lunes, 1 de marzo de 2021

L’arbre mort

La historia, como buen melodrama que se precie, se inicia con un encuentro en un transatlántico.

Pero sus caminos, al llegar a destino, divergen, yendo cada cual con su pareja.

De tanto leer cosas sobre Joseph Morder como uno de los más destacados autores del “Cine del Yo”, de la elaboración de diarios filmados europeos, junto a Alain Cavalier y su compadre Gerard Courant, en cuanto he visto que Mubi había programado su “L’arbre mort” me he lanzado a verlo.
De 1988, no es ningún trozo de sus diarios, sino todo un largometraje del que lo primero que destaca es el empleo del subformato. Tiene los colores y la textura de éste y las limitaciones (duración de los planos, casi imposibilidad de banda sonora síncrona) que suele acompañar a las cintas de S8 o 16mm que parecen haberse utilizado para exteriores e interiores respectivamente.
Lo del sonido se resuelve a base de un narrador en off que explica la historia y con la lectura, también en off, de cartas, así como toda una sonorización -música y canciones- al margen.
Quiere ser “L’arbre mort”un tórrido melodrama, bastante decadente, compuesto de encuadres repletos de motivos muy cálidos, casi ardientes. Tiene un argumento folletinesco, con golpe de estado caribeño y todo, notándose en él la llama de cierto cine amateur -o underground- setentero, como por aquí hubo el de Padrós -que se quedó en intento- o el de un Zulueta.
Una llama que está visto que no se apaga.


Rodado en parte por Niza se ve que se comenta que cada encuadre sería, en origen, un homenaje cinematográfico (habrá que ver a qué homenajea ese descenso de una mujer por una escalera de madera) o pictórico. Este sería deudor de Matisse.



El propio Joseph Morder interpreta a un personaje, que lee la carta que ha recibido, cerrando el film.

 

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