Como es natural, porque lo conocía a fondo, Carlos Saura habla bastante de Luis Buñuel en “De imágenes también se vive. Casi unas memorias” (Taurus, 2023), que estoy leyendo.
Explica, claro, que se conocieron en Cannes, donde él y Pere Portabella habían ido a presentar “Los Golfos” y Buñuel “La joven”, se cayeron la mar de bien… y la amistad siguió toda la vida. La foto, que he sacado del libro, no admite otra razón a esa satisfecha sonrisa de ambos en uno de sus encuentros.
Pero no abusa, no se vanagloria tontamente de su posición. Al contrario, sólo se muestra modestamente agradecido por lo que le supuso esa amistad. Una postura que contrasta con los aspavientos que todo el mundo lanza ahora sobre el de Calanda, sobre el que parece haber ya consenso positivo, y cómo estiran hasta casi romperse su relación, por mínima que fuera, con él.
Saura explica que esa postura actual tan laudatoria no era en absoluto la que existía por aquí respecto a Buñuel, puesto que si no se le ignoraba por completo, se le vilipendiaba de lo lindo. Da un par de ejemplos y remata con este demoledor relato:
“En el año 1960, Ricardo Muñoz Suay, que sabía de mi admiración por Buñuel, me habla de dejarme el guión de ‘Viridiana’ para que lo lea y le dé mi opinión. Juan Antonio Bardem, que dirigía la productora Uninci, me llamó a su despacho en la calle de Ferraz, me lanzó el guión de ‘Viridiana’ sobre la mesa, al tiempo que me decía, despectivo:
-Anda, lee esa porquería que ha escrito Buñuel, tu admirado anarquista de derechas.”
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