Pues que sigue convenciendome “Lock-out” (Antoni Padrós, 1973; anoche en el Cinema Catalunya de Ribes de Freser, como ultimo largometraje proyectado del Festival Gollut), pareciéndome la mejor película de Antoni Padrós.
130 minutos que se sienten en las propias carnes, en un largo proceso de unos marginados hacia su integración, sólo dulcificados por una impresionante sucesión de canciones y músicas populares de todo tipo, así como anuncios activos en su momento de rodaje.
Imágenes del Casino de Terrassa ambivalentes (Padrós quería acabar con todo lo que representaba, pero a la vez era un forofo de la ópera y de los espacios operísticos como éste) y -en el sonido- un pelotón de fusilamiento que abre fuego.
Así se inicia la película, que luego transcurre casi íntegramente en un vertedero donde figura que vive una comuna con unos cuantos viviendo al margen de la sociedad de consumo, pero que ven que, pese a ello, no consiguen pasar de ella.
Juegos entre las imágenes y la banda sonora, ya sea un anuncio de sábanas Viridiana, una comedia musical, Machín, Simplemente María o J’atendrai.
Paco Caja, en un aparte patrocinado con mala intención, soltando sus historias de pájaros, para regocije de sus oyentes.
¿Habría rodado Padrós como rodó, nos preguntamos, de haber tenido un presupuesto holgado y no el que le obligó a hacerlo en negativo de sonido, dando esa excepcional textura a la película? Toda una incógnita.
El pack de Padrós que la Filmoteca hizo con el sello Cameo de todas sus películas permite ahora repasarlas y situar a esta rara avis que, como quien no quiere la cosa, se cargaba todas las características de la injusta sociedad del momento, pero también ponía el objetivo en señalar las lacras y hasta la ridiculez de ciertas tendencias políticas progres que querían sacar a la población de ese ambiente.
Ese repaso de los films de Padrós nos permite dar con cortometrajes (Dafnis y Cloe, Pim pan pum revolución, Swedenborg, ¿qué hay para cenar, querida?) que marcan a fuego su estilo de hacer, con sus desconcertantes y desopilantes frases y una estética que lo colocan sin fallo como nuestro cineasta underground. Pero llega entonces la realización -durante todo un año, dilapidando todos sus ahorros en un trabajo alimenticio- de un monumento colosal, “Lock-out” y, aún manteniendo sus constantes, supone, a mi parecer un paso adelante definitivo. Con sus en este caso necesarias reiteraciones, con su humor dentro, es una apuesta de lo más serio, capta como nadie hizo el aire del tiempo y su profundo significado, avanzándose a lo que sucedería, de hecho, unos cuantos años después.
A la gente le suele gustar más su siguiente largometraje. Si “Lock-out” dura 130 minutos, “Shirley Temple history” cuatro horas. Pero a mí sus repeticiones me suelen llegar a parecer el resultado de esa forma de proceder de Padrós, que no daba un metro de rodado por perdido. Y las canciones, el cine norteamericano, incluso las representaciones delante de decorados pintados portátiles ya estaban en Lock-out…
Lock-out finaliza, para mayor abundamiento, con una pieza única en toda la filmografía del cineasta: el Canto dei maiffiatori acompañando al documental sobre los niños de la familia que realmente vivía en ese vertedero: Chapeau!
Hombre de oreja, en vez de oído musical, sé muy pocas canciones. Desde que, en la época, vi Lock-out, en cambio, tarareo y medio canto la canción cuya música compuso el gran Lluís Rambla para la película, que se utiliza en ella, hasta distorsionada, a lo largo de todo su metraje y canta Rosa Morata, la musa de Padrós:
Cada día al despertar
Siento que la libertad
Penetra en mi sangre
Y de felicidad tengo que gritar
Si quieres ser libre
No te ajustes
A catecismos ni embustes.
Pues eso…
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