El ama de casa acaba de pescar in fraganti al camarero, que con el fruto de su maniobra en la boca, intenta disimular.
Un cineasta que me intriga un montón y del que he visto bien pocas de sus películas es el también escenógrafo, dramaturgo y actor de enorme éxito en Francia en la época, Sacha Guitry.
Hoy he podido ver vía un DVD que me prestaron “Faisons un rêve” (1936), y es una lástima que no haya tenido continuidad el gozoso banquete cinematográfico que me las prometía viendo su escena inicial:
La película se abre con una orquesta de zíngaros actuando en un elegante y amplio piso en el que hay una recepción. Vemos al ama de casa pasear por los salones de su casa, con invitados repartidos por las diferentes habitaciones. Pero llega hasta la mesa donde sirven bebidas y alimentos y pesca a uno de los camareros que acaba de meterse a la boca alguna de las viandas que ofrece. Viéndole disimular pero sin ocultar su boca llena, le dice:
-No tuvo por qué pasar por alto su refrigerio…
A lo que el camarero asiente, algo abochornado. Ella sonríe y pregunta, maligna:
-¿Qué diría Vd? ¿Están buenos?
Un murmullo de aceptación sale de la boca -aún repleta- del camarero que no pudo evitar su glotonería. Y la cámara, entonces, navega hasta la mesa de juego de un rincón, donde cuatro caballeros en smoking hablan de amoríos y de mujeres. El de sentencia más definitiva, por cierto, es Michel Simon.
La cámara sigue desplazándose, permitiéndonos atender a varios corrillos, en los que los cotilleos y maledicencias están a la orden del día.
Éste es el magnífico prólogo que debió hacer Sacha Guitry para adaptar a la pantalla su propia obra, interpretada por él mismo y otro actor entonces popularisimo, Raimu.
Me preparaba para ver, pues, lo que Ricard Salvat calificaba de “la pièce bien faite”, pero lo cierto es que después me he encontrado con un vodevil que no está mal, pero que dista mucho de la elegante perfección sobre la hipocresía burguesa que se anunciaba previamente.
A partir de entonces se nota horrores su origen teatral, con escenas en dos decorados diferentes, ambos reproducción de dos habitaciones… con puertas por las que poder entrar o salir del decorado durante la función. Una es un despacho a donde el criado de un abogado (Guitry), que se retrasa, hace entrar al matrimonio convidado. La otra es el dormitorio del abogado, donde éste espera consumar el adulterio planeado con la mujer del matrimonio anterior.
Quizás quien más me haya decepcionado-partiendo de las expectativas desveladas por ese prólogo- es el propio Sacha Guitry, quien con pose de sobrado no para de ofrecer exagerados, desorbitados y acelerados monólogos con los que debía meterse al público que iba a ver sus obras en el bolsillo. Pero, pese a ello, seguiré insistiendo. Y volviendo a pedir una buena retrospectiva Sacha Guitry en la Filmoteca, para poder juzgar con conocimiento de causa.
La mujer, que luce de tanto en tanto una sonrisa muy moderna.
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