martes, 10 de agosto de 2021

L’amour à la mer

Los protagonistas, al principio del film.

Los marineros por Brest, una de las ciudades mártir de la guerra, siempre base naval.

Demostración clara de que queda mucha cosa de interés por ver. Ésta se indica que es de 1964, aunque se ve que estuvo unos tres años haciéndose.
Se trata de “L’amour à la mer”, de un cineasta de la Nouvelle Vague -Guy Gilles- de quien no sabía nada. Éste fue su primer largometraje, tras varios cortos, y me entero que en 1976 aún no se había presentado en Francia. ¿Qué debió pasar?
Le veo como tres partes, con un pequeño preámbulo donde se plantea la trama, el encuentro amoroso de Daniel, enrolado en la marina por cinco años hace cuatro con Geneviève, una secretaria parisina.
La segunda parte es la que considero más lograda, rodada toda ella, como la primera parte, mediante planos de corta duración siempre mostrando encuadres muy estudiados y fotogénicos, en color o en blanco y negro, sin que haya deducido la razón para utilizar uno u otros. Está estructurada como el intercambio de la correspondencia entre los dos amantes, lo que sirve a Guy Guilles para retratar un Paris muy próximo y un Brest (a donde ha sido destinado él) al que, como ciudad destruida durante la guerra mundial y reconstruida por completo, le es mas difícil encontrar su belleza. Me parece muy bueno ese trozo, sin embargo, por el valor documental que presentan unas escenas que muestran las viviendas provisionales en las que aún seguían viviendo gente.
Hay un travelling inicial por Paris que recuerda el de Rozier en Adieu Philippine. Aparecen marineros paseando por Brest, pero no remite a Demy, salvo por la aparición de una cierta Lola en un local portuario…
La conexión con la Nouvelle Vague es inequívoca. Protagonizan una pequeña escena Jean-Pierre Leaud y otra Jean-Claude Brisly. Las cartas y la voz del narrador son muy de ese movimiento. Aunque quizás a mí, sobre todo al mostrar esas dudas sobre el camino futuro a tomar o bien por el retrato de esas solitarias Navidades, la cinta me ha remitido sobre todo a ciertas prácticas de la EOC.
Guy Gilles tiene el papel de otro marinero, compañero del protagonista y un poco Pepito Grillo. En una escena en una cafetería (muy mal interpretada, por cierto), le explica toda una historia personal por Paris (cuya escenificación abre un capítulo interior en el film) y al final vemos que su personaje -Guy, precisamente-, es el receptor de la última carta que escribe Daniel.
El otro día decía que había que ir mirando de tanto en tanto qué había de nuevo por Mubi, pues siempre surgen sorpresas y anoche, revisando con paciencia su catálogo, doy con ésta. Hay también un par de películas posteriores suyas, a las que echaré un vistazo, pero no creo que resulten el chorro de aire fresco que supone ésta, según se ve oculta mucho tiempo.


Ejemplo de uno de los encuadres pictóricos, éste en color y en Paris.

Guy Gilles recrimina a Daniel.

Ésta me resulta entre una foto de Saúl Leiter y un cuadro de Amalia Avia. En el desgarro de lo que cubre el vidrio se ve, reflejado, la cara de la protagonista.

Una pareja en escena de pareja en café parisino.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario