El cabeza de familia (de nombre Spyros, una vez más) llega con todo el grupo de griegos expulsados de Odessa a una lengua de tierra en donde les detienen. A su lado, su hijo y su hija adoptada, protagonistas máximos de la función.
Momento de presentación, con movimiento de extras, del magno decorado (con aire de pesebre) construido en la lengua de tierra. Algo de esas dimensiones, te dices preocupado, no puede haberse hecho para utilizarlo únicamente en una escena...
Es 1919. Un numeroso grupo de refugiados griegos procedentes de Odessa llegan a una lengua de tierra junto a la desembocadura de un río, donde les dejan establecerse. Los títulos de crédito pasan, junto a la extraordinaria música de Eleni Karaindrou, sobre antiguas fotografías de las gentes y mansiones de esa colectividad de Odessa, un entorno burgués en tiempos de pujanza. Para mi gusto ojalá hubiera acabado ahí “Eleni” (Theo Angelopoulos, 2004; ayer en la Filmoteca).
Digo que ojalá hubiera acabado ahí porque a continuación, figura que pasado el tiempo, aparece una enormidad de decorado, con casas rurales esparcidas por la lengua de tierra y sospechas -con acierto- que para amortizarlo lo harán salir con profusión. Y eso, a mi entender, lastra enormemente la película.
A la que aparecen escenarios naturales la película respira algo, pero al poco rato vuelve a aparecer un segundo decorado, en este caso en un supuesto poblado de auto-construcción adosado a un núcleo, teórico refugio de músicos en espera de trabajo.
Es verdad que aquí cámara también se mueve, que hay hasta un baile de interior al son del “Amapola” y otros intervalos musicales, pero éstos sólo recalcan lo ya dado, sin avanzar en absoluto la trama (que va convirtiéndose en un tremendo dramón), con lo que la impresión de encontrarse ante un film de esos de costosa producción, en el que prima decorado y atrezzo, está servida.
También surgen pinceladas, como pasa en los otros films de Angelopoulos, de los hechos históricos que asaltaron a Grecia en la primera mitad del siglo afectando de lleno a los protagonistas, pero se ven muy atolondrados y no resta nada, en mi opinión, del complejo engranaje que solían tejer en sus films previos.
Como además surgen por aquí y por allá diálogos explicativos totalmente superfluos, te acabas preguntando si no será, realmente, que se nota la ausencia, por vez primera en mucho tiempo, de Tonino Guerra en el guión. Sea esto dicho en conformidad con quien me había prevenido de que habría que diferenciar en la filmografía de Angelopoulos entre los que llevan y los que no a Tonino Guerra en el guión. Parecía que éste le había llevado inicialmente a un cine más intimista, centrado en el individuo y sus cábalas, pero poco a poco dirías que se había logrado (ahí están “La mirada de Ulises” y “La eternidad y un día” para confirmarlo) una perfecta combinación entre eso y el mundo social y político, además de visual, del realizador.
Tenso baile en el barrio de los músicos.
Los amantes de Teruel, desgraciado él, desgraciada ella, desgraciada siempre su unión, ante las vías del tren y el barrio del segundo gran decorado.
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