jueves, 11 de marzo de 2021

Los cazadores

La partida de caza del día de nochevieja de 1977 da con el cuerpo de un guerrillero comunista de 1949. “Su sangre está fresca, como si estuviera vivo”.

El cuerpo yacente de ese guerrillero, estilo Ché Guevara o Cristo de Mantegna, se mostrará ahí en el hotel a donde lo conducen, en medio de todas las trifulcas de ese grupo de representantes de la más rancia derecha: ¿qué hacer ante su sorprendente aparición y presencia?

Una partida de caza invernal en medio de la nieve, bajo la vigilancia de unas enormes montañas, se encuentra con el cuerpo de un guerrillero comunista del 1949, con la apariencia de muerte reciente. Así se inicia “Los cazadores” (1977), el largometraje que rodó Theo Angelopoulos inmediatamente después de “El viaje de los comediantes” (1975).
Como los de la partida de caza son los hombres de un grupo de matrimonios burgueses reunidos en un hotel para celebrar la llegada del año 1977, como dice uno de ellos lo que se ha producido ha sido un “terrible error histórico”.
Conducen el cuerpo del guerrillero al hotel. Viendo su apariencia exterior, con unas grandes cristaleras, en seguida sospechamos que ahí tendrá lugar una de esas escenas corales que tienen a Angelopoulos por maestro, y así es: buena parte del film se desarrolla en su interior, aunque como apenas se ven luego desde dentro las cristaleras, bien pudiera tratarse de un decorado construido en otro sitio.
A partir de entonces tenemos un cóctel de venga elementos Angelopoulos bien agitados: saltos temporales, atrás y adelante, dentro del mismo plano espacial; canciones, bailes y desfiles militares; tarareos de himnos; contrastes y enfrentamientos de contrarios; escenas corales jubilosas en las que, de repente, llega un inesperado personaje; etc.
Tampoco es la primera película de Angelopoulos con la presencia del cuerpo de un fallecido en una mesa, un brazo extendido, en una imagen que recuerda al Cristo de Mantegna o al cuerpo del Ché Guevara en aquella especie de lavadero de Bolivia. Aquí son mayoría las escenas con él -el guerrillero- en medio y tres personajes diferentes dicen al respecto a lo largo del metraje la misma frase, “La sangre de la herida está aún fresca, como si estuviera vivo”, por lo que ya podemos confirmar que eso (la pervivencia soterrada, desde 1949, del conflicto que ocasionó la guerra civil), y no otro, es el tema del film.
Pese a la existencia de todo esto en la película, confieso que se me ha hecho por momentos pesada, y eterna alguna escena en concreto. Tras reflexionar un poco he dado con una posible causa para que así me resulte ésta (de dos horas y media) y no en cambio la anterior “El viaje de los comediantes”, que sin embargo roza las cuatro horas. Creo que el problema es que los protagonistas son aquí siempre “los malos”, esos componentes de las diferentes facciones de la derecha con sus miedos y rivalidades, y apenas aparece el contraplano esperanzador de “los buenos”, que sólo asoma en un par de escenas con el paso de una flotilla de barcas con su pasaje enarbolando banderas rojas.
Habrá que ver esta tarde si su siguiente film, “O Megalexandros”, se redescubre como otra, enorme, panorámica circular.


Las fiestas de celebración de fin de año en el hotel. Ahí empieza una larguísima secuencia, auténtico tour de force de esta actriz, que uno le diría a Angelopoulos de,si no suprimir, al menos abreviar.

Los celebrantes de la fiesta la interrumpen bruscamente y salen al exterior, pues el amenazante pero callado rumor de esa comitiva de barcas de 1949 remando (aunque Angelopoulos no tiene reparo en, para lograr el efecto homogéneo y majestuoso buscado, dotarlas de motores fuera borda) se hace insoportable.

 

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