domingo, 28 de agosto de 2022

La mujer sin rostro



Vuelvo a las películas suecas de postguerra residentes por Netflix.
Le cuesta unos quince minutos aparecer, tras un prólogo casi de cine negro, al primer flashback -que se anuncia desde el primer momento- de “La mujer sin rostro” (Gustaf Molander, 1947; con colaboración en el guión de Ingmar Bergman, y uno entonces puede ir haciendo cábalas sobre los aspectos en que éste hizo notar su mano).
Pero ese primer flashback, muy luminoso, como de comedia surrealista, que parece seguir la chistosa escena de la mujer que abre la puerta de casa al plomero, solo cambiando al plomero por un deshollinador, está ahí como brillante argucia narrativa de los guionistas y para despistar un poco del tono general del film.
El nudo de la película, ya cambiando el aire de cine negro por otra cosa, que oscila entre el relato de un adulterio y el de la pasión de una pareja -él previo amante marido y padre, ella una alocada pintora- ambos diríase que bipolares con causa reconocida, se encuentra en los siguientes flashbacks, introducidos por breves escenas por un relator que se descubre sorprendentemente omnisciente. No sé si por demasiados o por estas paradas de relato, la película, en vez de fluir como debiera, se estanca en varios momentos, dando la impresión de un eterno giro sin salida.
Aparece en ella un cine que proyecta “Ordet”, pero debe ser la versión del mismo Molander, claro.





 

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