martes, 31 de mayo de 2022

Les intranquiles


Tuve un familiar que, ya de mayor, pasó unos cíclicos episodios de enorme excitación, seguidos por otros de no menos enorme aplastamiento.
Durante los primeros iba a ver películas, escribía, llamaba, asistía a actos sociales en los que se mostraba sumamente locuaz e interesado por todo. También -es verdad- compraba, siguiendo una pasión por las cuestiones militares que había mantenido oculta, unos cascos carísimos de la Primera Guerra Mundial, cosas así.
Ese comportamiento asustaba a su familia más próxima, que tomaba cartas en el asunto y lo hacía medicar, con lo que al cabo de un tiempo volvía a su posición de partida, de hombre silencioso, que asentía a todo y escuchaba educadamente, pero sin chispa alguna, o incluso a algún peldaño más abajo.
Siempre consideré su caso como el de un hombre al que habían mantenido reprimido toda su vida, sin poder dar rienda suelta a sus aficiones y querencias, pero esa era, desde luego, la mirada de un adolescente alejado de su vida, que no tenía que apechugar con sus excesos.
En “Les intranquiles” (Joaquim Lafosse, 2021; colgado hace nada en Filmin) el personaje que centra toda la acción es un pintor de estima, que vive en una casa de campo con su mujer, restauradora de muebles y decoradora y el hijo de ambos. Cuando no controla su dosis de litio en el cuerpo, entra en una crisis explosiva.
Cuando empieza la película le empezamos a ver pasado de rosca y la cosa va a más, temiendo sus próximos y los espectadores de la película por donde va a estallar la cosa.
Conviene verla con atención hasta el final, porque yo diría que lleva a una reflexión adecuada sobre ésta y otras muchas cosas de la vida.


 

domingo, 29 de mayo de 2022

Ariaferma


Un grupo de compañeros se reúnen ya por la noche tras una partida de caza: machadas, chanzas, de todo un poco y regreso cansados y divertidos a casa.
¿Cómo? ¿No vamos a ver la película de tema carcelario anunciada? Sí, todos ellos son funcionarios de prisiones y la casa a la que regresan no es otra sino una vieja prisión en desmantelamiento, donde van a tener que quedarse unos cuantos con servicios mínimos para vigilar a un puñado de presos, que aún no tienen sitio en otra nueva prisión.
Se trata de “Ariaferma” (Leonardo di Constanzo, 2021), que Filmin ha colgado recientemente en su plataforma y la anuncia como un duelo interpretativo entre dos actores italianos muy populares, Toni Servillo y Silvio Orlando.
Ya no hay más relajadas partidas de caza. La tensión se mantiene al máximo entre los herrumbrosos muros de la prisión y, como espectador, te vas haciendo una serie de preguntas de tipo inmediato (¿anunciará esa tensión una sangrienta reyerta o cualquier tipo de hecho violento?) y otras de posiblemente mayor calado: ¿no resultarán estar los funcionarios tan faltos de libertad como los presos? ¿no podrá existir otro orden diferente, partiendo de eso?
Teniendo el momento para prestarle la atención debida, una laboriosa pero bella sorpresa.


 

Olive Kitteridge





Lleva unos cuantos años a sus espaldas pero, vista ahora, debe ser de las series de TV (4 episodios) que mejor me ha parecido de entre la oferta a la que he acudido últimamente.
Frances McDormand es Olive Kitteridge, la protagonista de la novela de Elisabeth Strout que también da nombre a la serie (de Lisa Cholodenko, 2014; visible en HBO). Va creciendo su participación en la trama hasta figurar en casi todos los planos del cuarto episodio (este ya bastante inmerso en una cierta pero parece que inevitable convención), mientras que en el primer episodio es un personaje discreto, casi sin diálogo… pero que se da a conocer como el fuerte carácter en la sombra.
En esos cuatro episodios, con grandes saltos temporales entre ellos e incluso en cada uno de ellos, está recogida, con pinceladas certeras, propias de buenos observadores, el retrato de las vidas de varios personajes de una familia.
Maine es su escenario y el paso brutal del tiempo, sumado a la dificultad en valorar esto como se debiera, su tema. Utilizando el humor para disfrazar con él mínimamente la cruda trascendencia.



 

jueves, 26 de mayo de 2022

No kings


Ni dioses ni demonios, dice un letrero final de “No kings” (Emilia Mello, 2020; colgado hoy en Mubi), un documental rodado en una agreste bahía del sudeste brasileño.
Se nota una relación íntima entre Emilia Mello y las familias caçairas que filma. Va con ellos y el simpático perrito callejero de pesca, acompaña a los niños, que parecen nacer en plan silvestre total, por las rocas a cazar cangrejos, acude a sus celebraciones tras el trabajo y a sus fiestas familiares, recoge alguna confidencia amorosa de alguno.
Una forma de viajar desde casa a un sitio recóndito, con la amenaza de desaparición total de su forma de vida ya mismo.



 

martes, 24 de mayo de 2022

La referencia pictórica en Rohmer



Cuentan Antoine de Baecque y Noël Herpe en su “Éric Rohmer” que, efectivamente, el director arrancó del catálogo de una retrospectiva que dedicó la Kunthaus de Zúrich a Johann Heinrich Füssli, la imagen de su cuadro “La pesadilla” (primera imagen) porque, como única vez en su filmografía, intentó imitar una pintura.
Pese al buen resultado del asunto (segunda imagen), Rohmer decía que no había llegado a lograrlo, que “desde un punto de vista anatómico, esa imagen de un cuerpo humano extendido es completamente increíble; curva el cuerpo de una forma extraordinaria, e incluso probando disponer de unos cuantos cojines, no pudimos reencontrar la elegancia de la pose” (pág. 248 de la edición de Stock de 2014).
Otra cosa es buscar la ambientación necesaria sobre la época a partir de pinturas. Una de las que utilizó para ello se ve que fue la de la tercera imagen, el “Verrou” de Fragonard.



 

lunes, 23 de mayo de 2022

La previsión de Rohmer


“Pero la previsión (de Rohmer, en “Le genou de Claire”) más delirante, recuerda Barbet Schroeder, fue para la secuencia en la que Jean-Claude Brialy se agacha y recoge una rosa. Un año antes, Rohmer había plantado el rosal en el sitio donde debía florecer, calculando la fecha de esta floración, que se inscribió en el plan de trabajo… Todo pasó como previsto”.
(Leído -haciéndome mucha gracia, por lo que explica de la personalidad del director- en “Éric Rohmer”, de Antoine de Baecque y Noël Herpe)


 

domingo, 22 de mayo de 2022

La partenza


Como aperitivo (es decir: para abrir el apetito) de las películas de Jean-Claude Biette (el director francés, fundador junto a Serge Daney de la prestigiosa revista de cine Traffic) cumplen sobradamente su papel los 12 minutos de esta “La partenza” (1968; enlace abajo).
Un par de amigos por la zona de Parma: van en coche, comen, pasean discutiendo. Uno le pide al otro (Giuseppe Bertolucci) explicaciones sobre su decisión de abandonar su casa e ir a dar clases en. Túnez. No parece quedar muy convencido. Nosotros quizás tampoco demasiado, pero lo vivimos como una posible nota autobiográfica del realizador.


 

sábado, 21 de mayo de 2022

Localizaciones con Pier Paolo Pasolini




Ayer fue la última sesión del Barq, el Festival Internacional de Cine de Arquitectura de Barcelona. Una sesión que resultó muy interesante por varios motivos.
Uno primero fue por el sitio en el que se desarrolló, la nueva sala Mirador del COAC, con unas vistas increíbles sobre el centro de la ciudad. Pero ya será protagonista de otra entrada…
Los otros motivos están relacionados con el tema planteado por María Mauti, la organizadora de la sesión -“Localizaciones con Pier Paolo Pasolini”- y con los ponentes -Fredy Massad entrevistaba a Ila Bêka-. Vayamos a ello:
Primero Pasolini. Si algunos nos enredamos de lo lindo hace unos años formando un grupo para organizar una serie de actividades de lo que entonces llamamos el Projecte Pasolini Barcelona, pues resulta que ahora, con motivo de su centenario, ha salido por aquí el Projecte Pasolini’22. Este acto formaría parte del mismo. El documento de base fue “Sopralluoghi in Palestina per il vangelo secondo Matteo” (1965) uno de esos apuntes pasolinianos tan atractivos, que vinieron casi a formar un nuevo género, el de los apuntes preparatorios de un rodaje, de los que hablaba el otro día José Luis Márquez.
Luego Ila Bêka. No conozco muchos realizadores dedicados en exclusiva a filmar sobre arquitectura, pero la pareja Ila Bêka / Louise Lemoine es desde hace unos años la que me viene a la cabeza cuando pienso en ello: no solo por lo adecuado de los temas que escogen, sino también por lo cinematográfico del resultado de su trabajo. Pues bien: María Mauti señaló que Bêka siempre utiliza esa pieza de Pasolini en sus clases.
Massad pasó unos trozos de estos apuntes, correspondientes a su visita a Nazaret en busca de localizaciones para rodar Il vangelo y lo confrontó con secuencias de “Homo Urbanus”, la serie de documentales sobre diez ciudades del mundo (Rabat, Bogotá, Seúl,…) rodada por la pareja.
A partir de ahí han surgido preguntas y disertaciones sobre la relación con el espacio y sus ocupantes durante el rodaje tanto en el caso de PPP como de la pareja Bêka-Lemoine; sobre la actitud de partida para captar el espacio (Pasolini sale a buscar algo y se pierde en ese empeño, Bêka/Lemoine creen en la divagación, sin ningún a priori sobre lo que van a encontrar: comentó Bêka que en Tokio llegó a seguir a un tío deambulando durante horas porque le interesó por cómo iba vestido); sobre el montaje -Bêka- como verdadero momento de creación, entre tanto material grabado al que lleva esa enorme divagación.
En otro momento Fredy Massad pasó unas escenas de arriesgado baño masculino en el puerto de Rabat y planteó a Ila Bêka su similitud con la escena de Accattone en la que se lanza al Tíber desde un puente. Bêka, sorprendido, admitió esa semejanza, en la que acababa de caer: demostración de que estamos formados por todo lo que vemos, comentó.
Tras la muestra de unas secuencias sobre Doha, la ciudad nacida sobre el desierto, y alrededores, Bêka comentó que quizás esa ciudad encarne el incubo tan profetizadlo por Pier Paolo Pasolini.
Y con unas disquisiciones sobre lo sacro (laico) y sobre el necesario espíritu de enmaravillarse con el que acceder a filmar y a sentir el cine, se dio -no sin que antes María Mauti pasara imágenes increíbles del “Vangelo secondo Matteo”: ¡qué emoción al ver, sonando Bach, las criaturas del film sacadas por Pasolini, y entre ellas a Enrique Irazoqui!- terminada la sesión.
Habrá que estar atentos al siguiente Barq.




 

L’après-midi de monsieur Andesmas


Con la edad, a Michel Bouquet se le fueron redondeando los rasgos. Unos mofletes surgieron de sus mejillas, que antes marcaban claramente, endureciendo su cara, la oquedad interior de su boca.
En “L’après-midi de monsieur Andesmas” (Michelle Porte, 2004), Bouquet representa a un hombre de su edad, rondando, pues, los ochenta años. Figura que M. Andemas ha quedado con un contratista para hacer una terraza en la finca que compró para su hija.
Desde ese mirador, sorteando en algún lado el vértigo por el abismo, se tiene una vista espléndida del valle, e incluso se distingue un poco la plaza del pueblo, desde donde suena una música, porque hay baile. Hace calor, se sienta en una silla y medio dormita esperando.
-¿En qué me he convertido? -se pregunta, despejándose tras un pequeño esfuerzo, en sus meditaciones.
Se entretiene entonces con un perro que le visita, más tarde es una niña la que le va a dar un recado y con su simpatía le provoca unos cuantos recuerdos. Cuando se va, se desplaza por el terreno con cuidado y vuelve a su sitio, hasta que llega la madre de la niña, con la que entabla una conversación evocando cantidad de cosas el uno y la otra.
Es fundamental saber (bueno: se intuye enseguida) que la película se basa en una obra de Marguerite Duras, y su forma de narrar, con sus repeticiones y vueltas a los temas de forma reincidente, similar a las olas llegando a la orilla del mar, está presente desde el principio.
Uno de los recuerdos, o figuraciones, de este hombre en duermevela hace aparecer a una mujer joven saliendo de una casa para ir hacia el mar por unas planchas de madera sobre la playa. Juraría que son de Trouville y que la mujer sale del hotel de apartamentos donde Marguerite Duras tenía uno.
La película puede verse gratuitamente en este enlace hasta media tarde del jueves 2 de junio, en su versión original francesa, pero con el inconveniente de no tener subtítulos:




 

viernes, 20 de mayo de 2022

Los cinco movimientos de Sin título

Emma Fernández y Julio Lamaña en el nuevo lay-out efectuado para la ocasión en el escenario de la sala Laya.

Julio Lamaña luciendo orgulloso una camiseta del Cine-club Fritz Lang de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ambos aprendieron a ver cine.

Un pequeño decorado para los Dies Curts: nuevo lay-out del escenario de la sala ayer en la Filmoteca, cambiando la mesa habitual por unas sillas y mesita baja. Se pasaban los cinco movimientos de “Sin Título” (Ricardo Perea y Julio Lamaña, 2015-2020) y antes y después Emma Fernández, demostrando holgadamente haberlos visto por delante y por detrás, hablaba sobre ellos con Julio Lamaña.
Vistos todos juntos, uno detrás de otro, el conjunto adquiere una entidad diferente, así como una unidad global que parecía impensable habiendo visto varios títulos sueltos previamente.
Todos ellos están rodados en una zona limitada, en escenarios muy cercanos unos a otros, y van pasando de las creencias (el popular ascenso a Monserrate) a la muerte (las historias del cementerio), la vida (el mercado) y los sueños (en el parque de atracciones: muchos de los sueños que se narran en la banda sonora dan la impresión de pesadillescos, y la voz de la chica que relata uno de ellos reflexiona si traducirán las brutales tensiones en las que ha estado y sigue estando envuelta Colombia), para obtener un colofón inesperado pero perfecto en su quinto movimiento, con las visiones de un posible futuro confrontadas con la de las calles del centro de Bogotá completamente vacías, durante el confinamiento por la pandemia.
Lástima que el haber reemprendido hoy en día -a lo bestia- la antigua normalidad, haga que sea precisamente este último movimiento el que quede más anclado en un pasado, significativo, pero sorprendentemente ya casi olvidado, como si solo se hubiera tratado de un sueño más.
Repiten sus autores que las imágenes y la banda sonora de sus piezas van cada una por su lado y eso puede llevar a confusión, cuando es precisamente el encuentro de ambas -es verdad que registradas independientemente- lo más estudiado, lo que da el tono y las marca a fuego. En la sesión Julio Lamaña ya explicó que es el proceso de montaje entre ambas (reconociendo que es la de sonido la que se edita primero, prefigurando lo que será cada pieza) lo principal.
A ver con qué nos sorprenderán Perea/Lamaña a partir de ahora. Parece seguro que será otra “no-ficción”, pero habrá que esperar para comprobarlo.


La sitúela de Montserrate, difusa, allá al fondo, en el primer movimiento de “Sin título”.

Recorriendo la muy variada vida del mercado tropical -¿habrá sido la mirada venida de lejos de Julio Lamaña la que en este caso más reparó en ella?- un primer plano nos ace4ca a las pocas monedas de cambio.

Imágenes fantasmagóricas del cuarto movimiento.

 

jueves, 19 de mayo de 2022

Me acuerdo de…


Es un regalo feliz que me hizo el otro día un amigo, que lo buscaba para dármelo desde que leyó una colección de “Me acuerdo de…” que le pasé sobre el barrio de nuestra infancia.
Porque este “Sí, ya me acuerdo…” (Ediciones B, 1997) empieza con un conjunto de frases de esas al estilo del “Me acuerdo” de Georges Perec y similares, como:
-Recuerdo la cazuelita de aluminio a la que le faltaba un asa y donde mi madre freía los huevos.
-Recuerdo un viaje en tren durante la guerra: el tren penetra en un túnel, se hace una gran oscuridad y, entonces, en medio del silencio, una desconocida me besa en la boca.
-Recuerdo la música de Stardust. Era antes de la guerra. Bailaba con una chica que llevaba un vestido floreado.
-Recuerdo a Greta Garbo mirándome los zapatos y diciendo: “Italian shoes?”
-Recuerdo mi proyecto de elevar el Tíber construyendo debajo una carretera.
Entre ellos y el desarrollo que de varios de ellos hace a continuación se encuentra lo mejor, a mi gusto, de este librito… que no es en realidad un libro de memorias, sino la transcripción de las conversaciones autobiográficas de Marcello Mastroianni con Anna María Tatò para una película de ésta.


 

A night of knowing nothing


Quizás no haya conseguido al completo fusionar de forma equilibrada sus dos líneas de base argumentales (la historia de amor personal y las protestas políticas estudiantiles), pero en cualquier caso hay que aplaudir el intento de Payal Kapadia en su primer largometraje, “A night of knowing nothing” (2021), que pasó ayer por la Filmoteca dentro del ciclo de las votadas como mejores películas del año por la crítica.
Me ha hecho gracia ver que las dos compañías que presentan la película se llaman “Petite chaos” y “Another birth”. Pues bien: yo diría que vence la alegría por el nacimiento de una nueva directora al posible caos asociado al principiante.
Película de formato cuadrado en blanco y negro con pequeñas incursiones del color, toda ella presenta una imagen con un cierto velo, que permite ofrecer tanto pequeños bodegones de gran belleza como dar un cierto carácter de ensoñación a la narración. Una narración llevada por las supuestas cartas encontradas de L., una estudiante que, llegado un momento, le recrimina a su amante, a quien ha tenido a su lado en tanta agitación estudiantil, no haber tenido la misma fuerza para oponerse, como se oponía a la policía, a su familia en el rechazo de ella por ser de una casta inferior.
Pero no hay que alarmarse con lo que acabo de decir: la forma de la película de Payal Kapadia está en el extremo opuesto al melodramón de Bollywood esperable de ese argumento. Al velo mencionado en la imagen hay que sumarle, por ejemplo, una frecuente discordancia entre lo que se oye en la banda sonora y se ve en la pantalla, un interesante tratamiento del sonido y varios signos de modernidad.
El que la supuesta autora de las cartas y por tanto protagonista sea una estudiante de cine acerca además el film al mundo de sensaciones biográficas de la joven directora. Quizás ella realmente oyó en una asamblea esa animosa consigna coreada y repetida con entusiasmo que surge en una de las escenas en el campus universitario: “¡Eisenstein, Pudovkin, venceremos!




 

miércoles, 18 de mayo de 2022

Llorenç Soler de nuevo en la Filmoteca



-Mi turno. ¿Puedo pasar?
Llorenç Soler estuvo ahí rápido y divertido. No le dejaron pasar y, con sólo algún despiste relativo sobre todo a fechas (“¡Buf, qué rápido que ha pasado el tiempo!”), vaya si habló, tanto en la presentación -con Esteve Riambau, su hijo Dani Soler y la responsable del Docs Barcelona- como en el coloquio -con Martí Rom-.
Todo eso fue en la sesión de ayer en la Filmoteca como homenaje al cineasta, que mañana recibirá el primer premio Docs d’Honor, ahora constituido.
¿De qué habló? Pues de que ahora llaman a cualquier película “independiente”, mientras que lo que realmente era cine independiente era lo suyo, para el que había hecho todos los papeles del auca, muchas veces él sólo.
También de su gusto por la pintura y los colores, y lo bien que se sentia haciendo, si no cine, de director de fotografia, porque era pintar con la luz
Y también de alguna anècdota francamente divertida, como la que explicó respecto a los gitanos, sobre los que ha hecho varias peliculas: Precisamente para su largometraje de ficción “Lola vende ca” (2000), en la que todos los actores, excepto la actriz protagonista, eran gitanos, les extendió un contrato a cada uno, por el que recibirían el mínimo profesional estipulado por el sindicato. A ellos les pareció muchísimo, y estaban contentísimos. Pero el caso es que cuando fueron a cobrar vieron que no les daban la cantidad estipulada, porque les retuvieron el IRPF y se sintieron estafados. Se indignaron de que “se quedaran con su dinero” y el productor lo pasó bastante mal intentando explicárselo.
¿Y qué se habló también, en general? Pues que ya está funcionando la página web a él dedicada, efectuada con el acuerdo de la Filmoteca de la Generalitat (depositaria de toda su obra” y las Universidades de Valencia y Barcelona. En ella hay ya en estos momentos 20 películas disponibles y la intención es ir ampliando su número, así como ir dotando de contenido de otro tipo sus pantallas. Su enlace, para poderse hacer a partir de ella unas cuantas buenas sesiones:





 

lunes, 16 de mayo de 2022

Historias de Shanghai


Dicen que los chinos no sienten ningún apego por su patrimonio histórico. Parece, sin embargo, que con Jia Zangké haya surgido la excepción, como prueban muchas de sus películas que confrontan grandes obras de nuevos equipamientos o polígonos de viviendas con los barrios tradicionales que destrozan para hacerlos.
En esta exploración histórica (vía los testimonios de mucha gente contando su vida ante la cámara) de Shanghai por los 40 hasta su momento de producción que es “Historias de Shanghai” (2010; en Mubi), Jia Zhanké comienza con una imagen-choque. Uno está limpiando y dando brillo a un gran dragón de piedra situado frente a antiguos barrios populares de la ciudad a punto de ser devorados por enormes promociones de vivienda, a lo chino.
Poco después aparecerá un pequeño matón que divierte y da miedo por partes iguales y por todo el metraje más filmaciones que hablan de la China del momento rodean las evocaciones de las diferentes personas que dejan a las claras lo duro de la vida en el país, en una evolución desde la lucha para vencer la miseria más absoluta o las persecuciones ideológicas hasta el pobre desgraciado que para salir de la pobreza integral se mete a especular en la bolsa en el momento en el que el gobierno cambia sus normas y se convierte en un millonario. Desde la completa miseria y hacinamiento en barrios populares hasta la sofisticación de la moda y los proyectos de los arquitectos estrella.


 

El Docs d'Honor a Llorenç Soler


Mañana, martes 17, a las 19,30h, Llorenç Soler se encaminará (con dificultades (sus piernas y, según cómo, su memoria ya no son las que eran) a la Filmoteca para presentar, una vez más, su “El largo viaje hacia la ira” (1969), esa pieza irremplazable que, haciendo aparecer el mundo de barracas que ahogaba los extremos de Barcelona y a buena parte de su población, comparaba irónicamente con la ciudad burguesa.
Pero Llorenç Soler no hizo únicamente documentales como ese. Por tener tiene hasta ficciones (aunque muy llenas de espíritu documental dentro), cine experimental y algo así como crónicas periodísticas filmadas. En estas crónicas tocaba tanto temas mínimos, como el último corte de pelo en el barbero del barrio, que cerraba ese día, como otras más comprometidas política o socialmente, como la precursora “La familia de la Kènia” (2005), que narraba el embarazo de una mujer que, viviendo con otra, acordaba con su pareja tener y criar juntas un hijo.
La sesión obedece al hecho de felicitar a Soler, a quien el Docs Barcelona le entregará el día siguiente, en su inauguración, el ahora creado Docs de Honor. Un homenaje merecido.



 

La lluvia de julio



He encontrado por YouTube “La lluvia de julio”, un largometraje de 1966 de Marlen Khutsiev, el realizador de “Tengo veinte años” (1964), el que tenía ese tour de force que te dejaba boquiabierto a la primera de cambio siguiendo con la cámara la ronda por la ciudad de tres jóvenes.
Valdría la pena verla aunque sólo fuera a su vez por el travelling con el que la cámara sigue a la multitud de la ciudad (que me ha recordado a los que conseguía Cuarón en “Roma”) y a la protagonista durante los títulos de crédito mientras, en la banda sonora, una emisora sintonizándose capta canciones occidentales o diferentes músicas, o, poco más tarde, por esas imágenes en las que la cámara pasa, siguiendo a la pareja, por un enjambre de trolebuses, eleva su visión por las catenarias para volverla a bajar y captar a la misma pareja, minúscula, en la calzada.
Hay más: una llegada de personajes en coches oficiales al son de Louis Amstrong, un recorrido de la cámara en un coche por la ciudad mientras se oye una música que bien pudiera ser de Burt Bacharach o una fiesta casera con los asistentes bailando un madison, además de varias escenas corales adicionales.
Pero lo que predomina, acentuado por el desfase con el que aparecen los subtítulos ingleses y la ausencia de sonido directo, es la crónica de un impasse y la impresión de haber dado con un nuevo cine soviético, al estilo de los nuevos cines de otros países de todo el mundo por aquellos años 60.




 

domingo, 15 de mayo de 2022

La chambre verte



Hay personas
que no retiran la palabra
al ser querido
sólo porque haya muerto.
Rafel Miret se había leído estos versos que Alfonso Levy escribió hace mucho tiempo y, viendo que le iban como anillo al dedo, los leyó ayer para introducir la presentación que este último hizo de “La chambre verte” (François Truffaut, 1978).
Esa es, desde luego (por una de esas casualidades cósmicas, porque cuando Levy escribió ese poema no la había visto aún), una buena descripción de la película.
Siempre recuerdo la frase que leí de Truffaut cuando promocionaba esta película: “Cada año vas tachando en tu agenda varios nombres, hasta que llega un día en que piensas que son éstos los que predominan”. Julien lo dice más crudamente en la película: “A partir de cierto momento te pasará como a mí: conocerás a más muertos que a vivos”.
He tenido a lo largo del tiempo, en sus diferentes visiones, una reacción muy desigual con respecto a la película. Recuerdo que en una ocasión hasta se me cayó al suelo, cosa que puede pasar en una obra que navega siempre, oscilante, por el filo del ridículo.
En esta ocasión me han sorprendido, respecto al recuerdo que guardaba, varias cosas:
-El fuerte poso luctuoso que tiene en ella la supuestamente reciente I Guerra Mundial, herencia, me digo, del conocimiento suyo de Henri-Pierre Roché. Me ha dado para, en un futuro, sentir de otra manera ante todos esos monuments commemorativos del 14/18 que se erigieron en todas las cuidades francesas.
-Los puntos de contacto con respecto a otras peliculas suyas. Ese niño mudo que atiende a sus estudios recuerda sobremanera al Victor de “L’enfant sauvage”. La preciosa carta de amor de ella -enlazado el plano con el de su lectura inmediata por él- es un resumen muy válido de la correspondencia intercambiada de modo tan especial y tan bien visualizada en “Les deux anglaises et le continent”.
-Las citas explícitas a artistas de los que se considera deudor, poniendo su imagen en el templo que Julien dedica a sus muertos queridos: Cocteau, Oscar Wilde, Henry James o el Maurice Jaubert de donde obtuvo toda la música para la película. Pero también autocitas, como la de ese “soldado alemán” representado por una foto de Oscar Werner en “Jules et Jim”. Pero es que todo el casting de la película está lleno de lo que pueden ser considerados razonablemente como homenajes explícitos de François Truffaut: Ahí están, para corroborarlo, Jean Dasté (el que fuera gran actor del inmenso Jean Vigo) o Antoine Vitez. Las apariciones de gente del equipo de producción como Marcel Berbert o ahora veo -no lo distinguí- que también Néstor Almendros ya entrarían en otro orden de cosas, afín a ese juego repetido en su filmografía.
Para acabar con una buena frase y podernos quedar reflexionando sobre ella, pondré aquí una -creo que de Roché- que citó Alfonso Levy tras decir que hay un único tema en la obra del cineasta, el amor, en sus múltiples variaciones: “La vida está hecha de partes que no se reúnen”.