par de días colgué por aquí las fotos que hice del precioso teatro que, sorprendentemente, ocupa el medieval Palazzo dei Consoli de Bevagna (en la Umbría).
Resulta que Bevagna tiene un divertido (por ecléctico) museo y dedica su último piso a un cineasta nacido en una familia local, Mario Mattoli. Viendo su filmografía se constata que fue un cineasta de largo recorrido, que dirigió numerosísimas películas durante toda su vida, incluidas unas cuantas con Totó.
Pues bien: en ese último piso del museo se pueden ver unas pinturas suyas muy divertidas, tirando a naif, y, sobre todo, fotografías del film que rodó en su amada Bevagna, “Música en Piazza” (1936), en la que, según se puede ver, tenia un papel importante el Teatro Francesco Torti.




 

jueves, 14 de marzo de 2024

Italia en el Ombres Mestres


“Todo tiene su final, nada dura para siempre”, que decía Hector Lavoe. Por eso, el lunes que viene será ya la última sesión de este XII Ciclo de Ombres Mestres y luego dejaremos de dar la lata con este tipo de anuncios.
Hemos configurado una sesión que creemos ha quedado finalmente bastante bien, con cabida para la sonrisa y la emoción, estética y de la otra.
El tema al que la dedicamos es “Italia: del neorrealismo al cinema moderno”, y, para desarrollarlo, nos fijaremos en unas cuantas escenas de películas que no son esas a las que habitualmente se recurre cuando se tiene ese cometido. Hemos preferido explorar obras variadas, de no demasiado nombre, y hemos podido comprobar que hay por donde escarbar y encontrar.
Será, pues, el próximo lunes, 18 de marzo, intentando, como siempre, empezar a las 18h en punto (para incitar a los que suelen apurar, les avisamos que si perseveran corren serio peligro de perderse la pieza más elegíaca de todo el lote) y acabar a las 20h. En la Sala Pompeu Fabra de la sede de los Ingenieros, en Vía Laietana, 39, 5º piso, en Barcelona. La entrada es gratuita, pero se ruega reservar:
Cineclub Associació d’Enginyers
(Tel 933192300 / 933192304) .


 

miércoles, 13 de marzo de 2024

De jueves a domingo


Una pareja y sus dos hijos emprenden, en Chile, un viaje de unos días hacia el norte, por paisajes cada vez más áridos, como lo que, aún ni adolescente, va captando se va haciendo la relación entre sus padres la hija mayor.
Había visto “Tarde para morir joven” (2018), de la que me impresionó el talento de su realizadora, Dominga Sotomayor, para establecer un relato de paso a la madurez y captación de las cosas por pequeños detalles, y ahora veo que esta previa “De jueves a domingo” (2012; en Mubi y Filmin) venía a ser como un borrador de aquella.

 

martes, 12 de marzo de 2024

Martí Rom en el Cafè dels Enginyers

Martí Rom, rodeado de Ferran Ramón y Ferran Porta, momentos antes de iniciarse el acto en la sala de juntas de la Associació d’Enginyers que, símbolo de los tiempos, ha perdido su preciosa mesa de madera ligeramente ovalada para ser sustituida por una mesa articulada que parece haber salido de Ikea. Se pierden las esencias.


“A ver cómo lo hago. Iré combinándolo, porque tengo en mí tanto a Jekyll como a Hyde”.
En esas sesiones para las que la Asociación de Ingenieros invita a un jubilado a explicar su trayectoria, le ha tocado esta mañana a Martí Rom, quien empezaba su intervención diciendo algo parecido a lo anterior.
Suelo acudir siempre que puedo, sobre todo a oír qué explican ingenieros atípicos, como fue el caso, que ahora mismo recuerdo, de Laura Tremosa. Esta sesión, como fue aquella, creo que también será recordada.
Hijo de familia trabajadora, poseedora de una pequeña empresa constructora dedicada a “fer remendos”, ha tenido recuerdos cariñosos, sobre todo, hacia su fundador, el abuelo Rom, contento de que su nieto tuviera los estudios que nadie en su familia tuvo y del que ha mencionado algún ejemplo ético.
Le llevaron inicialmente a una academia del barrio, de la que no tardó en salir hacia los Maristas cuando convocaron a sus padres para decirles que su hijo “no servía para estudiar”.
Aunque algo retraído ante los compañeros que veía de otro nivel económico y social, en los Maristas se fue ambientando. Al llegar al Preu entró a formar parte del equipo que elaboraba la revista del colegio, para la que hizo una serie de entrevistas. La primera tuvo como protagonista a Joan Manuel Serrat, y recordó unas segundas para hacer ver lo diferente que era esa época de la actual en lo que al trato con las figuras se refiere: se presentó en donde los jugadores del Barça hacían sus entrenamientos y fue haciéndoles unas preguntas a cada uno: Sadurní, Fuster, Muller y Pereda, quien, siendo el último y viéndolo ahí sólo le dijo que iba hasta Diagonal / Paseo de Gracia y le preguntó si quería que le llevase en su coche, como acabó haciendo.
Montroig no podía faltar en su relato, inicialmente hablando del Cine Martí, que regentaba su tío, y gracias al cual empezó a familiarizarse con todo lo relacionado con el cine.
Usando giros provocadores muy propios, ha dejado claro que procedía de “mala gent”: su familia formó parte del Casino Republicano y del centro obrero del pueblo.
Rápidamente empezó a hurgar en la historia del cine, gracias a apuntarse, al empezar sus estudios de ingenieros en unos cursillos organizados y llevados por Miquel Porter Moix en los que éste hablaba a sus alumnos y les hacía analizar plano a plano todo Griffith y todo el cine soviético a su alcance.
Teórico buen alumno de matemáticas durante el bachillerato, vio lo poco que eso le servía confrontado con el cálculo del primero de ingenieros, que repitió, para luego ya ir superando unos cursos que combinó con el trabajo en CPDA (Comisión de publicaciones de la Delegación de Alumnos), donde elaboraba en sus máquinas offset los apuntes de las diferentes asignaturas y hacía otro tanto imprimiendo y encuadernando los programas del CCI (Cineclub Ingenieros), donde acabó entrando tras la fusión de este histórico cineclub con el DAC (Departamento de Actividades Culturales), al que había entrado cuando se presentó voluntario para explicar en una sala de actos llena todo lo que pasaba en la proyección del “Octubre” de Eisenstein.
De toda la carrera de Ingenieros, además del enfrentamiento con un catedrático que le juró que evitaría que nunca sacara el título, ha destacado la asignatura cuatrimestral de Urbanismo a la que (como hice yo también) se apuntó voluntario en uno de los dos últimos cursos. La llevaba Carles Ponsa, que había sido ingeniero del ayuntamiento de L’Hospitalet, y utilizó con sus escasos alumnos un método dialéctico de choque gracias al que siempre sabremos en el futuro de cómo funcionaban las cosas en un proyecto como en el del polígono de viviendas de Bellvitge.
Ha entrado a continuación a hablar de su máxima faceta Hyde, de cuando entró en contacto con Pere Portabella y otros cineastas y acabó creando, junto a Joan Martí, la Central del Curt, una distribuidora de cine marginal, clandestina, que posibilitó la visión de películas fuera del circuito comercial por toda España durante la transición.
Sus películas de Cine Marginal fueron distribuidas también por esa misma distribuidora. Ahí están “Un libro es un arma” (sobre las quemas de librerías por comandos de ultraderecha) o “Can Serra”, sobre la primera objeción de conciencia al Servicio Militar Obligatorio organizada.
Ha cabido hasta el relato de unas cuantas vivencias de su servicio militar, realizado en el IMEC (Instrucción Militar de la Escala de Complemento, para universitarios). De su paso por la Academia de Artillería de Fuencarral durante el verano en que Franco tuvo su famosa flebitis, ha recordado la recepción que les hizo a todos los “aspirantes”, preseleccionando a “¡vascos y catalanes!” mediante un grito y mirándolos fijamente unos segundos a los ojos uno tras otro, para acabar diciéndoles que ya los conocía y los vigilaría de cerca.
Hizo las prácticas en el CIR de Marines, en Valencia, donde otro jefe les quiso obligar a comprar una biografía sobre Franco, con la explicación de que “no puede ser que se venda más la vida de los animales que la de Franco”.
El relato de su vida laboral ha supuesto todo otro capítulo, que nos ha permitido conocer detalles muy curiosos de la historia nacional y empresarial.
Entró a trabajar en Motor Ibérica cuando era “uno de los mejores informáticos de España” (sic), pues especialistas como él de Fortran, lenguaje del que había estudiado un curso, andaban muy buscados. Y ha puesto en antecedentes de la historia de la empresa:
Antes de la guerra existía Ford Ibérica, una filial de la empresa americana. Tras la guerra civil, la Ford se retiró y la empresa, con el nombre de Motor Ibérica, pasó a ser del Estado, inicialmente fabricando aún patentes norteamericanas que conservó. En el momento en el que la Ford lanzó un nuevo camión en Inglaterra, de nombre Thames (Támesis), aquí hicieron, traduciendo a otro río, el camión Ebro.
Llegado un momento los japoneses de Nissan compraron la empresa, que pasó a llamarse Nissan Motor Ibérica, pero con el tiempo, Nissan descapitalizada, falta de flujo de dinero, el pez pequeño (Renault) se comió al grande a nivel mundial (Nissan). Como Martí Rom pasó a ser la única persona de Renault en Nissan Motor Iberica, esta mañana también ha explicado de dónde venía la empresa francesa: de un amo, el señor Renault, que tuvo veleidades nazis y tras la guerra mundial vio expropiada su empresa, momento en que se llenó de técnicos socialistas y comunistas. Estos crearon otro clima, un estilo que, ha explicado, aún era notorio, frente al estilo jerárquico autoritario de Motor Ibérica, capitaneada, no se olvide, por Echevarría Puig, uno de los que fomentaron Alianza Popular en Cataluña.
No ha escatimado explicaciones de conflictos, en ese ambiente y situación, con otros mandos de la empresa, gente que, según ha dicho, “consideran al ingeniero como hijo de Dios en la Tierra, lo que es aborrecible”, pese a los cuales fue prosperando, llevando a cabo proyectos de informatización exitosos y llegando a ser director de informática de la Sociedad Comercial de las varias sociedades en las que, llegado un momento, se dividió la empresa. División que también ha tenido esta mañana una explicación -en clave de evasión de impuestos- que fue la que rápidamente captó como razón evidente de la operación.
Como debía bregar con la explicación de sus dos vidas, como Jekyll y como Hyde, aún ha arañado tiempo para hablar de su trabajo como escritor cinematográfico en revistas de la época, como director de documentales por cuenta propia, otros solicitados ligados a la Escuela o la profesión de Ingeniero o, finalmente, dentro del proyecto de 28 monografías -libro y documental- para el Cineclub Associació d’Enginyers. También como historiador de todo bicho viviente que se haya movido por Montroig del Camp (y en esa faceta podemos contar, entre otros libros y otros muchos artículos, con tres volúmenes sobre Joan Miró).
Cuando ya ha tenido agotado al auditorio, pero éste pensaba que ya había consumido toda la leña, ha entrado aún un poco a hablar de las barracas de piedra seca, que veía muy extendidas por el municipio de sus padres, y logró que fueran incluidas como bien cultural local, luego bien cultural de interés nacional y finalmente patrimonio de la humanidad, pues no otro sino él fue quien elaboró el proyecto que, con éxito, fue presentado por el gobierno catalán a la Unesco.
Ha estado bien, en la despedida, Ferran Ramón, disculpándole por la doble duración sobre lo previsto de su charla. Como ha dicho, dada su doble personalidad, hemos asistido a una doble sesión, a la que le correspondía, con toda lógica, doble tiempo.

Y arrancando a hablar.
 

domingo, 10 de marzo de 2024

Chambre 999


¿Es el cine un lenguaje en desaparición, un arte que va a morir?
Ésta era la pregunta a la que debían responder los directores invitados durante el festival de Cannes de 2022 a una habitación de un hotel de los alrededores, imitando lo que en 1982 provocó Wim Wenders en su “Chambre 666”.
El resultado es “Chambre 999” (Lubna Playoust, 2023), que puede verse en ArteTV en versión original subtitulada.
La primera conclusión tras su visión puede ser que bien pocos entienden la pregunta, y creen que se les pregunta por las plataformas y su efecto sobre las salas de cine tradicionales, o cosas así. Cuando no repiten obviedades más o menos relacionadas que han oido hasta en la sopa o creen estar obligados a soltar una frase de amor eterno “al cine” y no sienten vergüenza alguna en hacerlo.
Unos pocos sí atienden a la pregunta e intentan responder, demostrando que ha habido una reflexión previa.
A otros cuantos la pregunta les queda demasiado grande y se escapan por donde pueden.
Finalmente, alguno monta su número.
Por si alguien quiere hacer pronósticos previos a su visión sobre quién pertenece a qué grupo, he tenido la paciencia de copiar, uno a uno, la lista de participantes por orden de aparición:
Wim Wenders
Audrey Diwan
Joachim Trier
David Cronenberg
Shannon Murphy
James Gray
Arnaud Desplechin
Lynne Ramsay
Asghar Farhadi
Nadav Lapid
Claire Denis
Davy Chou
Baz Luhrmann
Alice Winocour
Ayo Akinabade
Olivier Assayas
Paolo Sorrentino
Agnès Jaoui
Kirill Serebrennikov
Christian Mungiu
Kleber Mendonça Filho
Albert Serra
Mònica Chokri
Ninia Thyberg
Pietro Marcello
Rebecca Zlotowski
Ali Cherri
Ruben Ostlund
Clément Cogitore
Alice Rohrwacher.
(En la foto, Arnaud Desplechin, uno de los que acudieron a la habitación 999)

 

Cameraperson

La ciudad que se extiende bajo este mirador es Sarajevo. Kirsten Johnson encuadra el objetivo de su cámara, pero reflexiona en voz alta sobre los detalles en los que se fija.

Un rótulo inicial de “Cameraperson” (Kirsten Johnson, 2016; en Mubi) explica que las secuencias que aparecen a continuación, constituyendo su suma toda la película, están sacadas de documentales previos de la cineasta y que, montados así, forman una especie de autobiografía.
En al menos todas las secuencias de su primera mitad, separadas por una pantalla en negro sobre las que se impresiona el sitio de su rodaje, algo que va de lo banal a lo fundamental nos hace constatar, como espectadores, la presencia detrás de la cámara de la cineasta, que en muchas ocasiones interactúa con los personajes filmados.
En un momento dado, cesan ese tipo de secuencias y aparecen durante un tiempo, uno tras otro, lugares que en un tiempo fueron escenario de una salvaje violencia o represión. Pero han pasado los años y el sitio, de no ser la intranquilidad que nos ocasiona el sólo leer su nombre, da la impresión de ser ahora un lugar apacible.
A partir de ese momento, vuelven a aparecer los mismos lugares, prolongando las historias que conocimos anteriormente.
Curiosa autobiografía, que se convierte así mismo en un relato de nuestra época.

Está recién nacida en un poco dotado materialmente hospital de Nigeria parece reconocer la cámara y dialogar con ella.

Johnson filma la fachada de esta casa y da con este hombre, que echa mano de su cámara y le hace una fotografía.

Este niño, creo que de Afganistán, ha perdido un ojo por la metralla de un obús que se ha llevado el rostro de su hermano. Kirsten Johnson le hace explicar lo que ve con el ojo sano…y luego con él destrozado.

La madre de la cineasta pasa accidentalmente por delante de la cámara de su hija y ésta le hace aparecer como centro de atención.
 

sábado, 9 de marzo de 2024

¡Que viva Mexico!

Eisenstein en México. Aquí con Diego Rivera y Frida Kalho.

Comparación de perfiles hablando de una continuidad.

Cruzada por las sombras.

Protagonistas del relato de Eisenstein.

Eisenstein, director taurino. Escena muy cortada, compuesta a base de mezclas entre diferentes tomas, con planos curiosos, como los travellings de los toreros vistos con, en primer plano, los cuernos de un toro…artificial, queda lejos de la visión, por ejemplo, de un Carlos Velo o hasta un Boeticher, consolidando la impresión de asistir a una película en la que priman los aspectos más tópicos sobre Mexico.

Casualidades de la vida, ayer por la mañana andaba yo intentando revisar un texto muy interesante que hablaba de Eisenstein y, entre otras cosas, de las dificultades añadidas que para nuestra generación supusieron las pésimas traducciones latinoamericanas de su obra teórica y por la tarde veía "¡Que viva Mexico!” (1932) en su versión de los 70 de Aleksandrov.
El montaje de Aleksandrov en los 70 de todo lo rodado en Mexico por el equipo formado por Eisenstein, Tissé y él mismo, que los soviéticos recuperaron finalmente del MOMA neoyorkino, empieza por una introducción (como hay al final también una conclusión) sencilla pero eficaz, que aclara todo el proceso desde la ida del director a Estados Unidos en 1930, contratado por la Paramount, su rotura de contrato, cansado de estar ocioso y sin rodar, su recorrido seis meses por México para conocer el país, el propio rodaje de diferentes episodios de la película y el destino de ésta cuando se acabó la financiación.
Situados por esa introducción, pasamos a ver un montaje de lo rodado por Eisenstein, clasificado en un prólogo, cuatro episodios y un epílogo. Las copias que habían circulado con antelación a ésta, a veces con el nombre de “Tormenta sobre Mexico”, eran mucho más reducidas, limitadas a un par de episodios… y las recuerdo con una calidad de imagen tirando a nefasta. Aún así, está claro que Eisenstein no habría formado nunca este montaje, que no supone el “tour de force” de sus películas previas, sino algo mucho más ortodoxo, regido por la voz en off de Sergei Bondarchuck diciendo relatos argumentales, poetizados, dejados por Eisenstein y, sobre todo, no habría admitido nunca, me digo, esa música que lo acompaña, a veces con tendencia a la de “nivel de vida”, a veces melodías tradicionales dulcificadas.
Tal como se puede ver la película en esta versión de 1979, quizás el leitmotiv de toda la cinta sería la de la muerte, que aparece directa o indirectamente.
En el prólogo podemos apreciar una enorme continuidad entre la fisonomía de los relieves de los grandes centros precolombinos y los perfiles de los habitantes actuales del país. En el episodio “Sandunga”, quizás el más bello, junto al anterior y quizás alguna secuencia del violento posterior “Magüey”, aparece un relato con un noviazgo y boda siguiendo las tradiciones populares. Una secuencia en una canoa me ha recordado fuertemente el posterior “Louisiana Story” de Flaherty, y es el trozo de la película en el que se pueden observar trazos de la dinámica organización del cuadro, con diagonales y movimientos opuestos, similares a los que podían verse, por ejemplo, en “El acorazado Potemkim”. También hay algún raccord muy estudiado, entre la forma de una hamaca y la de un collar que representa el ajuar de la novia, pero debe ser debido, seguramente, a Aleksandrov. Las sombras, eso sí, cruzan los rostros de las campesinas, logrando, al margen de ciertos significados fácilmente deducibles, una estética muy elaborada.
El episodio “Fiesta” lleva ese nombre por la dedicada a la virgen de Guadalupe, preocupándose Eisenstein de que entendamos que los sacerdotes, llegados con los conquistadores españoles, se aprovecharon de las creencias previas, que procuraron perpetuar… cambiando pequeños elementos, pero conservando toda su infraestructura.
Este episodio convierte también a Eisenstein en director de un film taurino, pues se sigue en él las diferentes fases de una corrida de toros
El episodio “Maguey” acerca la película a ciertas formas del western. El derecho de pernada de un propietario en régimen casi feudal lleva a un final trágico, con unas de las imágenes más icónicas del film, que siempre me han llevado a pensar en el “Duelo a garrotazos” de Goya y en la estética de ciertos films de samurais de Kurosawa.
Aleksandrov dice que no se pudo rodar nada del previsto episodio “Soldadera”, que habría llevado a este sometido pueblo a una revolución como la que tuvo lugar en la segunda década del siglo XX. Sólo alguna fotografía conservada nos acerca a su contenido.
Finalmente, el epílogo nos presenta la desenfrenada fiesta de los muertos. Todo el mundo, disfrazado de muertitos, desafían a la muerte, burlándose de ella.

Maguey

Aspirando la pulpa del Maguey.

Una de las escenas más icónicas de “¡Que viva México!”

Y la despedida con los muertitos, aquí dirías que bailando el “Rascayú”.