domingo, 30 de noviembre de 2014

Arbres. Un voyage immobile


El misterio, lo fantástico, envuelve las cosas aparentemente más normales. Supongamos que un inexistente productor efectúa un encargo: un documental, por ejemplo, sobre los árboles. A Sophie Bruneau y Marc-Antoine Roudil no les debió pasar esto, sino que ya fueron ellos quienes vislumbraron su documental, “Arbres. Un voyage immobile” (2001), directamente a partir de las ideas del botánico Francis Hallé. Mejor: trabajo de búsqueda ya hecho. El caso es que el film (47 min, enlace abajo) es un reposado pero apasionante recorrido por historias como la leyenda inicial sobre los baobab, o las increíbles que se obtienen a partir de la simple explicación de las características de determinados ejemplares.
Pasen señores, y vean al árbol que se desplaza del orden de un metro por año, al árbol que es él sólo un bosque o al Matusalén de los árboles del planeta, con sus calculados 5.000 años de edad. Conozcan el extraño caso del asesinato entre árboles, o el de la defensa tóxica de ciertas acacias cuando se comunican entre sí el peligro de ser esquilmadas.
El viento, el fuego y el hombre son los principales asesinos del árbol, acaba diciendo el documental, al que sólo le pediría que se extendiera más por los árboles urbanizados.
Un documental cuyo enlace ( https://www.youtube.com/watch?v=tGAqY709-Gg ) tengo guardado desde hace tiempo. No sé si ella lo llegó a ver, pero que me da la impresión que, en todo caso, le hubiera entusiasmado a Isabel Núñez.

Tout est pardonné


"(...) En el cine hay al menos dos clases de emociones de naturaleza opuesta: las que producen ciertos films, de forma mecánica, por procedimientos eficaces, y aquellas que son el resultado de un sentimiento de verdad. Evidentemente son éstas las que me interesan". (Mía Hansen-Love a Axel Zeppenfeld, para el Cahiers du Cinéma 627, de agosto 2007).
Para resarcirme, en espera (temerosa) de "Edén", su último largometraje, vi anoche el primero (Tout est pardonné, 2007) de esta cineasta, que pertenece al tipo de cine francés reciente que más aprecio. Y ha tenido resultados balsámicos, pese a sus malas condiciones de visión (frente al ordenador, silla incómoda, versión original a palo seco, y por tanto perdiéndome mucha cosa).
Guarda con "Un amour de jeunesse" su misma estructura a base de saltos en el tiempo, que permiten hacen ver, por un lado, lo profundas que pueden ser las heridas tempranas y, por otro, la serenidad emocionada que puede representar la misma asunción del tiempo transcurrido.
La niña que será, en el último tercio de la película, su protagonista, pasa al principio por un puente acompañada por sus padres. Él le explica que un puente vecino se desplomó hace mucho tiempo, lo que ocasiona un temor enorme en la niña, quien creía que eso, viéndolo tan sólido, era imposible. Esa misma rotura, enorme, se produce en los protagonistas durante la segunda parte del film, ya en París, a donde ha ido a vivir la familia, abandonado la Viena inicial y, sobre todo, en la elipsis, profunda hendidura, entre la segunda y tercera parte del film, cuando la entrega total de él, como muchos de su generación, a una heroína que le apartaba de una gran insatisfacción, ha hecho la separación inevitable.
La tercera parte ("11 años después"), tras el arriesgado reencuentro de la niña -ya adolescente- con su padre, escenificado entre otras cosas mediante un largo paseo silencioso por un parque, y el emocionante proceso de escritura y envío mutuo de cartas, incluida la más que significativa última correspondencia, es la maravilla que hace salir ufano, reconfortado, de la sesión, por mucho que ésta haya tenido lugar en las malas condiciones señaladas. Y me permite, además, acabar con otra frase de Mía Hansen-Love extraída de la misma entrevista que al principio: "He crecido con la idea de que el arte debe dar confianza, insuflar coraje. Hacer films debe volverme lúcida, abrirme los ojos y, simultáneamente, darme coraje. Quisiera que mis películas rindieran cuenta de esta doble esperanza."
¡Ah! Ya puse por aquí que en el brevísimo intercambio de frases que puede mantener en una ocasión con la realizadora, ella negó el parecido que le señalé que había descubierto, y considerado muy significativo, entre ella y la actriz que hacía de hija pequeña del productor en "Le père de mes enfants". Ahora he entendido por qué me lo negó: En "Tout est pardonné" ha escogido para todos los papeles femeninos a actrices que tienen un enorme parecido con ella misma. E, incluso, he leído que hay gente que le sacan parecido con Paul Blain, el hijo de Gerard Blain que hace de protagonista. No uno, pues, sino múltiples parecidos. Tratándose de films tan personales, no podía ser de otra manera.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Le temps de l'aventure




He visto, en condición de acompañante, “El tiempo de los amantes” (“Le temps de l’aventure”, Jérôme Bonnell, 2013). Todo porque Gabriel Byrne tiene un gran predicamento entre cierto público femenino, y más desde que se dedicó a poner cara inexpresiva pero concienzuda, que es lo que en ese caso tocaba, en una buena serie de TV en que hacía de psiquiatra.
En ésta, así entre nosotros, yo creo que como no debía entender francés, iba despistado, y apenas si pone cara de pasmarote todo el rato, haciendo de partner de Emmanuelle Devos, a la que el guionista/realizador ayuda con todas sus fuerzas a cumplir su cometido de mujer en momento de desconcierto (que es quizás el resumen del film), hasta el punto de hacerla chocar, cuando va caminando, contra una farola.
Pongo esa foto porque el la que he encontrado que contiene la única escena que me ha convencido, la de la imagen H2-V1, en que ella, actriz que sabe que tiene difícil que la cojan para un papel, porque va para mayor, hace una prueba ante un desganado empleado, en el sitio más inapropiado, sin el atrezzo mínimamente necesario, de una escena que parece de un vodevil erótico. Primero hace una interpretación más o menos funcional y luego, porque se lo sugiere él, con toda la emoción del mundo.
Saliendo del cine, he echado una ojeada a la sala de al lado, en la que proyectaban lo que puede ser el testamento de Godard. Ya veo que tendré que ir solo.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Primavera


Ya ha avisado Esteve Riambau antes de que se pasara en la Filmoteca: “ ‘Primavera’ (Mikhail Kaufman, 1929) es una maravilla muy poco conocida”. Al llegar a casa he mirado el libro de Jack Leyda, que efectivamente la ignora totalmente, y en el diccionario de Georges Sadoul he encontrado un párrafo interesante: “Esta obra maestra del cine-ojo, profundamente emocionante, parece haber sido desgraciadamente destruida durante la guerra, pero los que pudieron verla anteriormente guardan un emotivo recuerdo. La película ejerció una fuerte influencia en el documentalismo inglés”.
La buena noticia es que alguna copia se salvó, porque la Cinemateca ukraniana ha sacado el DVD de la misma que hemos visto. La película tranquilamente puede pasar a situarse como una de esas extraordinarias sinfonías urbanas, poemas fílmicos que surgieron a finales de los años 20, fascinados por la irrupción y fuerza de la época moderna que les tocó vivir, como los de Vigo, Ruttmann, Moholy-Nagy o “El hombre de la cámara”, de Dziga Vertov, hermano mayor de Mikhail, quien hizo en ella de operador…y que al parecer rompió con su hermano por discrepancias con su mujer y montadora del film.
Si “El hombre de la cámara” empieza con la ciudad dormida, para irse despertando hasta estallar en toda su energía diaria, “Primavera” (“Vesnoi”) empieza con el aletargamiento del invierno, todo absolutamente helado. El proceso paulatino del deshielo, el encharcamiento consecuente de caminos y calzadas, dando paso al despertar de la vida, la aparición de los brotes primaverales, la floración que representa cada primavera, está extraordinariamente presentado. El film pasa entonces a reflejar la fase de reconstrucción de los destrozos, la actividad febril y, finalmente, la fiesta.
Una gozada, desde luego.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Dingomaro


He tenido la oportunidad de ver “Dingomaro” (Kamran Heidari, 2013), un documental de un cineasta iraní que previamente ya había seguido las huellas de un estrambótico cineasta casero fabricante nada menos que de westerns (“My name is Negahdar Jamali and I make westerns”, 2012).
Sigue los desplazamientos (a pie, en bicicleta, moto, coche o en barco) de diversa gente, pero sobre todo de un reparador de instrumentos musicales del sur de Irán, narrador del film, guitarra en bandolera en pos de formar una orquesta que toque dingomaro, una música influida por la de sus ancestros africanos.
Choca en él el contraste entre insólita modernidad (esos músicos iniciales, o ese hijo rapero que quiere que su padre, ídolo de la canción, aparezca en su show) y tradiciones, cotos cerrados (los corrales junto a las casas de autoconstrucción donde hacen vida unas pocas familias) y paisajes abiertos (playas cercanas al puerto de Bander Abbas, en el Golfo Pérsico, frente a los Emiratos Árabes; o erosionadas gargantas). Incluye alguna pequeña historia variada, como la de ese niño con gran sentido del ritmo que querría ir a tocar en la orquesta, pero que es obligado por su madre a hacer de pescador.
En un momento dado, hacia el final, retrata con fondos muy escogidos, en sucesivas poses de lo más vistoso, a venga gente del lugar, resultando unas coloridas imágenes muy similares a las de los retratos de un Steve McCurry. Es un aviso más, por si no nos damos cuenta, de para qué sirven los documentales, como éste tan sorprendente, hechos a conciencia: Para enseñarte mundo, ideas, cosas que a veces parece que estén muy lejos de tu alcance.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Après la réconciliation


Leí hace poco, no sé dónde, una pregunta afirmación. ¿Cuánto debe el Godard reciente a Anne-Marie Miéville?
He empezado a ver “Après la réconciliation” (Anne-Marie Miéville, 2000), que hoy pasaba la Filmoteca en una sesión de L’Alternativa, con ese pensamiento en la cabeza, viendo trozos de films como familiares, con escenas al ralentí, grano fuerte en las imágenes y, en medio, disquisiciones sobre las palabras y las conversaciones, conjuntamente con imágenes que cortan el aliento por su belleza, como las de las dos actrices paseando por un camino entre árboles centenarios o una ascensión por una gran escalera de caracol.
Pero pronto, mientras el desconcierto causaba un goteo constante de espectadores que iba vaciando la sala, he dejado de preocuparme por eso, y me he dispuesto a seguir un vodevil de alta clase, digno de la vivienda del s. XIX en que se desarrolla buena parte de su metraje. Frases y más frases de alta comedia que, de tanto en tanto, dejan apercibir profundidades sobre las relaciones humanas, sólo obtenibles desde las alturas de una cierta edad ya superada.
Hay quien ve la película, que cuenta con Jean-Luc Godard y la misma Anne-Marie Mieville como intérpretes, en clave totalmente personal, de pareja que está fundiendo su relación. Yo veo más la auténtica fuerza de esta realizadora que, como haría una Agnes Varda, recoge a veces con su cámara la habilidad con la que unas hierbas surgen valientes entre el asfalto, la piedra o el cemento más hostil.

Guarner en el Texas

Me hizo gracia ver ayer que la proyección de "Ida" era en la sala Jose Luis Guarner del cine, llamada así en honor del famoso, y hasta añorado, crítico.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Ida


Desde hace un tiempo quería ver “Ida” (Pawel Pawlikowski, 2013) y hoy, observando en la cartelera que había un cine que la hacían, por fin hemos ido y la hemos visto. No nos ha decepcionado. Empieza ya maravillando, haciéndote entrar en el ambiente, con ese ruido de los cubiertos en el refectorio, que obtendrá más tarde un significativo eco. Luego por sus cambios de plano. Notoriamente ese salto de la quietud del convento al bullicio de la ciudad (foto), pero también por cómo deja respirar y asumir la situación que se va generando. A veces el cambio viene acompañado por un fuerte sonido que hace desentumecer los sentidos: El charco de agua que atraviesa el coche, la ropa tendida tensada y azotada por el viento. En muchas ocasiones, es el sonido el que te ofrece el conocimiento de otros espacios, ajenos al cuadro de la pantalla. Un cuadro de la pantalla, por cierto, que ofrece primeros planos siempre descentrados, así como un auténtico repertorio de imágenes que podría suponer un repaso de extraordinarias fotografías en blanco y negro, que retratan muy bien un paisaje y toda una historia, la de los países del este europeo durante los años 50 y 60.
Sólo le afeo tres pequeños errores a la película: Que no se debería llamar “Ida” (por el personaje de la novicia que parte en busca de su pasado familiar), sino “Wanda Cruz” (su tía, juez comunista, auténtico peso pesado de la función, más allá de un saxofonista estilo Zbigniew Cybulski, que tienta a Ida, aunque quizás sea únicamente la música de John Coltrane). Que intente cerrar por completo todas las historias. Y que, para evitar la fatiga de los actores, filme maletas que se ve inmediatamente, por su balanceo, que están absolutamente vacías (no hacer caso: es una manía personal).

Cines exhaustos: Lumière

En Bellvitge (L'Hospitalet de Llobregat). Creo, por las averiguaciones que acabo de hacer, que se trata del antiguo cine Lumière.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Los colonos del Caudillo


El pueblo de la foto debe ser Los Llanos del Caudillo, uno de los 300 pueblos creados por el Instituto Nacional de Colonización franquista. Iba a ser, en principio, y más o menos aún lo es, el protagonista del documental “Los colonos del Caudillo” (Lucía Palacios y Dietmar Post, 2013), que han pasado hoy con enorme éxito en la Universidad de Barcelona, inaugurando una serie de actos sobre memoria histórica durante la semana del 20N.
Pasados unos minutos creía que saldría diciendo que no sería precisamente una película que quedaría en los anales del cine, pero, como mínimo, que tenía el mérito de documentar algo no demasiado estudiado: las colonias agrícolas de nueva planta fundadas por el primer franquismo, el más falangista, a imitación de las “Bonifica“ del fascismo italiano.
A medida que pasaba su metraje, sin embargo, me iba desconcertando, porque revelaba ser una película extremadamente modesta, pero con intervención estelar, que no sé cómo han conseguido, de gente como Felipe González o el ministro franquista Utrera Molina; un film de cierta brocha gorda de antifranquismo divulgativo para extranjeros, que emplea más tiempo en la contextualización histórica de los diferentes momentos de la larga postguerra, hasta nuestros días, que en rememorar cómo se hicieron y evolucionaron tanta colonia de esas, unas cuantas de ellas con el mismo nombre del dictador (“Villafranco de…”); o una combativa encuesta sobre la supervivencia del franquismo sociológico en la España actual, pero que no desaprovecha la ocasión para ensalzar a los socialistas –con Felipe González a la cabeza- o incluso al rey Juan Carlos.
Alguien debería ponerse para hacer, con datos y rigor, la película pendiente sobre el Instituto de Colonización…

domingo, 9 de noviembre de 2014

Cineclubs - 1. CCI


Tirando apuntes antiguos, gracias a la funesta manía de aprovechar el reverso para escribir, me encuentro con esta octavilla (en tamaño folio) del Cine-club Ingenieros, que hora me da pereza datar, pero debe ser de por 1973. Es una muestra típica de programa semanal del CCI en esa época. Los jueves, en sesión de mañana y tarde, una película "comercial", para poder anular las deudas acumuladas con otras sesiones no tan multitudinarias. El sábado, una película clandestina, o prohibida. En este caso, debido a que por ser conocida, ni pusimos su título (que supongo que será fácil deducir), se jugaba con la broma de que había sido hallada, porque legalmente "no existió" hasta muchos años después

Cine-clubs 1: CCI


Ésta, de la misma época, me hace especial gracia. Utilizando la técnica de las fotonovelas (que no tenían, en algún caso, una calidad muy superior). Se distingue la letra de Martí Rom, que como trabajaba en CPDA (Comisión de Publicaciones de la Delegación de Alumnos) es posible que hasta hubiera sido él (o Robus) quien tirara las planchas en la offset.

El extraño viaje en el CCI


Ésta, de la misma época, me hace especial gracia. Utilizando la técnica de las fotonovelas (que no tenían, en algún caso, una calidad muy superior). Se distingue la letra de Martí Rom, que como trabajaba en CPDA (Comisión de Publicaciones de la Delegación de Alumnos) es posible que hasta hubiera sido él (o Robus) quien tirara las planchas en la offset.

 

sábado, 8 de noviembre de 2014

Winter sleep



Hasta una ligera cola en el Melies para entrar a ver esta tarde "Winter Sleep" (Nuri Bilge Ceylan, 2014). Arranca en un campo de rastrojos quemados, el humo que desprende mecido por un viento más que audible. Prevenido por las más de tres horas de proyección, no niego que por un momento me he visto resignado a un maratón de lentos movimientos de cámara en escenas contemplativas sobre paisajes nevados, con potentes sonidos de la naturaleza. Pero no. Si algo caracteriza a la película son sus largos y dinámicos diálogos, en cálidos y confortables interiores, que plantean grandes cuestiones como la caridad, la reacción frente al mal y cosas así, para luego pasar, en un viaje hacia lo particular, a la directa descalificación del otro, a aflorar todos los trapos sucios.
Un travelling que se acerca hasta fundirse en negro con la cabeza del protagonista da paso al título, "Sueño (s) de invierno", como dando pie a que todo lo que sigue no sea sino eso, un sueño, producido en horas bajas. El dueño de un acogedor hotel construido dentro de las rocas erosionadas de Capadocia, antiguo artista que se dedica a escribir unos moralizantes y algo altivos artículos semanales para la prensa local, y su joven y bella mujer, posiblemente equiparada con un hermoso caballo salvaje o hasta con una liebre que también aparecen por el film, son quizás sus principales protagonistas, pero tanto ellos como los demás son siempre personajes a los que se les descubre una importante carencia o exceso, que sale al descubierto.
Cuando se acaba el sueño, esta interesante película (que yo, personalmente, recomiendo ver y luego discutir con pasión), diría que el invierno aún sigue ahí.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Dora Maar, a pesar de Picasso


Recuerdo cuando , hace ya bastantes años, Victoria Combalía empezó a hablar de Dora Maar, pero no como la despechada mujer de Picasso, sino como una extraordinaria fotógrafa. Hoy, con la presentación de “Dora Maar, a pesar de Picasso” (Alejandro Lasala y Victoria Combalía) en los Cinemes Girona, tras la exposición por ella comisariada en el Palazzo Fortuny de Venecia (“Dora Maar nonostante Picasso”) y la edición de su libro (“Dora Maar”) en editorial Circe, todo ello surgido a la luz este mismo año, puede decirse que ha concluido todo un largo ciclo en su trabajo, que ha acabado por poner a la artista en el preeminente lugar que debía ocupar y que, por diversas razones, no ocupaba, como demostraría un dato oído en el film: a su entierro acudieron únicamente cuatro personas, siendo dos de ellas su portera y la hija de ésta.
Todo el documental, de 50 minutos, está estructurado por una larga entrevista realizada en una gran sala del Palazzo Fortuny a Victoria Combalía, que va explicando, con la erudición, claridad y amenidad que la caracterizan, el paso de Henriette Markovitch, ya con el seudónimo de Dora Maar, por sus etapas de fotógrafa “de calle”, partícipe muy activa del grupo surrealista, etc… hasta que un día, en la proyección de “Le crime de Monsieur Lange” (me hace gracia el dato que fuera viendo precisamente esa película de Jean Renoir) conoce a Pablo Picasso y entabla una relación que durará diez años y, definitivamente, le cambia la vida.
Tras la narración de todo este proceso, el film llega a Venecia, momento que aprovecha Lasala para entrelazar las hermosas vistas de su paseo por la ciudad con las imágenes de Dora Maar expuestas esta primavera en la que fuera casa de Fortuny. Y, por último, unas interesantes entrevistas en París nos complementan muy bien la información sobre el personaje. Una, lanzando la artillería sobre la crueldad de Picasso, y prácticamente lanzando sobre él la acusación sobre el alterado devenir mental de la artista. Otra, divertidísima, con el responsable de la Galería 1900-2000 de París, que, como Victoria Combalía algo previamente, llegó a conocerla cuando ya era una persona prácticamente olvidada, y le quedaba poco tiempo de vida.
Sales de ver la película, y eso es uno de sus grandes méritos, con la sensación de haber conocido a un gran, desconcertante personaje, en el que convivieron la virtud artística, el amor y desapego de Picasso… y hasta las cucarachas que invadían su dejado postrer alojamiento parisino.

martes, 4 de noviembre de 2014

Torneranno i prati


El cónsul italiano en Barcelona la ha presentado, y ha leído una carta de Ermanno Olmi (de quien ha comentado que, a sus 83 años, ha ingresado hace tres días en un hospital, aquejado de lo que parece una pulmonía), en la que explica los motivos por los que ha hecho este film.
Su padre, cuenta, con 19 años, formó parte de esa masa patriótica enfervorecida que marchó al frente, y en el Carso recibió un baño de realidad que le marcó para toda su vida.
Este baño de realidad es el que presenta la película. Arrancan sus títulos de crédito con unos primeros planos de elementos básicos para la supervivencia en el emplazamiento fortificado, en las montañas, del destacamento italiano protagonista del film: la fiambrera, el contenedor de pluma, tinta y papel para escribir cartas, etc. Sigue la cosa con unas imágenes bellísimas, en las que un soldado italiano, vitoreado por sus enemigos austriacos, inicia una preciosa canción en el paisaje totalmente nevado, a la luz de la luna: “Qué bonita está la montaña esta noche…”. Y así es, realmente. Luego, el infierno. En blanco y negro, con un par de destellos de color, la bajada hasta la desesperación más absoluta, vivida por quienes creían tener toda su vida por delante y la ven ya dilapidada por una serie de razones ahora totalmente incomprensibles.
Al final, la dedicatoria de Olmi a su padre. Ya no queda, ha dicho en el escrito leído inicialmente, nadie vivo que pueda hablarnos hoy de lo que fue esa guerra. Quizás, aunque quede alguien de esa u otra guerra, que pueda explicar lo que realmente fue, nadie le escuche…

Encuentros con las Artes y las Letras


“El País” lleva hoy la necrológica de Carlos Vélez, fallecido el pasado 29 de octubre, y quizás sea hora de recordar y homenajear mínimamente a su “Encuentros con las Artes y las Letras” de TV2 que, bajo este nombre tan pomposo, fue una mina para muchos, entre los que me cuento. Son bastantes los libros que compré y leí por la pasión que reflejaban por ellos los que los presentaban en la “Biblioteca de encuentros”, un espacio del programa tan sencillo como reunir a una cuanta gente apropiada alrededor de una mesa, que se ponían a hablar de los libros que habían encontrado por librerías y les habían gustado. Recuerdo visitas al Mercat de Sant Antoni, con nuestra pequeña “Biblioteca de Encuentros” posterior, emulando la de la tele…
Carlos Vélez apenas aparecía en el programa. Presidía, eso sí, la mesa. Pero dejaba voz con sus entrevistas u opiniones a sus colaboradores: Juan Cruz habla en el artículo de Isaac Montero, Daniel Sueiro, Paloma Chamorro, Juan Antonio Méndez, Fernando Sánchez Dragó, Esther Benítez, Miguel Bilbatúa, Antonio Castro, José Luis Jover, Andrés Trapiello, Jesús Torbado,… Recuerdo muy bien, como si fuera ahora y la mar de familiarmente, a la mayoría.


 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Truffaut en Le Point


De “La Maison de la Presse” se suele salir siempre con al menos un pecado bajo el brazo. En la de Collioure me entretuve el sábado con un dantesco álbum de fotos sobre “La retirada” de los republicanos hacia la frontera francesa, que al final volví a dejar en su exhibidor, y con esto. No es que yo sea –en absoluto- de la cuerda de “Le Point”, pero a ver quién se resiste ante un número fuera de serie dedicado íntegramente a François Truffaut…