miércoles, 31 de enero de 2024

Crónica de un niño solo



Creo que fue cuando falleció, a finales de 2012, pues, que unos amigos latinoamericanos me recriminaron que no conociera ninguna película de Leonardo Favio. A mí me sonaba vagamente su nombre como cantante, pero no tenía ni idea de que hubiera hecho cine y, además, cine de interés.
Ayer se pasó en la Filmoteca “Crónica de un niño solo” (1965), y pude constatar dos cosas, la primera en descargo mío:
1/ Que en nuestro país, y se ve que en general a este lado del Atlántico, no se han distribuido y no se conocen casi sus películas, que son muy difíciles de ver en pantallas y plataformas. Se ve que hay varias, eso sí, en YouTube.
2/ Que “Crónica de un niño solo” es una bella y sorprendente película, totalmente insólita para su época y sitio de realización.
Como el protagonista es un niño digamos que en dificultades, todo el mundo habla de ella como “Los 400 golpes” argentina, pero, al margen que no veo se parezca, su idea general dista mucho de la de Truffaut.
La película se inicia en un rígido (torta va, torta viene) internado y como su referencia cinematográfica te colocan a “Zéro de conducta” (Jean Vigo, 1933) y sí, claro, ver las circulaciones o el dormitorio de los críos, junto al teóricamente rígido sistema de orden, puede llevarte a ello, aunque a mí esas circulaciones por los tétricos espacios del internado, con las sombras expresionistas de su notoria fotografía en blanco y negro (ver la primera foto), qué quieres que te diga, me han recordado “La caza de brujas” (Antonio Drove, 1967).
El niño sale del internado y sí, coincidamos que su mirada a los escaparates de la ciudad (tercera foto) tienen algo de Antoine Doinel haciendo lo propio, pero es un instante.
Luego el niño parece por un momento disfrutar de la libertad (cuarta foto) como cuando el Boudú de Renoir deja atrás la casa burguesa que le acogía y se dispone a vivir a la orilla de un río, pero pronto se da cuenta que de mundo idílico en el que disfrutarla, poca cosa. Y es por entonces cuando apreciamos la característica principal de la película, que es la de retratar una situación y unos lugares, la de los que malviven como pueden en la “ciudad de la esperanza”, uno de esos asentamientos auto construidos por los que no pueden hacerlo en la ciudad, un lugar al que la autoridad solo acude para establecer labores de vigilancia y fiscalidad, y que Leonardo Favio (que interpreta a un personaje salido de ahí) se nota siente como de los suyos.




 

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