La sesión “Bestiario” de Chris Marker en la Filmoteca, decía, es un barrido por piezas más bien despreocupadas que él luego ha insertado total o parcialmente en cosas suyas.
La famosa lechuza de la ya añorada “L’héritage de la chouette” tiene en el al final algo pesado “An Owl Is an Owl Is an Owl” (1990) su duplicado y luego cantidad de copias bajo una música distorsionada. Para “Zoo piece” (1990) se mete en el Jardin d’Aclimatation parisino para captar sus bichos preferidos y sus miradas. En “Slon Tango” (1990) hace evolucionar a un triste elefante cautivo al ritmo del tango de Stravinsky, logrando una falsa agilidad en sus piernas. En “Bullfight in Okinawa” (1994) dos enormes toros en competición para ver quién es el más macho, incitados por los gritos de sus cuidadores. Cuando vi que el del vencedor lo regaba con una manguera para rebajarle la temperatura corporal alcanzada con el esfuerzo, recordé que, como alguna otra anterior, ya la había visto: notas el calor que debe desprender el pobre animal. Por último, “La théorie des ensembles” (1990 de nuevo) es eso, la teoría de los conjuntos, en animación, a partir de los animales del Arca de Noé.
Son, en general, poca cosa. Tan solo material que cruzar con sus documentales por aquí y por allá. Excepto la primera, aunque anecdótica, que dado el amor de Marker por los gatos, eleva la apreciación más allá de la simpatía. Es “Chat écoutant la musique” (1990). Y la música que escucha en el estudio de su dueño es nada menos que la de Monpou que acompaña en cada sesión del ciclo Marker al delicado spot que anuncia la magnífica exposición sobre Marker en la Filmoteca. Entrada libre: no hay que perdérsela…