“Dejen de prohibir, que no alcanzo a desobedecer todo”, la que, a fin de cuentas más fresca y con más puentes tendidos a las películas anteriores de Garcia-Pelayo me ha resultado.
La imagen nocturna de esa nueva parte construida de Nursultán, la antigua Astana, por donde se pasearán reflexionando nuestros protagonistas, en duelo por una desaparición, haciendo un casting para conocer bien el futuro. Lo que pasa es que a mí me lleva a huir de ese futuro, donde premia una dudosa estética y el frío vacío.
Una imagen light de “Así se rodó Carne Quebrada”.
No me he dado el atracón que se han dado Gonzalo García-Pelayo y parte de su equipo preparando, rodando y luego terminando (en éstas están ahora) sus 10+1 películas del año, sino que únicamente he visto las seis primeras ya acabadas por completo y aun así ando como un alma en pena, pasándome por la cabeza sus imágenes y sonándome con insistencia alguna de sus músicas, como un mantra. No puedo imaginar lo que puede haber supuesto, estar suponiendo, todo esto para ellos.
Visto lo visto, y aunque aún me quede para la visión total casi la mitad de los films del paquete, intento ahora una mirada buscando una comprensión global. Que creo válida, porque estas seis películas ya vistas están, me parece, más cerca del proyecto inicial, que se planteaba como de 7 (he ahí un número que seguro no era casual…) + 1.
Y me parece que, más allá de las preferencias o decepciones de cada uno con cada pieza, es lícito y necesario contemplarlas así, como piezas de un conjunto.
Todas y cada una de ellas, corroborando lo anterior, duran 70 minutos (un 7 y un 0). Conociendo la querencia de su director por las matemáticas, apuesto lo que sea a que en su planteamiento dio rienda suelta a la combinatoria, una rama de esa ciencia que tengo más que olvidada, pero que seguro que ha tenido en cuenta para establecer el completo abanico que previó ofrecer. Combinaciones (más que variaciones, porque en este caso el orden afecta, pero de otra forma) de m elementos (m de muchos, pero muy lejos de lo habitual en una producción media de por aquí) sin repetición (aunque en una ocasión ahora no sé si es José de los Camarones se multiplica), tomados (principalmente) de dos en dos.
Porque son las parejas y las dobles parejas lo que más se da entre y en las diferentes películas. Hay dos películas ambientadas por el sur de la India, un actor principal suele trabajar en un par de películas, se podrían emparentar las de una narradora en off con acento extranjero y todo de cosas de este estilo.
Trazos genéricos para la totalidad también pueden encontrarse. Entre éstos, los mensajes y subrayados escritos, las conversaciones que intentan profundizar en los sentimientos personales, la frecuente utilización del dron (supongo que como medio eficaz y económico), escenarios naturales muy buscados correspondientes a sitios espectaculares pero no excesivamente conocidos, la detectable presencia de una forma o de otra en pantalla del equipo de cine que está rodando la película, las coplas y las músicas, la idea del caleidoscopio (visible tal cual en Diario Tamil) y, en general, las ganas, la curiosidad por conocer y sentir más.
Otras reflexiones que me han bailado por la cabeza corresponden a películas concretas.
Así, viendo “Ainur”, la que empieza con la espectacular imagen nocturna del nuevo Nursultán (imagen), me dije que quizás obedeciera al deseo de Gonzalo Garcia-Pelayo de recordar a alguien desaparecido de su vida, pero no acudiendo a revisar el pasado, sino por el contrario buscando respuestas en el futuro, en una ciudad completamente nueva (y que, personalmente, por lo ahí visto no me convence en absoluto y más bien me asusta, como a uno de los personajes).
Creo que es Javier García-Pelayo quien en un momento de “Así se hizo Carne quebrada” la compara con “Frente al mar”, película que combinaba las escenas de jodienda con las de reflexión filosófica. En ella era un caserón y la playa de Chiclana el único escenario, mientras que la actual combina escenarios naturales de España y Portugal de los más espectaculares (la costa en Zambujeira, el embalse de Bolarque o esa inacabable escalera de Lamego), pero prefiero mil veces ese delicioso acento y la frescura de las chicas de “Frente al mar”, que tengo grabados en la mollera desde el momento en que se estrenó, que los ejercicios sexuales que, sin tapujos, se muestran ahora.
La siguiente es un “Alma quebrada” que se muestra como tal por sus sentidas canciones, alternando lugares del recuerdo con serenos ambientes y paisajes. Es en ésta donde se oye en su banda sonora que “la historia es lo de menos. Lo que importa es la emoción”, algo que, me digo yo, podría valer como lema de todas. Una más que da a conocer parajes naturales y urbanizados impresionantes, como la plaza de Tembleque o la extrañísima de Arévalo.
“Chicas en kerala” se inicia, documental puro en ficción pura, captando la ajetreada calle urbana y sus sonidos desde un coche en el que figuran ir nuestras protagonistas, registrando esa primera impresión que tanto marca. Con rincones de la India vistos como nunca, la nieta de Gonzalo Garcia-Pelayo, que es una lástima que por edad no recordara nada de todo eso con lo que ha convivido durante el rodaje, durmiendo con un chupete en el que está escrita la palabra “amor”, uno de los leit motiv de la serie entera. Es la película en la que más se siente eso del agua del río fluyendo, como la vida.
Por último, “Diario Tamil”, que arranca con Gonzalo Garcia-Pelayo con sueño atrasado en su silla de director, luego mostrando esa enorme roca sagrada… y sus temibles escaleras. Es la que he visto como más de pie a tierra, sin planos de dron que son frecuentes en las demás, no sé si por una limitación forzada o voluntariamente. Con o sin hierba ingerida, la presencia de la música india, los 108 pasos claves de los mantras.
Y una llena de serenidad de “Alma quebrada”, con sus cuatro protagonistas en cuadro.
Los parajes recorridos en “Chicas en Kerala”.
Las dos protagonistas (una de esas parejas, en transmisión continua) y Darío (Javier García-Pelayo, quien se quedará abajo ante la primera escalera), encaminándose hacia la roca sagrada al principio de “Diario Tamil”
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