martes, 31 de mayo de 2016

The act of killing


No había visto aún “The act of killing” (Joshua Oppenheimer, 2012) y “para darme una tarde de asueto” la he ido hoy a ver en la Filmoteca.
Sabía que iba a encontrarme con los asesinos de miles de indonesios vanagloriándose de sus fechorías. Es extraña la sensación de horror y a la vez de atracción que provoca una cosa como ésta. Supongo que la sorpresa, la incredulidad de toparse con alguien confesando algo así abiertamente, para a continuación descubrir que no se trata sino de unos impresentables desgraciados, tiene algo que ver.
Pero visto el film, aparecen en él unos personajes más que repulsivos exhibiéndose obscenamente, hasta escenificando con maquillaje de cinema gore cómo actuaban. Parecen sacados de una más que mala película. Pero es que, a mi entender, “The act of killing” es un horror de película, por lo que muestra y por cómo lo hace. Sé que para la opinión mayoritaria es lo contrario, pero a mí me interesó mucho más, sin tanta pantomima de terror cutre e imágenes de cine musical, su “segunda parte”, “La mirada del silencio” (2014), en la que Joshua Oppenheimer grababa limpia y directamente a ese indonesio yendo a conocer a los verdugos de su hermano. Sin la representación abominable, todo vestuario y maquillaje, que hay en ésta, que apenas me ha servido para saber de la aterradora existencia de la Juventud Pancasila, una fascista organización paramilitar, con tres millones de seguidores, apoyada por el gobierno indonesio, que sigue considerando la doctrina de que el mejor comunista es el comunista muerto.

lunes, 30 de mayo de 2016

Ammophila Arenaria


Hoy han publicado en “La Charca Literaria” mi “Ammophila Arenaria”, unas líneas para rememorar la escena de la imagen, que tengo siempre presente, y me temo que hago presente a todo mi entorno con demasiada frecuencia.
Aunque mejor que nada, acudir a la propia escena..:

domingo, 29 de mayo de 2016

O encantado


Después de tres días a sesión de más de dos horas diarias de “Las mil y una noches” (Miguel Gomes, 2015) se corre un serio riesgo de caer mañana en una fuerte depresión post-parto, por inanición. Quizás para evitar este mal, en el tercer trozo (“O encantado”), tras un buen rato de (hermosa) crisis, en la que Sherezade (aunque lo diga en verdad su padre, el Gran Visir) está cansada y ya no sabe qué decir, reemprende sus historias, pero centrándose básicamente en una larguísima de unos pajareros que habitan en un barrio empobrecido cercano al aeropuerto de Lisboa, que ha hecho desfilar de forma más notoria que las otras noches al público de la Filmoteca.
Pero antes, y sobre todo al principio, ha habido tiempo para todo. Primero para ver danzar a una bailarina persa… que recuerda sospechosamente a la de “El río” (Jean Renoir”, 1951), pero evolucionando no ante una pared, sino ante el mar. A continuación para pescar una serie de vistosas y divertidas historias de un Bagdad muy mediterráneo, con una más que hermosa e inteligente Sherezade intentando vivir lo que no ha vivido y en ocasiones con persas de leyenda que más parecen hippies ibicencos, curiosos adoradores del Metal, si bien se cruza en las imágenes con un concierto de samba en los USA.

Sherezade vuelve a contar finalmente historias, pero son entonces ya sólo dos, la de los que atrapan pájaros para “hacerlos girar” (aprender a cantar) y vencer en concursos y la mucho más corta e intercalada de Fuente Caliente, esa china que explica que ha conocido a un portugués, pero en la pantalla vemos el sitio del Parlamento portugués o una protesta con una pancarta que dice “No dejar morir Abril”. Y ella misma –Sherezade- entra en bucle: En la pantalla cada vez con más frecuencia se nos va colocando un letrero que nos repite que al llegar el alba se calló, y otro al poco tiempo que nos dice que volvió a contar (otro aspecto de la historia de los pajareros, claro).
Aún no sé decir qué predomina en las historias de los dos primeros días, pero me resulta claro que en las de este tercer trozo, y habría que exprimir y sacarle una interpretación a eso, son historias narradas básicamente utilizando el sonido. No vemos a la china que relata su historia: lo hace en off. Y a los pájaros les envuelven sus jaulas, por lo que sólo les oímos cantar, sin verles hacerlo.

Al final todo acaba con una larga panorámica siguiendo la marcha del veterano pajarero, aprovechando al máximo las cualidades del formato panorámico con el que está hecha toda la película. Quizás, como hemos estado comentando a la salida de la sesión, el que después de tanta historia haciendo volar la imaginación acabemos inmersos en el mundo de esos pajareros (y a través de ellos en la vida de su barrio), en el más puro afán documentalista, no sea en absoluto involuntario. Los pajareros están refugiados en su mundo, lleno de pájaros que deben atrapar y adiestrar, ajenos a otros asuntos…

sábado, 28 de mayo de 2016

O desolado


La primera historia de “O desolado”, el segundo trozo de “Las mil y una noches” (Miguel Gomes, 2015), con su pantalla panorámica y su Simao Sem Tripas, el forajido que transita solitario por la sierra, me ha recordado a ciertas películas del Cinema Novo brasileño. Pero luego hay un cambiazo: Desde un ambiente acomodado una hija telefonea a su madre para avisarle que ya ha superado a satisfacción uno de los hitos de su vida.
La madre es juez, y preside a continuación un juicio bufo, lleno de personajes de farsa, utilizado para, en otro giro, establecer una fuerte denuncia a los ataques a los servicios públicos perpetrados los últimos años en Portugal y tantos otros sitios.
Y así sigue, colocando de tanto en tanto una canción pegadiza, y demostrando el poder de ensoñación del cine. Las más de dos horas de este trozo central de la película acaban con la presentación de una serie de historias cortas ambientadas en una torre de una especie de Ciutat Meridiana portuguesa, con el nexo común del simpático perrito Dixie, que va cambiando cada día de abrigo. Son sólo tres días viendo “Las mil y una noches” (mañana la última parte en la Filmoteca), pero así, a base de historias y más historias, podríamos estar tres meses, y seguir ahí pegados. Yo me apunto.

O inquieto


Creo que es lícito temer que el exceso de una película que son en realidad tres, como es el caso de "Las mil y una noches" (Miguel Gomes, 2015) sea una demostración del endiosamiento de un director al que se ha aupado muy arriba y ya se le permite todo. Pero resulta que se inicia de una forma que aúna el necesario documental sobre la crisis (impresionantes escenas y voz en off sobre el mazazo a los astilleros como fuente de trabajo y fortuna), la peculiaridad del cine de Gomes (apareciendo él mismo reconociendo no saber qué hacer, mezclando una película sobre la crisis de los astilleros y la misteriosa invasión de la abeja asesina y los métodos ideados para acabar con ella) y el cine clásico narrador de historias fantásticas, dejando claro que Miguel Gomes no es un bluff.
El inicio de su primera parte ("O inquieto"), que se ha pasado hoy por la Filmoteca previamente a su estreno en salas comerciales, me ha recordado otra película de joven realizador portugués de la que guardo un muy grato recuerdo, "É na Terra, nao é na Lúa" (2011). En ésta Gonçalo Tocha filmaba desde una oscilante barca la isla de Corvo, la más occidental de las Açores, y prometía entrar en todos sus rincones para rodar y dar cuenta de cada uno de sus aspectos. En "O inquieto" Miguel Gomes rueda desde una barca los muelles de los astilleros, donde se acumulan montañas de gente que se han quedado sin trabajo. Mientras la cámara oscila con las olas, en off alguna de estas personas explica el proceso seguido hasta esta situación. La isla de Corvo, la crisis portuguesa y europea: dos objetivos de la mirada de renovadores cineastas.
Transcurrida la bastante larga introducción general, empiezan a sucederse -anunciadas por unas imágenes sí muy ligadas a unas atractivas y exóticas Mil y una noches-, historia tras historia. Alguna de estas historias deja en evidencia mecanismos asociados a la crisis de forma algo grosera; otra recuerda los inicios de Gomes, bomberos incluidos, en "Aquel querido mes de agosto"; en otros predomina un cierto disparate algo tontaina, pero incluso pegados a alguna de estas últimas, aparecen relatos punzantes como el del personaje de la imagen. La cámara se le va aproximando, para permanecer finalmente, de forma sostenida, en un plano medio fijo mientras ese señor explica de forma templada, pero demoledora, la evolución de su situación.
Mañana y pasado, la segunda y tercera parte.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Todo es de color


"Todo es de color" (2016) es un viaje. Gonzalo García-Pelayo necesita un tema para cada película que hace. Una vez que lo tiene, sea éste Sevilla, el Rocío, Cádiz o las niñas, lo exprime bien, aportando de aquí y de allí para cubrirlo. En esta ocasión el tema es un algo etéreo que ha dejado el grupo Triana, y que está por el aire, ese aire que surcan en el film unos drones, buscando elevarse al son de unas canciones.
Al viaje se apuntan moteros, músicos, gente que ha vivido, una poetisa que sabe hasta dejar pasmados a todo el mundo y una chica que busca corporeizar eso que intuye por ahí etéreo. Quizás sea un viaje hacia el futuro, ese futuro del que Javier García-Pelayo, el pirata, dice que es del que se ha de sentir nostalgia. Pero es un futuro, en todo caso, configurado ya por todo lo que se gozó y se goza, por todas las alforjas llenadas.
En Barcelona se puede sentir que todo es de color en los Meliès.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Risa y dinero


Conocemos a Gregory La Cava por sus comedias sofisticadas, y sorprende ver cómo, sin abandonar la comedia y hasta con alguna escena hilarante, en "Risa y dinero" ("Laugh and get rich", 1931) había sabido adaptarse la mar de bien a las circunstancias. La gran depresión que siguió al crac del 29 lo debía dominar todo, y los personajes de la pensión de los Austin, empezando por ellos mismos, intentan ganarse la vida como pueden. Eternos buscadores de trabajo, esperanzados inventores, timadores, artistas que no venden un cuadro, arribistas,...
Una forma de ofrecer un entretenimiento muy decente a la gente que lo estaba pasando realmente mal, sin hacerles olvidar dónde están ni caer en el desánimo.

martes, 17 de mayo de 2016

La versión Browning


Hoy “La versión Browning” (Anthony Asquith, 1951), sólo recordándome ciertos detalles haberla visto ya anteriormente. Desde mi punto de vista una primera parte remarcable, y un final ya entregándose un poco a la galería, casi acercándose a “Adiós, Mr. Chips”, a la que, por cierto, hacen mención en la misma trama.


Pero su impecable primera parte, sin concesión alguna a la blandenguería –y eso debe ser cosa de Rattigan, que además de ofrecer su obra es quien hizo el guión para adaptarla a la película, pero lo borda también Asquith- pinta con precisión un tiempo de pérdidas, y no sólo en un personaje.

En el punto de inflexión parece que el film, decepcionando, vaya a apoyar un momento de gran emoción con una melodramática música ad hoc en su banda sonora. Pero no es así: Se trataba únicamente de las campanas del college (escenario de la función) repicando en la lejanía.

lunes, 16 de mayo de 2016

La dernière lettre



Es Catherine Samie, de la Comédie Française, en su papel. Aparece así, en planos medios o primeros planos, o sólo su sombra o varias sombras. En un espacio muy amplio, de techo invisible muy alto, se va registrando su monólogo. Corresponde a una larga carta, insertada en medio de la trama de "Vida y Destino", de Vasili Grossman. Ana Semionovna, doctora ucraniana, le explica a su hijo en la carta los acontecimientos que le han sucedido en los últimos tiempos. La llegada a su ciudad de los alemanes y cómo cayó entonces en la cuenta de su condición de judía y lo que eso le iba a significar. Cómo, al igual que los otros judíos de la localidad, ha sido confinada en un ghetto. Cómo ve que reacciona la gente -no judíos y judíos- con ella. La vida en el ghetto, los rumores, el optimismo insensato que muestran todos, ocultándose la realidad.
"La dernière lettre" (2002) es una película totalmente diferente de las otras realizadas por Frederick Wiseman. Es, para empezar, su primera película francesa. Dura sólo una hora, y sólo aparece en ella esa única persona, hablando. Recoge un relato estremecedor, pero nunca melodramático. Tiene, aún dentro de lo atroz de lo que cuenta, unos extraordinarios retratos psicológicos, inteligencia y, aunque parezca increíble, hasta humor. Te deja mudo. A la salida he coincidido con un amigo en que debiera pasarse de forma obligatoria en las escuelas para dar a conocer cómo se inició y desarrolló el calculado exterminio judío, pero también cómo se detectan las miserias y las inesperadas fortalezas de las personas ante una situación tan extrema.
La vuelven a pasar el próximo miércoles 18 en la Filmoteca. Es un film -supongo que previamente una obra de teatro- que creo que debiera ser visto y atesorado por todos los amantes del cine y del teatro. O de la buena literatura. Del cine, teatro, literatura que ayuda a entender las cosas.

sábado, 14 de mayo de 2016

Missile


Me está empezando a alarmar más de la cuenta, llegando a un cierto agobio, todas esas películas de Frederick Wiseman que, analizando detalladamente una institución de los Estados Unidos, te trasmiten un panorama desolador sobre la ideología media de toda una sociedad.
Hoy era el segundo y último pase de "Missile" (1988) en la Filmoteca. Escoge una ciudad específica -una base aérea- y sigue todo el proceso de formación de unos oficiales que serían los encargados, desde un subterráneo, de lanzar misiles con cabeza nuclear "en caso de que el Presidente de Estados Unidos vea que es necesario": Clases machaconas, en algún caso afianzamiento de planteamientos morales, e instrucción directa mediante la simulación ante unos sistemas muy mecánicos que desde entonces habrán tenido que sufrir una costosísima actualización para ser sustituidos por los correspondientes electrónicos. El documental apenas si recoge alguna distracción familiar, asistiendo a un encuentro deportivo o a una comida en la propia base, lo que me ha recordado a la "Casa de solteros" y otras casas que tenía en su mismo recinto una fábrica de una empresa en la que trabajé para las familias de sus cuadros. Encerrona completa.
Fácilmente se pueden enlazar las cuestiones patrióticas con las misiones divinas. La penúltima escena presenta el sermón de un sacerdote en un multitudinario funeral por unos astronautas muertos "para que vivamos todos mejor" y los cánticos posteriores los dirige el mismísimo coronel del centro. La última -previa a la machacona del tráfico de automóviles por las calles internas de la base- al jefe de la base despidiéndose "tras 40 años de servicio" y mencionando la palabra clave de todo el sistema: Disuasión ante los soviéticos, o ante quienes sean.

viernes, 13 de mayo de 2016

Aspen


Siendo un documental sobre el más famoso centro de esquí, "Aspen" (Frederick Wiseman, 1991) empieza de una forma sorprendente: Un encuentro religioso matutino. Una serie de personas, la mayoría sacerdotes, inician una ceremonia religiosa. La siguiente escena nos muestra unos trabajos ganaderos en un valle, para luego, tras ver en el aire unos globos, pasar a la barquilla de uno de ellos, donde presenciamos una ceremonia de boda. Sigue la visión de unas montañas nevadas y sóloentonces empezamos a ver esquiadores evolucionando. Más adelante daremos sentido a ese principio.
La visión de los esquiadores es inicialmente como la de hormigas por parte de un entomólogo, viendo su ajetreo y espíritu gregario. Pero entre toma y toma se van introduciendo escenas sobre cómo ocupan el tiempo de ocio en la ciudad los visitantes, o incluso luego los que viven ahí, ocupándose, supongo, de todos los servicios. Paulatinamente la densidad de escenas de discusiones, sermones o simples comeduras de coco con base supuestamente religiosa va incrementándose, llegándose a la curiosa sensación -¡en una película sobre un centro de esquí!- de un cierto ahogo por tanta presencia de lo divino en las ideas expresadas, por tanta carcundia.
Si alguien quiere verla el próximo martes 17, en que la vuelven a pasar en la Filmoteca, debe ir precavido. Va a entrar, mediante una película en colores, pero con la reducida pantalla casi cuadrada del 16mm, en una inmersión completa sobre las bases ideológicas y de intereses de buena parte de la sociedad norteamericana. Hay que ir con espíritu de estudioso y no desesperarse: eso es lo que hay. Y en 146 minutos para que nos podamos dar cuenta.
(El barbudo de la imagen me dio toda la impresión de que estaba engatusando al incauto de la gorra, con problemas de próstata, haciéndole entrar en toda una ridícula demostración cibernética)

Víctor Érice en la Filmotrca


Ir a escuchar a Víctor Érice siempre está bien, aunque se hayan visto ya las tres películas proyectadas. “Alumbramiento”, “La morte rouge” y “Vidrios partidos” fueron anoche las tres suyas que constituían la sesión escogida para abrir el ciclo “Més enllà del mirall: 10 anys sense Joaquim Jordà”. Aún sin acabar de entender la relación con Jordá, a ver quién desprecia esa u otra excusa para oír de nuevo a Érice hablando de lo que sea tras la proyección de su cine.
No ha decepcionado, claro. Apenas nadie ha abandonado la llenísima sala a la hora del coloquio, y era impresionante el silencio que ocasionaba la atención de tanta gente a sus reflexiones. Al final se ha iniciado un fuerte aplauso de despedida, pero a la que se ha visto que tenía intención de decir algo más, han parado rápidamente los aplausos, para poder oírle unos minutos adicionales. Se ha palpado la admiración existente por todo lo suyo.
Luego, paseando y comentando la jugada con otros asistentes, he explicado que hasta me he sorprendido estando por primera vez en desacuerdo con sus opiniones. Hablaba él de su última película, “Vidrios partidos”, y acababa de señalar que para la preparación del film había grabado una larga serie de entrevistas con antiguos obreros de la fábrica llenas de sinceridad, verdad y emoción, y había filmado también la semi-ruina actual en que se ha convertido esa fábrica textil que fue en su día una de las mayores europeas. Supongo que le tergiversaré, pero al menos le he entendido diciendo que la escritura cinematográfica no consiste en agrupar una serie de testimonios y de tomas como esas, y que, habiéndole servido de base, en su papel de cineasta reescribió y adjudicó un extracto de esas declaraciones a los personajes que aparecen (casi recitando) en el film.
Si creo estar en desacuerdo, aún entendiendo perfectamente su argumentación, es porque el “Vidrios rotos” que me entusiasma empieza precisamente con el acordeonista tocando delante de esa impresionante fotografía mural del comedor de la fábrica, de la que Érice nos acerca una serie de caras llenas de verdad. Y porque daría bastante dinero por ver un montaje suyo con esas imágenes de la decrepitud actual de las instalaciones y esas declaraciones iniciales no pasadas por el cedazo de la interpretación.
Lo que ha acallado los aplausos al final, para ver qué más decía, ha sido su declaración de sentirse partícipe de una cofradía de cineastas situados –no por voluntad propia- en la periferia de la industria. Bendita cofradía.

jueves, 12 de mayo de 2016

La mujer y el monstruo

Tiene, para empezar, un cartel precioso, con varias versiones, que se ha popularizado mucho. Y luego tiene a "la criatura", quien, como no podía ser de otra forma, se enamora de la bella, aunque ésta ni caso, y sólo un gritito por aquí, otro gritito -susto va y susto viene- por allá. Es "La mujer y el monstruo" ("Creature from the Black Lagoon", Jack Arnold, 1954), y la están pasando por TCM estos días, ofreciéndola como "un clásico".

Lo que mejor aguantan son los prolegómenos. Pareja de científicos analizando a las criaturas oceánicas en los años de avance en los estudios interplanetarios. Ella está al tanto hasta de la pausa que han de hacer los submarinistas en su ascensión para aclimatarse al cambio de presión, pero lo mejor es cómo luce sus impolutos shorts blancos con los que también se adentra hasta lo más profundo del Amazonas. Otra escena cumbre es cómo nada despreocupadamente en una ignota laguna, perdida entre la selva. Va con un luminoso bañador también blanco, y ahí es donde parece que atrae al pobre monstruo, que emprende un ballet en las profundidades viéndola evolucionar en la superficie, y está a punto de tocarla por aquello del impulso de acariciarla.

Por lo demás van muriendo los indígenas (en este caso hispanos), que son siempre los primeros prescindibles, se producen los consiguientes celos por la dama (aún antes de la entrada en juego de ese tercer extraordinario competidor) y varias discusiones ante procedimientos no muy éticos de uno de los contendientes, que está sólo para la fama y, ya puestos, el dinero. Se repite, ante el buen juego dado, la escena de las garras del monstruo apareciendo o desapareciendo discretamente, como se repiten hasta hacerse bastante aburridas las evoluciones subacuáticas de todos. Y por el final aparece la escena reproducida en el cartel, que es la que todos estábamos esperando.

Como cosa técnica yo señalaría la presencia de alguna transparencia bastante discreta, no abusar demasiado del cartón piedra y el intento -pronto olvidado- de fomentar el suspense a base de no enseñar por completo a la criatura, e ir mostrando de ella sólo una garra. Claro que pierde efecto la cosa, porque todos hemos visto previamente el póster de la película... En todo caso, cuando aparece de cuerpo entero, te pones a pensar en lo incómodo que debió estar todo el rato el que usaba ese disfraz con una espina dorsal tan retráctil, y pierdes comba.

domingo, 8 de mayo de 2016

En memoria de un día que pasó

Costaba apreciar si esa doble fila yendo a buena y acompasada marcha era de estudiantes, seminaristas, sacerdotes u otra cosa.
Volviendo a las sesiones de Sharunas Bartas de esta semana en la Filmoteca. En la de cortometrajes se pasó su práctica de graduación en la escuela de cine de Moscú, la VGKI.
En ocasiones, si no fuera por las diferencias de paisaje, daría para un corto de graduación de la EOC en los años 60.

"En memoria de un día que pasó" (1990) es un notorio documental sobre la ciudad de Vilnius, envuelta en cierta tristeza profundizada por la música de Vivaldi de su banda sonora. En un contrastado blanco y negro observa con ojos críticos una ciudad como militarizada (los sacerdotes en formación por la acera) o hasta buñueliana (un hombre que se acerca de rodillas a la iglesia, otro sin piernas que accede a un portal en su plataforma rodada gracias a las planchas que acciona con sus manos, otras personas que pululan por un vertedero). También acompaña a un hombre mayor en su ascenso por unas empinadas escaleras para ver cómo abre un teclado y se pone a tocar: Es el campanero y, desde lo que debe ser el campanario apreciamos ahora a la gente (bajo el sonido del concierto de campanas, como toda la banda sonora de la película algo distanciada de las imágenes) en un pequeño espacio ajardinado, invadido por la nieve.
El campanero va a subir a hacer su concierto.

Hemos asistido a la presentación de Bartas observando su ciudad como un entomólogo. Para completar la idea, ya casi con lupa, nos acercamos a los rostros de la gente entre la multitud, que se cruza con un extraño titiritero.
A los sones de las campañas, la evolución de los pájaros por las ramas de los árboles y esta visión en picado, con la gente como si fueran insectos.

Poco que ver con el Sharunas Bartas posterior, pero el documental, con pinta de ser algo más antiguo que lo que es, como se decía de los maletillas o de los alevines que se introducían en el mundo del fútbol, apuntaba maneras.
Imágenes de la actividad de la ciudad buscadas con buen ojo.
La marioneta mostrada entre la gente.

sábado, 7 de mayo de 2016

Freedom

Causa impresión, ya acostumbrado a los paisajes invernales de sus otras películas, ver Esauira y las barcas de su puerto nada más empezar “Freedom” (Sharunas Bartas, 2000) y luego continuar, tras un lance marítimo, con una peregrinación desesperada por toda la desierta costa marroquí. En dos o tres momentos, acompañando la belleza del mar o la arena, aparece una música que convierte la contemplación del film en algo casi religioso.







viernes, 6 de mayo de 2016

Où en êtes-vous, Sharunas Bartas?


Anoche pasaron en la Filmoteca "Où en êtes-vous, Sharunas Bartas?" (Sharunas Bartas, 2016) como inicio de un programa de cortometrajes del realizador lituano. Encargo del Centre Pompidou para su retrospectiva, Bartas se filma en él a sí mismo en alguno de los ambientes de sus rodajes, fumando como los personajes de sus películas, respondiendo a unas preguntas que no oímos, pero que podemos fácilmente intuir. Destripo unas cuantas cosas de las que dice. Quien hizo las preguntas debió notar que no era precisamente la alegría de la huerta, y quiso averiguar por qué. No creo que saliera con una respuesta satisfactoria, pero sí que el cineasta intentó defender su postura.
- "Sí quiero un poco de alegría, como quiero calma, o libertad. Pero es muy difícil..."
- "Nuestra capacidad de comunicar sin palabras es limitada. Si se consigue hacer sentir, no hace falta explicar nada."
- "La tristeza es uno de los sentimientos más claros. No es desesperanza. La alegría, por su parte, es como unos fuegos artificiales: estallan con gran luminaria y estrépito, y enseguida desaparecen."
Va bien para ratificar la personalidad que trasmiten sus películas.