jueves, 30 de junio de 2022

Hearts of darkness: a filmmaker’s apocalypse


Tomemos del cartelito inicial de “Corazones en tinieblas” (“Hearts of darkness: a filmmaker’s apocalypse”, Fax Bahr, Eleonor Coppola, George Hickenlooper, 1991; en Mubi y Filmin) y pensemos que ahí está todo.
En él se dice que Eleonor Coppola, la mujer del director, que lo acompañó en su estancia en Filipinas durante el rodaje del film sobre la guerra de Vietnam basado en “El corazón de las tinieblas”, de Conrad, llevó en todo ese largo periodo de rodaje un diario y efectuó, “para su disfrute y memoria personal”, una serie de entrevistas filmadas con Coppola y el resto del equipo. La película, completada con entrevistas posteriores y secuencias del film, estaría constituida básicamente por ese material.
Así, sabríamos que la pareja había llegado a Filipinas con sus tres hijos, que Sofía expresó que era como estar en la Jungla de Disneyland, que, envalentonados por la baratura de la mano de obra local, se pusieron a construir un templo en medio de la selva, a base de bloques de adobe de 140 Kg, o que Francis Ford Coppola llegó a un acuerdo con Marcos por el que dispuso de toda la flota de helicópteros del ejército filipino,…
Pero también que el viaje al corazón de la selva que había vuelto loco a Kurtz en el libro de Conrad y a los que ascendían por el río en su búsqueda, también iba volviendo locos (“insane”) a sus diferentes creadores e intérpretes, y que era ese mismo proceso el que iba aportando sustancia a la película en rodaje.
También hay, no obstante, otra posibilidad: pensar todo el documental como un método suplementario de añadir material a la visión mítica del rodaje de “Apocalypse Now”.




 

miércoles, 29 de junio de 2022

Antonio Vega. Tu voz entre otras mil


Pues yo también he visto “Antonio Vega. Tu voz entre otras mil” (Paloma Concejero, 2014; grabada en La 2).
Pero la he afrontado desde una postura inusual: el de una casi completa ignorancia sobre el personaje y su obra.
Desde esa postura he comprobado el poder, la fuerza de las películas familiares que trufan la parte inicial del documental, acompañando, entre otros, los recuerdos de su madre. Luego he presenciado un momento algo bochornoso en el que unos pocos allegados se lanzan unos a otros la acusación de haber sido los causantes del inicio en los dramáticos destrozos en él de la heroína. Por fin, declaraciones de unos y otros que, junto con la grabación de alguna actuación suya, van dibujando la vida fugaz de una estrella (rota), tremendamente popular.


De críos.

Madre

Hermano

 

lunes, 27 de junio de 2022

Similitudes entre Pialat y Eustache

Jean Yanne (en el papel de Maurice Pialat) y Marlene Jobert (en el papel de Colette). Y rodando en los espacios de la memoria de su relación.

Es curioso ver ciertas similitudes entre dos de los cineastas que más me emocionan, que más me llegan.
En el Diccionario Pialat Antoine de Baecque dice de los rodajes de este cineasta lo mismo que dicen sus colaboradores de los rodajes de Jean Eustache.
En la entrada dedicada a Colette (amante de Pialat durante seis años, mientras estaba casado con su primera mujer, Micheline) señala que su relación dio lugar a una novela y una película, “Nous ne vieillirons pas ensemble”. Marlene Jobert tendrá en la película el papel que corresponde a Colette. Dice De Baecque:
“Lleva tan lejos la identificación que sueña con llamar al personaje femenino por el mismo nombre de Colette y hacer interpretar a Micheline su propio papel (será finalmente Macha Méril). (…) Pero durante el rodaje Pialat tenderá a rodar en las mismas habitaciones de los mismos hoteles donde estuvieron unos años antes”.
Exactamente lo que puede decirse de emplazamientos de la cámara muy precisos que, para extrañeza de su equipo, quería Jean Eustache para el rodaje de “Mes petites amoureuses” porque los guardaba en su recuerdo de adolescente o, no digamos, el completo lío de encarnaciones encadenadas que es en realidad la ahora felizmente resucitada “La maman et la putain”.


Me parece que la escena era en Marsella, pero evocaba el rodaje en Istanbul de uno de los cortos que Pialat, con Colette, hizo.

 

domingo, 26 de junio de 2022

La noche del demonio


Unas letras deshilachadas en todos los iniciales títulos de crédito de “La noche del demonio” (Jacques Tourneur, 1957) nos avisan que estamos ante una película de género fantástico, si no de terror.
Por si fuera poco, la primera escena hace aparecer un enorme -terrorífico de tan feo- diablo. Eso da pie a que todo lo que sigue nos resulte en comparación, pese a sus pequeños toques fantásticos, extremadamente “real”.
Dana Andrews llega en un avión a Inglaterra, para participar en un congreso de parapsicología. Él aporta la figura del científico escéptico, que encuentra causas racionales a todo tipo de fenómenos. Pero la dramática desaparición del profesor tío de la rubia con la que ha coincidido en el avión y las múltiples amenazas que va recibiendo durante sus investigaciones le van haciendo entrar dudas en esta pugna entre la incredulidad y la creencia en lo sobrenatural que es la película, que se deja seguir con un interés que recuerda el suscitado por obras maestras del género dirigidas también por el hijo de Maurice Tourneur, como “La mujer pantera”, “Yo anduve como un zombie” o “Retorno al pasado”.


 

La barba de Pialat

 En “Le dictionnaire Eustache” (posterior, pero que leí antes), Remi Fontanel cubría la entrada “Barba”. En ella, mencionaba el momento en que Eustache, como hizo también Pialat, se dejó la barba, y lo que venía a significar sobre su estado vital (decía que era signo claro de un abandono personal, que se confirmó luego por tantas cosas). Le compré la idea, que se me quedó grabada.


Ahora, en “Le dictionnaire Pialat” veo que Fontanel se encargó de la misma entrada. Como decía en el otro, el dejarse la barba en Pialat -entre “Loulou” (1981) y “À nos amours” (1983), a la mitad de una carrera cinematográfica iniciada tardíamente, no significaba, como en el caso de Eustache, dejadez, sino que marcaba el paso del tiempo, de una edad a otra, el paso al “periodo artístico adulto”:


“ ‘Cuando la barba empieza a empujar, un hombre nace’, nos recuerda el proverbio. Si Pialat se convierte en un hombre, comprende sobre todo que se ha vuelto viejo. Y la barba tan característica del ‘personaje Pialat”, designa esta toma de conciencia”.


Y sigue: “À nos amours, en la que interpreta al padre de Suzanne, cuenta también la relación entre un anciano cuya vida ya no está por hacer y su hija, que a su vez tiene todo el  porvenir delante suyo.”


“Es sin duda posible leer a Pialat de la misma forma que ciertos expertos estudian la vida de Van Gogh, analizando sus autorretratos con y sin barba”.




La mujer en la luna



Como es una de esas piezas de la historia del cine, me atrevo a dejarlo dicho aquí: Me ha parecido larga, larga (lo es: casi tres horas), muy cansina, “La mujer en la luna” (Fritz Lang, 1929), que he podido ver por vez primera en condiciones en copia restaurada que grabé en el canal Clásicos de Movistar casi cuando empezó y parecía que realmente se iba a dedicar a proyectar clásicos de cine (ahora veo que está también en Filmin).
Contiene un malvado, bien engominado, que realmente es digno de Lang, de la misma forma que se degusta algún fotograma realmente bello, pero se me ha hecho muy cuesta arriba aguantar todo el metraje, quizás sólo incitado su seguimiento por el duelo de dos rivales por la chica -la misma de “Spione”-, de la que salen en el film imágenes angelicales.





 

viernes, 24 de junio de 2022

Le dictionnaire Pialat


Esto de llevar el nombre que llevo compruebo comporta unos méritos que me han hecho acreedor hoy de un magnífico regalo. Hecho a la imagen de los magníficos dedicados a François Truffaut y Jean Eustache, este diccionario Pialat, con esta fotografía en su tapa que asusta de veras, ya creía que nunca caería en mis manos.
Imposible su compra vía librerías de por aquí y francesas -agotado en origen-, ya veía que debería acabar probando vía Amazon, cosa que evito. Me lo han comprado vía la web de las bibliotecas francesas, de segunda mano pero en buen estado, con un código de barras frontal tachado a rotulador y la pegatina de clasificación de la biblioteca en su lomo. Precio, me dicen, casi tan caro, eso sí, como el desconsiderado que marcan en Amazon, que es una empresa que juega en la liga de lo de la oferta y la demanda, como se demostrará cuando tenga el monopolio.
Conclusión: en las bibliotecas francesas también se deshacen de sus fondos, aunque se trate de libros descatalogados, como éste. Buscando negocio, además.
Y ahora ya sólo picoteo un poco la introducción del libro que escribió De Baecque:
“Maurice Pialat no era un tipo cómodo. Se hizo célebre por sus cóleras, sus gruñidos, su acidez. Pero esta bilis negra era fecunda…”
¡Qué ganas le tengo!


 

jueves, 23 de junio de 2022

El último aviador




¿Quién iba a decir que la última película de Paco Betriu, el de “Gente de Mesón”, “Corazón solitario” o “Furia española”, sería “El último aviador”(2019)?
Viendo el documental nos enteramos de que cuatro promociones de jóvenes fueron durante la guerra civil a la escuela de aviación de Kirovabad (Azerbaiyán). Allí asistieron durante ocho meses a un curso que estaba en realidad programado para cuatro años, para poder combatir con la aviación republicana.
Los primeros pudieron incorporarse rápidamente para combatir, pero los demás se quedaron, finalizada la guerra, en un limbo de lo más complejo. Hubo quienes participaron con el ejército ruso durante la invasión alemana, pero bastantes otros fueron a parar al tristemente famoso Gulag. En el famoso recibimiento del Semínaris en el puerto de barcelona se agasajó, entre otros muchos, a varios.
En la película hablan historiadores y se entrevista a unos pocos de estos aviadores, pero especialmente, con la ayuda de su hijo, al de la primera foto, que fue el último en fallecer, en 2017, a los 98 años, con lo que pudo decir sin miedo que se trataba de “Él último aviador”.




 

miércoles, 22 de junio de 2022

Carteles de cine de Josep Renau


Los col.lages y carteles de Josep Renau siempre están bien, pero la verdad es que no me sentía muy atraído por “Josep Renau y el tiempo de las imágenes”, la exposición que estará en la Diputació de Valencia hasta el próximo 10 de julio (pero con unos horarios muy caprichosos: parece que sólo abre los fines de semana). No me atraía especialmente por haber visto mucho sus cosas, la última vez en el Born de Barcelona.
Como, no obstante, tenía que hacer tiempo hasta la hora de una cita y pensé que ahí se estaría de lo más fresco, subí a la primera planta del edificio.
Fue un acierto doble: por la gloriosa temperatura de la sala y por lo agradable de la exposición, que pasa un poco por todos sus temas, pero se centra en aspectos muy coloristas, como los de sus carteles de cine. Un par de ejemplos.



 

No intenso agora

La alegría mostrada por esta chica y en general perseguida por los manifestantes del mayo del 68 se contrapone con la Gaité, la estación de metro en la que se suicidó, poco después, uno de los líderes del movimiento.

La diferente altura previa abolida entre el profesorado y los alumnos. También se analizaba la existente entre obreros y estudiantes.


“No intenso agora” (Joao Moreira Salles, 2017; en Filmin) retoma films grabados durante mayo del 68, la represión de la Primavera de Praga o un viaje a la China de la revolución cultural y reflexiona, a agua pasada, sobre ellos.
Así, ahora la mirada se fija en que el viaje de Cohn-Bendit a Alemania fue pagada por Paris Match, que quería hacerle fotos; en lo belicosos de los escritos en caracteres chinos que dominaban los circuitos efectuados por la China o en la enorme manifestación a favor de De Gaulle tras la aparición de su mensaje a la nación.
Un cierto sentimiento entre nostálgico y de falta de esperanza para con el mundo te acaba embargando.


El tour efectuado por la China revolucionaria.

La madre del cineasta que, en vez de fijarse en la manipulación brutal de los niños, se fija en la dulzura del movimiento de sus manos.

Agosto 1968. Praga. Gente que sale a la calle y rueda con lo único que tiene, su cámara.

Decía la leyenda que fue un estudiante, al que se le puso un nombre y todo, quien vio que al sacar los adoquines de la calle, debajo había arena. No desentraño, para no acabar rompiendo por completo las ilusiones, cuál es la segunda explicación -y la más verosímil- de las formas en que se pergeñó el famoso slogan. También van acompañadas de nombres.



 

martes, 21 de junio de 2022

L’hirondelle et la mésange


En el cartel de la restauración de “L’hirondelle et la mésange” (André Antoine, 1920; en Henri Cinematheque) se explica que la película no se estrenó en cines. Su distribuidor, sorprendido por el carácter documental de la cinta, lo evitó. No fue hasta 1987 que fue descubierta y restaurada una copia.
Por eso el Diccionario de Cine de Georges Sadoul, que dedica mucho espacio a hablar de este director teatral que intentó sacar en el cine el máximo de sus posibilidades cinematográficas en la puesta en escena, habla del film, que trata de inédito, pero hasta confunde su título, cambiando “hirondelle” por “alouette”.
Historia de un par de barcazas gemelas, de esos nombres, basta ahora con ver su “travesía de Gante”, mostrada en el film, para comprobar, una vez más, la enorme capacidad de sorpresa que aún puede darse en la historia del cine.
Si no pasó nunca por una sala de cine, ¿tuvo aún así ocasión de verla Jean Vigo, dando así pie a su “L’Atalante”?





 

viernes, 17 de junio de 2022

Naufragio


Mubi colgó ayer “Naufragio” (1978) y como se trata de un film de Jaime Humberto Hermosillo, director mexicano que suele recomendar José Luis Márquez y que voy viendo a medida que lo voy conociendo que suele hacer narraciones de interés, acudo raudo a verlo.
En este caso, doble o triple garantía, se trata de un guión de José de la Colina (por aquí conocido sobre todo por sus entrevistas con Buñuel) e inspirado en un relato de Joseph Conrad (de cuyo “Lord Jim” se pasea su portada varias veces por el film).
Y aporta una serie de cosas de interés, empezando por ese vuelo inicial en helicóptero alrededor de unos populosos bloques de viviendas, que resulta ser un sueño, pero es un episodio onírico que curiosamente, como todo el film, está muy impregnado de realidad.
Visto desde este lado del Atlántico, una ficción tan elaborada tiene, en cambio, aspectos documentales del México de los años 70 que nos resultan indudablemente muy atractivos. La trama se desarrolla -y es en ese mundo en el que entramos -en una oficina de la Administración en un gran edificio vecino de la plaza del Zócalo del DF; vemos unos trayectos en metro, con las cargas de los pasajeros en la hora pico, de la misma forma que más tarde, al margen de la zona comunal del vecindario, un hospital con mucho tránsito de gente.
Pero es que además hay pequeños detalles irónicos, marginales a la trama principal, muy divertidos y retratos sociales muy pertinentes, como esa conversación entre dos cursis amigas viajeras o todo el parlamento de la enfermera sobre su vida familiar.
Es más: otro detalle de esos lo veo asociado al origen familiar (republicanos españoles refugiados en Mexico) del mismo José de la Colina. Así conceptué ese bandarra del sarao final que se presenta repetidamente como “Martinez Vidal y Ruiz”…




 

Erotikon



Si “El tesoro de Arne” (Mauritz Stiller, 1919) era un drama de esos casi fundacional, “Erotikon” (Mauritz Stiller, 1920; en Netflix) es una deslumbrante, despreocupada y sofisticada comedia, donde todo el mundo parece estar enamorado de quien no debe.
Los protagonistas acuden al teatro y posee entonces un largo inserto con la acción en el escenario, en el que, con la presencia de gente a caballo y todo, se desarrolla un fastuoso drama, ambientado en la corte del Sah, con una sensual bailarina en deshabillé, que debió ser lo que, unido a su título, ofreció fama a la película.
Pero esa es sólo una falsa pista, para el despiste. Lo realmente rompedor para la época es que esos amores prohibidos enunciados, socialmente encubiertos, en vez de ser moralmente reprendidos como lo serían en el 99% de las películas después de haber jugado un tiempo en el filo de la navaja, resulta que parecen ser aceptados de buen grado por todo el mundo.
Vistas ahora estas dos películas seguidas, uno acaba convenciéndose de por qué razones en todas las historias de cine se habla del poderío del cine sueco de la primera parte del siglo XX y de la inmensa participación de Stiller y sus films en esa apreciación.





 

jueves, 16 de junio de 2022

El cine como mostrador de fantasmas


En casi total oscuridad, Serge Daney y Jacques Rivette hablan de fantasmas a los que, con los años, siempre acaban evocando las películas.
Por poner un ejemplo, Rivette habla de las películas que ha hecho, a lo largo del tiempo, con Bulle Ogier. En la última, ya fallecida Pascale, comenta la evidencia de que, sin que para nada se hablara de ella en la película, Pascale era una presencia innegable.
Una joya, a ir degustando con fruición, este episodio de Cinéma de notre temps, “Jacques Rivette. Le veilleur” (Claire Denis, 1990).



 

miércoles, 15 de junio de 2022

El tesoro de Arne


¡El poder de las miradas del cine mudo! -se admiraba Jacques Rivette ante Serge Daney en el capítulo de “Cinéma de notre temps” que Claire Denis le dedicara en 1990- No me refiero a los Murnau posteriores -aclaraba-, sino a los mudos suecos, como Stiller, de por 1920. Son de una frescura que luego nunca más ha sido posible.
Aún con la duda de si hablaba en realidad de la del cineasta, me he tomado lo de las miradas literalmente, y me he puesto a ver “El tesoro de Arne” (Mauritz Stiller, 1919; en Netflix) fijándome especialmente en las miradas de los personajes. Miradas bajas, miradas al de enfrente o al de al lado, pero sobre todo miradas limpias, que abren con nitidez al contraplano del plano siguiente.
Sea por eso o por lo que sea, lo cierto es que la película, vista hoy en día, sigue una trama que fluye de forma sorprendente, de tanto en tanto punteada por algún encuadre que recuerda a cierta pintura flamenca o pausada mediante un pictórico cierre de iris y solo lastrada por unos más que prolijos intertítulos.
Unos sanguinarios mercenarios escoceses huyen hacia su país, pero no sin cometer atroces tropelías. Este mínimo argumento de base da para todo lo anterior y para la aparición en cuadro de unos cuantos fantasmas (espectros, vigilantes, correspondiendo a los asesinados) y, al final, un espectacular cortejo de figuras negras sobre el mar helado.




 

lunes, 13 de junio de 2022

Homenaje a Rohmer




Lo explican Antoine de Baecque y Noël Herpe en la última página de su biografía de Éric Rohmer, que he acabado ahora de leer. Al cerrar el libro la he buscado y encontrado subtitulada; compruebo que es una pieza de mérito y cuelgo su enlace abajo.
El cineasta ha fallecido el 11 de enero de 2011, a los 89 años, y unos días después la Cinémathèque le dedica un homenaje. Jean-Luc Godard envía un film de tres minutos y medio en el que, de su propia trémula voz, intenta rememorar, con una memoria que finge esquiva, lo vivido con su antiguo amigo de Les Cahiers du Cinéma durante la eclosión de la Nouvelle Vague, mientras va haciendo suceder en pantalla los títulos de sus artículos más importantes.
Vale, desde luego, la pena.