Uno puede llegar a imaginarse lo que debería suponer en su día la visión de “Un dimanche à Pekín” (Chris Marker, 1956). Algo así como poder ver gente que se descubre normal de un mundo oculto por completo.
Mubi ha estrenado hoy este cortometraje (18 min), aunque con la mala jugada de pasar su versión inglesa (con subtítulos también en inglés), con lo que me he quedado a medias en la captación del siempre con un punto agudo de ironía comentario de Marker, que contaba en esta ocasión, según rezan los títulos de crédito, con el consejo sinológico de Agnès Varda.
El reportaje consta de variadas actividades de esas que se enseñaban a las visitas, como tablas de gimnasia, la ópera china y así, pero donde reside la sal del asunto es, desde luego, en sus escenas callejeras, por donde circulan gentes de todo tipo en un proceso de uniformización de su vestimenta aún no alcanzado por completo, bicicletas, tranvías, autobuses y hasta algún carro, todos ellos intentados regular por un impagable guardia urbano subido a su pedestal.
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