En un momento de su tan especial “Días nómades” (Pre-textos, 2021), Edgardo Cozarinsky explica que, estando en Beirut en 2008 para presentar en una Universidad su película “Ronda nocturna”, tras la proyección de la misma asistió a un coloquio. En él, precisa, “un estudiante quiere lucir sus conocimientos: no interviene para preguntar algo, sino para asociar el film con la literatura fantástica y mencionar a Bioy Casares y a Borges, referencias tan desatinadas que solo pueden atribuirse a la vanidad de quien habla”.
Lo que Corarinsky no explica, pero que yo sé que debe ser la razón por la que lo dice, es que el estudiante en cuestión quiere hacerse valer de haber visto su temprano libro sobre Borges y el cine, producto de su gusto y frecuentación por ambos, del que está ya harto le sigan nombrando como si no hubiera hecho nada más en toda su vida.
Yo también supe del nombre de Cozarinsky en ese libro, que compré cuando compraba todos los de cine que aparecían y eran más o menos asequibles. Como el suyo es un apellido tan sonoro, cosa rara en mi, una campanita me sonaba cuando lo veía firmando artículos del Cahiers du Cinéma, como guionista de determinados films o asociado a ciertos documentales. Pero hasta ahora no había leído ninguno de sus escritos literarios, de la misma forma que habré visto alguna de sus películas de ficción, pero no me ha dejado ningún recuerdo.
Este “Días nómades” es, como digo, una especie de libro de viajes bien especial, en el que el cuidado literario es crucial para trasmitir los ambientes de ciudades practicadas por él a lo largo de su vida.
Estructurado por capítulos independientes, presenta un primero dedicado al París que va de 1966 a 1995 y llega al dedicado a su visita a Matera en 2016. Junto a eso, otros capítulos los dedica a la memoria de otros sobre ciudades como Tánger o de la de su familia sobre Odessa, de donde es originariamente antes de su marcha a la Argentina.
Para que se pueda captar lo que se puede llegar a obtener de este libro, que me ha resultado delicioso, transcribo unos pocos párrafos cogidos de aquí y de allá.
-“Cuando lo leí, la noción de enamorarse de un país me pareció literaria. Hoy no encuentro otra palabra para definir mi propio sentimiento después de una semana en Hanoi”. (Saint-Germain des Prés, 1966).
-“Pero hay una tarde, casi siempre una tarde de abril, más bien de finales de abril, en que me detengo en el camino de vuelta a casa porque noto que la luz del día se demora y pienso que por unos meses ha quedado atrás la oscuridad precoz, el frío húmedo y pegajoso que gobierna de noviembre a febrero”. (Pont des Arts, 1995).
-“El mapa desplegado en las manos, la mirada pasando de un lado a otro en la esquina de Friedrichstrasse y Unter den Linden, la ropa anónima pero evidentemente ajena al gusto y la confección del mundo llamado socialista: todo delataba al turista llegado del otro lado del Muro, autorizado a visitar los tesoros históricos de la antigua capital prusiana con la condición de volver ‘al otro lado’ antes de medianoche, de vaciar los bolsillos al entrar y al salir, de cambiar cierta cantidad de divisas al cambio artificial de la autodenominada República Democrática Alemana. (Días de Berlín, 1967).
-“Entre 1939 y 1944, Estonia fue sucesivamente anexada por la URSS, ocupada por el ejército alemán y reconquistada por los rusos. Casi todas las familias tienen muertos en ambos bandos, que creyeron, todos, estar peleando por la patria”. (Días de Tallin, 1996).
-“Y, más cerca aún de la plaza, varios comercios precarios ocupan el predio donde estuvo el cine Armonía, cuya leyenda derivaba en parte de que su programa no se asomaba a la cartelera de los periódicos. Refugio de cinéfilos, en él descubrían copias en retazos de films ya retirados de la circulación, sin que se les ocurriera, como al visitante del Louvre ante la Venus de Milo, lamentar la ausencia de unos brazos que nadie ha visto en más de un milenio. Con los ojos clavados en las imágenes rayadas, mutiladas, por ejemplo de ‘Los verdugos también mueren’, no prestaban atención a las filas del fondo de la sala, donde se celebraban acoplamientos heterodoxos y servicios venales”. (Días de Buenos Aires. Plaza Once, 2005).
-Al entrar al salón me llama la atención una mujer sola ante una mesa, cosa rara en esta parte del planeta. Y no sólo se muestra en público sin compañía masculina: fuma un marguilé. Y no sólo fuma un marguilé, sola ante su mesa de restaurante: tiene el pelo arrebatado, color fuego. Ella advierte mi curiosidad y sonríe.
-¡Edgardo! ¿Qué haces en Beirut?
En ese momento reconozco a Maruja Torres”. (Días de Beirut, 2008).
-“En esta mezcla de estímulos e intuiciones dispares recuerdo palabras de Pasolini: ‘Nápoles, una tribu que rechazó cierta idea de la modernidad, y ese rechazo es sacrosanto’ “. (Días de Nápoles, 2015).
Puede leerse mucho más, tocando, como puede verse, palos tan diferentes como el político o él memorístico, en este pequeño libro, producto de una rigurosa condensación, siempre aludiendo y trasmitiendo sensaciones, pulsando y obteniendo reacciones como las que sólo la buena literatura puede ofrecer.
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