martes, 23 de marzo de 2021

La muchacha

Separadas por la valla, hija y madre se reencuentran...manteniendo distancias.

Sesión de televisión antes de ir a dormir en la casa del pueblo.

Mubi ha colgado una magnífica copia (deben restaurarlas previamente...) de “La muchacha” (1968), primer largometraje de Márta Mészáros, y es una buena oportunidad para recordar la fuerza que supuso la incorporación de cineastas como ella al nuevo cine de los países del Este y la impresión que causaron cuando llegaron sus películas a los países occidentales.
Superada la molesta impresión que provoca el ver que las innovaciones del nuevo cine húngaro no incluían el sonido directo, con lo que en determinadas secuencias crees estar oyendo los terribles pasos de la TVE, la película se sigue con franco interés.
Una chica educada en una institución para huérfanos se dirige desde Budapest a un pueblo del interior para conocer ahí a su madre biológica, siendo observada atentamente y abordada por todo el paisanaje masculino. El reencuentro con su madre no le satisface lo que pensaba y regresa a la ciudad, a su trabajo en una fábrica textil y a sus recorridos habituales de ocio.
Todo está montado para ver la oposición entre el mundo cerrado, machista, tradicional y represivo del pueblo y el independiente de la muchacha, quien, totalmente liberada, rige por completo sus encuentros sexuales.
Rodada en blanco y negro con unos planos y montaje que dejan respirar a sus personajes, yo diría que “La muchacha” no pudo verse demasiado por aquí, todo lo contrario que su siguiente “Adopción”, que circuló con cierta profusión por circuitos especializados.
Fue el primer largometraje rodado por una mujer en Hungría, y el film muestra sin ambages, orgulloso, la independencia de la protagonista, que es siempre quien lleva la voz cantante en las situaciones, algo que sin duda ayuda a definir su modernidad. Recuerdo que aquí, sin embargo, con motivo de la presentación de “Adopción”, Márta Mészáros era nombrada siempre como “la mujer de Miklós Jancsó”.


Ya de regreso, en un puente con un moscón jovencito.

Un encuentro importante, asumido con total tranquilidad.

En una sala de fiestas, ella sola, su amiga con su pareja.

El conjunto “ye-yé” de una fiesta, muy similar a los de los programas televisivos que tenían que soportarse por aquí en la época.

 

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