lunes, 22 de marzo de 2021

Paisaje en la niebla

La imagen icónica de la película.

Personajes encantados mirando la nevada, en un pueblo-diorama.

En uno de los trenes.

La mano en la bahía de Salonica.

Recuerdo que cuando vi en el cine, allá por su estreno (una de esas frases que está entrando en desuso) “Paisaje en la niebla” (1988), arrugué un poco la nariz. Me dio la impresión de que Angelopoulos, lejos de la frescura de su “El viaje de los comediantes” (1975), forzaba las situaciones en busca de lograr unos encuadres excesivamente estudiados para lograr un determinado efecto. En particular, me pareció que buscaba imágenes que entonces me parecieron deudoras de “Él espíritu de la colmena”, y Érice es mucho Érice, ganándoselo a pulso, para lograr lo que logró con sus actores niños.
Esa sensación la recordaba en esa imagen que se ha hecho famosa del film, con ese par de niños mirando a un árbol detrás de la niebla, pero ayer en la Filmoteca, dentro del ciclo Angelopoulos, volví a tenerla al principio, con los niños quedándose antinaturalmente quietos en el borde del andén, recortadas sus siluetas ante el tren que parte de la estación.
Película más sórdida de lo que recordaba (no sólo por la brutal escena -a imaginar: detrás de una lona- de la violación, sino también por otras como la del soldado nervioso entre los trenes, seguro que pensando en valerse de una u otra forma de prostitución), cargada de poesías (con presencia literal y en imágenes) y símbolos (esa enorme mano con el dedo índice amputado que un helicóptero saca de la bahía y pasea frente a Salonica es de éste film, pero también está, por ejemplo, esa novia intentando escapar y ese caballo blanco muriendo sobre la nieve), me ha acabado venciendo, sobre todo -en esta ocasión sí- por la música de Elena Karaindrou envolviendo con emoción hasta el paroxismo escenas ya de por sí emotivas.
¿Qué más decir?
Que he visto referencias, o escenas a lo Antonioni (esa enorme central energética -no es la única- sirviendo de fondo, aplastando un poco a los personajes) y hasta a lo Pasolini (he pensado en él en el momento de la feria de moteros o de la discoteca).
Que es otro de los viajes al frío (al Norte de Grecia, a la nieve, la lluvia y la humedad) de Angelopoulos.
Que está también llena de trenes y estaciones.
Y que, una vez más, ese fondo de historia antigua que sigue ahí presente porque no se resolvió como se debía se halla en ese encuentro de los niños con Orestes y el resto de los componentes de la troupe de “El viaje de los comediantes” en uno de sus pueblos, intentando, pero ya condenados a no triunfar nunca en ello, representar “Golfa la Pastora”.


Rescate de la troupe de “El viaje de los comediantes" en uno de sus pueblos.

La niña asoma de detrás de la lona del camión.

Uno de los espacios medio fantásticos de Angelopoulos, ese local en medio de la noche, con una aparición poética.

 

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