“Boris Vian, un coeur qui battait trop fort” (Sylvain Bergère, 2020; TV5Monde) nos devuelve muchas de las imágenes y actuaciones del cantante, músico, ingeniero y patafísico, a la vez que informa de varias cosas que desconocía.
Una es que su padre tuvo que vender su imponente casa familiar, en Ville d’Avray, a la familia de Yehudi Menuhin, por haber perdido toda su fortuna con unos negocios de Indochina. La familia se desplazó entonces a la casa del guarda, a las fiestas organizadas en cuyo jardín acudieron los aficionados de jazz de media Francia.
Otra es que, ya separado de su primera mujer, se fue a vivir a un apartamento detrás del Moulin Rouge, que era su propietario, pasando a ser vecino de Jacques Prevert. En él , donde fue acumulando piezas de todo su mundo hasta convertirlo en una especie de gabinete de las maravillas, vivió con su segunda mujer, Úrsula Kubler. Buscando imágenes del mismo veo en un artículo de La Vanguardia que ocasionalmente, a petición, puede visitarse.
Junto a notas biográficas (creador y “príncipe” del Tabou, un par de hijos que se criaron con banda sonora de jazz), el documental subraya de una forma algo machacona, con unas imágenes de sangre/arena de reloj de arena en ebullición, su idea de estar convencido de que iba a morir -como así fue- antes de cumplir los cuarenta años, pero se le perdona con esa maravilla de poder ver el manuscrito y diferentes interpretaciones (y entre ellas las de Sergi Reggiani) de su poema y canción “Le deserteur”, que yo me llevé, con mi cobardía insuperable, en su librito con todos sus poemas y canciones a la mili, para tenerlo conmigo y leerlo o tararearlo de tanto en tanto.
La casa familiar en Ville d’Avray.
El apartamento, pequeño gabinete de las maravillas, propiedad de Le Moulin Rouge.
Le deserteur...
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