jueves, 31 de marzo de 2022

El Sur y las penalidades


Uno se repite como el ajo, aunque lo va pasando por la sartén, adquiriendo así diferentes tonalidades.
El caso es que en la cabecera de La Charca Literaria aparece hoy un escrito mío surgido viendo hace nada , una vez más, “El Sur”, en plena proyección entre la presentación y el coloquio de una sesión sobre la película que llevé.
Pero es que ya se sabe que se va cambiando y sintiendo según el momento que se atraviesa.
Aquí, el escrito:


 

Antoñito: vuelve a casa




Estoy contento de haber podido ver ahora, gracias al muro de David Perez Merinero, quien a su vez lo ha sacado de otro, “Antoñito, vuelve a casa” (Manuel Revuelta, 1969), que la Filmoteca Española ha puesto a disposición en el enlace de abajo.
Manuel Revuelta fue uno de los temibles “sitgistas”, junto a gente como Antonio Artero, Pedro Costa o Bernardo Fernández. “Mi querido Manolo, el mejor de todos”, recuerdo que me comentaba una connaisseur en 1974, en mi estancia en Madrid para cumplir una de las fases de la mili.
Ahora podemos ver una de las cosas que hacían desde su parapeto de la Escuela Oficial de Cinematografía (la famosa EOC).
El nombre completo del cortometraje ya es impagable: “Antoñito, vuelve a casa. Papá te quiere y te comprende. Mamá”. Es un cuento sobre la represión. La múltiple que sufre el niño y luego personaje interpretado por Mario Pardo: sexual, política, religiosa y social. Una represión de la que no se podía hablar en las películas, como no fuera en las prácticas de esa campana de cristal aislada que era la EOC, donde Revuelta veo que era entonces alumno de tercer curso.
Divertido ver aparecer en una jaula del Zoo de la Casa de Campo de Madrid à Victor Érice aleccionando a las masas, entre otras muchas cosas.
El enlace:





 

miércoles, 30 de marzo de 2022

Julieta Serrano pregonera




Que te llame Julieta Serrano -con lo que yo la quiero- diciéndote que viene a Barcelona y que nos envía una invitación a una comida -por mucho que sea “a peu dret”- preparada por el gremio de la restauración, tiene su qué.
Es porque venía a hacer el pregón de las fiestas de Santa Eulalia, este año con retraso y con salto el año pasado, porque la pandemia estuvo poniendo palos a la rueda.
El acto -y la comida- han sido hoy, en el Born, con la presencia de gente de todos los partidos -dos de ellos se han incrustado en la tribuna- y mucha de esa gente del mundo de la cultura y espectáculos, con lo que vagamente te iba sonando una u otra cara de actores del teatro o, mayormente, de los que salían por series de la tele.
Julieta Serrano, ovacionada a base de bien, ha basado su discurso en sus recuerdos personales en relación con Barcelona, desde su infancia en el Poble Sec -con el paréntesis de la guerra, que pasó en una masía de su familia, cerca de Valencia, guardando el recuerdo de la entrada de los soldados del bando nacional en la ciudad-, su inicial papel de Doña Inés a los trece años (con “cara de bleda”, ha especificado) en el Juan Tenorio representado en un grupo de aficionados de su barrio, sus inicios -y continuaciones- de teatro profesional -primero infantil- con Nuria Espert y las ocasiones en las que, ya residente en Madrid, volvía a Barcelona.
Ha acabado, la emoción embargándola y entre largos y sonoros aplausos, diciendo que tiene la intención de vivir muchos años y que desearía que la gente la siga recordando con cariño. Un cariño que, desde luego, se ha notado en la sala, en la que hemos oído comentar aprobatoriamente, a unos y a otros, lo especial que es esta mujer y como se hace querer.
En cuanto a la comida, que así, en pequeños pedazos en general muy buenos, se llega a comer mucho más. Y que así no hay quien adelgace.





 

Mémoires d’un fils à papa


Mientras que en Estados Unidos, por ejemplo, está situado en el Olimpo de los directores de documentales, por aquí se le considera un bicho raro, seguramente por lo poco vistas que han sido sus películas. De hecho, diría que la única que se ha estrenado por aquí es “Hotel Terminus”, que tiene cosas que me entusiasman… pero he visto en este libro recién leído (“Mémoires d’un fils à papa”, Calmann-Levy, 2014) que es una de sus películas a las que no tiene ninguna simpatía. Recuerdo haber visto adicionalmente casi sólo, en el Institut Français, la más monumental aún “Le chagrin et la pitié”. En la sesión -recuerdo ahora- me encontré con Francesc Vicens, que la había visto en Francia y repetía, entusiasmado, visión: me dijo divertido que era la única persona a la que pensaba encontrar ahí, pero de hecho era a él a quien le iba como anillo al dedo la película.
La justificación que da para haber escrito el libro es inapelable. Comenta que fue uno de los últimos amigos de François Truffaut en verlo con vida, ya muy enfermo, en su casa. Lo recibió en pijama, se rieron mucho recordando cosas y, para despedirlo, se levantó y le acompañó hasta la puerta. Su última frase fue para que le prometiera que escribiría sus memorias…
Son unas memorias extrañísimas. Como tenía previsto, en parte están hechas para ajustar cuentas con unos cuantos, con los que tiene frases de ensañamiento, sí bien el primero al que pone en la picota es a sí mismo.
En toda una primera parte habla mucho de sus padres, el gran Max Ophuls (Oppenheimer de nacimiento) y la mujer -antigua actriz- de éste. Esta parte es sumamente útil, sobre todo, para conocer la enorme cantidad de películas que Max Ophuls hizo, al margen de sus grandes obras por todos conocidas, en el periodo de su marcha de Alemania, cuando efectuó un retorcido itinerario por varios países europeos… hasta acabar en Estados Unidos.
Muestra su admiración por el cineasta y la persona que era su padre, pero no oculta cómo despilfarraba el dinero, arruinándose una y otra vez y sus numerosas aventuras amorosas. Claro que después hace lo mismo con su madre… y con si mismo, aún defendiendo a capa y espada a su mujer Regine.
Cuando en el libro ya no actúa como testigo de las actividades de su padre, sino de las suyas propias, te das cuenta de lo repleta que tubo siempre la agenda, entre amigos de su padre y propios, que le permitió trabajar para todas las televisiones del mundo occidental. Sus pugnas por conseguir el presupuesto necesario para cubrir sus ideas y luego para que fuera respetada por completo la obra realizada estuvieron a la orden del día.
Todo el libro parece estar escrito en dos momentos, sirviendo el segundo para rellenar cantidad de extensas notas (a veces más que la propia página a la que complementan información) en las que tanto aprovecha para relatar jocosamente el affaire que mantuvo durante seis semanas con su montadora como para hablar del sitio concreto en el que murió la Thatcher.
He ido a mirar por internet y Marcel Ophuls, que dice haber escrito el libro ayudado por su nieto a los 84 años, tiene ahora 94.


 

lunes, 28 de marzo de 2022

Gunga Din

En la escaramuza.

Ofreciendo el correspondiente informe.

A la izquierda, Gunga Din.

En medio de la escaramuza inicial he mirado -esto de la tele y del internet ya no dejan ni ver las películas como se debe- dónde estaba rodada, porque aparecía un típico pueblo turístico así como ibicenco, es verdad que con una sierra rocosa detrás poco acorde con Ibiza o Almería (que no había sido aún descubierta para estos menesteres).
Antes de que la escondan en algún sitio vedado, le recorten sus toques políticamente incorrectos que la inundan o cambien al actor de cara pintarrajeada por un aborigen infográfico, me he recetado para esta sobremesa “Gunga Din” (George Stevens, 1939).
Sus combates y peleas, aunque frecuentemente letales, están filmados como números circenses, a cámara lenta para que resulten ligeramente acelerados en su proyección, y todo resulta bastante similar a los cómics de aventuras (más que de hazañas bélicas).
Cary Grant, Victor McLaglen y Douglas Fairbanks Jr. hacen de los tres sargentos británicos en un regimiento de la India Británica. Los dos primeros, sobre todo, se encargan de las payasadas, si bien se ha de decir que ver la cara de satisfacción que pone Cary Grant mientras oye el ruido del jarabe para elefante que está vaciando en el ponche de una fiesta no tiene precio.
Los aventureros regresan algo maltrechos al cuartel, donde les reciben las gaitas escocesas y la marcialidad y desfiles de miles de soldados en formación, lo que nos deja ver que estas insurrecciones no acabarán nunca con el dominio del Imperio Británico.
La prueba de fuego es el enfrentamiento con los fanáticos asesinos adoradores de la diosa Kali, quienes, en su perfecto inglés de Cambridge, dan cuerpo a la trama de la película, en la que un famoso periodista que quizás se haga famoso escritor toma nota de todo. Posiblemente nos llegue la historia gracias a su pluma.


Con uno delos secuaces del líder de los adoradores de Kali.

Son tan fugaces sus apariciones en una película eminentemente masculina, que no me había fijado que era Joan Fontaine la que hacía de novia de uno de los sargentos.

 

domingo, 27 de marzo de 2022

Claude Chabrol en Ombres Mestres


Cuelgo una tercera y última propaganda pormenorizando de qué va la sesión de Ombres Mestres del próximo martes 29 (como siempre, a las 18h en punto en la sede de los ingenieros, Vía Laietana 39) que organizamos en el Cineclub Associació d’Enginyers y luego ya dejo tranquilo por un buen periodo.
Hemos estado volviendo a ver todo lo que hemos podido de Claude Chabrol (aún sin lograr hacerlo con muchos de sus 56 largometrajes y no hablemos de sus rodajes para televisión y otras muchas hierbas), leyendo cosas suyas y sobre él (y fundamentalmente la monumental biografía de Antoine de Baecque) y ahora nuestra voluntad es, en las dos horas de sesión, dar cuenta de parte de lo que queda fijado de todo eso.
Veremos cómo organiza muchos de sus inicios de películas, espero que sonreiremos con alguna de sus evidentes mofas de la autoridad, abriremos la boca ante alguna proeza de su narrativa cinematográfica, visualizaremos algún trozo de los films que concibió pensando en que tuvieran un determinado color como leitmotiv, nos familiarizaremos con varios de sus actores y característicos más habituales y, por supuesto, nos detendremos a observar alguna de sus numerosas escenas de comida que tienen en familia o con amigos, tan representativas de las formas burguesas del siglo XX, los personajes de sus películas.
Si con todo ello y alguna cosa más no sacaremos el vademécum completo de Chabrol, por lo menos espero que sí nos acerquemos a muchas de sus cosas y, desde luego, lo pasemos bien regresando a lo que pensó para nosotros.
Los detalles operativos, en este enlace:


 

A brighter summer day


“Yi Yi” (2000) fue, creo, la única película de Edward Yang que se estrenó por aquí. Pudo dar a entender a los que la vieron entonces o más tarde, en algún pase posterior que hubo pese a su larguísima duración (cerca de tres horas) hasta en televisión, que realmente lo que se decía elogiosamente del cine de Taiwán tenía consistencia.
La plataforma Mubi dejó ver hace poco también su “Terrorist” (1988), confirmando las sospechas de encontrarnos ante un gran realizador.
En la extraordinaria tienda Potemkine de Paris compré recientemente, entre otros, el DVD de “A brighter summer day”, que he visto ahora, y la solidez de esta película no deja ya ninguna duda sobre la potencia del soplo de aire fresco -¡qué rabia que fuera tan efímero!- que supuso Edward Yang para el cine universal.
Ambientada alrededor de 1960 en la isla en la que se confinó la China Nacionalista tras la victoria de los comunistas en el continente, la película es un prodigio de realización. Pocas como ella juegan con el sonido, las acciones en segundo término, los elegantes movimientos de cámara, encuadres y excelente fotografía para retratar magistralmente un ambiente mientras nos ofrece un tenso relato.
Las tanquetas del ejército, los ejercicios prácticos militares, los ensordecedores sonidos de aviones, cruzándose, siempre presentes como fondo de las acciones de los protagonistas, nos habla de un tiempo con un miedo bélico total, mientras que sobre todo una larga secuencia posterior nos hablará de la losa que representó la dictadura que se estableció en la isla de Taiwán durante toda esa época, envuelta -como dejan ver escenas picoteadas por aquí y por ahí- en corruptelas institucionalizadas varias. El quizás protagonista máximo, Xiao S’ir, estudia en un colegio, por si no quedase ya todo suficientemente claro, en el que las actividades se desarrollan como si de un estamento militar se tratase, yendo todos los alumnos vestidos con uniformes militares.
Un letrero inicial nos explica que, preocupados por la gran amenaza bélica, sin olvidar su Shanghai o sus emplazamientos de origen, los padres de esa generación dejaron sin vigilancia a unos hijos, que, además de quedarse abducidos por la música y costumbres norteamericanos (el rock, el cine, los deportes, la ropa,…), se encuadraron en bandas rivales con consecuencias, en ocasiones, dramáticas. De eso va fundamentalmente la película servida de una forma tan cuidada.
Un acierto la compra del DVD, pues. Se trata de un conjunto de dos discos (para abarcar las cuatro horas que dura el film), el primero de ellos con el extra de una entrevista al que es seguramente el mayor defensor en Occidente del cine de Yang, Jean Michel Frodon, y el único inconveniente de disponer de unos subtítulos que traducen el percutante idioma original con un argot francés que me ha sumado en bastantes ocasiones en serias confusiones.


 

viernes, 25 de marzo de 2022

Volver a Viridiana


Todos la habrán visto, pero siempre, en una nueva visión, se saca algo insospechado. Por eso, si alguien quiere ir ahora a las cocheras de Sants, presentaré y luego intentaré llevar el coloquio de esa película a la que Buñuel inicialmente pensó bajo el título de “La belleza del cuerpo”. Entrada libre, oigan.


 

jueves, 24 de marzo de 2022

Sherlock Holmes en Washington

La magnífica imagen de apertura.

Y sus sombras bajo los títulos de crédito.

Por malas que sean, siempre vale la pena ver una película de las aventuras de Sherlock Holmes de la serie dirigida por William Neill los años 40, aunque sólo sea por esa entradilla con las dos siluetas, las de S. H. (Basil Rathbone) y el Dr. Watson (Nigel Bruce) y, a continuación, sus sombras mientras caminan, sobreimpresionadas por su título.
Pero es que, además, anoche “Sherlock Holmes en Washington” (1943) me pareció que hacía méritos para ser una de las más atractivas.
Tiene todo un largo preámbulo (el detective y su amigo no aparecen hasta pasados más de 12 minutos de película, lo que dado lo limitado del metraje es mucho) con una serie de alicientes, siguiendo el viaje en avión hasta Nueva York y luego de ahí en tren de unos misteriosos personajes, pero con imágenes tan curiosas como collage de sobreimpresiones y todo.
Cuando por fin aparece, Sherlock Holmes (Rathbone) presenta más cara de loco que nunca y Watson resulta, profundizando en su personaje de despreocupado y bastante descerebrado, muy gracioso, propiciando las deducciones del detective, alguna muy bien urdida.
La trama sigue entonces el mismo esquema que otras de la serie: un alto cargo gubernamental acude al despacho de SH para solicitar su ayuda. Para resolver el caso debe desplazarse a los Estados Unidos, lo que da, además de unas cuantas imágenes documentales desde el cielo (luego convertidas en transparencias), para que Watson, hilarante, habiendo leído un libro sobre el tema, profundice y practique la vida y usos norteamericanos: Flash Gordon, frases coloquiales, el chicle.
Por el final, yendo hacia la resolución del caso, vuelven a aparecer, pero esta vez tomados directamente, no en sombras, los pasos de la pareja en una muy efectiva escena y todo se remata con una frase final de apoyo a la democracia y a la colaboración británico/norteamericana que, confirmando el aspecto previo de ambiente de guerra fría con sus espías, nos recuerda que estamos en 1943.
Está en Filmin.


S. H. con un peinado que le acentúa su cara de loco y explicando nada más aparecer una de sus magníficas deducciones, que han ocasionado el asombro de Watson.

NY desde el avión a hélice.

Y una transparencia.

 

lunes, 21 de marzo de 2022

Karl Valentin según Ophuls


 

Al empezar la lectura de “Mémoires d’un fils à papa” (Marcel Ophuls, 1934, otro de esos libros encontrados yendo recientemente por librerías por París), que en su inicio es una detallada explicación sobre la vida (resultó ser un gran mujeriego) y la obra de su padre, el gran Max Ophuls.
Como Max Ophuls empezó haciendo alguna película con el clown y actor de cabaret Karl Valentín, aporta esta anécdota para caracterizarlo:
 
“Al principio del III Reich, Valentin aparecía cada noche en el pequeño escenario de un cabaret. Un día, al levantarse la cortina, levantó la mano y dijo: ‘Heil… ¡Mierda, he olvidado su nombre!’ Fue arrestado y enviado a un campo de concentración durante un mes o dos. A su regreso, volvió a levantarse la cortina y Valentin entró en el escenario levantando el brazo y gritando: ‘Heil Hitler! Ya ven: me acuerdo del nombre.”

Luna de miel

Te la ponen en bandeja y no puedes dejarla escapar. La noche del sábado pasaron por TVE “Luna de miel” (1959), nada menos que del gran Michael Powell.
 
La emoción se enfría bastante al ver que va con el bailarín Antonio de protagonista, pues es la película española de Powell, aunque a esto último nadie le negará un cierto morbo, acrecentando las ganas de ver en qué paró la cosa.
 
Me imagino, perezoso de consultarlo por aqui o por allá, cómo fue su gestación: Antonio debía haber visto “Los cuentos de Hoffmann” o quizás mejor la previa “Las zapatillas rojas”, con Ludmilla Tcherina, y pensó que ahí tenía un buen nombre para dirigir y una actriz para interpretar la película con él de estrella, “de calidad internacional”.y hasta me imagino que algo debió tener que ver Edgar Neville para contactar con Powell, pues por algo aparece haciendo un cameo en la película. El guión lo firman Powell y Luis Escobar y la música Mikis Teodorakis. Todo de campanillas, pues.
 
Los ballets qué queréis que os diga, si no soporto ni las dos películas citadas de Michael Powell por ellos, aunque recuerden en ciertos de sus decorados y en general en su color películas del británico, como “Narciso negro”: para mí un tostón. Pero lo que no son ballets ni sueños, centrado en el recorrido por las zonas turísticas de Madrid, Toledo, Córdoba, Granada y algún pueblo con castillo incorporado por los que van los adinerados anglosajones recién casados, con alusiones a las carreteras españolas -“hay que combinar lo arduo con lo fácil”-, una gozada.
 
Y no se os preocupéis ustedes que, habiendo sido realizada en la España de 1959, el adulterio (la trama va de una actualización de Los amantes de Teruel) queda sólo en lo onírico.



 

domingo, 20 de marzo de 2022

Ombres Mestres: Homenatges, Inspiracions i/o copies


 

Nueva tanda de publicidad no encubierta, porque el martes que viene, a las 18h en punto, tenemos previsto iniciar en el Cineclub Associació d’Enginyers (Vía Laietana, 39) la segunda sesión del X Ciclo de Ombres Mestres.
 
En esta ocasión hemos escogido un tema tan amplio como la historia del cine. Hemos ido picoteando por aquí y por allá para encontrar escenas que hablen de “Homenatges, inspiracions i/o copies”. Es decir: lo que todo el cine ha practicado desde su aparición.
 
Muy contentos si alguien se suma a la fiesta. Detalles en este enlace, donde se puede reservar plaza:

 

J'ai oublié


 

Con grandes agujeros de desconocimiento sobre lo que hizo al principio, antes de Rivette, La Vallée y La Salamandra y en teatro durante los últimos años, este librito me ha gustado especialmente por situarme sus inicios rompedores en los años 60, con un grupo dirigido por Marc’O en el que había gente como Pierre Clementi, o donde salen amigos frecuentados muchas noches, como Jane Eustache.
 
El “He olvidado” del título lo repite continuamente cuando inicia un tema, quizás intentando una musicalidad del conjunto como la que lograba con sus cosas Marguerite Duras, al parecer gran amiga suya (como parece que también fue Bernardette Lafont)…hasta que un día dejó de hablarle.
 
Volviendo hace poco de París, habiendo visto los edificios de Truffaut y Rohmer en la rue Pierre Ier de Serbie, me alegro de completar un poco más esa geografía parisina colocando ahí también la vivienda y no sólo la oficina de Barbet Schroeder y Bulle Ogier. Y hasta, durante una buena época, más vecinos, como Jean-Luc Godard y Anne-Marie Mieville.
 
Espectacular el relato del ligue con Barbet Schroeder y la propuesta de éste que la llevó, apenas conociéndolo, a Borneo. Y su constante frecuentación de M. Duras o Madeleine Renaud. También bien marcada la relación con su madre, que quiere ver muy parecida a la de ella con su hija Pascal, cuya sombra va apareciendo de tanto en tanto por todo el libro, hasta que finalmente le dedica un buen espacio mientras señala que sólo dedicándose a fondo como actriz ha podido vivir las consecuencias de su prematura muerte.
 
Libro aparentemente despreocupado, a la vez que semiolvidadizo y sorprendido de recuerdos que surgen, de no ser por esas pinceladas dedicadas a Pascale que en seguida nos resitúan y porque, como quien no quiere la cosa, nos relata cómo fue violada en un par de ocasiones, sin que lo hubiera explicado a nadie antes.

sábado, 19 de marzo de 2022

Le crabe-tambour



Extraña atracción la que provoca “Le crabe-tambour” (Pierre Schoendoerferr, 1977), que puede verse en Netflix.
 
Está compuesta por la representación de los diferentes relatos, todos con aire de leyenda, que van explicándose entre sí los personajes principales, enrolados en una fragata francesa, sobre otro personaje, cuyo mote da nombre al film, que adquirió su carácter mítico en Indochina.
 
Poco importa que tanto Jean Rochefort como Claude Rich o Jacques Dufilho me choquen por completo con los papeles que se quiere que encarnen y, para mí, no peguen entre sí ni con cola. 
 
Siguiendo uno u otro relato, o entre uno y el siguiente, vemos a los marineros subiendo un río sin calado o enfrentados a un violento mar, cuando no cruzando los helados mares de Terranova. Y aunque sea solo por ver la fragata por dentro o la impresionante rotura de los hielos en su avance, ya valdría la pena ver el film.
 
En una escala por la zona de Terranova aparece Aurora Clement, remitiéndote, de forma inmediata, al personaje perdido en la versión que se estrenó en su día de “Apocalipsis Now”. ¿Por qué no? También sucedía remontando el Mékong, yendo hacia el corazón de las tinieblas.




 

viernes, 18 de marzo de 2022

Crépuscule colonial





Fue hace no tanto tiempo, con lo que quienes lo vivieron de niños o jóvenes siguen, en buena parte, aún vivos. A esa circunstancia saca un enorme provecho la serie de seis capítulos “La guerra de Argelia” (“En guerre(s) pour l’Algerie”, Rafael Lewandowski, 2022), de la que acabo de ver en Arte (enlace abajo) un primer capítulo, “El crepúsculo del imperio” (“Crépuscule colonial”), que me ha convencido por completo.
 
Las voces a las que se recurre son, en este caso, numerosas y variadas, en todo caso con el denominador común de tratarse de gente que se expresan -ya sea en francés mayoritariamente, en árabe o en alguna variedad bereber- muy bien, tocando un tema que tienen enormemente interiorizado.
En este primer capítulo se parte de la explicación, como siempre desde diversos puntos de vista, de la situación de los primeros años 50, con las primeras alarmas -en forma de atentados- detectadas en el sistema colonial francés, absolutamente consolidado. Todas las explicaciones -dichas en entrevistas directas a la cámara- se apoyan también en filmaciones -la mayoría amateurs- de la época que son una auténtica delicia.
 



El ministro del interior, François Mitterrand, en una visita a Argelia tras una serie de atentados, en 1954.
 

jueves, 17 de marzo de 2022

Of time and the city




La cortina roja de un potente y clásico teatro se abre y empezamos a ver las imágenes del recuerdo de “Of time and the city” (Terence Davies, 2008; en Filmin y YouTuve: enlace abajo).
 
Evocación de las antiguas glorias, poema elegíaco narrado no sé si por el mismo Davies, pero en cualquier caso contando su experiencia personal y sentimientos compartidos con sus coetáneos, la película esta constituida por el montaje de secuencias documentales de todo tipo, suponiendo una mirada a veces enternecida, otras derrotista, casi siempre nostálgica, de la Gran Bretaña y sobre todo del Liverpool de su infancia y juventud.