Seguramente sea ésta “Al otro lado del espejo” (1973; en canal Somos), la película de Jesús Franco que más me ha acercado a una cierta comprensión de las razones por las que el prolífico cineasta arrastró durante bastante tiempo el aprecio de un buen puñado de aficionados o, visto desde otro punto de vista, arrastró a gente de nivel a colaborar en alguna de sus películas.
Viendo sus dos primeras partes (porque luego la película parece darse cuenta que se trataba de un film de terror y, habiéndolo olvidado, cambia, tirando hacia lo anodino y estándar, aunque acabe con un -previsible- final que, si bien rodado atolondradamente, me da la impresión de que presenta detalles de concepción de guión nada despreciables), dirías que Jesús Franco se interesó básicamente en dos elementos del film:
Un primero, está claro, la presencia de Emma Cohen. Filmarla, haciéndola centro de atención de toda la película, debió ser una imposición que se hizo a sí mismo, rendido a la llamativa chica de veintipico años que era entonces.
El segundo, el Jazz. Jesús Franco, como gran amante de este tipo de música que fue, rueda en esa extensa primera parte (luego menos) varias y largas actuaciones en un café, con buen pulso, hasta el punto de que en esas secuencias la filmación de la música sustituye entonces claramente a la de Emma Cohen y lo que parece existir al otro lado del espejo es el mundo del jazz.
¿Qué más? Que está rodada en Madeira, y Jesús Franco se deja ir en algún encuadre por la fuerza de sus colores. Y, por último, que tiene en su haber ese doblaje (es decir: ausencia de sonido directo) tan dañino de la época, que aleja cualquier posibilidad de sensación de realidad. Claro que eso propicia alguna secuencia con cierto aire de Escuela de Barcelona…
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