Quienes conocen mis gustos cinematográficos saben que no me pirran los melodramas. Claro que todo es relativo, porque ¿Qué es el “Abismos de Pasión” -o hasta el “Él”…- de Buñuel sino un melodrama? ¿O no es esa maravilla de Ophuls, “Carta de una desconocida” también un melodrama desatado? Y bien que me apasionan entonces.
Pues resulta que la Filmoteca está haciendo este agosto un ciclo -ademas del de Marker- dedicado a “Melodramas cruzados” y hace eso, cruzarlos entre sí. Ayer precisamente cruzaba la película de Ophuls con otra de John M. Stahl -uno de los grandes maestros del melodrama- también basada en la obra de Zweig, “Parece que fue ayer” (“Only yesterday”, 1933).
Todo su inicio es impecable. Con pocos elementos pinta la debacle del crash del 29, escogiendo el pequeño receptáculo de un limpiabotas para ofrecer -con la elegancia del off- una muestra del drama desencadenado.
Luego, una fiesta de la buena sociedad -es divertido ver cómo una entra en la casa saludando a la anfitriona y ni siquiera mira a la sirvienta a la que le entrega guantes y abrigo- sirve también muy bien para ofrecer la idea de la expansión del drama.
Empieza el flashback, dando imagen a lo que explica una carta… La historia del encuentro de la pareja protagonista en otra fiesta previa, durante la época de la Primera Guerra Mundial, también está filmada brillantemente, de forma dinámica y divertida. No es solo por razón de diversión. Hay un muy inteligente raccord entre unas explosiones en el campo de batalla… y una esperada cama de hospital…donde va a nacer un niño.
Vamos: que ya estoy yo que no quepo de satisfacción en la butaca, contentísimo de estar asistiendo a una lección de cine de los años 30, de las que me pierden.
Pero entonces… me empieza a invadir paulatinamente una extraña -pero en mí habitual con el género- comezón. Surgen uno u otro detalle, aún en medio de escenas con tratamiento cómico o por lo menos contenido, con todo aquello que me repele -en plan genérico- en los melodramas. La dirección de Stahl pierde lo que tenia de elegante y dinámica y se cae ya de buenas a primeras en planos de las carantoñas de un bebé, de esas que hacen sonreír a la platea con murmullos extasiados que claman un “lo mono que es”.. Vienen, y eso que antes se habían sorteado, los diálogos aclaratorios que ninguna falta hacían y tienes la sensación de que están estirando la goma melodramática hasta casi romperla.
En fin: que estoy mirando a ver si doy con alguna película que me permita cumplir el encargo del responsable de La Charca, que me solicita que escriba y le envíe varios artículos de esos de “Casi lloré cuando vi esa escena en el cine”, pero si ha de ser con las escenas hechas para ello en el film, con ese niño vestido de militar que luce matador y se hace insoportable, lo tengo crudo.
(Como suele ser habitual, no se encuentran por internet casi imágenes de esa primera mitad que he definido como impecable. Ni una sola del pánico en la bolsa ni, ni mucho menos, de la extraordinaria y muy sobria escena, sin acentuar las tintas, escena en el limpiabotas. Tampoco en la elegante fiesta posterior…)
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