jueves, 1 de febrero de 2024

No hay treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo



Viendo el principio de “No hay treinta y seis maneras de mostrar cómo un hombre se sube a un caballo” (Nicolás Zukerfeld, 2020) me he dicho que quizás era verdad y sólo había una, porque el montaje de una buena cantidad de películas de Raoul Walsh hace ver un gesto muy similar, en escena similar, de cómo se sube fácilmente a un caballo. Pero luego he podido ver que lo que ha de deducirse de la frase es bien diferente.
Acudí ayer a la sesión de la Lleialtat Santsenca incitado porque la presentaba Quim Casas y por el bonito póster de la película, y salí de la misma satisfecho tanto por el propio film, en verdad insólito, como por el coloquio que provocó su visión.
La película, elaborada durante la pandemia, consta de dos partes. La primera supone un ímprobo trabajo de montaje de escenas correspondientes a todos los films de Raoul Walsh que han encontrado y podido bajar. Se inicia con eso del acto de montar a caballo, pero luego sigue con toda otra serie de motivos, abrir o cerrar puertas entrando en habitaciones principalmente. No son sólo westerns, sino películas de otros géneros que también dirigió Walsh.
Acabado este primer acto, que dura alrededor de la mitad del metraje, el segundo acto te adentra en el relato de una más que divertida (al menos para los que alguna vez hayan caminado por ese campo) investigación cinéfila, que no es otra sino la búsqueda de la fuente primigenia en la que se demuestre que Walsh dijo lo del título, o ver qué es lo que dijo realmente, porque las variaciones que se van encontrando en ese recorrido son numerosas. Toda esta parte la pantalla permanece completamente en negro, mientras Zukerfeld va dando cuenta de los pasos de la investigación, salvo los momentos en los que se muestran páginas de publicaciones escaneadas o párrafos de estas mismas o de los mensajes intercambiados con una lista de colegas llamados a colaborar en la investigación.
Toda esta parte, que tan jugosa resultará para los estudiosos o aficionados de la materia y que al menos yo contemplé con una constante mueca sonriente en la cara, me quedó claro que no podía estar hecha más que por un argentino de la nueva hornada. A los nombres de los componentes de El Pampero he añadido mentalmente el de Zukerfeld, pues toda esta segunda parte del film bien podría ser obra de ellos.




 

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