Oigo a Iggy Pop en “In praise of nothing” (Boris Mitic, 2017; en L’Alternativa, por un breve tiempo en Filmin), diciendo este largo y descreído poema desde la nada a los frecuentadores de este mundo fervientemente neoliberal y me pregunto si no debía haber llegado antes a este personaje al que nada hasta ahora me había acercado.
Pequeña burla desde el que reside sin preocupación alguna en los márgenes a las tendencias impuestas por los poderosos, que llega a sátira en ocasiones con el empleo de ciertos lenguajes publicitarios, no deja de tener un cierto trasfondo de bienestar poético.
Un ejemplo que he ido apuntando con paciencia, tal como lo reflejaban los subtítulos, mientras en las imágenes (que parecen estar rodadas por todo un ejército de cineastas) vemos a unos niños intentando mover a un caballo que está entusiasmado comiendo unos arbustos, una piel al último sol de tarde o unos carromatos mineros en paisaje nevado:
Me gusta sudar
Me gusta dudar
Me gusta el cabaret
Me gusta el tabuleh
Me gustan los zapatos usados
Me gustan los blues de prisionero
Me gusta la rakija
más que el vino.
Me gusta la belleza
No necesariamente la gran belleza
Una belleza mediana está bien.
Y lo único que tengo que decirle a la Historia es lo siguiente:
“La cuestión no es si puede haber poesía después de Holocaustos;
la cuestión es cómo pueden haber Holocaustos después de la poesía.”
Podría haber seleccionado bastantes más.
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